Jesús Urra

La crisis de UPN-PP.
¿Un viaje de ida y vuelta?
(Hika, 202zka. 2008ko urria)

            De modo aparentemente casual ha estallado una crisis de envergadura que afecta a las relaciones entre UPN y PP. Las aguas de la derecha, aparentemente tranquilas durante tantos años, se han alborotado hasta unos extremos desconocidos en las últimas décadas. Al principio, no parecía algo planificado. Gentes como Del Burgo y Cervera, máximos defensores de la interpretación pro-PP, se sorprendieron cuando afloró. Creyeron, primero, que respondía a un chantaje socialista (petición de intercambio de apoyos para los Presupuestos de España y de Navarra); luego negaron esta hipótesis; posteriormente la han empleado como propaganda para descalificar a Miguel Sanz antes del Consejo Político a raíz de unas declaraciones de José Blanco.

            Sea como fuere, el problema estaba planteado encima de la mesa. Hasta ahora, la tormenta, lejos de amainar, se ha acrecentado con enorme virulencia. ¿La crisis se desencadena ahora de forma fortuita o responde a un plan premeditado de la cúpula de UPN? ¿Era previsible? ¿Cuáles son las razones? ¿Cómo concluirá?

Antecedentes

            Ya durante el breve período de la II República las derechas navarras tuvieron un sello singular y marcadamente foralista. Las dos principales fuerzas –la Comunión Tradicionalista, carlista, y la Unión Navarra, luego integrada en la CEDA– mantenían una impronta propia muy fuerte.

            Tras la dictadura, los hechos más significativos en la articulación y organización de la derecha han sido el éxito inicial y breve de UCD, el nacimiento de UPN contra la transitoria IV de la Constitución, porque ponía en peligro, según ellos, la autonomía de Navarra ante Euskadi (Aizpún, padre fundador de UPN, llamó a la abstención en el referéndum constitucional), las serias dificultades de los sucesivos proyectos de centro navarrista (el CDS de García Tellechea y de Adolfo Suárez y el CDN de J. C. Alli), que no logran consolidarse en Navarra, y el acuerdo de unificación entre UPN y el PP navarro en 1991.

            Además de la conjunción de votos, la fusión entre UPN y el PP navarro se pactó con el objetivo de ser la lista más votada, requisito exigido entonces por el Amejoramiento para acceder al Gobierno. Siempre se atribuyó a J. C. Alli la iniciativa de esta operación a la que se opuso J. Aizpún. La pugna se resolvió en una asamblea de UPN con 418 votos a favor y 193 en contra. En declaraciones posteriores, muchos años más tarde (marzo de 2008), Del Burgo reivindicaba la paternidad de la iniciativa. Y la unidad dio resultado. UPN obtuvo el Gobierno con 95.634 votos frente a los 91.327 del PSN. Algo que no hubiera sucedido en el caso de haber concurrido divididos a los comicios electorales, como había ocurrido ya en 1983 y en 1987.

            La reforma del Amejoramiento en 2006 desactiva la necesidad unitaria. A partir de esta modificación, la elección se realiza en última instancia por mayoría parlamentaria simple. Por lo tanto, ha desaparecido la causa principal de la antigua fusión. De hecho, tras las elecciones forales de 2007, había mayoría parlamentaria para la formación de un Gobierno alternativo a la derecha, y a punto estuvo de fraguarse.  

            A esto se agregan varios hechos significativos: la gran dificultad del centro-derecha navarro para alcanzar la mayoría absoluta, corroborado en las últimas elecciones; el aislamiento al que se ve sometido UPN por su vinculación a la estrategia del PP; el cambio producido en el tercer bloque electoral en detrimento de Batasuna y en beneficio de Na-Bai, que promueve una alianza para el cambio con PSN e IU; el envite formulado en su día por el fallecido dirigente socialista Chivite: si UPN se desvincula del PP, sería posible una alianza... Estos datos eran evidentes para cualquier observador de la realidad política navarra.

