José Moisés Martín Carretero
De espacio a sujeto: reactivar la economía
de proximidad en Madrid y Barcelona

(Contexto y Acción, 29 de Mayo de 2015).

Las propuestas de BCN en Comú y de Ahora Madrid forman parte de la caja de herramientas estándar del desarrollo económico local y desde ese punto de vista no son particularmente innovadoras, pero pueden ayudar a dibujar un modelo económico alternativo.

Madrid y Barcelona son ciudades globales. O al menos tienen la vocación de serlo. Es fácil encontrarse cualquiera de estos dos nombres en las listas de ciudades más innovadoras, con mayor calidad de vida o con más atractivo para vivir. En sus límites municipales tienen sedes grandes corporaciones internacionales y es donde se concentra buena parte de la actividad económico-financiera del país. Sin embargo, y como en gran parte de las ciudades que experimentan esta condición, su economía está dualizada entre ese tejido empresarial y laboral con acceso a las grandes redes globales, y el tejido empresarial y laboral local. La relación entre ambos espacios es compleja: el sector “global” de la economía deja rentas, consumo y genera empleo en las ciudades, mientras que el sector “local” ofrece infraestructuras, tanto físicas como sociales, de “estilo de vida” y comunitarias, que hacen de las ciudades lugares “atractivos” donde invertir y establecerse.

El devenir de Madrid y de Barcelona durante los últimos años –los últimos 15 años- ha estado muy mediatizado por esta dinámica. Madrid, durante los años del boom, pretendió buscar su lugar en el mundo a través de su proyección hacia América Latina. Durante años, buena parte de las grandes multinacionales españolas con proyección regional han tenido su sede en la capital de España. El aeropuerto de Barajas construyó una T4 fundamentalmente dirigida a canalizar el tráfico de personas –y con ellas, de ideas y de iniciativas- entre América Latina y Europa, aprovechando el flujo positivo de inmigración proveniente de América Latina y las inversiones españolas en la región.

Por su parte, Barcelona ha luchado por convertir su aeropuerto y sus infraestructuras en otro hub de intercambios internacionales, con experiencias como la malograda intervención en Spanair, pero con mayores ventajas competitivas en términos de localización geográfica (puerto, mayor proximidad al núcleo económico europeo) y con la vocación de transformarse en un motor de lo que en la geografía económica europea se conoce como la golden banana, que cubre el arco mediterráneo desde Barcelona hasta Génova y que recibe su nombre en contraposición al blue banana que representa la zona geográfica que acumula la mayor cantidad de industria, renta e innovación de la Unión Europea, desde Londres hasta Milán, pasando por Alemania.

El modelo de inserción en la economía mundial de ambas ciudades pasaba por dotar la economía local de un carácter auxiliar de ese proyecto, en la medida en que más y mejores infraestructuras de interconexión, mejor “clima de negocios” y más facilidades podrían atraer quizá a otras multinacionales a establecer sus sedes en alguna de las dos ciudades. Se construían ciudades con vocación de espacios globales, capaces de convocar eventos de alcance internacional (Juegos Olímpicos, Forum 2004), en muchos casos a costa del erario público y con los ojos puestos en conseguir un best shot que justificase las inversiones públicas en este modelo.

La crisis llegó a Madrid y Barcelona, como llegó a toda España, y aunque ambas conurbaciones han vivido la crisis de una manera menos grave que otras localidades españolas, en buena medida el modelo de crecimiento planteado se agotó rápidamente. Hoy por hoy, Madrid ya no es ni puede aspirar a ser la capital de América Latina y, de hecho, muchas multinacionales latinoamericanas, impulsadas por el crecimiento de sus propias economías, no eligen Madrid como sede para sus operaciones europeas, al tiempo que las desinversiones –en algunos casos forzadas, como es el caso de las expropiaciones en la industria de los hidrocarburos- han limitado el tráfico internacional que pasa por la ciudad. Hoy la T4 ha perdido el liderazgo que una vez tuvo y pasear entre sus grandes salas puede resultar descorazonador.

