Declaraciones de Martxelo Otamendi,
director de Euskaldunon Egunkaria

Recogidas por José Miguel Martín
(Disenso, nº 41, octubre de 2003)

 

El caso de Martxelo Otamendi, director del clausurado periódico vasco ‘Eskaldunon Egunkaria’, sometido a malos tratos durante su detención, ha trascendido especialmente, puesto que ha ofrecido su versión de los hechos en mútiples foros en todo el Estado. Tal era el propósito de su visita a Canarias a principios de junio pasado. Sin embargo, el rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria no permitió que se celebrara su ya autorizada conferencia en el edificio universitario de Magisterio, por entender que el acto constituía una “apología del terrorismo”. Era de esperar un espíritu más tolerante, abierto, democrático y hasta científico (por aquello de la necesaria demostración de los hechos), universitario al fin, en una persona con tan alta responsabilidad. Como en tantas otras cosas, uno espera demasiado y el acto hubo de celebrarse en el Ateneo Popular Jiribilla, de Las Palmas de Gran Canaria. Corren malos tiempos cuando ya ni hablar se puede sobre la quiebra del Estado de derecho y de las garantías formales que éste reconoce a todos y, además, esto se impide en nombre de lo que precisamente se ha vulnerado, que es lo que se pretende denunciar.

– La primera pregunta es casi obligada: ¿Cuáles son las razones que en su opinión llevaron al cierre de Euskaldunon Egunkaria?
– La razón formal que alega el juez es que el diario fue creado a propuesta de ETA y que hay una dirección editorial e informativa en todo momento auspiciada por ETA. Ésta es la razón formal pero, en mi opinión, el cierre de Egunkaria es sobre todo un aviso a navegantes. Es un aviso a los vascos del tipo de “si ustedes siguen reivindicando su derecho a decidir su futuro, sólo los vascos, en ausencia de violencia, como voluntad libremente expresada, miren lo que les espera. Y además, para que vean que vamos en serio, les cerramos el diario”. Un diario que constituye la “niña de los ojos” de la cultura vasca, un diario que aglutina a gente que habitualmente no comparte nada en el País Vasco, pero que sí comparte una especie de admiración o respeto por lo que significa Egunkaria. Ellos son conscientes de que Egunkaria aglutina a mucha gente diversa bajo su paraguas... Como prueba de ello, a la manifestación de protesta por el cierre del diario acudió gente con escolta. O sea que gente amenazada por ETA también se solidarizaba con un diario en teoría inspirado por ETA. Entonces, el cierre del diario está cargado de un simbolismo muy significativo.
Nosotros no editamos un diario preocupante para el sistema. Editamos un diario exclusivamente en lengua vasca, de quince mil ejemplares, hay que saber muy bien euskera para entenderlo, de sesenta páginas y hasta ochenta de media anual, contando los suplementos. Políticamente no representamos nada. Egunkaria sólo representa un esfuerzo muy importante por parte de la sociedad vasca para ejercer sus derechos lingüísticos, para dotarse de estructuras mediáticas propias, para trabajar por la evolución del euskera. Muchos vascos somos políglotas, yo entre ellos, pero con el tiempo el euskera será la lengua del país, con absoluto respeto a la pluralidad lingüística hoy existente.
Egunkaria es sobre todo un punto de encuentro, el periódico con mayor número de columnistas en los últimos años. Entrevistamos a Fernando Savater una semana antes del cierre. El último ejemplar que salió a la calle tenía en la portada con foto a Imanol, un cantautor que ha sufrido amenazas y persecución por parte del entorno de ETA, y que daba un concierto esa semana. Para dos días después teníamos preparada una entrevista con Manolo Huertas, que es el secretario general de los socialistas guipuzcoanos. Tenemos una línea muy clara y progresista con los derechos humanos; somos el único periódico en Europa que publicamos doce páginas el 28-J sobre los derechos de gays, lesbianas, transexuales... Hemos tenido gente de todos los partidos, incluido el Partido Popular, con colaboraciones escritas una vez al mes. Hemos tenido hasta publicidad del PP y de la Guardia Civil de Tráfico. También le damos cancha a los movimientos anti-globalización. Somos más republicanos que unionistas en el caso irlandés, pero también entrevistamos al líder unionista David Trimble. En Estados Unidos nos gustan más los demócratas que los republicanos, pero nos gusta mucho más Nader, el candidato verde. Apoyamos a los palestinos...
No sacamos un diario de ochenta mil ejemplares que leen doscientas mil personas y que esté todos los días incitando a la toma por las armas del palacio del subdelegado del Gobierno, no es un diario incendiario, que lance proclamas a favor de ETA... Esta mañana leí en una radio local el último comentario editorial de Egunkaria a colación del asesinato de Joseba Pagazaurtundua, titulado “La solución obligatoria” y que decía que “los autores del atentado han privado a Pagazaurtundua del derecho a seguir viviendo y han extendido entre su familia y el mundo de la política un sentimiento de dolor y terror”. Esto, cinco o seis días antes del cierre. Luego la explicación no puede ser la línea del diario ni el riesgo que éste suponga para el Estado en caso de seguir saliendo. Es, como dije antes, un aviso a navegantes: “nos cargamos hasta el Egunkaria”. Y la gente ve cómo se persigue a Batasuna, se cierra Egin, se ilegaliza a las Plataformas, a AuB..., y al final hasta el Egunkaria, como para decir: “ojo, que esto va en serio”. Esto habrá indignado a mucha gente y yo me imagino que también habrá amedrentado a otra mucha gente que pensará “si cierran el Egunkaria, también podrán cerrar las ikastolas, la Caja Laboral, etcétera”.
Se trata de experimentos que hace el Estado a ver cómo reacciona la gente, qué nivel de adhesión se consigue... Por ejemplo, a nivel internacional les ha salido muy mal el cierre del diario porque otras publicaciones de la talla de Herald Tribune, Chicago Tribune, Time, The Guardian o Le Monde Diplomatique se han hecho eco de la noticia, se han solidarizado, y eso siempre molesta.

