El País, 05 de Diciembre de 2022.
La aprobación de un fondo sobre “pérdidas y daños” establece un principio ético que podría ir mucho más allá de su dotación económica.
En marzo de 1996, la compañía de tabacos estadounidense Liggett Group hizo público el acuerdo alcanzado en un caso de demanda colectiva, por el que se comprometía a destinar un 5% de sus ingresos a programas de prevención del tabaquismo. Liggett aceptaba, sin decirlo, la responsabilidad derivada de prácticas comerciales abusivas, engañosas y continuadas que provocaron a la sociedad un daño irreparable. El entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, describió aquel acuerdo como “la primera grieta en el muro de piedra del negacionismo”, y no se equivocaba. Desde aquel momento hasta hoy, la industria tabacalera se ha visto obligada a pagar verdaderas fortunas en concepto de compensación por sus acciones.