Juan Manuel Brito
El ciclo de protesta actual: la acción colectiva
después de la indignación

  El pasado 3 de noviembre, como cierre del Jovencuentro 2012 organizado por acciónenred en el CEULAJ de Mollina (Málaga), tuvo lugar esta sesión plenaria, en la que se fueron abordando algunas cuestiones de interés sobre el ciclo de protesta actual a través de una conversación estructurada con Juan Manuel Brito. A continuación reproducimos una adaptación de la sesión, incluyendo algunas referencias, así como algunas cuestiones que, por cuestión de tiempo, no fue posible abordar en la sesión.

Nora Miñán: Buenas tardes, damos comienzo al que será el último plenario de esta edición del jovencuentro 2012. En esta sesión centraremos nuestra mirada en el ciclo de protesta actual. Ha pasado más de un año desde que las plazas y las calles del país se llenaran de miles de personas en un movimiento de protesta inesperada frente a las causas y la gestión de la crisis económica.

La masiva ocupación del espacio público, que fue significativo en muchas ciudades y pueblos, ha hecho de la indignación una identidad y una reivindicación. Asistimos y fuimos partícipes de uno de los fenómenos sociales y políticos de mayor relevancia en la historia reciente, al menos, desde la transición democrática.

El 15 de mayo de 2011 se originó un nuevo ciclo de protesta de amplia base social que vincula su acción colectiva a la idea de democratización en un sentido amplio. El objetivo de esta sesión es la de ofrecer una serie de reflexiones críticas sobre algunos de los aspectos más relevantes del ciclo de protesta actual, que nos ayuden posicionarnos mejor ante esta realidad, abordando cuestiones que aparecen con frecuencia en los debates y conversaciones relacionados con las protestas actuales, para a partir de estas ideas propiciar un debate abierto sobre el complejo asunto que nos traemos entre manos.

Antes de meternos en harina, convendría señalar que nos encontramos ante un fenómeno de muy corto recorrido, a pesar de la intensidad del último año, y que este tiempo es muy poco para tener una mayor perspectiva de muchas de las cuestiones que aparecen. De hecho se trata de un fenómeno cambiante y variable en el tiempo. Hay demasiadas incertidumbres y muchas preguntas. Quizás no conviene teorizar demasiado, ya que lo que es válido para este momento puedo no serlo dentro de un tiempo. Aún así sería interesante comenzar dándole vueltas a algunas cuestiones conceptuales que conviene aclarar, y que nos pueden servir de base para clarificar a qué nos estamos refiriendo, para delimitar la naturaleza y el impacto de los movimientos de protesta. Son varios los conceptos que aparecen para referirse a la cuestión actual: movimientos sociales, protesta social y ciclo de protesta. Conceptos relacionados, pero que conviene diferenciar si no queremos caer en confusiones… ¿Podrías detenerte un poco en ellos?

Juan Manuel Brito: Evidentemente no se trata de una cuestión sin importancia. Se está produciendo mucha confusión a la hora de referirnos a la situación actual. No es una cuestión puramente académica, sino que definir lo más acertadamente posible lo que sucede nos puede ayudar a clarificar mejor el tipo de acción colectiva que podemos esperar, y a orientar mejor el tipo de acción que queremos desplegar en estas iniciativas.

Una visión muy comúnmente aceptada es que los movimientos de protesta tienen un carácter cíclico, lo que viene a señalar que la acción colectiva se desarrolla a través de fases de movilización y desmovilización. Desde este punto de vista, por ejemplo, los nuevos movimientos de protesta habría que concebirlos como el producto de ciclo de movilizaciones de los años o décadas anteriores, presentando elementos de continuidad y cambio con respecto a ciclos de protesta anteriores. Es decir, que si para explicar los orígenes del actual ciclo de protesta -que podríamos decir que se inicia con las manifestaciones del 15 de mayo- hacemos referencia a las movilizaciones inmediatamente anteriores de Vivienda Digna, Juventud sin futuro u otras similares, es también necesario, en una perspectiva más amplia, hacer referencia a ciclos de protesta anteriores como, por ejemplo, al ciclo antiglobalización que se inició simbólicamente con la Batalla de Seattle contra la Cumbre de la OMC (1999) y se cerró con la ola de movilizaciones internacionales contra la guerra de Irak (2003). De esta manera, podremos ver cómo de alguna manera los diferentes ciclos presentan similitudes, pero también elementos de cambio que pueden constituir novedades en la acción colectiva y en el desarrollo de los movimientos sociales.

Por otro lado, estamos haciendo referencia a dos conceptos que son importantes y que conviene aclarar: la protesta social y el ciclo de protesta. Podemos señalar, algunas cuestiones de interés al respecto muy resumidamente.

Un primer asunto es que nos referimos a los movimientos de protesta como un tipo de acción colectiva de carácter político, que tiene unos rasgos particulares, que son diferentes a otras formas de acción política, más convencionales o institucionalizadas. Por lo que conviene que entendamos que los movimientos de protesta son una forma única y particular de contienda política (McAdam, Tilly y Tarrow, 2005: 5): contiendapor cuanto estos movimientos  plantean una serie de reivindicaciones colectivas, que de ser aceptadas, chocarían con los intereses de otras personas u otros colectivos sociales; política, por cuanto, de un modo u otro, los gobiernos, con independencia de su signo político, figuran en tales reivindicaciones, ya sea como objeto de las mismas o cómo árbitro de las mismas Y esto es importante, porque los movimientos de protesta no serían formas de acción antipolítica, sino genuinamente política, con unos componentes concretos e incluso con un recorrido histórico particular. Así, los movimientos sociales tienen su propia historia, diferente a otras formas políticas (Tilly, 2010).

Otro aspecto a señalar es que hacemos referencia a un ciclo de protesta y conviene aclarar qué es eso del ciclo de protesta. De entrada algo de límites poco precisos. Se trata de una expresión que viene a señalar que se está produciendo un proceso de difusión, de experimentación, que se traduce en una intensificación de  la  protesta social tanto en el tiempo como en el espacio. Además, en los ciclos de protesta aparecen organizaciones nuevas al calor de las campañas, al tiempo que se refuerzan antiguas organizaciones, y se crean nuevos marcos de referencia que vinculan a diversos grupos dispares entre sí (Tarrow, 2004: 201-226). Creo que hoy es fácil aprehender que eso está sucediendo, que la protesta se ha difundido y se ha intensificado, cuantitativa y cualitativamente, que se ha expandido territorialmente y socialmente. Los siguientes datos son muy clarificadores al respecto.