Razones de UPN

            Entre los partidarios de tomar distancias con el PP, la razón más poderosa que se ha invocado ha sido la de la gobernabilidad y estabilidad de Navarra bajo las premisas de un partido como UPN (defensa de Navarra, de sus fueros y de su identidad compatible con la defensa de España). Y el reconocimiento de que es casi imposible que por sí solos obtengan la mayoría absoluta necesaria para gobernar.

            Quienes han hablado más claro dicen que ha desaparecido la razón que propició la fusión y permanecen sus efectos no deseables, como la falta de libertad de UPN y del Gobierno navarro para pactar con el Gobierno central asuntos importantes para Navarra, la conversión de UPN en un partido invisible en los debates nacionales, la incomodidad por la presencia de Na-Bai como fuerza independiente en el Congreso de los Diputados... Han manifestado, también, la necesidad de establecer acuerdos con el PSOE sobre algunas materias centrales: la derogación de la transitoria IV, la construcción del TAV y de otras infraestructuras, la modificación del Amejoramiento bajo su concepción navarrista y proespañola, la aprobación de los Presupuestos de Navarra. Tampoco ocultan sus ansias de liderar o condicionar el Gobierno de Navarra.
Un hecho que nadie ha expresado abiertamente y que me parece central es la profunda decepción provocada en UPN por la no obtención de la mayoría absoluta (que es tanto como una derrota) y que se liga a la excesiva subordinación de UPN hacia el PP y al lugar tan estelar que ocupó Navarra durante la última legislatura en la disputa PSOE-PP.

            En segundo lugar, aparece el modelo de partido. Reivindican a UPN como un partido diferente del PP, soberano, que pacta con el PP estatal (ni se fusiona, ni es absorbido por éste, ni es su sucursal aquí). Y en esta concepción interpretan la cláusula que permite a UPN votar diferente, si está en juego el interés de Navarra y no se contradice el interés de España. La cláusula es confusa donde las haya, pues ¿quién interpreta los citados intereses? Sin embargo, aducen sus defensores, ¿para qué se pone la cláusula sobre la posibilidad de que UPN vote diferente, si luego no se puede aplicar?

            En tercer lugar, se esgrime la necesidad de postular una actitud responsable ante la crisis económica tan excepcional y ante los presupuestos del Estado. Y, en consecuencia, la conveniencia de un pacto de Estado entre PSOE y PP.

            Dejo de lado los rifirrafes o golpes bajos, típicos de estas controversias: por ejemplo, quién ha forzado más votaciones en alianza con el “pérfido” nacionalismo vasco, etc.

            Su conclusión es muy clara: los intereses de Navarra, dicen ellos, exigen el acercamiento al PSN y al PSOE y la alianza en temas básicos con ellos, e impedir que el PSN se acerque a Na-Bai. Por ello y para ello, UPN no debe avalar el seguro rechazo a los Presupuestos generales por parte del PP. Y si hay contradicción de intereses, debe prevalecer el interés de Navarra sobre los intereses del PP. Un mensaje que es central en este sector, y creo que es muy efectivo socialmente frente a sus oponentes internos. Por otro lado, todos –tirios y troyanos– coinciden en el carácter simbólico de los controvertidos votos y en que éstos no serán decisivos para la aprobación de los Presupuestos. Por este motivo, adquieren más relevancia las razones antes indicadas.

Razones de los otros

            Entre los patrocinadores del PP (o de la interpretación pepera del pacto) el peso de sus argumentos descansa en razones más ideológicas, menos concretas. “En defensa del PP”, titulaba Del Burgo uno de sus artículos, donde argüía principalmente: cumplir el pacto, la palabra dada, votando en los temas nacionales como diga el PP; ser coherentes con las bases comunes existentes entre ambos partidos (defensa de Navarra y de España, modelo de sociedad, principio antiterrorista); no reproducir la lucha cainita por el mismo espacio electoral, como sucedía en el pasado; ser agradecidos con el partido que mejor ha defendido a Navarra frente a los devaneos de Zapatero. Si hay ruptura, «es una locura», concluye. «Me dan ganas de volver a la primera línea», vocifera en otro artículo. «¡Vuelve!», le reta Miguel Sanz.

