Joseba Eceolaza
Navarra: La desquiciada política

Cuánto ruido en esta desquiciada política navarra. Frentismo, sordera y dogmatismo: demasiados ingredientes para un menú que debería ser más conciliador.

Muchos de nosotros esperábamos que, en el tiempo post ETA, el enfrentamiento entre banderas e idiomas iría a menos, pero parece ser que la agenda política sigue tocada por la polarización. Y así se hace difícil avanzar. Quien opta por el frentismo no opta por la sociedad, sino por el corto plazo, todo vale para desgastar al contrario; no importa el daño a la convivencia.

Así que quienes nos inclinamos por tratar de tejer alternativas de otro estilo andamos recibiendo palos, de aquí y de allá, y es que la transversalidad no gusta, no interesa, no resulta cómoda, porque complica.  Mejor el blanco y el negro y tiramos hasta el borde del precipicio, así de la mano. Los contrarios se dan de comer, el erotismo y la épica de lo puro nunca ha pasado por armar puentes; mejor armar a los nuestros, aunque sea de falacias.    

El inventario de desquiciadas críticas ha sido amplio, plural y con ciertos parecidos entre las burradas de ambas orillas. Ya se sabe, quién mira a la sociedad con las mismas gafas suelen compartir no pocas actitudes.

Ante el recurso a la Ley Foral de víctimas de violencia policial (ley que presentó Izquierda-Ezkerra), Ana Beltrán del PP nos acusó de equiparar a víctimas y victimarios, ahí es nada. Y así se quedó tranquila, sin decirnos exactamente quienes de las víctimas habían sido victimarios, y sin subrayar que la propia ley excluye a los victimarios del reconocimiento, pero es igual, para qué tanta aclaración, mejor decir esa burrada y tirar para delante. Aupa ahí, yo lo suelto y ya serán otros quienes rebusquen si eso es verdad. También nos acusaron de vender Navarra (a precio de saldo imagino) por querer una política sobre las banderas más plural, vender, vender, lo que es vender por ahora no queremos; si acaso adecentar, limpiar y dejarla txukuna después de años de enfrentamiento, que tantas tiritas le quitan glamour a las cadenas.

Somos régimen porque UPN vota con nosotros en el asunto de la Plaza de la Libertad, esclavos de CCOO y anti euskera con lo de la OPE… Eso no lo habrán dicho, estás exagerando, que sí que sí, que andan igual que los otros. Mejor decir verdades redondas que quedan de miedo, antes que escuchar, debatir y reflexionar. Gusta decirles a los nuestros que los otros son horribles, lo peor, porque así es más fácil justificar las incoherencias de casa. Las juicios de intenciones siempre se les han dado bien, es cómodo porque no hace falta contrastar ni entender, basta con ver oscuras intenciones para quedarte sordo y ciego; en fin cosas de la representación teatral. Si voy en procesión con los que inmatriculan por la cara, y les río las gracias en las recepciones, no cuenta para eso de colaborar con el régimen. Sólo cuenta lo que hacen los otros.

Que no digo yo que todo lo hayamos hecho bien, estoy seguro que, por ejemplo, en los asuntos que tienen que ver con el euskera podríamos haberlo hecho mejor, podríamos haber comunicado de forma más clara nuestra posición. Por eso conviene no abordar este asunto con dogmatismo, ni estando contra la OPE se está contra el euskera, ni estando de acuerdo con la protección del euskera se es rehén del nacionalismo sabiniano, por cierto ni la convivencia de modelos educativos es el santo grial, ni la separación la entrada en el infierno.

Así que en estos meses y con el euskera como telón de fondo, se ha concentrado lo peor del frentismo. Por eso hay que tener en cuenta que no hay una única forma de defender el euskera.

Ahora mismo en la política navarra hay una especie de falacia genética, es decir, se rechaza una idea no por su contenido si no por su origen. Y se afrontan los temas más delicados desde  supuestos previos inamovibles. Con un verbalismo aparatoso, como si así cobraran más fuerza las críticas. Sin tener en cuenta que la política no puede ser auto afirmativa siempre, porque eso nos paraliza, nos hace sordos.

El debate es el diálogo entre afirmaciones contrapuestas, por eso en el pensamiento racional se le da importancia al contraste, a los hechos, a las reglas de la lógica, a enunciar las propias ideas con claridad, de manera inteligible. Al mismo tiempo que es importante desconfiar de  aquellas ideas que no se pueden explicar, para aceptar el supuesto de que esas ideas pueden ser erróneas mientras que nos preguntamos sobre sus posibles puntos débiles, para así prestar atención también a los argumentos contrarios. Ese debería ser el círculo de un buen debate.

Las identidades y las afinidades colectivas se pueden alzar como barreras insalvables frente a los mejores argumentos. Por eso conviene que el debate se base en la libertad de pensamiento, en la crítica y en la autocrítica. Como dice Eugenio del Rio “a menudo entre las gentes de izquierdas se considera un fallo que las personas cambien y se entiende como una virtud la inmutabilidad de las ideas y de los rasgos de carácter. Lo valioso no es permanecer inmóvil, igual a uno mismo, irremisiblemente apegado a su pasado”.

Unir ética y política, crítica y autocrítica, resistencia y actitud constructiva, para quienes tenemos la mirada puesta en la acción política no es siempre fácil, pero hoy, en este tiempo incierto de cambios sociales resulta más atractivo ser abrepuertas antes que vanguardia. Por eso, hace tiempo ya que algunos optamos por rebelarnos ante tanta verdad absoluta que ahoga y aburre, así que pensamos en Navarra como algo mestizo y plural, renegando de la idea de que Navarra en el siglo XIX fue sólo carlista, o en el 36 sólo franquista o ahora sólo navarrista o abertzale, ya es hora de reivindicar a esa Navarra que no ha estado ni está junto con los extremos y que precisamente por eso, digo yo, ha aportado grandes cosas a nuestra tierra.

“Traidor es quién cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar y no cambiarán, aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieren cambiarle a uno.” Amos Oz.
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Joseba Eceolaza es miembro de Batzarre.