José del Pozo
Del pragmatismo a la implicación. Los militantes
chilenos en Montreal, Canadá, y sus relaciones
con el medio político local

(Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 29 de marzo de 2012).

Resumen

Este artículo analiza las interacciones entre los militantes de los partidos políticos de la izquierda chilena, llegados a Canadá a raíz del golpe de estado de 1973 y de la dictadura, y los partidos políticos canadienses, con los que entablaron relaciones. El estudio trata de establecer en qué medida los unos influyeron en los otros, tanto a nivel ideológico, organizativo o bien en las prácticas políticas, concluyendo que la influencia de los canadienses sobre los chilenos fue el elemento predominante.

Introducción

A través de la historia, muchos son los casos de exiliados políticos que, una vez llegados a otros países, influyen en la política local a través de sus aportes conceptuales o de sus prácticas políticas, y recibiendo a la vez influencias del medio al cual llegan. Ya en el siglo XIX, la presencia de conservadores colombianos, como Julio Arboleda, y de liberales chilenos en Lima, en la década de 1850, como los hermanos Bilbao, se hizo sentir en la vida política de ese país. En el siglo XX, debe señalarse el caso de los militantes mexicanos de la corriente floresmagonista, que durante su estadía en Estados Unidos tuvieron contactos y recibieron influencias del medio anarquista en ese país, antes y durante la revolución mexicana. En los años 1930, la presencia en Chile de varios militantes del APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre tuvo cierto impacto para la formulación del ideario del partido socialista de ese país.

Este proceso se dio también a raíz de la salida masiva de militantes de la izquierda chilena hacia distintos lugares del mundo como resultado del golpe de estado de septiembre de 1973. Instalados en sus nuevos países de residencia, esas personas, al entrar en contacto con las organizaciones sociales y políticas locales, dieron comienzo a un proceso de interacciones mutuas, que han dado lugar a lo que algunos autores llaman la “política transnacional”, aquella en la cual los refugiados-inmigrantes realizan diversas actividades en su nuevo país, que incluyen diferentes objetivos: uno de ellos puede ser el de mejorar su propia situación como nuevos residentes, otro puede ser de tipo diásporico, en el cual el acento está puesto en coordinar actividades en relación al país de origen, y un tercero puede ser el de la “política local”, aquella en la que los recién llegados buscan mejorar su condición implicándose en la política del país receptor[[1]].

Para los propósitos de este texto, es esta última dimensión la que nos interesa más. Estamos frente a un proceso poco estudiado, pero que tiene manifestaciones en varios países: al caso de Canadá, que es el objeto de este artículo, se suman otros, como el de Suecia, donde varios chilenos llegados en distintas épocas y a distintas edades han militado en partidos políticos locales, llegando a ser candidatos a cargos de elección popular y a veces siendo elegidos, como Rosana Dinamarca y Mauricio Rojas. Se han dado otros casos de militantismo, tanto social como político en otros países, como el de Víctor Toro en Nueva York y los más recientes de Sergio Coronado y Víctor Hugo Espinosa en Francia[[2]].

El presente estudio intenta entonces analizar el proceso de interacción política entre los chilenos llegados a Canadá, especialmente a la provincia de Quebec, por razones políticas. A través de él, se buscará responder a las siguientes preguntas: ¿qué tipo de relaciones se establecieron entre los políticos locales y los chilenos? ¿Se trató de una relación dirigida únicamente hacia Chile o hacia Canadá? Tomando en cuenta que la vida política en Canadá es bastante distinta a la de Chile, en particular en el caso de la provincia de Quebec, ¿cómo se dieron las relaciones entre los exiliados y sus nuevos interlocutores? ¿A partir de qué momento y por cuáles razones comenzó un interés por militar en partidos políticos locales? A nivel conceptual y de las prácticas políticas, ¿hubo cambios entre los chilenos a causa de la influencia de organizaciones locales o fueron los chilenos los que influyeron a los nativos? provocados por los chilenos hacia los canadienses o viceversa?

El material para responder a estas preguntas está basado en entrevistas a trece militantes chilenos, realizadas entre 2009 y 2011. Diez de los casos implica a personas instaladas en Montreal, principal ciudad de la provincia de Québec, cuya especificidad dentro de Canadá, a causa del predominio del idioma francés y de la existencia de un movimiento independentista, aparece claramente en las entrevistas. Se consideraron también tres casos de personas que viven en otras provincias canadienses, lo que permitirá ver algunas diferencias regionales. La mayoría de los testimonios fueron obtenidos a través de entrevistas, a lo cual se agregó el relato escrito de dos de ellos, que han publicado libros para contar lo que fue su experiencia personal. Y utilicé algunos testimonios puntuales que aparecieron en el marco de una investigación anterior, para un libro que relata la historia de los chilenos en la provincia de Quebec[[3]].

El texto que presento aquí responde a mi condición de historiador. En él, la dimensión diacrónica es esencial para seguir el análisis que hago a través del tiempo de trayectorias individuales, tomando en cuenta tanto los “cambios institucionales” como los “accidentes biográficos” que pueden ayudar a comprender esas trayectorias, que pueden llevar, al compararlas, la caracterización de una cohorte o de una generación[[4]].

Canadá : un destino nuevo

La inmensa mayoría de los altos dirigentes de la izquierda chilena se dirigieron a Europa, tanto en los países del este como en los del lado occidental. En Latinoamérica, México recibió a un buen número de parlamentarios, ministros e intelectuales de la UP, dándoles ayuda oficial a nivel de gobierno, mientras que Cuba dio acogida a buen número de miristas. Destinos como Berlín oriental, Moscú y otros eran lógicos para aquellos dirigentes y militantes que habían mantenido desde hacía largo tiempo contactos con los partidos comunistas europeos, que dieron facilidades para la reorganización de la izquierda en el exilio. Partidos socialistas y social-demócratas en Europa también contribuyeron a esa tarea.
Con Canadá, antes de 1973, los contactos de la izquierda chilena eran muy escasos, lo que puede explicarse porque contrariamente a Europa, Canadá nunca ha tenido partidos de orientación marxista de importancia.

Durante los tres años del gobierno de la UP hubo ciertos lazos entre grupos y partidos de izquierda canadienses que se interesaron en el caso de Chile. Una misión de dirigentes sindicales de Montreal viajó al país austral y se entrevistaron con el presidente Allende. Los partidarios de la independencia de Québec, que se nutrían ideológicamente del ideario anticolonialista mundial, también miraban con un cierto interés la experiencia allendista, por su perspectiva antiimperialista. En cambio, del lado chileno, no se conocen grupos que hayan ido a Canadá a informarse sobre las experiencias políticas de la izquierda de ese país antes de 1973.

Este escaso conocimiento recíproco puede explicar que el tipo de militante que llegó al país del norte estaba formado en su inmensa mayoría por personas anónimas, que habían ocupado cargos secundarios en los partidos de la izquierda durante la UP. Los altos dirigentes no veían cuáles ventajas tendría para sus partidos el irse a Canadá. Tampoco llegaron a ese país intelectuales de alto vuelo, que prefirieron irse a países como Francia o México. Este último aspecto tiene a mi juicio una cierta relevancia, ya que el medio del exilio chileno en Montreal o en el resto de Canadá no dio lugar a un contexto propicio a los debates teóricos sobre la democracia o el socialismo, que pudiese conducir a un cuestionamiento y a una reorientación de las prácticas políticas de los militantes.

