Project Syndicate, 3 de febrero de 2021.
LONDRES.– La COVID-19 ha puesto en evidencia una infinidad de debilidades del capitalismo moderno. Y en muchos países, recortes en servicios sociales y salud pública del pasado amplificaron el daño causado por la pandemia, a la par de otras lesiones autoinfligidas del Estado que generaron fallas en la coordinación e implementación de políticas y dieron lugar a deficiencias en la detección y el seguimiento de contagios, la producción de suministros médicos y la provisión de educación durante las cuarentenas. Pero los países y distritos que invirtieron en las capacidades del sector público tuvieron un desempeño general mucho mejor. Los ejemplos más sorprendentes se han visto en el mundo en desarrollo, donde se destacan Vietnam y el estado indio de Kerala. Muchos gobiernos, en vez de actuar como inversores de primera instancia, se han convertido en prestamistas pasivos de última instancia, que encaran los problemas sólo después de que han surgido. Pero como debería habernos enseñado la Gran Recesión después de 2008, es mucho más costoso rescatar una economía nacional durante una crisis que mantener una mirada proactiva en relación con la inversión pública.