Josep Sánchez Cervelló

La revolución de la democracia
(Página Abierta, 152, octubre de 2004)

En los meses próximos al 25 de Abril pudimos conversar con uno de los estudiosos del Portugal del siglo XX, y en particular de la llamada Revolución de los Claveles: Josep Sánchez Cervelló.
Es profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Roviri i Virgili. Investigador incansable, ha publicado numerosos estudios sobre la transición política en España y Portugal, la historia contemporánea de Portugal, la historia de Catalunya y la descolonización en el Tercer Mundo. Entre sus trabajos sobre Portugal destacan los siguientes libros:
El proceso de democratización portugués y su influencia en la Península (1961-1976), Universidad de Barcelona, 1989; La revolución portuguesa y su influencia en la transición española (1961-1975), Editorial Nerea, 1995; La Revolución de los Claveles en Portugal, Arco Libros, 1997. Y en colaboración con Hipólito de la Torre Gómez, profesor de Historia Contemporánea de la UNED (Madrid): Portugal en el siglo XX, Ediciones Istmo, 1992; Portugal en la edad contemporánea (1807-1999): historia y documentos, UNED, 2000. Ambos también son los autores de un documental realizado por Francisco Alemán Columbrí y editado en 2001 por el CEMAV (UNED, Madrid): Portugal, la revolución de la democracia.
Lo que sigue son algunas de las apreciaciones de este historiador sobre los dos años escasos que convulsionaron la sociedad portuguesa y removieron las aguas del patio internacional.

Una primera mirada nos acercó a los inicios del golpe de Estado militar y al papel de la oposición política.
Su resumen es que el triunfo del 25 de Abril fue fruto de dos oposiciones, la política, que había ido desgastando a la dictadura, y la militar, que llevó a cabo el golpe de Estado en abril de 1974 y acabó con la dictadura. Una dictadura, que, advierte, era diferente de la española, mucho menos sanguinaria: en los 48 años que duró fue culpable de mil muertes.
Para él parece importante detenerse, quizá por menos comentado, en la oposición política civil.
Dentro de ella era hegemónico el Partido Comunista, que ya en 1947 proponía acabar con la dictadura por medio de las armas, en alianza con los militares. Sin embargo, la influencia de la línea trazada por el PCUS en los años cincuenta le “obligó” a proclamar otra estrategia: la lucha pacífica para derrocar el Régimen salazarista. Algo que nunca aceptó del todo su secretario general, Alvaro Cunhal.
El PCP fue el motor principal de la unión de la oposición, que él define como muy moderada. Como ejemplo de ello nos señala un punto de interés:
Hasta finales de la década de los sesenta esa oposición no cuestionó el colonialismo portugués, que formaba parte de la esencia del nacionalismo. Un nacionalismo basado en dos patas: una, el antiespañolismo, y la otra, el colonialismo. Los principales dirigentes republicanos defenderán hasta la fecha antes indicada que Portugal sin las colonias sería absorbida por España. Posición con mucha lógica si se tiene en cuenta la consideración histórica española de que Portugal era una parte desgajada del cuerpo hispánico que había que recuperar.
Por eso, el PCP, que desde los años cincuenta defiende el principio de la independencia de las colonias, no lo proclamará, para mantener así su estrategia de acuerdos con esa oposición republicana.
No ocurre lo mismo en cuanto al peso de la corriente socialista. Nos recuerda que la sección socialista de la Internacional Obrera se había creado en el año 1875, pero desde esa fecha hasta la dictadura militar de 1926 apenas tuvo presencia. Algo parecido sucede durante la dictadura salazarista con los grupos socialistas que darán lugar, ya en 1973 y en la República Federal Alemana, a la creación del Partido Socialista portugués, con Mario Soares a la cabeza.

Estas primeras reflexiones nos llevan a una de sus preocupaciones destacadas: el análisis del contexto internacional.