Sólo dos parlamentarios de la época de Allende llegaron a Canadá y ninguno de ellos jugó un papel político relevante en el medio de los militantes exiliados. Uno de ellos fue Silvia Araya, que era la única diputada del API (Acción popular independiente) un pequeñísimo partido de izquierda de impacto estrictamente regional, en las provincias de Talca y Linares, que era parte de la UP. Llegada a Québec en 1974, dedicó la mayor parte de su tiempo a la pintura, su principal actividad. Su experiencia para el tema aquí estudiado ha sido por lo tanto muy limitada o nula. El otro caso fue el de Alejandro Rojas, ex diputado del PC y muy conocido como líder de la Federación de los estudiantes universitarios chilenos, la FECH. Era una personalidad que podría haber sido mucho más influyente que la anterior. Tras el golpe, vivió un tiempo en Europa y llegó a Canadá en 1978, cuando ya había tomado bastante distancia con respecto al “socialismo real”, lo que lo había llevado a irse a vivir a Suiza antes de mudarse a Toronto. En 1981 renunció a la militancia en su partido, dedicándose principalmente a su labor académica, que lo llevó a ser profesor universitario, primero en Toronto y más tarde en Vancouver, donde reside actualmente[[5]].

Retrato de los militantes

Los testigos fueron seleccionados en base al grado de su participación política. Se buscó a personas que habían tenido una militancia política en Chile antes de partir a Canadá, tratando de dar la palabra a militantes de diversos partidos, y que luego de su llegada tuvieron o tienen una participación importante, ya sea dentro de organizaciones chilenas o locales, buscando de preferencia a aquellos que se habían implicado en ambos medios.

Varios de los testigos han sido candidatos a cargos de diputado en la región de Montreal.

Once de los entrevistados llegaron en edad adulta, uno era adolescente y otro era un niño de corta edad. La inclusión de estos dos últimos testigos, como representativa de la “segunda generación”, se justifica plenamente (aunque sea solamente para un análisis indicativo a causa del corto número de casos) ya que la experiencia migratoria chilena en Canadá se inscribe en una perspectiva de larga duración, no limitándose al exilio transitorio de la generación salida a causa del golpe de estado de 1973.

Diez de los trece entrevistados llegaron a Montreal y vivieron siempre en esta ciudad, salvo uno, que se trasladó luego de algunos años a Toronto. De ellos, tres estuvieron antes en otros países, uno en Italia y dos en Argentina[[6]]. Un testigo vivió en los primeros años en el oeste de Canadá para trasladarse más tarde a Montreal. Dos vivieron siempre en el oeste de Canadá y un tercero hizo lo mismo en Toronto. Del total, diez llegaron en los primeros años después del golpe, entre 1974 y 1977. De los otros tres, (todos llegados a Montreal) dos lo hicieron al final de la dictadura y otra lo hizo en 1995.

De los llegados directamente a Montreal, el abogado Osvaldo Núñez, que en esa época militaba en el MAPU, decidió partir como turista en enero de 1974, tras sentirse amenazado por haber defendido a presos políticos. Al llegar, pidió ser admitido como residente a causa de la dictadura. Ester, psicóloga y militante comunista, llegó también a Montreal, por razones parecidas, en junio de 1974. Jaime Llambías, joven sociólogo, militante del MAPU, llegó a Montreal también en 1974. Matías llegó con sus padres, ambos profesionales y militantes del MAPU, a Montreal en 1975, siendo aún muy niño.

De los que vivieron siempre en el Canadá inglés, Luz Bascuñán, profesora y militante socialista, llegó a Toronto en 1977, como inmigrante. Héctor Avilés, tipógrafo, también del PS, llegó a Regina (provincia de Saskatchewan), en el oeste de Canadá, en mayo de 1976. En Chile estaba cumpliendo una pena de cárcel, impuesta por la dictadura. Canadá ofreció sacar de la cárcel a 100 detenidos, lo que el régimen militar aceptó, pero con ciertas condiciones: Avilés fue expulsado de Chile y embarcado a Canadá bajo custodia de policías chilenos. Otro socialista, Juan Antonio Guzmán, empleado en contabilidad, llegó a Canadá luego de pasar más de un año por distintos centros de detención y de tortura. Tras esa experiencia traumática había sido liberado y creía estar a salvo, pero se sintió amenazado al comprobar que sus compañeros de partido sufrían agresiones de parte de la dictadura. Se asiló en la embajada canadiense en Santiago, a comienzos de 1976, siendo destinado a Edmonton (provincia de Alberta) “por necesidades de mano de obra” en esa provincia, según le explicaron[[7]].

Dos de los llegados más recientemente a Montreal, Paloma, militante comunista, y Andrés Fontecilla, en esa época un joven estudiante de catorce años de edad, opositor de la dictadura, sin militar en un partido, salieron de Chile en 1988, luego que miembros de sus respectivas familias hubieron pasado por la dura prueba de la cárcel y la tortura. Finalmente, Paulina Ayala, profesora de historia, salió de Chile en 1995. Había participado en diversos grupos que defendían los derechos humanos durante la dictadura, pero después del inicio del período democrático prefirió salir del país, desilusionada con las realizaciones del gobierno de la “Concertación”. Se trata de una militante más social que política, ya que sólo tuvo un breve paso por el PPD (Partido por la democracia), partido creado a fines de la dictadura.

Esta sucinta descripción nos entrega un retrato que corresponde bien a las características generales del tipo de militante chileno que llegó a Canadá: personas que traían una cierta experiencia de militancia en partidos políticos, que había comenzado algunos años antes de 1973, aunque sin haber desempeñado cargos de dirigente a alto nivel. Sólo uno de ellos, Osvaldo Núñez, que había militado primeramente en la Democracia cristiana durante diez años y luego en el MAPU desde su fundación, en 1969, había ocupado cargos de cierta responsabilidad en ambos partidos, y durante el gobierno de Allende ejercía el cargo de secretario general de la superintendencia de bancos durante el gobierno de Allende. De todos los testigos, es el que más se acerca a la condición de político de carrera.

El concepto de militantismo se puede definir, según un diccionario de ciencia política, como “la participación activa y voluntaria en un partido o en una organización social, que se distingue de la simple adhesión, que constituye una actitud puramente pasiva, y del trabajo remunerado a nivel profesional”[[8]]. Las motivaciones para militar son variadas: el identificarse a una causa importante, compartir una experiencia humana enriquecedora, o en ciertos casos, comenzar una carrera política. En los casos que se estudiarán más adelante, se advierte que la mayoría de los testigos fueron impulsados por las dos primeras causas. En otros casos, ciertos testigos intentaron una carrera política en el sentido que fueron candidatos a cargos de diputado en Montreal, pero con una actitud más bien de apoyo a una causa que de cálculo, ya que se trataba de candidaturas destinadas más bien a dar a conocer un ideal, a sabiendas que el triunfo electoral era muy improbable o imposible, como se verá más adelante.

La trayectoria seguida por los chilenos en Montreal y el resto de Canadá puede ser analizada en dos etapas. Durante un largo tiempo, el principal interés de los militantes fue el de trabajar a favor de su país de origen. En esto, los chilenos procedieron de la misma manera que otros exiliados latinoamericanos, en Francia o en otros países[[9]]. Sin embargo, con el tiempo, y a medida que se establecían lazos orgánicos o de amistad con los militantes locales, los chilenos desarrollaron también un cierto interés por la actividad política del país que los había recibido.