– A propósito de esto último, ¿cómo definiría usted el nivel de adhesión que ha despertado la solidaridad con el Egunkaria en la sociedad vasca?
– Muy grande. No se puede juntar tanta gente en una manifestación como la de San Sebastián si el PNV y sectores no adscritos a ningún partido político no participan. Sólo la izquierda abertzale o los vascófilos no pueden aglutinar tal cantidad de personas. Por cierto que yo no pude asistir porque estaba en manos de la Guardia Civil. El mismo lehendakari Ibarretxe encabezó una reunión del Consejo Asesor del Euskera en defensa de que los vascos mantengan sus propias estructuras culturales, lingüísticas, etcétera. Y luego hubo incluso un paro de dos horas convocado por algunos sindicatos vascos con un éxito impresionante. Era la primera vez que los sindicatos vascos convocaban un paro por una agresión al euskera y en solidaridad con un medio de comunicación. Luego, ese mismo día hubo un gran acto de protesta y solidaridad. Y así se inicia un proceso que comienza con la protesta por el cierre, se sale a la calle, se firman manifiestos de apoyo, se participa en el paro convocado por los sindicatos..., la gente se suscribe al nuevo diario, compra acciones y sigue comprando y leyendo el diario. Es una especie de secuencia de actos de solidaridad que esperamos tener la capacidad de poder articular entre la gente.

– Porque ustedes ya tienen previsto sacar una nueva cabecera a la calle...
Sí, sale el próximo 24 de junio*. Ya se ha constituido una nueva empresa, EKT, Euskal Komunikazioa Taldea, que va a gestionar todo el nacimiento del periódico, la canalización de la inversión, la venta de acciones. Ya el sustituto que sacaron los trabajadores al día siguiente del diario vendió ocho mil ejemplares, pero con el nuevo gran diario que vamos a sacar esperamos irnos a los veintiséis mil. Esperamos doblar las ventas con respecto a Egunkaria. Yo no participo en el nuevo periódico formalmente, porque el día en que se constituyó estaba en Barcelona dando conferencias y no pude acudir con los ciento cincuenta y cinco trabajadores del diario a firmar las escrituras.

