Joseba Eceolaza
Recuerdo de la esperanza, parque de la memoria
(Hika, 199zka. 2008ko maiatza)

Yo me callo, yo espero
hasta que mi pasión
y mi poesía y mi esperanza
sea como la que anda por la calle;
hasta que pueda ver con los ojos cerrados
el dolor que ya veo con los ojos abiertos.

Antonio Gamoneda

            Un ruido ensordecedor va clamando el recuerdo desde hace varios años. Desde los silencios comprometidos nos van enseñando las palabras del recuerdo, dejando caer un mensaje digno que merece ser tenido en cuenta; la memoria la guardaron en las cocinas, ahora la enseñan en los parques.
            Las asociaciones de familiares de fusilados se crearon en el año 2002. Tras largos años de silencio iniciaron un camino con paso firme a favor del recuerdo y la dignidad; por eso se centraron en la recuperación de los cuerpos, en hacer homenajes públicos, se centraron en traer la memoria de los que fueron fusilados por pensar diferente. Primero vino la declaración del 10 de marzo de 2003, aprobada por el Parlamento de Navarra; después vino el impacto de la localización de los 7 de Murchante; y ya después se vieron en la calle recibiendo comprometidos apoyos en los actos de homenaje que han realizado. Y así seguimos, exclamando que aquí estuvieron, aquí estamos y por supuesto aquí estaremos, con nuestro parque a vueltas dejando para siempre esa semilla, que nos ayuda a mirar.           
            Desde el comienzo se fijaron, por parte de la mayoría de los familiares y de las personas que pertenecíamos a la asociación, una serie de señas de identidad claras que nos iban a acompañar a lo largo del camino que comenzábamos; nuestras demandas partían de los Derechos Humanos y del respeto escrupuloso a las ideas de los familiares que constituían la asociación, sin más reivindicaciones que el del homenaje y la reparación moral empezamos la lucha.
            Esta vía puede ser discutible, pero es la que los familiares directos decidieron, tal vez cansados ya de que luchas partidistas dieran al traste con sus justas demandas, hartos ya de que una supuesta radicalidad pretendiera hacer pagar un precio a las fuerzas de izquierdas que ahora estaban con ellos pero que antes no lo estuvieron.
            Así las cosas, como ya he comentado, se afrontó la propuesta para una declaración institucional en el Parlamento que reconociera, de una vez, la aportación de esos hombres y mujeres asesinados simplemente por pensar diferente. Declaración que se produjo el 10 de marzo del año 2003 en un pleno extraordinario (en la historia de Navarra sólo se han convocado otros dos plenos de estas características), lleno de emoción y que supuso realmente la primera piedra del Parque de la Memoria.
            Esta declaración afirmaba que “...y sabremos extraer las correspondientes enseñanzas de la memoria histórica. Especialmente destacaremos una: ninguna idea puede justificar tamañas barbaridades que deshumanizan a la persona hasta su límite máximo -la muerte-, que asolan de dolor a sus seres más queridos, que degradan hasta lo más bajo a los ejecutores y que dejan un legado marcado por sufrimientos y odios muy negativos y profundos a las generaciones futuras. Así pues, nunca más y para nadie aquellos horrores”. Por lo tanto, ya quedaba claro de forma concisa y contundente el camino que pretendíamos seguir, porque son los Derechos Humanos lo que nos preocupan, y la sensibilidad hacia las víctimas lo que nos ocupa.
            Para el 2005 estaba ya todo en marcha. El Parque de la Memoria fue diseñado para el homenaje y la reflexión; a las esculturas de Néstor Basterretxea, José Ramón Anda y Joxe Ulibarrena les acompañan textos sobre la memoria histórica de Pablo Antoñana, Bernardo Atxaga, Jokin Muñoz, Castillo Suárez y José María Jimeno Jurío. Tres plazas y más de cien árboles dan muestras de que ese espacio debía servir también para la reflexión, el paseo sosegado y el diálogo sostenido.
            Cuando estalló la guerra civil, hombres y mujeres fueron arrancados, de madrugada, de sus domicilios sin nada que lo justificase. La memoria de los suyos se convirtió en lo único que tenían, porque se llevaron hasta sus cuerpos, sus pertenencias, les dejaron solos. Por eso el elemento central del parque es el muro con los 3.400 nombres inscritos, pueblo a pueblo, como testimonio indiscutible del drama que tuvo que sufrir una comunidad tan pequeña como la navarra.