Los contactos con el medio político en Québec y la búsqueda de apoyo a la actividad política en favor de Chile

En la provincia de Quebec, los militantes chilenos se encontraron con una realidad política muy diferente a la que habían conocido en su país de origen. Debieron aprender a identificar los partidos que podían ser de nivel provincial o federal. La principal fuerza política provincial era (y sigue siendo) el partido liberal. La segunda fuerza era el Parti Québécois (PQ), recientemente fundado (en 1968), y que representaba un tema nuevo para los chilenos, el de la reivindicación nacionalista de una parte de la población francófona, que buscaba realizar la independencia. Había un partido comunista de Quebec (PCQ) que existía desde los años 1930, pero su presencia política y social era debilísima. Los conservadores, partido fuerte a nivel federal, tenían escaso peso en Quebec, y otro tanto puede decirse del partido neodemócrata, de ideario socialdemócrata, que tiene bastante fuerza en el oeste de Canadá y en Ontario, pero cuya influencia en Quebec fue muy escasa hasta 2011. Si bien entonces los chilenos no encontraron partidos de izquierda semejantes a los que tenían en si país, a nivel social había un contexto más favorables: uno de ellos era la existencia de un movimiento sindical bastante fuerte y que en ese entonces tenía ciertas orientaciones izquierdistas. Había además grupos de católicos, especialmente los formados por misioneros quebequenses que habían estado en Chile y habían regresado del país austral con una actitud de gran compromiso hacia las víctimas de la dictadura.

Durante un lapso prolongado, que se puede identificar cronológicamente con los años 1970 y buena parte de los 1980, el objetivo principal de los militantes chilenos fue el de obtener apoyo de parte de los quebequenses para las acciones de solidaridad hacia la causa de la recuperación de la democracia en Chile y a la denuncia de la dictadura. En ese proceso, la actitud de los chilenos fue fundamentalmente pragmática, poniendo en primer lugar los intereses de su causa, dejando en un lugar secundario la implicación en la política local. Esta situación fue posteriormente criticada por algunos de los mismos chilenos, quienes se dieron cuenta que durante un largo período habían actuado en forma ombliguista, sin aportar gran cosa a los quebequenses que los ayudaban[[10]].

Este apoyo, sin embargo, tuvo al comienzo un doble significado. Para los militantes de los partidos de la UP, la solidaridad significaba apoyo para ayudar a las víctimas de la dictadura y para denunciar el régimen militar. Para los miristas, en cambio, la solidaridad debía servir para apoyar las acciones de resistencia contra la dictadura. El apoyo de los quebequenses se dividió también, en función de esos dos discursos.

Los comunistas chilenos, que eran alrededor de 200 en todo Canadá, de los cuales 50 en Montreal y 10 o 15 en la ciudad de Québec, según uno de sus dirigentes en Montreal, se encontraron en un comienzo con dos limitaciones: el PC local (PCQ) era minúsculo, con escasa presencia en los sindicatos, y tenía muy pocos recursos que ofrecer a los chilenos. Además, los dirigentes chilenos ordenaron a sus militantes que no revelaran en público su afiliación partidaria, prefiriendo actuar a través de la Asociación de chilenos de Montreal, una organización que reunía a los distintos partidos de la antigua UP. Según Ester, los comunistas dispusieron de apoyos individuales: uno de ellos fue el de Raymond Boyer, un profesor de química de la Universidad McGill, que disponía de una fortuna personal, gracias a la cual hizo aportes económicos de importancia, contribuyendo a pagar el arriendo del local en el que funcionaba la Asociación de chilenos. Boyer produjo además un libro con testimonios sobre la época de la Unidad popular[[11]], asumiendo además los gastos de la publicación. Gracias a otros contactos individuales los comunistas lograron tener el apoyo de las diversas centrales sindicales, aunque una de las más importantes, la Centrale des syndicats Nationale (CSN), tendía a apoyar más al MIR que a los partidos de la Asociación. El grueso de la acción comunista se centró en buscar el máximo de recursos económicos a través de “peñas” y diversas acciones basadas en la solidaridad, para las cuales contaban con el apoyo de sindicatos.

Los socialistas, además de participar en la Asociación, establecieron lazos con diversos pequeños grupos y partidos. Según Elías Cabrera, el diálogo más fecundo se dio con el Parti des travailleurs du Québec (PTQ), un pequeño partido que sin embargo les brindó infraestructura para sus actividades partidarias y colaboraba económicamente para traer invitados de otros países a ciertas reuniones. Los miembros de ambas organizaciones participaban en los congresos de cada cual, “éramos partidos hermanos”. Pero ese apoyo les hizo perder el contacto con el PCQ, ya que éste condicionaba su relación a que rompieran con el PTQ. Además, a fines de los años 1970 el PTQ terminó por desaparecer. Cabrera se dedicó al militantismo social, participando en forma muy activa en las actividades de la CSN, aprovechando su condición de delegado sindical de su medio de trabajo, en un hospital de Montreal. Una de sus principales logros fue la de convencer a la CSN de ayudar a formar dirigentes sindicales chilenos para reconstituir la Central Única de trabajadores (CUT) en Chile, en los años 1980.

Los miristas eran relativamente numerosos: entre 40 a 50 en la provincia de Quebec y unos 200 a 300 en todo Canadá, según Carlos Torres. En Montreal encontraron un eco en varios grupos sindicalistas, tanto en la CSN como en la CEQ, y en el comité Québec-Chili. Este último había sido creado antes del golpe de 1973 por quebequenses, varios de los cuales habían vivido en Chile. Estos grupos reaccionaban favorablemente a la idea de apoyar la “resistencia” contra la dictadura, a fin de llegar al “derrocamiento” de Pinochet, aprobando la idea de incluir también acciones armadas. Los miristas también tuvieron “relaciones muy cercanas” con el grupo maoísta En lutte!, que fue muy activo entre los años 1970 y 1980. Pero según Carlos Torres, “nunca nos quisimos casar con ningún grupo, para no reducir nuestros apoyos” (subrayado por mí). Encontramos aquí, en mi opinión, un aspecto clave en la conducta de los militantes chilenos: debido a que Chile era el objetivo principal, trataban de no implicarse mucho en el medio local, y asegurarse de obtener el apoyo solidario de la mayor cantidad posible de partidos o grupos sociales. Esta actitud, que prevaleció durante largo tiempo, hacía difícil que los militantes chilenos, cualquiera que fuese su partido, se implicaran a fondo en el medio local.

Los contactos con el PQ fueron analizados de diversas maneras por los testigos entrevistados. En el momento en que empezaron a llegar las primeras oleadas de militantes chilenos, entre 1974 y 1975, ese partido se hallaba en una fase ascendente, que culminó con su victoria electoral que les dio el gobierno de la provincia en 1976, y contaba con el apoyo de buena parte del movimiento sindical. Esto abría perspectivas favorables a los militantes chilenos. Varios dirigentes del PQ, incluyendo a su líder y jefe de gobierno entre 1976-1985, René Lévesque, hicieron declaraciones públicas muy favorables a Salvador Allende. Sin embargo, según el socialista Elías Cabrera, el PQ nunca se “comprometió” con los chilenos, limitando su apoyo a realizar declaraciones en contra de la dictadura. En cambio el mirista Carlos Torres cree que el apoyo del PQ fue valioso, porque les proporcionaban locales para dar conferencias de prensa y porque participaban en la convocatoria, lo que daba mucho más resonancia a esas actividades.

