El País, 9 de octubre de 2022.
La paranoia con la que una parte del feminismo ve la incorporación de las demandas de derechos de las personas trans o la invitación a los hombres a sumarse lastra la potencia del movimiento.
La víctima es el héroe de nuestro tiempo. Supuestamente depositarias de la bondad —las víctimas son buenas— y supuestamente ungidas de un indiscutible poder para conocer la verdad —las víctimas tienen la razón—, las víctimas son encumbradas, elevadas al cielo y convertidas en un escudo moral —en realidad, en una implacable arma de ataque— contra toda discusión política. Como argumenta Daniele Giglioli en Crítica de la víctima (Herder, 2020) el debate político y la argumentación racional son acusados de atentar contra el sentimiento y el dolor en un giro sentimentalista por el que la víctima puede ser instrumentalizada por parte de cualquier verdugo. “La palabra de la víctima, absoluta por incensurable, es el disfraz más astuto del que Jacques Lacan llamaba “el discurso del patrón”.