Respecto a la intensificación de la protesta, son también muy clarificadores los siguientes datos de 2012:

Datos sobre intensificación de la protesta en Madrid, Valencia, Barcelona y Sevilla

Madrid

– 2732 manifestaciones/concentraciones desde enero a octubre.
– 1380 en ese período en 2011
– Del 17 de julio al 26 de septiembre: 983
– 27 de julio: 65 manifestaciones.

Valencia

– Entre enero y junio: 1287
– 89,80% de incremento
– Más de 4 protestas al día.

Barcelona

– Entre enero y junio: 851
– Más de 3 al día.

Sevilla

– Entre enero y junio: 670
– 2,5 protestas al día.


Fuentes: El Mundo, El País, Público, ABC, Agencia EFE. Elaboración propia.

Por último, en  relación con  todo esto, creo  que  es  interesante señalar la  relación que existe entre los movimientos de protesta y el sistema político, y más concretamente con  la  democratización.  Lo  que  parece  que  es  evidente,  es  que  la  naturaleza  y el alcance de los movimientos de protesta están estrechamente vinculados a la configuración de los sistemas políticos en los que se desenvuelven. En este caso, haríamos referencia al sistema político español, tal y como se ha venido configurando desde la transición. Y en relación a la democratización, se produciría un proceso bidireccional, ya que si bien la democratización de los sistemas políticos fomentaría la aparición de movimientos de protesta y de movimientos sociales; también podemos afirmar que el surgimiento y desarrollo de éstos puede contribuir a la democratización de los sistemas  políticos democráticos  en  los  que  surgen (Tilly, 2010: 241-278).  En  el  caso  español además,  como  tendremos ocasionar de explicar, la protesta social se ha convertido en la más relevante forma de participación política no institucional, lo que vendría a denotar los límites del sistema político español para canalizar las demandas de los ciudadanos por vías institucionales.

NM: Recogiendo los conceptos que planteas, podemos afirmar entonces que nos encontramos en un nuevo ciclo de protesta desde hace un año aproximadamente, que expresa el rechazo a las políticas económicas gubernamentales y de los organismos financieros internacionales, así como a las carencias democráticas del sistema político…

JMB: Efectivamente, pero la idea que vamos a exponer aquí va más allá, ya que creo que este ciclo de protesta está desarrollando múltiples repertorios de acción colectiva y estructuras de participación, que podrían afectar a los que han venido utilizando los movimientos sociales y, también, la izquierda política. En consecuencia, el impacto político del actual ciclo de protesta habría que medirlo en relación a los cambios en el sistema político y la situación socioeconómica pero, también, en la medida que influyan en la evolución de los movimientos sociales y la izquierda política. Habría que tomar esta idea con mucha cautela ya que, como señalaste antes, el fenómeno es de muy corto recorrido y muy cambiante. Pero creo que si trabajamos en torno a ella, nos podría ayudar a situar algunas claves sobre las que poder actuar.

NM: Si te parece, vamos a ir dando pasos en la explicación de esta idea… El origen del ciclo de protesta actual, lo podríamos relacionar con varios elementos, muchos de los cuales han sido abordados a largo de estos dos días en las diferentes sesiones (referencia al pie de las sesiones plenarias de EB y democracia y antipolítica).
En  primer lugar, causas de  tipo  socioeconómica: la  crisis económica, el  deterioro  social,  el  aumento  del  paro,  las  políticas  neoliberales de desmantelamiento del EB, etc. También causas de tipo político: el descrédito de la política institucional, de los representantes políticos, de los partidos políticos como mediadores entre los ciudadanos y las instituciones, etc. Todo esto parece evidente que está en el origen de las primeras movilizaciones  importantes  y  en  el  apoyo  ciudadano  al  movimiento 15M, por ejemplo.
También se ha argumentado que los orígenes del 15M están en relación con varias experiencias, como el movimiento por una vivienda digna, Juventud sin futuro, ATTAC  o el movimiento universitario contra Bolonia, entre otros. En un sentido más amplio incluso se mencionan otras experiencias que, sin participar directamente en esa primera convocatoria, habrían alimentado un clima, unos elementos culturales, una  tejido  asociativo  de  resistencia  crítica,  sin  el  que  no  se  puede explicar su surgimiento: movimiento okupa, movimiento ecologista, redes de asociaciones de consumo sostenible, experiencias de uso alternativo de espacios públicos, iniciativas culturales críticas e independientes etc. ¿Qué otras cuestiones relevantes crees que habría que considerar?

JMB: Todos esos elementos que acabas de enumerar son muy importantes. Las causas sociopolíticas y económicas, conforman el contexto sin el que no podemos explicar el ciclo de protesta actual, y los repertorios de acción colectiva que se vienen dando no surgen de la nada, sino que están en relación con el capital social. Pero ésta sería una explicación insuficiente, si queremos realmente profundizar y poder entender en su complejidad lo que viene sucediendo. Una forma de explicar que sigue teniendo predicamento en ambientes sociales y de izquierda, es la vieja concepción marxista de que las condiciones socioeconómicas están directamente relacionadas con el grado de contienda política en una sociedad. Es la vieja idea de las condiciones objetivas, que no explica porqué en lugares de peores condiciones socioeconómicas la contienda política se puede dar en menor medida. Según esta concepción el aumento del paro y las desigualdades a los niveles que tenemos en la actualidad nos deberían situar en una extensión mayor de la conflictividad de la que se da. Pero hace mucho tiempo que esta afirmación se ha visto superada por los estudios sobre la protesta y los movimientos sociales, introduciendo otros elementos de tipo político y social.

NM: ¿Te importaría desarrollar más esta última idea? ¿Me refiero a qué otros elementos habría que tener en cuenta a la hora de intentar explicar el nacimiento y evolución de los movimientos de protesta, y en concreto el actual ciclo de protesta en España?