El apoyo del PQ a los chilenos habría sido probablemente más decidido si hubiera encontrado de parte de éstos una actitud decidida en favor del proyecto de independencia. Pero si bien varios chilenos apoyaban en forma individual esta idea, ni el MIR ni la Asociación de chilenos quisieron pronunciarse sobre el tema, temiendo dividir a sus miembros. Un grupo de militantes de diversos partidos, especialmente del MAPU-OC, firmó una carta enviada a los principales diarios de Montreal en favor del “oui”, pero a título personal de los signatarios[[12]].

La fase de militancia en los partidos políticos locales

El paso de la militancia en partidos políticos chilenos a la militancia en partidos políticos locales se produjo motivado por varias razones. Probablemente la más importante ha sido el grado de integración alcanzado por los chilenos en Canadá: aunque no es éste un tema que pueda analizarse en profundidad aquí, se puede arriesgar la hipótesis según la cual los chilenos, aunque con altibajos, tuvieron oportunidades de una integración profesional, cívica y social más bien positiva[[13]]. Entre estos elementos se debe destacar la facilidad para tener la ciudadanía canadiense, la relativa apertura del mercado del trabajo para el ejercicio de muchas profesiones, lo que favorecía a varios de los entrevistados, provenientes de la clase media profesional chilena[[14]], y las facilidades para realizar estudios universitarios, a través del acceso a sistema de becas y por el bajo costo de los estudios, especialmente en la provincia de Quebec. Tres de los llegados en edad adulta a Montreal se casaron con cónyuge quebequense francófono. Los dos testigos de la segunda generación también han formado pareja con cónyuge de Québec. Todo ello hacía que los militantes chilenos, conciente o inconscientemente, orientaran cada vez más su vida en función de quedarse en forma permanente en Canadá.

En segundo lugar, debe mencionarse el factor tiempo: la larga duración de la dictadura hizo que a medida que los años pasaban, la idea del retorno a Chile, que había estado muy presente en los primeros años luego de la llegada, se tornaba borrosa o desaparecía. En esto hubo una diferencia importante con el exilio de los argentinos o uruguayos, casos en los cuales el período de exilio fue más corto, dando menos tiempo a los militantes de experimentar el proceso vivido por los chilenos.

En tercer lugar, y que me parece también bastante determinante, es el hecho que esas personas estaban impregnadas de una cultura política semejante a la del país donde llegaron, basada en prácticas institucionales, donde la existencia de partidos y la realización de actividades electorales era una parte esencial de sus vivencias. Chile hasta 1973, era, en efecto, uno de los pocos países latinoamericanos donde la vida democrática tenía un sentido concreto. De esta manera, pese a que durante los años de la UP muchos militantes tendían a menospreciar la democracia chilena, calificándola de “burguesa”, los partidos de la izquierda habían participado durante varias décadas en ese sistema, habiendo creado toda una cultura electoral e institucional que no difería de la de los partidos “burgueses”. A causa de eso, y por el nuevo contexto creado por la dictadura, en el cual el “regreso a la democracia” constituía un lema crucial, para los militantes en el exilio, la aproximación a la vida institucional y política canadiense no significó un proceso de “reconversión” traumático: sin abandonar una actitud crítica hacia las limitaciones de un sistema político que opera dentro del capitalismo, la gran mayoría de los militantes, como se verá, adoptaron prácticas del sistema institucional canadiense y militaron en sus partidos.

En cuarto lugar, hay que considerar el peso de la evolución de la política chilena. Como se sabe, durante fines de los años 1970 y primeros años de los 1980 se produjo un importante cambio en las orientaciones de los partidos políticos que habían formado la UP, al desaparecer la alianza entre comunistas y socialistas, reemplazada por la de estos últimos con sus antiguos enemigos, los demócratacristianos. El abandono progresivo del marxismo por los socialistas fue parte importante de ese proceso. Estos hechos tenían que repercutir en el medio de los militantes chilenos de Canadá, sobre todo en los socialistas y mapucistas, haciéndolos más abiertos al diálogo con los partidos considerados antes como “burgueses”, posición no aceptada por los comunistas.

En fin, no hay que olvidar, en mi opinión, que los militantes llegado a Canadá, por ser de tipo anónimo, de nivel más bien de base, hacía que no estuviera presente la motivación del retorno para aquellos que habían sido dirigentes antes de 1973 y que, siendo políticos profesionales, deseaban volver a Chile para continuar con esa labor.

Estos factores se conjugaron para facilitar el proceso de participación cada vez más activo en el medio local. Al dejar de lado la perspectiva del retorno y sintiéndose más implantados en el país de acogida, era lógico que los militantes quisieran volcar en el nuevo medio sus ideales.

Un texto publicado en 1980 por el sociólogo Jaime Llambías, que posteriormente sería el primer chileno en presentarse como candidato a diputado, analizaba la transición que podían resentir los chilenos llegados como exiliados pero que poco a poco se identificaban con su nueva vida. Agradeciendo la solidaridad recibida de parte de los quebequenses, el texto invitaba, en sus párrafos finales, a “salir de la condición de exiliado, evitando la pasividad y la autocompasión” y a reconocer que “nosotros participamos también, en cierta medida, a la construcción de este sociedad”[[15]]. Estas palabras anunciaban el proceso que se daría con fuerza a partir de los años 1980.

Cuatro alternativas políticas se ofrecieron a los chilenos: la más evidente fue la de la causa de la independencia de Quebec, a través de sus dos partidos, el PQ y el Bloc Québécois (BQ)[[16]], que atrajo a varios de ellos, ya que veían en esa causa elementos nacionalistas con sabor de izquierda, como se verá más adelante. Una segunda opción fue la del Nuevo partido democrático (NPD), que podía atraer a los izquierdistas chilenos, que no compartían los ideales del nacionalismo quebequense, ya que se trataba de un partido que defendía el sistema federal. Una tercera fue la de militar en el PCQ, que atrajo solamente a los que eran comunistas en Chile. En fin, la cuarta, que surgió en época más reciente, ya que no existía hasta comienzos del milenio actual, era la de militar en la nueva izquierda quebequense, expresada primeramente en un partido denominado Union des forces progressistes (UFP), creado en 2004, y luego en el Québec Solidaire (QS), fundado en 2006[[17]]. Ha habido unos pocos chilenos que han militado en partidos de derecha, pero es evidente que la inmensa mayoría de los casos los chilenos se han orientado hacia los partidos que defienden la causa de la izquierda o-y el nacionalismo.

