El País, 18 de abril de 2020.
La prueba de estrés del virus retrata virtudes y defectos de las dos potencias europeas y sus sistemas. La gestión alemana destaca, de momento, por su eficiencia.
Berlín / París. El coronavirus es una prueba de estrés para países y sistemas políticos. También lo es para distintos modelos de organización estatal. Alemania y Francia, el país federal y el país centralizado por excelencia en la Unión Europea, han gestionado la crisis con resultados dispares: 3.868 muertes en Alemania y más de 18.000 en Francia, según el último recuento. La descentralización alemana, fundada en la cooperación entre los miembros de la federación, traslada el peso de las medidas sanitarias a los länder, que se ponen de acuerdo con el Gobierno federal para pactar las líneas generales de las restricciones y los centros de investigación científica se reparten por todo el país, que cuenta además con una amplia red de hospitales locales. La centralización francesa, que concentra el poder en París y en el presidente, ha permitido la toma de decisiones rápida, pero la omnipotencia del Estado puede haber elevado los costes de los errores y la imprevisión.