– Quizá lo que más ha trascendido de todo el asunto Egunkaria a los que vivimos en el resto del Estado es la detención de miembros del equipo directivo del diario y la posterior denuncia de la existencia de malos tratos y torturas por parte de la Guardia Civil. Se conoce la versión de los medios de comunicación al uso, pero a los lectores de DISENSO les interesará conocer directamente su versión de los hechos.
– Bueno, diez personas estuvimos cinco días detenidas. De estas diez, nueve pertenecemos a la plantilla de Egunkaria. Sólo una no ha tenido nunca nada que ver con el diario, ni con su dirección, ni con su base. Los diez hemos sufrido malos tratos y cuatro de nosotros hemos denunciado torturas.
No voy a entrar ahora en la distinción jurídica de ambos conceptos, pero a mí llegaron hasta a ponerme dos veces un plástico en la cabeza, porque estaban empeñados en que contara detalles acerca de las entrevistas que he realizado a miembros de ETA, cómo contactaba, quién esperaba... En fin, una serie de preguntas a las que los periodistas en el Estado español y en virtud de los derechos que nos reconoce la Constitución no tenemos obligación de contestar. Por razones de secreto profesional, tenemos derecho a no revelar las fuentes y a no revelar el proceso de elaboración de una noticia. En este caso, era precisamente lo segundo lo que interesaba especialmente. Entonces a mí llegaron a ponerme una bolsa de plástico en la cabeza dos veces. En realidad no puedo decir que fuera una bolsa, más bien era simplemente un plástico, porque estuve los tres días durante los interrogatorios con los ojos tapados con una especie de media muy firme y tupida, no con una capucha ni una venda. En la celda ya me la quitaban.
Ellos estaban también muy interesados en conocer el proceso de fundación de Egunkaria, pero el periódico lleva saliendo trece años y yo he sido su director durante los últimos diez. No podía hablar demasiado de aquel proceso, aunque estoy absolutamente convencido de que ningún miembro del staff anterior ni del actual mantuvo o mantiene ninguna relación de subordinación o de ningún tipo con ETA.
Entonces, ellos debieron pensar “a éste lo vamos a pillar por sus entrevistas con ETA”. Porque yo ya he estado dos veces con Garzón y las dos veces me han dejado salir en libertad, sin cargos y sin restricción de movimientos, aunque en el segundo de los casos había petición por parte del fiscal jefe de la Audiencia Nacional, señor Fungairiño, para meterme en la cárcel por colaboración con ETA. Garzón, por ejemplo, siempre respetó el que yo me acogiera al secreto profesional cuando me preguntaba por las entrevistas a miembros de ETA. Sin embargo, tras detenerme la Guardia Civil y tras cuatro horas y media de registro de mi casa y seis horas de registro en las dependencias del diario, al llegar a Madrid me espetan: “ya teníamos ganas de pillarte, ya. Tanta tertulia, tanta televisión, tanta entrevista con ETA... Aquí vas a cantar. Aquí canta todo el mundo”. Me dijeron también: “este es un viaje de cinco días. Si te bajas el primer día, vas a poder descansar cuatro. Si te bajas el segundo, descansas tres, pero es mucho más duro, etcétera...” Y es cierto porque el primer día fue duro, pero la dureza se incrementaba a medida que pasaban los días. A mí me tuvieron los tres primeros días de pie en la celda, sin poder dormir, de pie contra la pared, mirando una pared blanca. Después de cuatro o cinco horas de pie me dejaban sentar unos veinte minutos. Fue un trato humillante, durísimo, he hecho multitud de flexiones de todo tipo, te sujetan, te ponen de pie. Me han tenido desnudo dos veces. En una de ellas, me tuve que bajar los pantalones y los slips hasta las rodillas y con una especie de plástico doblado empezaron a tocarme los glúteos. También en esos días me hicieron tocamientos en los testículos. No fueron nunca golpes ni retorcimientos sino tocamientos intimidatorios, degradantes, para humillarte aún más. Nunca fueron dolorosos físicamente. En otra ocasión me obligaron a colocarme en una postura sexual concreta. Me dijeron que habían hablado con mis amigos y que ellos les habían delatado cuál era mi postura sexual preferida. No me obligaron a representar el acto sexual, ni a jadear o moverme, como he leído en alguna entrevista, sino que me pusieron en “foto fija” durante un minuto o así. No era sino otra humillación de carácter homófoba, ampliamente perseguida por la ley y máxime si ésta ocurre en dependencias policiales o, en este caso, de la Guardia Civil. Incluso El País tiene un editorial en marzo en el que no dice que mi versión sea necesariamente creíble, pero que, en el caso de que así fuera, sería muy grave e inadmisible que esto sucediera. En una de las ocasiones me pusieron un hierro en la sien izquierda que hizo “click” y que yo deduzco que era una pistola, porque además a los dos o tres segundos me la pasaron por la mano derecha. Yo no la vi, pues tenía los ojos vendados, pero el ruido y la forma eran inconfundibles. Podría detallarlo más, pero básicamente esto fue lo que me ocurrió durante los días de interrogatorio.

