(InfoLibre, 3 de marzo de 2019).
Las emociones nacen en un fondo de verdades y mentiras que se hacen parte de
nosotros y que a través de nosotros se convierten en realidad. Lo normal es que salten
donde menos se piensa y por eso merece la pena pensarlas mucho, intentar que se
hermanen con nuestras razones y con nuestra razón. Las emociones separadas de la
razón producen tantos monstruos como la razón distanciada de la responsabilidad ética
de las emociones.
La semana pasada tuve la suerte de participar en una visita de respeto y homenaje a
las tumbas de Antonio Machado y Manuel Azaña que organizó el presidente del
Gobierno de España. Después de más de 40 años de Constitución democrática, era la
primera vez que un presidente en ejercicio y en representación de la sociedad española
viajaba a Colliure y Montauban para homenajear a dos símbolos decisivos del exilio
republicano, es decir, de la legalidad española interrumpida por el golpe militar de
1936.