JMB: Lo voy a tratar de manera muy sencilla para que se pueda entender, a riesgo de caer en alguna simplificación o esquematismo. La situación de crisis y las políticas de gestión de la crisis que han hecho los gobiernos desde el comienzo de las mismas son factores que conforman el contexto, y sin ellos no se puede entender que haya surgido un nuevo ciclo de protesta. Conforman el contexto de surgimiento y ayudan a explicar, por ejemplo, que algunas ideas hayan ido mayor relevancia frente a otras.
Pero los contextos de surgimiento no ayudan a explicar por si solos la naturaleza, la evolución y el alcance de los movimientos de protesta. Para poder entender estos elementos hace falta hacer referencia a una serie de factores que tienen que ver con el sistema político, las estructuras de movilización –el capital social- y los procesos de enmarcamiento que se dan en los movimientos (McAdam, McCarthy y Zald, 1999).
En concreto, un elemento a considerar y que podemos tomar como punto de partida para la explicación, es el que tiene que ver con la relevancia que ha ido tomando a lo largo de los últimos treinta años la protesta social en la sociedad española, como forma predominante de participación política y, más concretamente, la participación en las manifestaciones (Adell, 1998 y 2000; y Jiménez, 2005 y 2011).
Los  estudios  sobre  participación  política  señalan  de  manera  insistente  el  bajo tono  participativo de  los  españoles en  la  mayoría  de  las  formas  de  participación no  electoral,  desde  la  participación  en  asociaciones  a  grupos  de  interés,  ONG  o movimientos sociales. Sin embargo, esta pauta no se mantiene en lo referente a la participación  en  manifestaciones, donde  los  resultados  de  las  encuestas  sitúan a España de manera reiterada a la cabeza a nivel europeo.
En un estudio realizado recientemente (Jiménez, 2011), se muestra como en las cuatro olas disponibles hasta el momento de la Encuesta Social Europea (ESS), realizadas durante la década pasada, España ha encabezado, salvo en una ocasión que aparece en segundo lugar, la lista de estados con porcentajes más elevados de asistencia a manifestaciones durante los doce meses previos a la realización de los estudios.

El Gráfico 1 presenta los porcentajes promedios de los 16 países que han participado en estas cuatro ediciones de la ESS. Como puede apreciarse, con un promedio de un 21 por ciento, España dobla los porcentajes promedios para las muestras totales y, entre los países seleccionados, solo Francia se le acerca en el recurso a esta forma de protesta. Sin embargo, España, a diferencia de este país, se caracteriza por situarse en la media o por debajo de la media en otras formas de participación como la firma de peticiones u otras acciones de menor conflictividad política.


Aunque el objetivo de este trabajo no es explicar la propensión de los españoles a la protesta social en la interpretación de los datos que se exponen subyacen especulaciones sobre esta cuestión que son relevantes para lo que estamos comentando  aquí.  La  interpretación  que  se  realiza  considera  que  “la  prominencia de la manifestación en España puede vincularse, en primer lugar y en su origen, a la  particular falta  de  sensibilidad del  sistema  político  para  considerar y  gestionar las demandas de actores no institucionalizados (desde agrupaciones de ciudadanos a movimientos sociales) a través de los canales formales establecidos (desde los vinculados a la competencia electoral hasta los relacionados con las peticiones, el recurso a los tribunales, etc.)” (Jiménez, 2011: 20).

De alguna forma, el repertorio político (y ese bajo tono participativo general) sería fruto de un sistema político español, en contraste con las democracias del entorno, poco  receptivo  y  abierto  a  las  demandas  o  intereses  excluidos  de  los  procesos políticos, de tal manera que la receptividad institucional se haría más dependiente de la existencia de conflicto social (Jiménez, 2005).

Así, el recurso a la manifestación se habría ido incorporando a la práctica y la cultura política de los españoles como una forma habitual de expresión política que, en un proceso de aprendizaje social, se habría ido extendiendo tanto a sectores nuevos de ciudadanos como a actores políticos que tradicionalmente no suelen participar en manifestaciones.


De este modo, hablaríamos de una “normalización de la protesta social” cuyo dato más significativo es el hecho de que sectores  que tradicionalmente no recurrían a la misma lo habrían venido haciendo paulatinamente y cada vez más (partidos conservadores, la Iglesia católica, incluso las autoridades y gobiernos autonómicos o locales), siendo también significativo, el aumento de las movilizaciones que podemos encuadrar “espontáneas” o autoorganizadas. Todo esto nos ayudaría a comprender que hoy ya no se pueda identificar tan claramente la protesta social como exclusiva de determinados sectores políticos o, por ser más claros, con la izquierda.


Como puede verse en el Gráfico 3, entre 1980-2008 el número de personas que participaron en alguna manifestación se dobló en el transcurso del tiempo, pasando del 20% (1980) al 50% (2008).

En definitiva, creo que este tipo de consideraciones, que no han estado muy presentes en muchos de los análisis sobre el movimiento 15M y sobre el ciclo de protesta actual, ayudan a entender más adecuadamente el origen y la intensidad de la protesta actual, pero también nos ofrecen algunas pistas sobre el modo de actuar de las autoridades en este contexto.

Además de este tipo cuestiones más estructurales, habría que tener en cuenta factores más coyunturales, como el hecho de que el ciclo se inicia con el gobierno socialista de Zapatero y las  convocatorias  electorales.  Estos  dos  elementos  coyunturales  nos  ayudan a comprender el origen y el éxito de las movilizaciones del 15M, que no podemos analizar  sin  considerar  que  las  movilizaciones  vienen  en  un  momento de  crisis profunda del gobierno socialista en cuanto a apoyo electoral. La debilidad del gobierno, la debilidad de los alineamientos políticos (el fracaso de la táctica de geometría variable del gobierno de Zapatero) y el contexto electoral son elementos coyunturales fundamentales que facilitaron el éxito del movimiento 15M en un primer momento, pero que también condicionaron su evolución, sobre todo tras el 20 de noviembre con la victoria del PP en las elecciones generales.