La opción nacionalista quebequense

Varios chilenos, especialmente los militantes del MAPU y algunos socialistas, llegaron a ser militantes del PQ o del BQ. Lo que les atraía era el discurso sobre el tema de la liberación nacional, en lo cual veían un lazo con los ideales del antiimperialismo de Allende. Durante el primer gobierno del PQ, de 1976 a 1981, el ministro provincial de inmigración, Jacques Couture, declaró en un acto realizado por la Asociación de chilenos, en 1979, que había un paralelo entre la opresión que sufría el pueblo chileno bajo la dictadura y la que se ejercía contra la nación quebequense en Canadá, destacando la obra “liberadora” de Allende[[18]]. La nacionalización del mineral de amianto por el primer gobierno de René Lévesque era vista por los chilenos como un paralelo con la nacionalización del cobre en Chile, en 1971. Dos casos destacados de chilenos atraídos por esta corriente fueron el de Osvaldo Núñez, que comenzó a militar en 1990 en el PQ y que llegó a ser elegido en 1992 diputado por el BQ, y Carmen Sabaj, que ese mismo año fue proclamada “patriota del año” por la Sociedad San Juan Bautista, una institución independentista. Cuando llegó el segundo plebiscito sobre la independencia de Quebec, en 1995, un número relativamente grande de chilenos militó abiertamente en el comité por el “oui” (que estuvo a punto de ganar la consulta) y en los años posteriores cuatro chilenos fueron candidatos al cargo de diputado en representación del BQ. Esta actitud marcaba una constante entre los chilenos, incluso en los de la segunda generación.

La militancia en los partidos nacionalistas implicaba plantearse a fondo el tema de la identidad nacional, ya que la razón de ser de esos partidos era la de llevar a cabo la independencia de Quebec. Carmen Sabaj describió en forma apasionada su identificación con Quebec, explicando que eso la llevó hasta el punto de estudiar su historia para enseñarla a los propios quebequenses. Añadía que su adhesión a la independencia venía de la similitud entre la lucha de Allende y la del PQ por la autodeterminación de un pueblo, ya fuese el chileno o el quebequense[[19]]. Durante su campaña electoral en 1993, Osvaldo Núñez recibió fuertes críticas de parte de otros chilenos, que no aceptaban que el candidato pudiese decir “mi patria es Quebec” y al mismo tiempo afirmar su “orgullo de ser chileno”. Sin embargo, esta actitud dual no se daba únicamente entre el caso de Núñez, sino en muchos otros. Sergio Martínez, que ha defendido siempre el federalismo en contra de la opción nacional quebequense, ha declarado definirse como un “canadiense de origen latinoamericano, nacido y educado en Chile, y que vive en Quebec por libre elección...en la práctica, hay varias identidades, y creo que eso es bueno, ya que eso refleja las dimensiones múltiples de nuestra existencia, y los lazos afectivos que hemos desarrollado”[[20]]. Tal situación es frecuente en un país como Canadá, cuya población tiene una enorme variedad de orígenes étnicos, a causa de la llegada constante de inmigrantes y refugiados de todos los países del mundo, lo que da lugar a que una persona pueda identificarse con su país de origen y con el de acogida, en una suerte de compromiso múltiple[[21]].

El partido neo-demócrata: entre Quebec y Canadá

La militancia en el NPD, en la provincia de Quebec, tiene una dimensión diferente a la de los partidos nacionalistas. Como se ha indicado al comienzo, durante mucho tiempo este partido tuvo escasa presencia en la provincia francófona, por lo cual ser militante y a veces candidato a diputado implicaba únicamente el afán de dar a conocer una causa, ya que las posibilidades reales de victoria eran escasas o nulas.

Uno de los primeros militantes chilenos en adherir al NPD fue Osvaldo Núñez, el mismo que más tarde fue elegido diputado por el BQ. Este cambio lo ha explicado diciendo que a poco de llegar, fue solicitado por distintos partidos, incluso por el PCQ, pero rechazó la oferta, “porque yo buscaba un partido que contara, que tuviera peso” y optó por militar en el NPD, pese a su simpatía por la causa de la independencia de Quebec, “porque era un partido socialdemócrata, lo más cercano a lo que había en Chile, y porque me permitía actuar a nivel de todo Canadá, para defender las causas que yo estimaba justas, principalmente la de Chile”. Ejemplo de eso fue el apoyo del NPD a la campaña de críticas contra la empresa minera Noranda, por sus inversiones en Chile durante Pinochet. Se sentía a veces en contradicción con su interés por la cuestión nacional de Quebec, debido a la tendencia centralizadora del NPD, “pero en lo social me sentía identificado, por ejemplo con el apoyo que dan a la medicina social”. Militó durante toda la etapa de la dictadura, hasta 1990, llegando a tener tareas de cierta responsabilidad, ya que se le confió dos veces la organización de la campaña electoral de dos candidatos a diputado del NPD en Montreal; sólo entonces volcó su militancia hacia el movimiento independentista quebequense. Su trayectoria simboliza el pragmatismo de los chilenos, que se dirigían hacia los partidos que les parecían más adaptados a sus objetivos en función de Chile.

Desde fines de los años 1980, varios chilenos se lanzaron a la aventura de intentar ser elegidos como diputado por el NPD en la región de Montreal. El primero de ellos fue Jaime Llambías, quien fue candidato en 1988, obteniendo un honorable tercer lugar, aunque lejos del ganador. Entrevistado en un mensual de lengua española, declaró que su candidatura estaba motivada por el deseo de representar a los inmigrantes, diciendo que era importante que se “incorporen a la vida pública” para “evitar la tendencia a la marginalización”[[22]]. Posteriormente, hubo cinco chilenos que intentaron ser elegidos diputados por el NPD, entre ellos Sergio Martínez, pero sus resultados fueron magros, terminando en cuarto o quinto lugar en cada ocasión, a una enorme distancia de los ganadores, con porcentajes inferiores al 10% del total de los votos. En estos casos, se puede hablar con propiedad de esfuerzos destinados a dar a conocer una causa, sin esperanza de ganar el cargo e iniciar una carrera política. Esta situación cambió de manera tan brusca como inesperada en la elección federal de mayo de 2011, cuando el NPD arrasó en la provincia de Quebec, ganando en 59 condados de la provincia, una victoria que nadie había esperado. Esto permitió la elección de muchos candidatos desconocidos del público, entre ellos la de la chilena Paulina Ayala. Llegada hacía no muchos años a Canadá (en 1995), se había dedicado fundamentalmente a formar una familia (se había casado con un quebequense francófono a poco de llegar y había tenido tres hijos) y sólo había empezado a militar en el NPD en 2008. Lo que le atrajo de ese partido fue su concepto del “bien común” y del objetivo de utilizar los impuestos en beneficio de la mayoría de la población.

Para los tres testigos que vivieron siempre en el Canadá inglés, la opción de militancia local fue el NPD. Esta decisión era mucho más fácil que en Quebec, ya que en el centro y el oeste del país este partido tiene una implantación bastante grande.

En Edmonton, Alberta, provincia dominada por los conservadores, José Antonio Guzmán, militante del PS, y muchos otros chilenos se acercaron gradualmente al NPD, el principal partido de oposición en esa provincia. El Partido comunista de Canadá (PCC) les pareció “muy marginal” y por lo tanto lo vieron como un partido del cual había “muy poco que obtener” (subrayado mío) Reconoce que en un comienzo vieron al NPD como un partido “amarillo”, pero eso lo atribuye a la actitud con que llegaron a Canadá tras el golpe y la represión sufridos en Chile y al desconocimiento del país al que llegaban, lo cual fue cambiando con el tiempo:

“Llegamos a Edmonton con las maletas listas para volver a Chile y con mucho odio y sed de venganza. Pero a los 6 meses o un año después de la llegada empezamos a madurar, vimos que el gobierno de Trudeau había aceptado la llegada de muchos chilenos, comprendimos que había gente honesta en Canadá y conocimos una realidad distinta, en la que no había diferencias sociales brutales como en Chile. Y vimos que el NPD tenía una representatividad, una presencia en la sociedad”

Comenzó entonces una colaboración que duraría largo tiempo entre el NPD y los chilenos en esa provincia. El partido proporcionaba a los chilenos local y facilidades de infraestructura para sus actividades, les compraba 100 entradas para las peñas, actitud que los chilenos retribuían, asistiendo a los bailes del NPD, donde además siempre actuaba un conjunto folklórico chileno. Algunos chilenos empezaron a militar, y en los años 1990 uno de ellos, Ricardo Acuña, fue candidato a diputado por el NPD.

