Lluís Bassets
La aventura es la aventura
(El País, 25 de noviembre de 2012).

La crisis es esto. A las grandes dificultades para gobernar se añaden la persistencia de los gobernantes en equivocarse. Por más vueltas que le den los responsables del desaguisado, el mensaje es desalentador. Las únicas promesas y profecías cumplidas son las más inquietantes. Era verdad: todo es posible, entramos en camino desconocido. Calcémonos.

El presidente tiene menos fuerza y autoridad. El parlamento cuenta con una composición de gestión más dificultosa. La idea de unas elecciones plebiscitarias ha quedado desautorizada. La aventura le cuesta a CiU un buen puñado de escaños, además de dar alas a Esquerra e incluso a la extrema izquierda de la CUP. Un presidente débil y una mayoría soberanista dan una ecuación inquietante. Su único y penoso éxito, que da sentido a la disolución, es la erosión del socialismo y la fragmentación de la oposición en su conjunto.

La composición del Parlamento que arrojan las urnas nos da la intensidad y la velocidad del potente vector soberanista en la nueva dinámica, aunque también es un buen reflejo del voto de protesta que suscita una sociedad azotada duramente por la crisis. No sabemos si habrá consulta y menos todavía si avanzará la idea de la independencia, pero lo que es seguro es que todo ha cambiado y ya nada será como antes. De hecho, ya no lo era antes de que se abrieran las urnas.

Primer cambio: Cataluña está en el mapa internacional y es de temer que siga suscitando esta atención exterior en la medida en que se vaya complicando esa transición nacional en plena crisis, que Mas deberá liderar desde una posición erosionada. Desde los Juegos del 92 no había obtenido tal protagonismo en los medios de comunicación de todo el mundo. Lo consiguió la manifestación de la Diada, pero ha quedado amplificado por la convocatoria anticipada de elecciones y por una novedad sustancial. CiU, la primera formación política catalana en la historia de la actual democracia, ha dado un quiebro estratégico del que ha salido transformada.

Este es el segundo cambio. Durante más de 30 años CiU ha sido una fuerza moderada y pactista, con un programa de desarrollo de la autonomía que jamás se había situado en el horizonte de la secesión. Ahora ha adoptado los eslóganes, las banderas e incluso la mística del independentismo, tema casi único de la campaña electoral, con el resultado que se ha visto: los independentistas prefieren el original a la copia.

Hay un tercero, por carambola, como es el regreso del federalismo y a toda prisa en el discurso político español. Después de ser laminado y desprestigiado por el fracaso del Estatut ante el Tribunal Constitucional y la subsiguiente polarización catalana, ahora ha regresado, aunque con escasa fortuna electoral, en respuesta precipitada al vacío político que ha encontrado el proyecto independentista fuera de Cataluña.

Cuarta modificación, que conecta con el estancamiento del PP. Ha quedado equilibrada primero y luego desbordada y superada la ofensiva recentralizadora que preparaba el Gobierno, inspirado por la FAES, en respuesta a la crisis de endeudamiento española y en aplicación de un programa revisionista respecto al Estado de las autonomías. Sin la reacción soberanista es fácil imaginar la evolución de las autonomías y en concreto de la catalana como efecto de la recuperación de poder desde el centro.

Última transformación: la independencia de Cataluña no entraba dentro de los mundos políticos posibles. Ahora es una eventualidad deseada por una fracción muy importante de la población catalana, y considerada perfectamente posible en un mundo en transformación global como es el nuestro. Puede que sea altamente improbable, pero el cambio nos enseña que no se percibe como imposible. Su exhibición por el nacionalismo hasta ahora acreditado para el pacto la convierte en una pacífica e insólita arma disuasiva de utilidad en cualquier negociación.

El problema es saber quién tiene la fuerza y la autoridad para utilizarla eficazmente y sobre todo para encabezar la obligada negociación. Artur Mas no lo ha demostrado con esta convocatoria precipitada y este resultado. La aventura es la aventura.