En este sentido, también influyó -y está influyendo- de manera importante el modo diferente en el que los gobiernos han modulado los modos de actuación policial en los actos de protesta.

NM: Sobre la cuestión de la violencia volveremos más tarde. Me interesaría ahora intentar caracterizar el ciclo de protesta, señalando algunos de los elementos más relevantes. Como por ejemplo, la relación entre el movimiento 15M y el ciclo de protesta actual… ¿Qué papel crees que ha jugado el denominado movimiento 15M en el ciclo de protesta actual?

JMB: Ya hemos comentado algunas cuestiones… Por ordenar un poco la exposición, comenzaría señalando que hasta el momento en el ciclo de protesta podríamos diferenciar dos fases.

Una primera etapa, con el surgimiento de la protesta, con el éxito de las movilizaciones del 15M y la configuración del movimiento de protesta en torno a las mismas, desde el 15 de mayo hasta el 20 de noviembre de 2011. En este momento se desencadenan las primeras exigencias, demostrando muy claramente la vulnerabilidad del gobierno, pero también las debilidades de los movimientos sociales y las organizaciones tradicionales. Fue un momento de mucha incertidumbre y experimentación en relación a los repertorios de acción y las estructuras de organización. Una etapa de enorme simbolismo, también.

Una segunda etapa, en la que se produce una extensión e intensificación de la protesta, condicionada por el cambio político y la llegada al gobierno del PP, en la que han ido tomando un mayor protagonismo actores tradicionales (sindicatos, organizaciones sociales, la izquierda política) junto con lo que ha quedado organizado de la primera etapa del ciclo de protesta, en torno al movimiento 15M, y que hoy se expresa claramente en torno a las iniciativas de “Rodea el Congreso”. Esto que se viene dando desde el 20 de noviembre, pasando por la Huelga general del 29 de marzo, llegaría hasta la actualidad, y es bastante visible, por ejemplo, a través del hecho de que en el último mes ha habido dos grandes convocatorias de actores distintos con un amplio apoyo social: la manifestación del 15 de septiembre convocada por la Cumbre social; y las movilizaciones de Rodea el Congreso del 25-S.

El movimiento 15M logró conectar con una parte importante de las opiniones, expectativas y necesidades de la sociedad, que ya venía expresando su opinión crítica con la dinámica política española, con los grandes partidos e incluso con los grandes sindicatos. Recordemos que apartidismo y asindicalismo eran dos conceptos que han estado muy presentes en el movimiento 15M, en la acampadas, en las asambleas de pueblos y barrios… Lo más relevante para mí es el peso que ha ido tomando lo que podríamos denominar como ciudadanismo, sobre el que no tengo una valoración negativa, ya que el movimiento 15M sirve para que muchísimas personas afronten un cambio de conciencia en relación a su papel individual como ciudadanos responsables, críticos y activos; pero también en una dimensión más colectiva de ciudadanía, de sociedad cívica. De hecho, el movimiento 15M conectó directamente con amplios sectores de la sociedad porque se hizo caja de resonancia de una serie de valores, actitudes e ideas que estaban presentes en una parte importante de la sociedad, y que sirvieron de base para desarrollar ese  fuerte componente democratizador que  ha  caracterizado al ciclo de protesta actual. En este sentido, podríamos identificar al movimiento 15M en conexión con muchas ideas del republicanismo político, como un mayor empoderamiento de la ciudadanía, un mayor uso de mecanismos de participación y deliberación democrática, etc. Sin embargo, también se ha desarrollado desde ahí, cierto carácter populista, en la medida que han aparecido muchas ideas y propuestas que plantean una idea de democracia desprovista de todo tipo de controles institucionales, incluso de órganos de representación… La antipolítica había sido una constante en la cultura política de los movimientos sociales en la España tradicional hasta el franquismo, pero había desaparecido en el antifranquismo y durante la transición, momento en el que los movimientos sociales se involucraron plenamente en lucha por la democratización (Álvarez Junco, 1994). Este es uno de los aspectos más preocupantes, la reaparición de la antipolítica como un elemento que ha ido ganando terreno en la protesta actual.

Por otro lado, es muy importante entender que la rápida extensión del movimiento 15M está vinculada a uno de los elementos más interesantes y potenciales de toda la experiencia del 15M: su carácter abierto, plural y participativo. Creo que en esto tuvo mucho que ver el carácter autorreferencial que se dio en las estructuras de organización  del  movimiento. Cualquiera, al menos teóricamente, podía montar un grupo del 15M, una asamblea, una página de facebook, un blog o una web… Es decir, que muy rápidamente se generaron espacios en los que los seguidores se podían autoorganizar, que favorecían la participación en los ámbitos más cercanos. Espacios en los que seguidores del 15M se autorrealizan y construyen el significado de lo que son y lo que hacen, y desde ahí se va construyendo cierta identidad 15M compartida cargada de simbolismo, pero que, al mismo tiempo, se ve atrapada por su fuerte carácter autorreferencial, ya que paralelamente se van fortaleciendo los procesos de individualización y autorrealización de los activistas, hasta tal punto, que las estructuras organizativas, las acampadas o las asambleas, dejaron de ser sólo un instrumento para ser una meta en sí mismas, lo que paradójicamente creo que ha contribuido a debilitar paulatinamente al movimiento 15M.

Está por ver el impacto político del 15M, pero en lo que respecta a los repertorios de acción, las estructuras de movilización y la participación, intuyo que se han abierto una serie de cuestiones que los movimientos sociales, las ONG, e incluso los sindicatos y los partidos de izquierda no van a poder evitar afrontar si quieren seguir desempeñando una labor de intermediación con amplia base social.

NM: En muchas ocasiones se ha vinculado el movimiento 15M, y el ciclo de protesta actual como una expresión de ideas y formas de acción colectiva de la izquierda. Sobre esto, do preguntas: ¿En qué medida estas ideas y repertorios de acción colectiva están presentes en el ciclo de protesta actual? Y a la inversa ¿en qué medida se está influyendo desde el ciclo de protesta en la izquierda?