            Los partidarios del pacto aducen, en estas mismas claves, el riesgo para Navarra de quedar en manos de alguien tan poco de fiar como Zapatero (“Ollarra”, columnista y ex director del Diario de Navarra). En otro escrito le recriminaba a Miguel Sanz que «no se puede bandear y, a la vez, llevar el pendón en la procesión», con lo que daba a entender que el PP romperá el pacto si se separa de él en la comentada votación.

            Otros alegan el riesgo de acabar aislados y disminuidos, como ha ocurrido con el PAR aragonés o con el CDN, especialmente en las disputas electorales de ámbito general.

            Y, finalmente, se traen a colación la escasa contrapartida económica que se lograría para Navarra en los Presupuestos generales (lo cual es cierto y refuerza más el carácter político y general del voto diferente) y la falta de mimbres por parte del PSN en estos momentos para plantear una moción de censura con Na-Bai.

            Sus principales adalides destacan el buen balance de la colaboración PP-UPN. Está reciente, señalan, el papel fundamental desempeñado por el PP en la defensa de Navarra a raíz de la negociación con ETA y al impedir el Gobierno alternativo. “Ollarra” afirma constantemente  que Zapatero lo impidió no por principios sino por su conveniencia electoral. Y frente a este comportamiento del PP deducen con amargura el desagradecimiento de UPN en estos momentos.

El futuro

            El debate está siendo fuerte, a la luz pública y virulento por  las dos partes. Se combinan los argumentos y razonamientos con las descalificaciones, amenazas, retos...

            El primer tema –la viabilidad– ya está resuelto: por abrumadora mayoría, el Consejo Político de UPN ha decidido no respaldar al PP. Esto era más que previsible, pues UPN ya era un partido de bastante mayor implantación que el PP antes de la unificación, y Sanz ha sido su principal organizador, su repartidor de cargos durante estos años. No obstante, hay que tener en cuenta que había un número muy importante de cargos públicos en ese consejo y que se rechazó expresamente la votación secreta; se hizo a mano alzada y fue tachada de “clientelista”. Quedan por ver los efectos de este tsunami dentro del partido (la polarización, el clima, la desazón, el malestar creado). Y tampoco está claro cuántos de los cinco cargos electos de ámbito estatal (2 diputados y 3 senadores) desobedecerán el dictamen y practicarán el pase foral que algunos (Del Burgo) han reclamado públicamente. Por ahora sólo dos de ellos se han pronunciado por el acatamiento.

            Otra cuestión, muy debatida estos días, reside en las consecuencias del voto diferente para el pacto UPN-PP. ¿Se dará una ruptura del pacto, como afirman sin ninguna duda los máximos defensores del PP aquí? En esta dirección apuntan también las amenazas crecientes del PP en un ambiente de desconfianza hacia el partido hermano. Es difícil vaticinar si se producirá una ruptura radical del pacto o su reformulación. Sin duda, influirán datos como la correlación de fuerzas que se establezca internamente; las posibilidades del PP para construir un partido con cierto arraigo; la inestabilidad que esta crisis le provoque a Rajoy en otras comunidades y en su liderazgo; la voluntad de arreglo entre las partes; la fuerza que ejerzan los grupos de presión unitaria, muy poderosos en los dos partidos y en sus entornos. Los intereses comunes de las dos partes frente al PSOE, de un lado, y al nacionalismo vasco y a ETA, de otro, son fuertes. Al mismo tiempo, UPN necesita deshacerse del lastre del PP para no quedar aislado, para tener la posibilidad de pactar sin límites con el PSN. Y parece ser que el PP no puede ceder un territorio como Navarra y favorecer una tendencia centrífuga y que cuestiona su estrategia de oposición ante el PSOE. ¿Encontrarán un espacio que satisfaga mínimamente los intereses de las diversas partes?