Este acercamiento fue aún más fácil en Saskatchewan, ya que en esa provincia el NPD tenía el poder, y sus políticas sociales impresionaron al socialista Héctor Avilés: “El estado controlaba muchas cosas, como en el Chile de Allende: repartía tierras, controlaba el uranio, los seguros”. Como en Alberta, varios chilenos empezaron a militar en el NPD, “aunque había compañeros que decían que ese partido no era suficientemente de izquierda, criticando por ejemplo que no apoyara la abolición de la monarquía”[[23]]. Agrega que los comunistas chilenos se oponían a ese acercamiento. Otra dimensión de la colaboración entre los socialistas chilenos y el NPD fue la organización de una campaña para enviar útiles escolares y material de hospitales a Nicaragua, en los años 1980, en la que el aporte crucial fue hecho por granjeros militantes del NPD. En Toronto, Luz Bascuñán fue posiblemente la que se identificó más rápidamente con el NPD, al que entró a militar en 1983, seis años después de su ingreso al país. Ello se explica tanto por razones políticas como profesionales. Como profesora, vio que a través del NPD podía difundir los ideales que había defendido en Chile durante Allende y aplicarlos en el medio local, como consejera educacional en Toronto, donde defendía la causa de los inmigrantes, especialmente los de color. Empleando las ideas de Paulo Freire, hizo una labor de relacionar a los padres de los alumnos con las escuelas. “Mi interés político era cambiar el sistema, para que los emigrantes salieran de su condición económica baja, que lograran cargos más avanzados, para lo cual la educación era una cruzada política”. Es importante especificar que esta labor, en la cual tuvo mucho éxito, ya que fue elegida tres veces como consejera, cargo que es llenado por votación pública, “no era bien vista por mis compañeros del PS, porque la veían como algo socialdemócrata, no como una actividad propia de la izquierda” (subrayado por mí) Pese a ello, siguió militando dentro del PS chileno, aunque admite que las divisiones de su partido la han hecho sentirse “alienada”

El PCQ: pocos adherentes

De todos los testigos entrevistados, sólo uno de ellos, Paloma, ha militado en esa formación. Tal vez ello se explique por haber llegado en otra época, a fines de la dictadura: se encontró con un medio en el que la organización de los comunistas chilenos había disminuido notoriamente, por lo que no militó con los comunistas chilenos, sino con los de Québec. Ingresó al PCQ en el año 2000, “porque aquí están mi vida y mis hijos”, porque no desea vivir “en función de Chile” y porque pese a los cambios mundiales, los ideales comunistas siguen siendo válidos, según ella. Este caso representa, a todas luces, una situación excepcional, en la que pueden haber jugado factores personales que van más allá de los objetivos de este artículo.

La nueva izquierda en Québec: el partido Quebec solidario

No es una casualidad que este partido, surgido recientemente, haya atraído a los dos testigos más jóvenes. Como he explicado en otro estudio, la identidad de los jóvenes chilenos es mucho más compleja y variada que la de los llegados en edad adulta, no limitándose al “ser chileno” sino incluyendo la dimensión latinoamericana, inmigrante, montrealesa…[[24]]. El ideario múltiple y abierto del QS, que hemos evocado anteriormente, responde a la mentalidad de la segunda generación.

El mayor de ellos, Andrés Fontecilla, no tenía antecedentes familiares de militancia de izquierda: sus padres no habían apoyado al gobierno de Allende, y su inclinación hacia esa tendencia vino más bien por su oposición a la dictadura en sus años de adolescencia en Chile. Al llegar a Montreal, en 1988, adhirió al MIR. Esta actitud la califica de “emotiva”, porque esa formación le parecía tener “mística” y le dio la impresión que era la más apta para luchar contra la dictadura. Piensa que fue también una manera de afirmar su “identidad chilena” en esos tiempos. Militó durante varios años en un grupo formado por jóvenes chilenos, en tareas destinadas únicamente a juntar dinero para enviar al partido, a Chile. Al cabo de algún tiempo, con el cambio político en Chile y la declinación del MIR, se dedicó a realizar actividades organizativas en el medio estudiantil en Montreal, haciéndose notar por los dirigentes de la UFP, quienes le propusieron ser candidato de ese nuevo partido de izquierda en una elección complementaria. Más tarde se hizo militante del QS, participando en su primera organización. Actualmente, espera ser candidato a diputado en un condado de Montreal para la próxima elección provincial.

Matías, el más joven, exhibe una trayectoria un tanto distinta. Contrariamente a Andrés, recibió una influencia familiar política de izquierda, acompañando a sus padres a peñas y a diversas actividades contra la dictadura desde su infancia. Pero aunque se mantiene informado sobre la actualidad chilena y viaja a veces a su país de origen, nunca participó en un partido político de chilenos. Su militancia se desarrolló sobre todo en el medio estudiantil, participando en la organización de huelgas para protestar contra el alza de los costos de estudio. Más tarde su experiencia adquirió una dimensión internacional, al asistir a diversos congresos altermundialistas, en Porto Alegre y en otras ciudades latinoamericanas. Una de sus actividades principales fue la de participar en las protestas contra la creación de la zona de libre cambio en las Américas durante la reunión de jefes de gobierno de las Américas en Quebec, en 2001. Tal como Andrés, militó primero en la UFP y luego en QS. Se define principalmente como un “militante internacional”, motivado además por la búsqueda de la justicia social.

Balance: ¿quién aprendió de quién?

Lo que antecede permite concluir que los militantes chilenos encontraron en Canadá espacios e interlocutores que les permitieron ir probablemente más allá de sus esperanzas al llegar a su destino. Pese a las diferencias de los contextos políticos, los chilenos lograron encontrar apoyos para realizar sobre todo uno de sus principales objetivos, el de enviar una ayuda económica a las fuerzas de oposición a la dictadura, y denunciar en todas las tribunas al régimen militar, contribuyendo a su descrédito.

Más allá de esto, que es el elemento que más sobresale cuando se estudia la relación entre chilenos y canadienses, ¿cómo analizar esos lazos? ¿A qué nivel se dieron?

A nivel general, cabe preguntarse si los chilenos hicieron un aporte a cambio del apoyo material y de la acogida que recibieron. Algunos chilenos han hecho un balance más bien escéptico al respecto, acusándose de haberse concentrado en forma demasiado exclusiva sobre sus intereses inmediatos y prestando poca atención al medio local. Una militante socialista de la Asociación de chilenos de Montreal analizó esta situación diciendo que: “trabajábamos con la ayuda de los quebequenses, pero no prestábamos mucha atención a lo que ocurría en Québec, eran ellos los que se interesaban en nosotros...nos sentíamos el ombligo del mundo, éramos harto chauvinistas, nos faltó ser más modestos”[[25]]

Esta actitud se expresaba también en detalles como el mal manejo del francés, que creaba una barrera que persistió durante varios años, exigiendo la intervención de intérpretes, lo que alargaba las reuniones y discursos excesivamente. Otra visión autocrítica, aunque por distintas razones, es la de Elías Cabrera, quien al llegar a Montreal encontró que sus camaradas de partido tenían mucho menos información que los socialistas en Europa. Además, según él los militantes eran personas ideológicamente “muy heterogéneas”, varias de las cuales habían entrado sólo recientemente al partido. Cree además que en Montreal no ha habido figuras de peso. Las divisiones que afectaron al PS, y que han persistido en Montreal incluso hasta después de la dictadura, han sido otro factor negativo. Así, de manera general, el balance que trazaron los entrevistados da la impresión de una relación en la que los chilenos aprendieron mucho más de los canadienses que éstos de ellos.