JMB: Este es uno de los asuntos que apuntábamos al comienzo. El impacto político del ciclo de protesta actual, habría que situarlo muy relacionado con la situación de la izquierda política y social, incluyendo los movimientos sociales y las ONG. Es algo sobre lo que habría que estar pendientes de cara al futuro. Por ahora es difícil verlo con claridad. Pero sí podemos señalar algunas cuestiones que nos situarían en la perspectiva que apuntamos.

En primer lugar, habría que señalar que al igual que con la acción colectiva, el campo de las ideas habría que verlo en perspectiva, es decir, en relación a los marcos de  ideas  anteriores y  al  peso  que  en  una  sociedad  tienen  determinadas ideas  o culturas políticas. En este sentido, es muy interesante el nuevo libro de Eugenio del Río (2012), que afronta estas cuestiones y puede ofrecer luz en este sentido.

En el terreno de las ideas, al menos durante el primer período, los movimientos de protesta han sido muy plurales, pudiendo identificar algunas ideas provenientes de ámbitos de la izquierda política y social: la crítica al modelo económico, la tasa Tobin, la idea generalista de democracia participativa… Pero no podemos afirmar que los marcos ideológicos de la izquierda hayan conformado la  identidad del movimiento. Estas ideas se han ido combinando con otras que trascendían las propuestas de izquierda, de  clara  inspiración democratizadora, que, como ya comentamos anteriormente, podríamos identificar con ideas  cercanas  al  republicanismo: reforma  del sistema electoral, desbloqueo de las  listas  electorales, división de poderes, despolitización de la justicia, denuncia de la corrupción, mecanismos de rendición de  cuentas y transparencia, etc. A lo largo del tiempo, y sobre todo a partir de la Huelga General del 29-M, creo que se puede observar cómo han ido ganando terreno ideas más ortodoxas de la izquierda tradicional: clase obrera, lucha de clases, revolución, contradicción capital-trabajo, determinismo económico… Tal vez, como producto de cierto debilitamiento ideológico del 15M y una mayor presencia de actores más tradicionales ideológicamente de la izquierda. Por otro lado, creo que se puede establecer una relación entre el surgimiento del ciclo de protesta y su caracterización con el declive de la izquierda. Parece evidente que hay síntomas de agotamiento de la izquierda tradicional para dar respuesta a las nuevas necesidades y expectativas de la sociedad actual, se ha agotado su capacidad de enunciación de la utopía y el cambio social (Cháves, 2012). El fuerte sentido asindical y apartidista en el movimiento, sería una forma de expresar el rechazo a las formas organizativas jerarquizadas e institucionalizadas que representan los sindicatos mayoritarios y el mundo político oficial. En este sentido, la protesta actual ha subrayado la necesidad de democratización de unos y de otros, encontrando, por lo general, escaso eco en los mismos, más allá de una retórica que en poco o nada se ha concretado. Esto abriría una incógnita de cara al futuro, ya que estaría por ver en qué medida la protesta social va a evolucionar en relación a la creciente necesidad de confluencia de las fuerzas que se oponen a las políticas gubernamentales.

Por último, habría que decir que desde hace años estamos asistiendo a un proceso de individualización de la política (Dalton, 2000), que genera ciudadanos más críticos, electoralmente más volátiles, y donde la participación política estaría cada vez menos fundamentada en la posición social de los ciudadanos y la mediación de identidades fuertes (como las tradicionalmente vinculadas a la identificación partidista o los sindicatos, pero también a las ONG u organizaciones sociales), y más en las actitudes individuales  hacia  temas  específicos  de  interés  personal  (más  cambiantes  en  el tiempo). Este tipo de procesos que se están identificando tienen implicaciones importantes de cara al modo en que los movimientos sociales y las ONG, por ejemplo, plantean sus reivindicaciones, se organizan y planifican su acciones.

NM: En el ciclo de protesta actual, internet, las nuevas tecnologías y las redes sociales están jugando un papel destacado. El uso de la red forma parte importante de este ciclo. Esto ha quedado meridianamente claro desde el 15M, constituyendo incluso uno de los elementos de identidad del mismo. No es algo totalmente novedoso, los inicios del movimiento antiglobalización, la Batalla de Seattle en 1999, dieron lugar a la red Indymedia; otro ejemplo lo tenemos en España,  en las movilizaciones del 13 de marzo (tras los atentados del 11M en Madrid), en las que los teléfonos móviles jugaron un papel crucial en la extensión de las noticias y la movilización. Las imágenes sobre la propagación de la información a través de la red que hemos podido ver en el video anterior muestran muy gráficamente la intensidad de las comunicaciones.  Se ha creado, además, cierta idea de contrapoder en la red, de contrainformación y de organización en las redes sociales. Hay incluso quien participa sólo a través de las redes sociales.

El  siglo  XXI  ha  traído  consigo  cambios  importantes  de  la  mano  de las  nuevas  tecnologías y  su  influencia en  la  acción  colectiva. Y  esto ha suscitado muchas preguntas: ¿Están las nuevas tecnologías de la información  transformando  la  acción  colectiva,  la  protesta,  incluso los movimientos sociales? Si es así, ¿cuáles serían sus efectos? ¿Cómo interactúan las nuevas tácticas y formas de organización en los movimientos sociales? O ¿Hasta qué punto los cambios en la acción colectiva y la contienda política son resultado de los cambios en las nuevas tecnologías?

JMB: Bueno, son muchas cuestiones, y disponemos de muy poco tiempo. Es un asunto muy complejo con multitud de variables a considerar, y tampoco soy un especialista en el asunto. Lo primero sería reconocer que los movimientos sociales del siglo XXI han integrado muy fuertemente las nuevas tecnologías en sus organizaciones y en sus acciones. A partir de ahí, habría que plantear la influencia de las nuevas tecnologías con cierta cautela. Charles Tilly, propuso cuatro advertencias para afrontar esta cuestión, que creo que son importantes a la hora de abordar esta cuestión (Tilly, 2005: 14):

(1) Evitar el determinismo tecnológico: lo que pueda aparecer de novedoso en los movimientos sociales resulta de los cambios en los contextos sociales y políticos, más que de las innovaciones tecnológicas como tales.