– ¿Cuál fue el papel de los funcionarios judiciales en todo este tiempo? ¿Hubo médico forense, abogado de oficio? ¿Tuvo usted las garantías que se le reconocen a todo detenido en un Estado de derecho?
– Habitualmente, cuando los ministros españoles hablan de que los detenidos contamos con las garantías procesales están hablando de que contamos con un médico forense y un abogado de oficio. Lo que el médico forense hace es acudir todas las mañanas a una especie de despacho, no es exactamente eso, para entrevistarse con los detenidos. Él te pregunta cómo estás y yo le narré el jueves a la noche, en cuanto llegué a Madrid, que en mi caso el trato había sido correcto, a pesar de hacer todo el viaje con los ojos vendados. En el caso de mis compañeros ya había habido tocamientos, golpes... El viernes por la mañana voy otra vez a las dependencias de la Guardia Civil (todos estos desplazamientos son con los ojos vendados y un momento antes de llegar el forense te quitan la venda de forma que él nunca te vea con ella puesta). Ya ahí le cuento todo lo referente a los primeros interrogatorios y él lo anota en un papel blanco sin membrete. El sábado a la mañana le vuelvo a contar todas las tropelías que habían cometido conmigo el viernes.
Después de terminar la narración de las torturas, a la media hora de que me devolvieran a la celda, entraron los guardias civiles de una manera más brusca que la habitual, me pusieron la venda, me arrastraron por el suelo y me dijeron: “¡Como vuelvas a contarle al forense lo que estamos haciendo te pegamos dos tiros, hijo de puta!”.En ese momento te derrumbas, porque te das cuenta de que no tienes ninguna garantía de que lo que tú le estás contando al forense no está blindado. El forense es el último cordón umbilical que te une con la democracia, las garantías procesales... Hay que darse cuenta que tú eres un detenido del juez; el juez delega en la Guardia Civil tu custodia e interrogatorio, pero tú sigues siendo un detenido del juez, luego él debe ser el máximo responsable de tu integridad y el forense es un brazo de su responsabilidad que debe garantizar que el trato es correcto. Yo en ningún momento pongo en duda la honorabilidad del forense. Ahora, de lo que no tengo dudas es de que la Guardia Civil dispone de medios más que suficientes para enterarse de lo que se dice en una habitación, máxime si ésta se encuentra en sus dependencias. De hecho, yo al día siguiente en mi entrevista con el forense le digo: “dígale al juez que me saque de aquí, que me lleve a un calabozo de la Audiencia Nacional y me tenga allí incomunicado el tiempo que considere oportuno y que me llame a declarar cuando le parezca. Si no es así, mañana mismo me rompo la cabeza contra esa viga delante de usted”. El domingo por la mañana, cuando el forense me preguntó cómo me encontraba yo le respondí “excelentemente, señor forense”. Más tarde, durante mi declaración al juez Del Olmo, el juez nunca me hizo ningún comentario, ninguna pregunta acerca de todo mi relato de las torturas y malos tratos. Ni se inmutó lo más mínimo.
En cuanto al letrado de oficio, nunca acudió durante los cinco días. Una vez que el sábado yo cuento la información que ellos quieren oír sobre las entrevistas que hice a ETA, me instruyen sobre la declaración, lo que tengo que contestar a cada pregunta, etcétera. Estamos sobre una hora y pico preparando la declaración y después me dejan por primera vez ir a una celda individual y dormir. Pasado un rato, me dicen: “vas a declarar delante del abogado de oficio”. Yo inmediatamente les exijo verlo pero ellos me dicen que no, porque podría delatar a ETA su fisonomía. Y cuando insisto me contestan “¿Qué, quieres más bolsa?” Yo ahí ya desisto y me pasan a la declaración.
Me subieron a una sala (los interrogatorios siempre eran bajando) y la declaración consistía en que había dos guardias civiles de paisano con un ordenador portátil que empezaron diciendo: “Comienza la declaración de Martxelo Otamendi (...) en presencia del colegiado número tal del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid”. Preguntan: “¿es así?” y una voz detrás de mí responde: “sí”. Ése es todo mi contacto con el letrado de oficio. Incluso cuando me enseñaron el carnet del abogado taparon con un dedo su foto. Yo me imagino que al abogado le dirían que iba a asistir a un peligroso miembro de ETA y que era mejor idea proteger su identidad. Si no, no puedo imaginar por qué alguien hace renuncia de su deber a proporcionar asistencia a un detenido. Una vez hecha la declaración, me dejan en paz y dedico todo el domingo y el lunes a preparar mi declaración ante el juez.