            ¿Cómo le afectará esta crisis a UPN? Esta es una de las preguntas principales de este lío. No sólo porque es el centro del huracán, sino porque le coge en vísperas de un congreso fundamental: el cambio de liderazgo, junto a la renovación y a la forja de una nueva élite del partido. A este respecto es significativo el silencio inicial de Yolanda Barcina, designada por Miguel Sanz como su sucesora, y su posterior pronunciamiento en favor de las tesis de éste. No parece muy prudente vincular este debate con la renovación del liderazgo y del equipo dirigente, que se dilucidará en los próximos meses. Igualmente, si se diera la ruptura, quedan en el aire las repercusiones electorales. Parece evidente que UPN sería bastante más fuerte que el PP. Sin embargo, es difícil saber cuánto le supondría la sangría de votos hacia el PP y si las pérdidas las recuperaría en otros caladeros: CDN (prácticamente se plantearía su absorción) y PSN.

            Todo el mundo se pregunta cómo influirá esta crisis en el mapa político de Navarra. Es imposible avanzar nada sólido sin conocer el dato principal: si habrá ruptura total o no, y si PP y UPN se  presentarán divididos en las contiendas electorales. A la espera de cuál sea el desenlace, se puede advertir que una ruptura influiría en qué partido ostentaría la primacía de las fuerzas políticas de corte navarro-español, que es importante para determinar la hegemonía en la formación del Gobierno.

            La ruptura influiría en las alianzas: el PSN conseguiría una centralidad mayor que ahora, al ser más fácil el acuerdo con una fuerza separada de su gran competidor (el PP estatal), junto a la otra opción en torno a Na-Bai e IU. Y UPN  rompería su aislamiento y abriría la posibilidad de pactos con el PSN.

            También influiría en la orientación política: en buena lógica se reforzarían las dificultades actuales para el entendimiento entre las izquierdas navarras de diferente signo identitario.

            En mi opinión, todo esto no favorecería, a corto plazo, el cambio de alianzas y de política que sería conveniente para nuestra sociedad. Si el PSN optara por la alianza con UPN, sería muy negativo para avanzar en la cohesión social básica de nuestra sociedad, en la convivencia de identidades, en el fomento de políticas sociales y progresistas, en una integración mínima de las izquierdas navarras. Por el contrario, reforzaría en las filas del PSN el frentismo identitario. Y en las de Na-Bai se incrementaría el eterno victimismo, el frentismo, la exageración sobre la maldad innata de los socialistas.

            Esperemos que –en esta nueva situación más compleja y, en el fondo, más difícil– desde Na-Bai no haya un brindis al sol poniendo todo el énfasis en si seremos o no la primera fuerza de Navarra (teóricamente podría favorecer esas pretensiones con los mismos o con peores resultados; pero conviene no perder de vista que lo fundamental es  analizar la correlación de fuerzas en su conjunto, y todavía más importante: el asilamiento de Na-Bai requiere cambios propios y la alianza imprescindible con el PSN para ser parte de la alternativa real en nuestra sociedad).
 
            Y esperemos que la política hacia el PSOE, si opta por la derecha y por el frentismo, descanse en la crítica necesaria y rigurosa, porque el PSN estaría subordinado a la derecha o tutelado por ella; porque impulsaría una política social y progresista más débil que si pactara con las otras izquierdas; porque difícilmente se va dar una mayor integración y una mejor convivencia entre las gentes navarras proespañolas y provasquistas si se margina por principio (aunque se haga democráticamente) a la Navarra provasquista. Y, simultáneamente, Na-Bai debería proponer una oferta seria de entendimiento entre las izquierdas y en un pacto de convivencia interidentitaria. Pues del triunfalismo infundado y del victimismo frentista no suelen salir cosas positivas sino autocomplacencia, ineficacia y frustración en abundancia.

            En descargo de los promotores de la actual controversia entre las derechas, hay que reconocer la audacia para afrontar un problema de muy difícil solución para ellos. Deberíamos tomar nota otras gentes de esta actitud, paradójicamente poco conservadora, para abrir nuevas vías.