            Desde el principio se planteó la necesidad de recurrir a las instituciones públicas para que sufragaran el enorme gasto que un proyecto de esta envergadura suponía para una asociación como ésta. A pesar de las zancadillas del comienzo, desde finales del 2005 los ayuntamientos se han ido sumando a la iniciativa. Y a pesar de lo dicho por algunas asociaciones y medios de comunicación, estas instituciones han sufragado cerca del 90 % del presupuesto.
            Por encima de un anti-institucionalismo realmente poco riguroso, aparecen las cifran reales; el gobierno central aportó 120.000 €; el Gobierno de Navarra 250.000€; y los ayuntamientos han aportado 140.000 €. Por lo tanto, no es verdad que las instituciones se hayan sumado tarde al proyecto, o que la sociedad civil haya asumido la totalidad del gasto del Parque de la Memoria.
            Con éstas, el pasado 10 de mayo se inauguró por fin el Parque de la Memoria en Sartaguda, un proyecto que ha logrado agrupar y conciliar a la mayoría de la izquierda de Navarra, un proyecto esperado por buena parte de la sociedad, pero, sobre todo, un parque, un memorial, soñado durante 70 años por los familiares de los que fueron fusilados por pensar diferente.
            Fue un día entrañable en el que se unieron todos los abrazos republicanos que esperaban este acto de justicia. Habrá que contar, desenterrar, emparejar, dar el pendiente abrazo y la despedida que se quedó en el aire.
            Hemos trabajado una memoria histórica que coloca a los propios familiares como único centro del trabajo a favor del recuerdo, sin más, dejando para otros contextos y situaciones reivindicaciones de una raíz ideológica más profunda.
            Aquellos hombres y mujeres asesinados se sintieron vinculados al sistema republicano español, pero sobre todo se sintieron vinculados a la justicia social y a la libertad, ideales que aparecen constantemente en todos y cada uno de los mensajes que proyectan las dos asociaciones promotoras del parque.
            Por eso, en el acto del 10 de mayo, tanto el alcalde de Sartaguda como el presentador y los presidentes de las asociaciones clamaron alto por el recuerdo y el homenaje hacia los fusilados; pero, sobre todo, clamaron respeto hacia el trabajo de los familiares de estos fusilados. Porque a lo largo de sus vidas han tenido que llorar en privado demasiadas veces, en otras se les ha negado un trabajo, y las más han tenido que callar, con la rabia a flor de piel han tenido que hablar con los suyos en las cocinas; y ese día, precisamente ese día no era el momento de las banderas repartidas estratégicamente ni de los jo ta ke, ni de los Herriak ez du barkatuko, gritos que evidenciaron entre otras cosas la debilidad de los que condenan los asesinatos de concejales socialistas del 36 pero no los del 2008.
            Al final, nos queda una sensación de victoria y alegría; por saber que con este parque se hace una memoria democrática de Navarra más libre, porque es más libre el recuerdo democrático. Esas 7.000 personas, que a pesar de la lluvia, se acercaron hasta Sartaguda son el testigo de que se llega tarde, pero se llega por fin.
            70 años de espera, 6.0000 metros cuadrados, 500.000 euros, 7.000 personas, 85 ayuntamientos; estas son las cifras de un proyecto que ha supuesto 6 años de trabajo, los sentimientos humanos, los relatos de vida, y los abrazos tras las victorias dan muestras de lo que supone para los familiares de toda Navarra este parque. Cada victoria, por exigua que fuera, cada voto a favor, por lejano que fuera, cada ayuda municipal por, pequeña que fuera, se ha vivido como una colectiva muestra de que se iba por el buen camino. Hemos estado pendientes de cada aportación, de cada ayuda. Por eso cada pulso, nos ha hecho duros, cada envite nos ha fortalecido, y cada provocación nos ha dado la razón.
            Los de abajo, los que han sufrido y sufren, los que han luchado cada día para hacerse ver y reconocer, han tenido que hacerse un hueco para seguir existiendo, para seguir diciendo que son quienes son. Por eso ahora es necesario respirar dos veces y mirar a la tierra caliente de esos desparecidos, para no defraudar tanto tiempo de espera.
            Quienes mataron no cayeron en la cuenta de que los muertos tenían vivos, y éstos, memoria; por eso, el acto de inauguración también fue un homenaje a todas aquellas personas que han estado desde el principio dejándose la piel en este proyecto, familiares de aquellos olvidados que han podido remontar las verdades sociales de una dictadura que elevó a los altares el olvido, y que estigmatizó a unas familias ya demasiado tocadas por una represión cruel, inhumana.