(2) Las innovaciones tecnológicas del siglo XXI (al igual que en los siglos XIX y XX) operarían siempre dos maneras: por un lado, disminuirían los costes de coordinación entre los activistas que ya están coordinados entre sí; por otro lado, excluirían incluso de forma más definitiva a aquellos que carecen del acceso a los nuevos medios de comunicación, y por tanto, incrementando la desigualdad en las comunicaciones.

(3) La mayor parte de la acción colectiva y de la protesta social del siglo XXI sigue dependiendo de formas de organización locales, regionales, nacionales, estatales que ya predominaban en el siglo XX.

(4) Evitar la visión unilateral de que la confrontación entre globalización y antiglobalización condiciona absolutamente la escena de la protesta social y los movimientos sociales.

NM: También es cierto, que el papel jugado por las redes sociales, lo que se gesta de realidad en ellas, se capta con dificultad desde fuera. Estamos acostumbrados a evaluar la envergadura de los movimientos por lo que vemos en la calle, por la amplitud de las convocatorias, por el número de gente que suponemos organizada. Todavía cuando se habla de la continuidad de la protesta tendemos a focalizar nuestra atención sobre las manifestaciones. Sin embargo, conviene tener en cuenta la evolución en relación al papel que juegan y podrían jugar las nuevas tecnologías. Hay incluso quien plantea un tipo de acción colectiva exclusivamente en las redes sociales o internet. ¿Cómo lo ves?

JMB: Internet y las nuevas tecnologías de comunicación, han servido para romper la conciencia de aislamiento de muchas personas, lo que es importante a la hora de extender la contienda política a gente de zonas aisladas o zonas donde hay poca organización social. La transmisión de experiencias de otros lugares, de casi cualquier lugar del planeta, ha sido impresionante (Grecia, por ejemplo; las movilizaciones en Túnez y Egipto, y desde Madrid, se podía seguir en directo la Acampada de Sol las 24 horas). Además se ha extendido la idea de contrainformación, de contrapoder en la red. A ello ha contribuido todo el asunto de wikileaks, el papel en las revueltas árabes, el incremento del hackactivismo: ataques a páginas institucionales y de bancos, etc.

Pero, me parece poco probable y poco realista, al menos en el corto y medio plazo, que la protesta se pueda configurar sólo en la red y seguir teniendo éxito. Sin embargo, sí deberíamos prestar atención a determinados aspectos. Las nuevas tecnologías facilitan nuevas formas de intervención política, hasta tal punto que su uso está dando lugar a un nuevo repertorio de acciones, y está influyendo en las estructuras de movilización. Se están estableciendo redes flexibles, donde la conexión a través de móviles e internet permiten prescindir de la necesidad de pertenecer o vincularse a organizaciones locales, al tiempo que aumentan las ventajas estratégicas de organizaciones y grupos con escasos recursos.

En este sentido, estarían conviviendo dos fenómenos paradójicos: por un lado, un  reforzamiento del  carácter autorreferencial, al  que  antes hicimos alusión, que se  expresa  muy  fuertemente en  la  red,  a  través  de  multitud  de  blogs,  webs  de personas o iniciativas que se enmarcan dentro del actual ciclo de protesta. Cualquiera de nosotros, cualquier grupo de amigos, cualquier asociación puede poner en funcionamiento un  blog,  una  web,  una  página de  facebook o  twitter, en  las  que iniciar su activismo, conectado a los centros de difusión del mismo directamente, sin intermediarios. Y este es precisamente el otro aspecto, ya que parece que lo que viene sucediendo es un debilitamiento de las lógicas de identificación, la intermediación y la representación (Nadie representa al movimiento, ni este representa a sus participantes). Esto nos situaría en un plano diferente, ya que dificulta la construcción de una identidad colectiva (que había sido uno de los elementos centrales en la configuración de los movimientos sociales), y reduciría las posibilidades de influencia de una ideología o de un marco de ideas. Una parte del ciclo de protesta actual que se expresa en las calles, está muy influenciado por esta tendencia como consecuencia de una lógica muy presente en la red.

Indudablemente, este tipo de aspectos que afectan a la representación, la intermediación de las organizaciones (y no sólo de los partidos o los sindicatos, sino también de las asociaciones o las ONG), también revelarían una descentralización mayor, una mayor autonomía y una gran imprevisibilidad de las acciones colectivas, suscitando problemas de coordinación, control y responsabilidad sobre los que no nos podemos detener ahora, pero sobre los que sería importante reflexionar críticamente, ya que todo parece indicar que van a tomar cierta relevancia en este ciclo de protesta y otros movimientos en un futuro próximo.

Con todo ello, Internet y las nuevas tecnologías no han logrado sustituir las reuniones físicas, ni tan siquiera las acciones más tradicionales. Es relevante que entre tanto avance tecnológico, la manifestación, un tipo de acción que se inventó en la Gran Bretaña del siglo XVIII (Tilly, 2007: 69-73) siga siendo la principal acción del actual ciclo de protesta. Sin  internet  muchos  activistas  no  se  hubiesen  conocido,  pero  sin  las  reuniones, las asambleas y las acciones de protesta en las calles y plazas probablemente el movimiento de protesta hubiera decaído muy rápidamente.

NM: Otro aspecto sobre el que se ha venido hablando mucho últimamente, es el relacionado con el de la violencia. Aquí nos encontramos con dos cuestiones.

Por un lado, el hecho de que la no-violencia ha sido una de las señas de identidad del movimiento 15M y del conjunto de movilizaciones del ciclo de protesta, con alguna excepción evidente, pero muy localizada. Esta es además una de las claves que puede ayudarnos a explicar el alcance social de la protesta. El pacifismo es un  valor bastante arraigado en el conjunto de la sociedad española y muy particularmente en los jóvenes. Se trata de algo ya conocido, que tuvimos ocasión de ver durante las movilizaciones contra la guerra de Irak en 2002. Estaría bien que te detuvieras un poco en esto…

El otro asunto relacionado con la violencia es el de la represión policial y la criminalización de la protesta por parte del gobierno. Esto ha tomado especial relieve  a  partir  de    las  acciones de  “Rodea  el  congreso” el pasado 25-S. Ya comentaste anteriormente que uno de los elementos que había que considerar a la hora de analizar el alcance de la protesta, era el factor de la violencia y la represión policial. ¿Qué papel ha jugado y juega en el caso del ciclo de protesta español el modo en que la policía maneja los actos de protesta social?