El proceso portugués se produce en el contexto de la guerra fría, del enfrentamiento de los dos bloques.
Tal y como ahora interpretamos sus puntos de vista, para el bloque soviético era clave la descolonización: en África sí se jugaba la baza del desequilibrio a su favor frente al bloque occidental-estadounidense, pero no así en el ámbito europeo, es decir, en el propio Portugal. El PCP ha de apreciar como inconveniente y prácticamente imposible una revolución que le lleve al poder en Portugal.
¿Y los militares del 25 de Abril?
Los militares portugueses no son unos militares revolucionarios, es un Ejército colonial, y adaptan el discurso a sus necesidades. ¿Cuál era esa necesidad primordial?: abandonar África. Sufrían una guerra no convencional en las colonias desde el año 1961. Tras 13 años de guerra, lo que quieren es volver a casa. Un militar profesional estaba tres años en misión de combate con un mes de vacaciones y un sueldo miserable.
Es un cansancio que también afecta a la mayor parte de la sociedad portuguesa. Según cifras del propio Ejército portugués –que reclutaba al año para ir a la guerra a 100.000 soldados–, en los 13 años de guerra hubo 123.000 desertores en un país de 8,5 millones de habitantes. Y aparte hay que contar la gente que emigraba para no ir a la guerra. Es el único país europeo que en los años setenta experimenta un retroceso demográfico.
Portugal consumía el 10% del Producto Interior Bruto en la guerra colonial. Una guerra que, además, no tiene solución militar favorable. En vísperas del 25 de Abril, el Ejército portugués en las colonias se encontraba en una situación catastrófica, perdía la guerra frente a la guerrilla.
Es en este contexto donde los jóvenes militares van a insistir al Régimen que debe cambiar de política. Pero el Régimen, que es esencialmente colonialista, no va a ceder en este punto. Entonces, los militares van a tomar el poder para cambiar esa política. Y el proceso va a ir cambiando a los dirigentes de ese golpe.
Nos propone como ejemplo a Otelo Saraiva de Carvalho:  en marzo de 1974, un militar espinolista, según él mismo. La evolución política de Otelo hacia posiciones de izquierda revolucionaria se produce en el transcurso de la revolución. Y esto es típico de los militares del 25 de Abril.
Y seguimos la pista de ese objetivo clave del golpe: la descolonización.
Tras el golpe, el programa de las Fuerzas Armadas redactado por Melo Atunes propone dos objetivos: democratizar el país y descolonizar. Spínola se opondrá siempre a este segundo punto. Él tenía un proyecto neocolonial a imagen del que había intentado De Gaulle: la Confederación de Estados Franceses. Pero los movimientos independentistas no estaban dispuestos a aceptar esta solución. El MFA ganará este pulso.

Nos insiste en la misma idea: los militares de la Revolución de los Claveles no eran revolucionarios, y el movimiento revolucionario va detrás de los militares. (La oposición portuguesa tenía esa tradición de seguidismo en relación con los militares). Después, los militares se legitimarán haciendo la revolución.
Un inciso sobre cómo afrontaron los portugueses el periodo revolucionario resulta grato.
Nos hace ver la gran diferencia de los portugueses con los españoles en situaciones de este tipo, más cruentas en nuestro caso. La transición portuguesa se salda con 9 muertos, cuando, dice, “todo el mundo” estaba armado, “todo el mundo” tenía experiencia de la lucha colonial, había un gran descontrol en los cuarteles, se escuchaba a la gente pidiendo el poder popular armado...
Y ante algunas preguntas sobre la calificación de revolución a esa transición, tiene que recordar los pasos dados en ese año y medio.
Se produce un cambio político brusco, se desmantela buena parte del aparato de Estado, se disuelve el partido único, parte de la Administración y la PIDE, se descoloniza y se hace desaparecer la Administración colonial; se llevan a cabo importantes transformaciones: nacionalizaciones, la intervención de la banca, la reforma agraria, la gestión desde debajo de las empresas, etc.; aunque, eso sí, “dura lo que dura”.
Un apunte último sobre el MFA nos lleva a hablar de los tres proyectos revolucionarios diferentes que había en su seno, y que se describen en tres documentos correspondientes, publicados en pleno proceso revolucionario en el año 1975. Él procuró sintetizar su contenido y nosotros lo extractamos aún más.
Uno podía estar representado por Otelo y sus seguidores, que proponían una democracia popular, de abajo a arriba. Otro tenía como figura principal a Vasco Gonçalves, quien –ahora en nuestra expresión– mantenía un punto de vista revolucionario jacobino o leninista: la legitimidad de la minoría revolucionaria para dirigir el cambio sin contar con el acuerdo mayoritario de la sociedad. El tercero lo expresaba el llamado “documento de los nueve”, que reclamaba un país autogestionario, socialista..., un socialismo de base; un eslogan, en realidad, que esconde otro contenido, con el que consiguen agrupar a la Iglesia, a la derecha del PS y a todos los militares, o sea, el 85% de la sociedad. 
La revolución portuguesa tiene un tiempo que es el tiempo de la descolonización. La última colonia que los portugueses descolonizan es Ángola, el 11 de noviembre de 1975, y la revolución se acaba el 25 de noviembre de 1975, cuando, además, “el poder del Estado nuevo se pone en su sitio”.

Terminamos hablando de eso, de cuando el Estado que va creándose toma la dirección de las democracias occidentales.
La posición del Partido Socialista en este proceso la resume señalando que el PS acepta la subordinación a los militares mientras no hubiese elecciones. Después, las ganará con un gran margen sobre el PCP y el resto de los partidos de izquierda. Y así, las elecciones acaban legitimando la vía democrática occidental y deslegitimando la vía revolucionaria.
Es el tiempo de la contrarrevolución. Entonces, recuerda con abundantes datos cómo fue apoyada por la Iglesia católica, la financiación exterior, las ayudas del franquismo, la mirada atenta al PS de la diplomacia estadounidense, etc. Cómo era, verdaderamente, el Ejército portugués: un ejército mayoritariamente conservador, cuyo 85% apoyaba la contrarrevolución (las elecciones en su interior dejan fuera a buena parte de los dirigentes del MFA; las milicias son licenciadas y se organiza un nuevo reclutamiento).
Y recuerda también cómo la padecieron el PCP y otras fuerzas de izquierda, especialmente en la mitad norte de Portugal, uno de los graneros de la derecha y del PS, en donde los programas radicales de reforma agraria, dinamización cultural, etc., chocan con su estructura social y sus liderazgos locales conservadores.