Jordi Barbeta
La cuestión catalana
(La Vanguardia, 23 de enero de 2006)

El Estatut ya no tiene vuelta atrás y con él también se convierte en irreversible el proyecto político reformista que lidera el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Ésa es la gran conclusión del pacto que alcanzaron casi de madrugada el propio presidente con el líder de Convergència i Unió, Artur Mas. Zapatero gana la partida y refuerza de facto la estabilidad parlamentaria de su Gobierno, lo que le permitirá llevar adelante su programa de reformas y afrontar con mejores garantías el gran desafío de la paz en el País Vasco.
Por los mismos motivos, el pacte de Santa Agnès,
como propuso llamarle alguien de la parte catalana atendiendo al santoral del día, certifica el fracaso de la estrategia de la tensión practicada por el Partido Popular, que tenía como objetivo hacer estallar las contradicciones en el Partido Socialista para que la propuesta catalana descarrilara, el Gobierno de Zapatero se quedara en minoría y el presidente no tuviera más remedio que convocar elecciones anticipadas. Nada de esto ha ocurrido ni va a ocurrir, lo que obligará al partido de Rajoy a replantearse su estrategia de oposición. Fuentes de la presidencia del Gobierno aseguran que Zapatero está bien dispuesto a olvidar las ofensas y que intentará recuperar de inmediato el diálogo con el primer partido de la oposición y establecer un ámbito de colaboración en asuntos de Estado.
Que la estrategia del PP entra a partir de ahora en crisis lo pusieron de manifiesto ayer los propios líderes regionales del partido como el recién elegido presidente del PP gallego, Alberto Núñez Feijóo, a quien le faltó tiempo para reivindicar para Galicia lo mismo que obtenga Catalunya: "Galicia - dijo- no renunciará a nada en materia del autogobierno que se incluya en el Estatut". Está claro que el sucesor de Fraga Iribarne ya no teme que la iniciativa catalana suponga la desmembración de España.
Si Zapatero es el gran triunfador del pacto del Estatut en el escenario político español, no hay duda de que el líder de CiU, Artur Mas, ha sabido rentabilizar la aportación de la federación nacionalista, lo que tiene un mérito especial, teniendo en cuenta que Convergència i Unió está en la oposición y el Estatut era el proyecto que había de identificar al Govern.
Pero el tándem que forman Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida habían diseñado una estrategia no sólo pensada para el Estatut sino teniendo en cuenta el futuro y el papel que pretenden desempeñar en Catalunya y en España. El propio Artur Mas admitió que el acuerdo con el presidente del Gobierno "es de gran calado" y lo decía porque el sábado en la Moncloa no sólo hablaron de nación, de competencias y de financiación. Hablaron de sus intenciones de cara al futuro y, por supuesto, analizaron el calendario electoral, llegando a la conclusión de que ambos son partidarios de celebrar elecciones al Parlament en Catalunya cuanto antes. Es decir, inmediatamente después del referéndum del Estatut.
Sin embargo, la potestad de convocar elecciones anticipadas es exclusiva del president de la Generalitat, que ya ha dejado claro que no piensa acortar ni un minuto la legislatura. Aceptada esa evidencia, el plan de Zapatero y Mas consiste en acelerar al máximo el trámite del Estatut. Hablaron de un "trámite exprés" con la intención -francamente difícil- de llegar a tiempo de convocar el referéndum antes del verano. A eso se apunta también el presidente del Gobierno por la fatiga que genera en el electorado socialista el debate del Estatut. Más allá de las potestades, Mas sí hizo saber a Zapatero que CiU consideraría una agresión que se convocaran las elecciones catalanas haciéndolas coincidir con las municipales o las generales.
Un asunto que queda en el aire pero que ha gravitado en las conversaciones entre Zapatero y Mas es la política de alianzas en Catalunya. Mas se ve capaz de ganar las elecciones, pero difícilmente podrá gobernar si la prioridad estratégica del PSC sigue siendo el tripartito. Que el tripartito no es la opción prioritaria de Zapatero lo pone de manifiesto la deferencia que ha tenido con CiU ahora y en la fase parlamentaria catalana del Estatut, pero todo depende del resultado electoral y del candidato que presente el PSC. Difícilmente Maragall apostaría por el pacto con CiU y no se sabe qué ocurriría si el candidato fuera José Montilla, el máximo dirigente del PSC, quien al mismo tiempo que mantiene excelentes relaciones con Esquerra Republicana ha celebrado innumerables reuniones secretas con Mas y con Duran Lleida para sacar adelante el Estatut. Seguramente por eso ayer fue Montilla quien defendió con mayor orgullo el acuerdo Zapatero-Mas como un éxito socialista. Al fin y al cabo, el presidente del Gobierno es el mejor incentivo electoral con que cuentan los socialistas catalanes, y el propio Montilla, su referencia catalana.
Resulta comprensible, pues, la reacción airada que tuvo Esquerra Republicana ante el pacto Zapatero-Mas, que contrastó con el alivio que demostraron el resto de los miembros del tripartito. Evidentemente ni socialistas ni ecosocialistas tiraron cohetes para celebrar el acuerdo Zapatero-Mas, pero tampoco podían disimular su sensación de haberse quitado un peso de encima el president de la Generalitat, Pasqual Maragall, y el líder de ICV-EUiA, Joan Saura.
Mas capitalizará el protagonismo durante unos días, pero el acuerdo del sábado garantiza la continuidad del Govern de la Generalitat prácticamente hasta el final de la legislatura. Ya nadie le podrá quitar a Maragall el título de president del Estatut del 2006, y a Saura, el de conseller encargado. Y además tienen dos años por delante para, desde la Generalitat, recuperar a los descontentos con el tripartito. Otro que saltaba ayer de alegría y que reivindicaba su alícuota participación en el acuerdo de financiación era el conseller de Economia, Antoni Castells. Seguro que la imagen de Mas anunciando el acuerdo de financiación le produjo ardor de estómago, pero con el Estatut aprobado Castells tiene garantizada su continuidad como conseller al frente de un departamento estratégico que le sitúa automáticamente como candidato a sucesor de Maragall con permiso de Montilla.
Así que quien lleva peor la situación es Esquerra Republicana, que se ha sentido puenteada por sus socios, pero en la conversación de Zapatero con Mas este aceptó del presidente que en las negociaciones que todavía faltan hasta el final del proceso el Gobierno establecerá algún acuerdo con los republicanos que podrán revindicar como mérito propio. La reacción airada que mostraron Carod y Puigcercós, aunque justificada, tampoco puede ir mucho más allá, porque no piensan romper el tripartito y a Zapatero tampoco le perjudica que los independentistas aireen su disconformidad.