– ¿Cuál es ahora mismo su situación legal?
– El ministerio del Interior me ha puesto una querella por colaboración con banda armada y estoy en libertad bajo fianza de treinta mil euros. Cuando ya se empieza a oír del caso Egunkaria a nivel estatal e internacional, me invitan a muchos sitios a hablar, medios de comunicación, etcétera. Sucede que por primera vez en la historia un ministro del Interior convoca una rueda de prensa para desmentir que haya torturas en el Estado español. Normalmente hacen este tipo de declaraciones cuando algún informe internacional, sea de Amnistía Internacional o de alguna organización pro derechos humanos, denuncia la existencia de torturas en el Estado español, pero ésta era la primera vez que lo hacían por un caso concreto. Y aprovecha además para anunciar la interposición de una querella contra mí, admitida a trámite por el juez Ruiz de Polanco, basándose en la existencia de una consigna de carácter interno para los militantes de ETA, por la que en caso de detención deben automáticamente denunciar la existencia de torturas, lo cual me convertiría en sospechoso de colaboración con banda armada. Yo creo que el fin último de la querella y de la rueda de prensa de Acebes era el de tranquilizar a sus fieras y que se sintieran protegidas desde arriba. Es una especulación mía pero creo que responde a un intento de acallar algún movimiento interno.

– Hemos tenido la oportunidad de leer la transcripción de la entrevista que le hizo Gemma Nierga en su programa “La Ventana” de la Cadena SER. También tuvo mucho eco la frase de Pasqual Maragall, “tengo la impresión de haber oído a una persona que dice la verdad”, que tanto molestó a Aznar. ¿Tiene usted la impresión de que cuando se escucha su versión en foros y espacios poco sospechosos de radicalidad, e incluso ésta es amplificada por personas como Maragall, se está algo más cerca del fin de las torturas y los malos tratos? ¿Es éste el fin último de la campaña de solidaridad con su persona y el resto de los detenidos?
– He tenido la oportunidad de entrevistar y dar testimonio de algunas personas que han sido torturadas por distintos motivos y estoy empeñado en poner mi cierta credibilidad, mi fama en el País Vasco, para este fin. Yo soy una persona reconocida en el mundo cultural vasco. Soy el director de un periódico vasco con más antigüedad en el puesto. Me invitan a la ópera, al palco del fútbol, a inauguraciones y exposiciones... Fui durante algunos años presentador de televisión, comentarista de fórmula 1 para Euskal Telebista, tengo un trato exquisito y asiduo, por ser director de un periódico, con todas las entidades financieras del país, asociaciones de empresarios, sindicatos, clubes deportivos... Entonces, yo estoy animado a empeñar mi credibilidad en la denuncia de torturas y malos tratos en el Estado español, porque por ahí hay más gente que ha sido torturada, pero no la creen porque son jóvenes o no gozan de credibilidad ante la gente común, que reacciona diciendo: “algo habrán hecho”. Yo creo que en el País Vasco el escándalo es mayúsculo. Y no sólo por mi caso, sino también por los otros, como Juan Mari Torrealdai, un hombre de uno sesenta años, auténtica eminencia de la cultura vasca, el principal bibliógrafo en euskera y director de una prestigiosa revista cultural.
Cuando me sacaron de la prisión de Soto del Real, el martes a eso de las nueve de la noche, la televisión vasca tuvo el buen olfato de mandar una unidad móvil y entré en directo justo a pie de calle. Ahí se me veía maltratado, sucio, en mal estado, llorando, y miles de personas asistieron a mi relato en directo. Entonces, Maragall, que a mí no me conocía de nada, me oyó e hizo esas declaraciones. También hizo declaraciones el secretario general de CC.OO. en Cataluña, Juan José Coscubiela, que dijo que él había tenido la misma sensación que Maragall. Por eso, no me he sentido solo ni me ha importado dar la cara, porque conmigo mucha gente ha dado la cara: Benito Lertxundi, Arrate el antiguo presidente del Bilbao, gente de los sindicatos, la editora jefa de los Informativos en euskera de la ETB, Álvaro Solís... Si con este empeño mío no se erradica la tortura del Estado, menos se va a conseguir con testimonios de jóvenes de dieciocho años.

* Esta entrevista fue realizada el 6 de junio de 2003.