A nivel de las prácticas, Osvaldo Núñez cree que aprendió cosas valiosas de su experiencia en Quebec y en Canadá: “aprendí a no ser demagogo ni populista, a no ofrecer utopías como en Chile. También aprendí a no descalificar al adversario, a ser tolerante: aquí hay respeto por los otros partidos, eso me gustó, nadie cree poseer la verdad”. Luz Bascuñán hace un comentario semejante al recordar que en Chile, a diferencia de su experiencia en Toronto, “éramos agresivos y excluyentes”, afirmación compartida por Paulina Ayala. Elías Cabrera destacó sobre todo la gran democracia que reina en la elección de los dirigentes sindicales, no como en Chile, “donde los dirigentes eligen a los dirigentes”. Esta opinión fue refrendada por otro testigo, quien actuó durante muchos años como consejera sindical en la CSN, criticando el “autoritarismo” que caracteriza a los partidos políticos chilenos en su relación a los sindicatos, alabando en cambio la independencia de la que disponen los sindicatos en Quebec. A nivel de nuevas temáticas, muchos testigos reconocieron que la experiencia canadiense les hizo dar al tema de los derechos de la mujer una importancia muchísimo mayor que en Chile.

En forma prácticamente unánime, los chilenos dicen haber aprendido de los canadienses a nivel de la organización y del respeto de los objetivos. Para Avilés, la campaña hacia Nicaragua no hubiera resultado si hubiese sido únicamente la obra de los chilenos. “Los canadienses nos mostraron cómo se usan las redes de contactos, eso en Chile no se me hubiera ocurrido” Elías Cabrera señala que los chilenos deberían mostrarse más responsables. Recuerda que la CSN decidió dejar de enviar dinero a Chile porque los organismos que recibían la ayuda en el país austral no hacían informes claros sobre el uso de los recursos, y no empleaban el dinero para los objetivos determinados de antemano. José Antonio Guzmán se dio cuenta que el estilo canadiense de hacer reuniones relativamente cortas, bien organizadas, donde al final se sacaban conclusiones claras era mucho más productivo que algunas interminables reuniones entre chilenos.

A un nivel más teórico y analítico, la reflexión de los militantes chilenos en función de su nueva experiencia no produjo estudios comparables a los de militantes que vivieron en Europa, como Antonio Leal, autor de un estudio sobre Gramsci, y otros. Alejandro Rojas, que como se vio antes vivió en Europa antes de llegar a Canadá, aportó lo suyo a nivel académico, pero es difícil evaluar el impacto de su análisis en el medio de los militantes, a causa de su renuncia a la vida política partidaria.

¿Hubo algún aporte de los chilenos hacia su nuevo país? Para el comité Québec-Chili, el solo hecho de contar con la presencia viva de los chilenos en tierra quebequense era un aporte porque ellos recordaban la tragedia vivida en Chile a causa del golpe de estado, lo que era una advertencia que los trabajadores debían considerar en sus luchas sociales y políticas, aunque el contexto en Québec fuese mucho menos represivo que en el Chile de Pinochet. Además, para otros quebequenses que colaboraron activamente con los militantes chilenos, como André Marcoux, de la CEQ,

“Los chilenos aportaron mucho a nuestra causa, en particular a lo que se refiere a una mayor apertura de espíritu de los quebequenses hacia las personas de otras culturas. Nos llevaron a ser más solidarios, a aceptar al “otro”, actitud que no era frecuente en esa época (años 1970) Además, pese a su desorden aparente, los chilenos eran capaces de organizarse para canalizar la ayuda que recibían de los quebequenses, lo que otros refugiados latinoamericanos no hacían”[[26]]

Carlos Torres tiene la misma opinión, destacando la contribución chilena para que los canadienses desarrollaran una actitud mucho más amplia hacia el resto del mundo, y agregando que el MIR contribuyó a crear una mentalidad combativa, que enseñaba a los canadienses “a no dejarse aplastar por las derrotas transitorias que pudieran sufrir”. Paloma tiene una impresión semejante, afirmando que los chilenos que militan en el PCQ tienen el mérito de recordar a los canadienses que “la revolución sigue siendo algo importante, ellos la ven con menos urgencia”. Estas dos afirmaciones parecen sin embargo impregnadas de un subjetivismo excesivo, difícilmente aplicable a un contexto como el canadiense. En fin, para Osvaldo Núñez, su aporte consistió en buena medida dar a conocer a los canadienses otra realidad, hacerles ver que los trabajadores en otros países no tenían el mismo nivel de vida que ellos, para crear conciencia de la necesidad de buscar medidas para transformar esa situación.

Hoy en día, la mayoría de los testigos llegados en edad adulta, salvo dos, continúan militando en partidos políticos chilenos. Varios de los que siguen en Canadá militan también en partidos de su nuevo país, manteniendo la línea de implicación creciente que empezaron a desarrollar luego de los primeros años de estadía en Canadá. Sólo dos de ellos han vuelto a Chile, mientras que los demás permanecen en Canadá, a veces viviendo en los dos países una parte del año. En algunas de sus actividades es patente el uso de una política transnacional de tipo diásporico, por ejemplo la campaña llevada a cabo desde hace algún tiempo por el derecho a voto para los chilenos en el exterior, que es llevada a cabo en distintos países, entre ellos Canadá y Chile. Otros militantes han tomado como causa la defensa de los derechos de los mapuches o la crítica al proyecto minero Pascua Lama en el norte de Chile. También dan mucha importancia en la política local, sobre todo en la defensa de los programas sociales de Canadá y de Québec y en las acciones que buscan influir en la política internacional de Canadá, sobre todo en lo que se refiere a alejarlo de la política de Estados Unidos. Esto último se demostró en la participación de muchos chilenos en las marchas para apoyar la decisión del gobierno canadiense de no participar en la guerra de Irak, en 2003.

Conclusión

Los militantes chilenos llegaron a Canadá con el propósito bien establecido de utilizar los recursos que les podía brindar ese país para contribuir al combate contra la dictadura, por una vía u otra. Establecieron relaciones pragmáticas con los diversos partidos y organizaciones sociales, actitud que se justificaba sobre todo por la diferencia con el sistema político chileno y por la casi ausencia de partidos de orientación de izquierda como los que había en Chile o los que existían en Europa.

