La nación de los catalanes

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elTriangle, 29 de octubre de 2019.

 

En las sociedades modernas podemos apreciar la tensión existente entre su
dimensión asociativa, constituida en torno a unas leyes que dan sentido a una
ciudadanía única y compartida, y la dimensión comunitaria que pone el acento en la
importancia de los ámbitos culturales. La identidad colectiva de estas sociedades está en
constante modificación, en buena medida, porque la interacción entre diferentes conduce a
su hibridación. La catalana es, en este sentido, una comunidad diversa y mestiza. La
demógrafa Anna Cabré en su trabajo “El sistema català de reproducció” (Proa, 1999), nos
recuerda que, con fecha de 1980, el 60,3% de la población catalana tenía su origen en las
inmigraciones que se dieron desde el último tercio del siglo XIX, y señala que, sin ellas, la
población catalana de 1980 hubiese sido de 2.360.000 habitantes. En sus conclusiones
considera que la inmigración ha sido parte integral y principal del moderno sistema de
reproducción catalán, y que ha resultado globalmente benéfico, tanto para los autóctonos
como para los inmigrantes. En este proceso, ni la comunidad receptora ni la comunidad
inmigrada se han sentido extranjeros entre si y, en una u otra medida, han compartido un
sentimiento de doble pertenencia a lo largo de generaciones.

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