Hoy los equipos de Manuela Carmena y Ada Colau hacen una lectura correcta de la realidad: el modelo de inserción de Barcelona y Madrid en la economía global, este modelo vigente, está agotado. Y la alternativa pasa por volver a la economía de proximidad, al desarrollo de las capacidades instaladas en la ciudad, a la reactivación de las economías barriales, del pequeño comercio, de la innovación y el talento local, de la economía solidaria y social, que durante los años 90 y la década pasada quedaron relegados prácticamente a espacios testimoniales dentro del tejido económico local.

Y desde este punto de vista, ambos proyectos son netamente intervencionistas. Primar la economía social y solidaria, establecer cláusulas de contratación pública socialmente responsable –una de las grandes palancas que tiene un ayuntamiento es su propia política de compras-, establecer monedas locales –como propone Colau en Barcelona- son medidas que sólo se sostienen desde el impulso de lo público, a través de inversiones adecuadas y de una mayor presencia del ayuntamiento en la promoción económica de las ciudades. Tanto Colau como Carmena apuestan por un modelo económico de ciudad que prima la proximidad, la sostenibilidad y la recuperación de empleos de calidad, a través del apoyo a las PYME, al pequeño comercio, a la rehabilitación y la eficiencia energética, o a la recuperación de suelo para la actividad productiva. Los programas tienen un fuerte componente de impulso público de la I+D, de coordinación entre empresas, universidades y centros de investigación, la formación y la cooperación empresarial. 

En este sentido, buena parte de sus programas económicos –o mejor, de promoción económica- no sólo no son “audaces” ni “rupturistas”, sino que en gran medida forman parte del canon metodológico y teórico de cualquier estrategia de desarrollo endógeno planteada en una economía local. Salvando alguna cuestión muy matizable (como el sorprendente interés por la agricultura biológica en entornos eminentemente urbanos), son programas estándar de los que se pueden encontrar en cualquier programación, por ejemplo, del Fondo Europeo de Desarrollo Regional, del Fondo Social Europeo o de la iniciativa URBAN, en cualquier otra parte del continente. Los redactores de los programas económicos de Ahora Madrid y de BCN en Comú lo saben y en buena medida no hacen sino seguir –con variaciones sobre un mismo tema- lo que cualquier planificador del desarrollo local o regional sensato presentaría como menú de opciones para una promoción económica local a la altura de los tiempos que corren.

Mención aparte merecen las propuestas destinadas a las desprivatizaciones, a la revisión de contratos y a la paralización de operaciones ya en marcha. La remunicipalización de los servicios locales no es una barbaridad, sino que cada vez más se plantea como una alternativa ante los magros resultados económicos y sociales que han ofrecido muchas de las privatizaciones existentes en el mundo. Los resultados son en general mediocres y la tendencia es a reabrir el debate, bien a través de una renegociación de los contratos de servicios, bien a través de la plena incorporación al presupuesto municipal. Deben ser ambas cuidadosas, en cualquier caso, con las propuestas que realicen en esos términos, ya que los principios de seguridad jurídica son importantes y decisiones mal diseñadas pueden terminar con sentencias judiciales muy perjudiciales para los intereses ciudadanos.

Un aspecto que chirría en ambos programas es la vocación –no expresada directamente, pero que se puede extraer del mismo- de protección de los pequeños comercios y empresas. Impulsar, ayudar a crecer y dotar de instrumentos a la pequeña empresa y al pequeño comercio es diferente de “proteger” de la competencia. Muchas de las regulaciones existentes en materia de horarios, suelo, licencias, deben ser adecuadamente estudiadas antes de ser cambiadas. La promoción y el apoyo al pequeño comercio deberían servir para fortalecerlo frente a la competencia, no para protegerlo de ella. Ahí invitaría a una reflexión sobre este tema, que puede llevar a tomar algunas decisiones poco populares si realmente se quiere acometer una modernización y un refuerzo de la economía local.

