Público, 20 de mayo de 2020.
Como consecuencia de la política de reforma y apertura iniciada a partir de 1978 y,
sobre todo, tras su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001,
China se convirtió en la “fábrica del mundo”, pasando a desempeñar un papel clave en
el impulso a la mundialización que siguió al final de la guerra fría. Esa etapa parece
haber llegado a su fin. Y por dos razones principales. Primero, porque China
ambiciona transformar su modelo de desarrollo para convertirse en la vanguardia
tecnológica mundial, aspecto clave de su modernización y también de su afán de
afirmación de soberanía; segundo, porque dicho objetivo rivaliza con los propósitos
de las principales economías desarrolladas lideradas por EEUU.