JMB: Con respecto, a lo primera cuestión que planteas me parece algo meridianamente claro lo que  dices, y creo que el pacifismo va a seguir siendo uno de los elementos a destacar por parte de la mayoría del movimiento, aunque seguramente haya grupos minoritarios, pero muy activos, que no van a evolucionar en  la  misma  dirección, y en la medida que la conflictividad social pueda ir aumentando  y que se den situaciones de endurecimiento de la acción policial, desde una estrategia del victimismo que ya se ha visto, aprovechen para una justificación de la acción violenta y una intensificación de acciones violentas en las movilizaciones. Esto podría llevar a situaciones de pérdida de apoyo de las acciones de protesta. De hecho, la violencia suele ser un fenómeno que provoca “contradicciones culturales” en el seno de los movimientos (Zald, 1999: 378-380), dando lugar a una polarización en torno a esta cuestión no sólo entre los activistas, sino también en la opinión pública.

Por otro lado, en relación al modo en que la policía ha manejado las acciones de protesta en el último año y medio aproximadamente, es evidente la relación que se da con los cambios de gobierno. En un momento muy delicado para el PSOE, el modo de manejar las acciones de protesta fue bastante tolerante con la protesta en general, con un tipo de intervenciones, salvo alguna excepción muy focalizada, selectivas y blandas. Hay que recordar que durante las movilizaciones de mayo de 2011, se produjeron episodios de desobediencia civil importantes como la movilizaciones en distintas ciudades durante la jornada de reflexión de las elecciones de mayo, que fueron prohibidas por la Junta Electoral, en las que, por lo general, no hubo una reacción policial dura. Se permitió un acto ilegal. Con la llegada del PP al gobierno el cambio de estrategia ha sido evidente, y se ha producido un cambio en los modos en que la policía maneja los actos de protesta. En este sentido, lo primero que ha hecho este gobierno es intentar deslegitimar la protesta, presentando las movilizaciones como problemas de orden público, con las consiguientes prohibiciones, trabas a los recorridos, imposición de horarios, etc. El que una acción de protesta se defina como el ejercicio de un derecho ciudadano o como una disrupción del orden público tiene consecuencias importantísimas para la legitimación de los actores (Della Porta, 1999: 104). En este sentido, esta actuación del gobierno del PP es muy típica de los momentos de intensificación de la protesta, pretendiendo que la cuestión de los derechos de los manifestantes y la represión policial se convierten en una cuestión controvertida en la opinión pública.

La  actuación  policial  en  torno  al  25-S  supone  un  importante  paso  en esta dirección. En primer lugar, pretende situar el foco de atención en la cuestión de la violencia y la legitimidad de las acciones, situando en un segundo plano las reivindicaciones de la protesta, que sitúan al gobierno en el centro del problema. En  segundo  lugar,  se  pretende  crear  una  imagen  pública  desfavorable  de  los activistas, mediante la confusión y la desinformación. En tercer lugar, se persigue la desmovilización de una parte de los movilizados y el fomento de conflictos internos, las “contradicciones culturales” en torno al uso de la violencia a las que anteriormente hice referencia).

En este sentido, la reacción del movimiento en los días posteriores al 25- S tuvo mucha importancia, ya que lo que estaba en juego, fundamentalmente, era la legitimidad del movimiento, la reafirmación del compromiso colectivo de los activistas y la reafirmación de la protesta social como esencialmente pacífica. Además, la denuncia de los comportamientos policiales no se ha hecho mayoritariamente desde el victimismo, sino desde un sentido muy democratizador, de demanda de derechos fundamentales y mayores garantías, exigiendo, por ejemplo, una mayor visibilidad de los números de identificación de la policía, como mecanismo de defensa de los derechos fundamentales ante los excesos en el modo de actuar de la policía.

Por último, habría que añadir dos cuestiones importantes. La primera es que el gobierno, no parece hacer conseguido sus propósitos por ahora del todo, aunque esto haya que analizarlo a lo largo del tiempo, ya que su impacto sobre la dinámica del movimiento de protesta está por ver. La segunda cuestión es que la actuación judicial puede jugar un papel importante también. Al  contrario de lo  que ocurre con la  mayoría de los  delitos, atentar contra el orden público tienen una definición jurisdiccional muy vaga. Así, las actuaciones judiciales pueden favorecer o limitar  las oportunidades políticas del movimiento. Las decisiones judiciales, como la última del juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, absolviendo a los acusados del 25S, pero también otras actuaciones judiciales anulando prohibiciones de manifestaciones o acciones de protesta social, favorecerían el alcance de la protesta social. En este sentido, parece que la jurisdicción española es muy tolerante y favorable a proteger el derecho ciudadano a la protesta, de ahí que en círculos del gobierno se esté planteando la necesidad de un cambio legislativo que limite la protesta. Lo que está claro, es que este va a convertirse en un asunto relevante en los próximos meses, y habrá que tenerlo muy en cuenta de cara al alcance del ciclo de protesta actual.

NM: Antes de finalizar, me gustaría que nos detuviéramos en un último asunto. Las primaveras árabes dieron comienzo a una oleada de movilizaciones en diferentes zonas del planeta. En todo este tiempo, muchos gobiernos de diverso signo y naturaleza (Irán, Túnez, Egipto, Libia, Bahrein, Libia, Grecia, Islandia, España, Italia, Estados Unidos, Chile, etc.) se han visto enfrentados a movimientos de protesta, evolucionando de formas muy diversas cada uno de ellos.

