Galde, 45, Verano 2024.
Luigi Ferrajoli, discípulo de Norberto Bobbio, es catedrático emérito de Filosofía del Derecho en la Università Roma Tre. Jurista de enorme prestigio, es uno de los grandes teóricos y defensores del garantismo jurídico y autor recientemente de un libro polémico en el que aboga por una constitución planetaria, cuyo proyecto adelanta en el libro, con un proemio, 99 artículos y una Disposición final, como única solución a la serie de problemas que sufre la humanidad a escala global (La Constitución de la tierra. La humanidad en la encrucijada, Madrid, Trotta, 2022). Lejos de representar una utopía ingenua, la propuesta del Profesor Ferrajoli constituye una aportación sólidamente argumentada para afrontar una serie de problemas que nos afectan globalmente y de difícil solución a escala nacional y/o local. Es una enorme satisfacción poder hablar con él de su libro en Galde.
El 75 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos coincide con un mundo crecientemente desigual, que debe afrontar retos desconocidos. El tono de su libro es inequívoco, la humanidad está en una encrucijada, se trata de una lucha contra el tiempo, la alternativa debe ser radical.
LUIGI FERRAJOLI. Sabemos que, si no hacemos nada, el mundo estará abocado a la catástrofe, incluso a más catástrofes ecológicas, nucleares, humanitarias, debido al crecimiento explosivo de las desigualdades, del terrorismo, de los fundamentalismos, de los choques de civilizaciones, de los odios identitarios, del racismo, de las múltiples lógicas del enemigo. Pero también es posible que, cuando estas catástrofes se pongan de actualidad porque empiezan a manifestarse -como ocurrió con la pandemia que no conoce fronteras y que afecta a todo el género humano, y ahora con la guerra que amenaza con degenerar en guerra nuclear-, cuando la gente empiece a darse cuenta de que estamos al borde del abismo, se produzca un despertar de la razón, que la política y la democracia vuelvan a ser motores de progreso y no de retroceso; que la política vuelva a animar sobre todo a las jóvenes generaciones -pienso en el movimiento de Greta Tunberg- que, por otra parte, ya no pueden limitarse a denunciar lo que todo el mundo sabe, como la catástrofe del calentamiento climático.