Con el tiempo esta actitud fue cambiando, ya sea por el encontrar temas comunes que no esperaban encontrar, como el de la “liberación nacional” de Quebec o las políticas sociales muy avanzadas, especialmente las del oeste de Canadá. Su apreciación de las prácticas de la llamada “democracia burguesa” cambió con el tiempo. El proceso de integración que todos vivieron y los cambios políticos en Chile y en el mundo influyeron en ese proceso. Los militantes chilenos no sólo empezaron a implicarse más y más en la política local sino que adoptaron conceptos y prácticas de la experiencia política canadiense, en mayor medida de lo que ellos pudieron influir en la sociedad que los había acogido. Este proceso se dio en medio de diversas experiencias, que hemos conceptualizado a través del “multiengagement”, citado anteriormente. Ello se explica no sólo por la creciente integración a la nueva sociedad, a diversos niveles, sino por los cambios en la historia mundial, la desaparición del “campo socialista”, la “transición a la democracia” en Chile en la que muchos de los ex dirigentes exiliados pactaron con los representantes de la dictadura y aceptaron muchas de sus realizaciones, especialmente en el plano económico. Si bien algunos continúan denunciando el sistema capitalista como intrínsecamente perverso, y varios no están de acuerdo con lo realizado por los gobiernos de la Concertación en Chile, la mayoría de ellos acepta hoy en día que la experiencia canadiense les ha mostrado que puede haber una sociedad capitalista en la que existe en cierta medida la justicia social, actitud impensable en 1973. Sin perder nunca su apego hacia Chile, adoptaron prácticas adquiridas en Canadá, interesándose cada vez más en su nuevo país, el cual, en el balance final, parece haberlos influido en forma determinante.
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_________________________
Notas

[[1]] Ostergaard-Nielsen, Eva: “The Politics of Migrant´s Transnational Practices” International Migration Review, vol.37 n. 3, 2003, p. 665-690.
[[2]] Toro, antiguo militante del MIR, es un destacado activista social en favor de los inmigrantes en la región de Nueva York. Coronado es hoy el jefe de relaciones internacionales de la candidata ecológica a la presidencia de Francia, Eve Joly y Espinosa fue candidato a diputado europeo.
[[3]] Del Pozo, José: Les Chiliens au Québec. Immigrants et réfugiés, de 1955 à nos jours. Montréal, Boréal, 2009.
[[4]] Olivier Fillieule desarrolla esas ideas en su artículo “Propositions pour une analyse processuelle de l’engagement individuel », Revue française de science politique, 51, n. 1-2, 2001, p. 199-212.
[[5]] Rojas ha relatado en forma resumida su trayectoria política y su exilio en el libro Conversaciones con la FECH, de Ricardo Brodsky, estudio compuesto por testimonios y entrevistas a distintos dirigentes de esa organización. Santiago, Cesoc-Chile América, 1988, p. 104-163.
[[6]] Uno de ellos, Sergio Martínez , ha relatado su experiencia en un libro-testimonio, Tiempos de andar lejos, Santiago, 1990.
[[7]] Guzmán ha dado detalles de su experiencia en un libro-testimonio, Testimonio y memorias de un colchaguino, San Fernando, 2008.
[[8]] Guy Hermet et al., Dictionnaire de la science politique et des institutions politiques. Paris, Armand Colin, 2010, artículo « Militantismes », p. 186-187.
[[9]] Sobre los argentinos véase el estudio de Marina Franco : El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura. Buenos Aires, Siglo XXI, 2008. Sobre los uruguayos, El Uruguay del exilio, por Silvia Dutrénit (coord..) Montevideo, Trilce, 2006. El exilio brasileño ha sido estudiado por Denise Rollemberg, Exílio entre raízes e radares. Rio de Janeiro-Sao Paulo, Editora Record, 1999. Todas estas obras incluyen capítulos sobre la actividad política en el exilio, aunque ninguna incluye la actuación política en el medio local; todo aparece en función del país de origen.
[[10]] “Los quebequenses esperaban que con los chilenos, la izquierda en Quebec iba a recibir un impulso importante, lo que no ocurrió”, declaración de Patricio Henríquez, dirigente del PS y presidente de la Asociación de chilenos en 1974, citada en Del Pozo, Les Chiliens au Québec... op.cit., p.178 (traducción mía).
[[11]] Le Chili d’Allende. Témoignages de la vie quotidienne. Montréal, Éditions coopératives Albert St-Martin, 1978.
[[12]] “Les Chiliens pour le OUI”, Le Devoir, 13-05-1980, p. 10.
[[13]] Este tema es desarrollado en mi libro Les Chiliens au Québec... op.cit., cap. 9. De las diversas dimensiones de la integración, la económica, ha sido la menos exitosa, ya que el ingreso medio de los chilenos ha sido siempre inferior al promedio de la población. Pero es claro que ese factor no ha sido un obstáculo para la implicación en la vida cívica y política en Quebec o en Canadá.
[[14]] De los once entrevistados llegados en edad adulta, siete eran profesionales en Chile y cinco de ellos pudieron ejercer sus especialidades o trabajar en actividades profesionales anexas tras breves períodos de adaptación y de reconocimiento de títulos. Los padres del testigo llegado cuando era niño también ejercieron su profesión a poco tiempo de haber llegado.
[[15]] Jaime Llambías-Wolff, “Après sept ans d’exil, être Chilien au Québec », Le Devoir, 23-09-1980.
[[16]] El Bloc québécois es un partido creado en 1992 por los partidarios de la independencia de Quebec, que presentaba candidatos a las elecciones parlamentarias de nivel federal, a fin de tener diputados que podían defender “los intereses de Quebec” en Ottawa, mientras la provincia no hiciera su independencia.
[[17]] Este partido, fruto de la unión de diversos pequeños partidos de izquierda, entre ellos el PCQ, y de movimientos sociales, se proclama “ecologista, progresista, feminista, democrático, altermundialista, pluralista y soberanista”.
[[18]] “Couture supports Chile overthrow because ‘we also face oppression’ », Montreal Star, 12-09-79, A-3.
[[19]] Sabaj, Carmen: “Comment je suis devenue québécoise », Québec français, n.90 (été 2003), p. 107.
[[20]] Cit. en Del Pozo, Les Chiliens...op.cit., p. 283.
[[21]] Aplico a la cuestión identitaria este concepto (“multiengagement”, en francés) que una autora ha empleado para analizar los lazos entre los militantes de movimientos sociales que más tarde contribuyen a la formación de partidos políticos, en el caso de México. Ver el artículo de Hélène Combes, “Pour une sociologie du multi-engagement. Réflexions sur les relations entre les partis et les mouvements sociaux à partir du cas mexicain », Sociologie et Sociétés, 41-2, automne 2009, p. 161-188.
[[22]] “Jaime Llambías, candidato del NPD por St-Denis, conversa con El Correo”, El Correo, 5-10-1988
[[23]] Recordemos que a nivel constitucional, Canadá sigue siendo un dominio de la corona británica, y que es el representante de la corona el que convoca las elecciones, tanto a nivel provincia como federal.
[[24]] Del Pozo, Les Chiliens au Québec… op.cit., p. 288, passim.
[[25]] Citado en Del Pozo, Les Chiliens...., p. 213.
[[26]] Citado en Del Pozo, Les Chiliens... p. 213.
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Para citar este artículo

Referencia electrónica

José del Pozo, « Del pragmatismo a la implicación. Los militantes chilenos en Montreal, Canadá y sus relaciones con el medio político local », Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Cuestiones del tiempo presente, 2012, [En línea], Puesto en línea el 29 marzo 2012. URL : http://nuevomundo.revues.org/63013.
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Autor

José del Pozo

Departamento de historia, UQAM. del_pozo.jose@uqam.ca