Todo esto ha facilitado que se haya extendido cierta idea de que nos encontramos ante fenómenos que, en principio, podría presentar elementos muy parecidos. Hasta tal punto que hay muchos analistas y activistas que se refieren a la ola de movilizaciones como “un nuevo ciclo rebelde global”, un nuevo ciclo de respuesta al neoliberalismo global, al intervencionismo de las potencias occidentales en los países del Sur, y que sería en cierta medida, la nueva expresión de un internacionalismo, que ya se expresó en el ciclo antiglobalización que tuvo su apogeo durante  los  años  90  y  comienzos  del  nuevo  siglo,  finalizando  con las movilizaciones contra la guerra de Irak ¿En qué medida la ola de movilizaciones que comenzó en 2011 es un fenómeno  de naturaleza global?¿Qué elementos definirían esas posibles interrelaciones?¿Qué peso tienen los factores estatales?

JMB:  Quienes vienen defendiendo con más fuerza ese enfoque entienden la ola en curso como un proceso que tiene unas características generales que deben interpretarse en su globalidad y, al mismo tiempo, una concreción específica en cada estado. Un primer problema de quienes ponen el acento en la globalidad, es precisamente una concepción y un uso muy generalista y abierto de globalización. A ello hace referencia Alain Touraine cuando afirma que “la  idea  de  globalización que se ha extendido es básicamente una construcción ideológica porque trata de convencernos de que el mercado internacionalizado actual que conocemos y, por ejemplo, la sociedad de la información son una sola cosa, e incluso, la hegemonía norteamericana. Los tres fenómenos son muy importantes, pero no conforman un fenómeno unitario” (Touraine, 2001: 32). Y  esto  es  un  problema en  la  medida que  la  globalización se  convierte en  un concepto cajón de sastre, que en lugar de clarificar y ofrecer luz sobre determinados aspectos, se convierte en algo muy ambiguo.

Además, la globalización no basta para explicar cuando la gente emprenderá acciones colectivas o no lo hará. Cuando se define la ola de movilizaciones en diferentes zonas del planeta como un nuevo ciclo de protesta global se está poniendo el acento en que lo que define a los movimientos de protesta lo encontramos en esa idea de globalización, en una serie de interrelaciones e interdependencias que definen su naturaleza y condicionan su alcance. Pero no basta con señalar esto, sino que hay que explicitar concretamente qué interrelaciones e interdependencias se están dando, y es ahí cuando se recurre a una idea de globalización muy generalista y ecléctica. De este modo, creo que se construye un internacionalismo, que es más una construcción ideológica que un hecho real, al menos, en su conjunto.

La oleada de protestas que comenzaron hace un año han estado más bien relacionadas con la lucha contra los gobiernos autoritarios, las dictaduras, el ataque a los derechos humanos y con las diversas reivindicaciones de democratización y, en estos casos, la relación con la  globalización neoliberal no es tan directa como suponen muchos activistas y analistas.

Desde mi punto de vista, la naturaleza, el desarrollo y el impacto político de los movimientos de protesta que se vienen dando, están muy condicionados por las estructuras de oportunidad política, el capital social y las culturas políticas en el ámbito estatal. Esto no quiere decir que no haya que tener en cuenta el peso que tienen factores de tipo transnacional o supraestatal, pero incluso en este tipo de factores encontramos ciertas diferencias en cada contexto estatal o regional. Creo que esto es muy claro en relación a los países árabes, pero también con respecto a Europa.

Indudablemente, en la oleada de movilizaciones actual podemos encontrar algunas interrelaciones, que habría que situar más en un plano de tipo simbólico. Pero este simbolismo no define la naturaleza y el alcance de los movimientos de protesta, sino que se sitúan en un terreno más abstracto, que han contribuido a conformar cierto imaginario común: la democratización (que en cada contexto estatal tiene una naturaleza y un alcance muy diverso), la ocupación de espacios públicos, las grandes movilizaciones en las ciudades, la utilización de las nuevas tecnologías y las redes sociales, el papel activo de la juventud, etc.

Como ha señalado Sidney Tarrow, este uso  de  símbolos globales para orientar las  movilizaciones en  el  ámbito local o estatal, puede ayudar a generalizar y aportar energía a unos movimientos cuyas reivindicaciones  son  predominantemente  estatales  y  vincularlos  simbólicamente con personas que nunca han conocido y con movimientos cuyas causas sólo están remotamente relacionadas con las suyas. Pero lo cierto, es que los movimientos de protesta están muy enmarcados en sus respectivos sistemas políticos estatales, es ahí donde se traduce en un primer momento su impacto político, lo que hace muy difícil que se adopte una forma global de pensamiento y de acción colectiva (Tarrow, 2010).

Dicho esto, sí es cierto que podemos hablar de que algunas de las movilizaciones del actual ciclo de protesta, como la del 15 de octubre de 2011, bajo el lema Unidos bajo un cambio global, supusieron un  intento de  enmarcar las  protestas en  una  perspectiva más global. Ahí lo que se produjo fue una internacionalización de la protesta, en la medida que las diferentes movilizaciones se sincronizaron contra las instituciones políticas transnacionales y supraestatales, pero también contra los gobiernos estatales. Pero incluso el impacto político de estas movilizaciones internacionales hay que situarlo en el ámbito estatal y su relación con los alineamientos políticos estatales, siendo nulo su impacto en los organismos transnacionales o en las instituciones supraestatales.
Que la ola de movilizaciones actual evolucione hacia la configuración de un nuevo movimiento transnacional, es algo que no podemos predecir, ya que los movimientos de protesta no evolucionan en una lógica unívoca y predecible. Ahora bien, la dinámica actual parece indicar que estamos lejos de que esto se produzca, al menos a corto y medio plazo. Además, el enmarcamiento global de las protestas, al hacer virar la atención hacia metas más globales, corre el riesgo de alejar las acciones colectivas de metas concretas y más cercanas a la vida real de las personas. Y este es un aspecto relevante que añade dificultad, porque la realidad es que la solución estatal a los problemas que motivan hoy las protestas es absolutamente insuficiente, y el enmarcamiento global de las protestas se presenta como una necesidad a medio y largo plazo.




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Juan Manuel Brito es historiador e investigador social, ha publicado diversos trabajos sobre movimientos sociales y sobre pensamiento político y económico en Canarias, es coautor del libro Salvar Veneguera. El poder en movimiento, editado por la Obra Social de La Caja de Canarias en 2011.  Miembro de acciónenred.