En cualquier caso, el gran obstáculo a esta “vuelta a lo local” se va a encontrar en el presupuesto. Madrid es una ciudad financieramente ahogada, y Barcelona tampoco se encuentra en una situación financiera fuerte. Las inversiones necesarias para poner en marcha esta nueva dinámica son amplias. Reasignar presupuestos será una medida importante pero las capacidades fiscales de ambos municipios están muy restringidas. Ahora Madrid apuesta por recuperar ingresos públicos como el Impuesto sobre Actividades Económicas, reestructurar la deuda –algo en este caso que merece la pena ser estudiado dado el tamaño de la misma y las muy favorables condiciones financieras que existen en la actualidad- y evitar despilfarros y sobrecostes en contrataciones ya existentes. Quizá sea suficiente para dotar los nuevos planes de fondos, aunque parece poco probable en una economía muy deprimida y con un sector público prácticamente en quiebra. La propuesta de Colau de establecer una moneda local tendrá un efecto testimonial si finalmente se lleva adelante, ya que podrá reactivar algo del tejido comunitario más comprometido, pero es poco probable que su impacto sea muy significativo.

Por su parte, la iniciativa de Carmena de plantear una banca local pública puede chocar con un problema de escala y de fondeo, en un momento en el que las condiciones financieras generales se han aligerado mucho. No tiene mucho sentido hoy por hoy hablar de una banca pública local. Quizá fuera buena idea aprovechar iniciativas ya puestas en marcha, como la iniciativa PYME de la Unión Europea, o las facilidades del Banco Europeo de Inversiones, para dotar un fondo de inversiones que necesariamente debe ser gestionado con los adecuados criterios de profesionalidad y prudencia. Hay experiencias en ese sentido como, por ejemplo, Soria Futuro, o el fondo que acaba de arrancar la Fundación Cajaburgos.

En conclusión: si el corazón del programa económico no se sale –salvo en contadas ocasiones- de los estándares del desarrollo económico local, ¿dónde está, pues, la novedad de estos programas? La novedad –salvedad hecha de las mencionadas desprivatizaciones y reversión de algunas operaciones ya en marcha- está precisamente ahí: en que el foco de su interés en materia de crecimiento económico se gira hacia el sector “local” de la economía, y en que ese giro se hace desde un punto de vista que pone el sector público como dinamizador, risk taker y promotor del desarrollo. Municipios grandes y poderosos que dirigen sus esfuerzos no a lograr este o aquel pelotazo inversor, sino a capilarizar la red económica, de innovación y de conocimiento contenida en la propia ciudad. De nuevo, el canon del desarrollo económico endógeno vuelve a situar el sector público en el centro del proceso: la teoría y la práctica del crecimiento económico local nos indica que el mercado, por sí mismo, no es capaz de generar esa dinámica.

La gran paradoja de esta vuelta a lo local, a situar el músculo económico de la ciudad en la economía de proximidad, es que es precisamente esto lo que puede volver a hacer de Madrid y Barcelona ciudades económicamente dinámicas y socialmente vibrantes, lo que sin duda facilitará e incrementará –he aquí la paradoja- su atractivo para inversiones de carácter innovador y socialmente relevantes para la ciudad. Cualquier lector despistado de los más recientes trabajos en materia de desarrollo económico local podrá identificar claramente qué factores hacen que una ciudad sea capaz de atraer y retener talento. Porque al final del todo, de eso se trata. El principal capital con el que cuenta una ciudad son sus propios ciudadanos y ciudadanas.

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José Moisés Martín Carretero es economista y consultor internacional. Dirige una firma de consultoría especializada en desarrollo económico y social. Es miembro de Economistas frente a la Crisis.
@jmmacmartin