New York Times, 10 de mayo de 2020.
A medida que los países relajan las reglas del confinamiento, sociedades enteras se están convirtiendo en conejillos de indias de lo que funciona y de aquello a lo que están dispuestas a renunciar.
El mundo está entrando en un periodo de experimentación de alto riesgo, en el cual ciudades y países sirven como laboratorios al aire libre para saber cómo poner fin a la cuarentena con mayor seguridad y eficacia en medio del coronavirus.
Los gobiernos, incapaces de esperar indefinidamente a que la ciencia responda a cada enigma sobre qué hace que las infecciones se disparen en algunas circunstancias y no en otras, están impulsando políticas basadas en una comprensión creciente pero imperfecta del virus.
Y con poco consenso sobre la mejor manera de equilibrar la salud pública y las necesidades sociales y económicas, las sociedades se abren camino con ayuda de soluciones intermedias, que serían desgarradoras incluso con mejor información sobre los posibles costos de cualquier política en las vidas y el modus vivendi.