Maha Nassar

Mujeres palestinas
Entrevista de Laura Gómez Lorenzo
(Andaina, 45, verano de 2005, reproducida parcialmente en castellano en Página Abierta, 163, octubre de 2005)

A mediados del mes de marzo pasado, viajó al Estado español Maha Nassar, educadora, ex prisionera política, miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina y de la Liga Socialista Palestina y presidenta de la Unión de Comités de Mujeres en Palestina. La acompañaba en este viaje Juani Rishmawi, española de nacimiento –aunque vive desde hace 19 años en Belén– y coordinadora de los Comités de Trabajo de la Salud en Palestina.   
Aprovechando su visita a Santiago de Compostela, invitadas por la Asociación Galicia por Palestina, Maha concedió esta entrevista –con la ayuda como traductora de Juani– a la revista Andaina.

– ¿En qué momento y por qué razón se crea la Unión de Comités de Mujeres en Palestina?

– La organización se creó en 1980, principalmente para cambiar la situación política de la mujer en la zona y para poder realizar cambios dentro de una sociedad clásica. Hasta entonces las mujeres trabajaban en organizaciones de caridad, con actividades meramente asistenciales. No se estaba haciendo en aquel momento ningún trabajo de reflexión para cambiar el estatus de la mujer. A finales de los setenta comenzaron a surgir y activarse muchas organizaciones de mujeres en distintas zonas para trabajar en la línea de conocimiento y concienciación de los derechos de la mujer, en la línea de ayuda a las mujeres, para intentar cambiar la sociedad en su entorno más próximo, y en una tercera línea, ayudando a las mujeres más pobres económicamente para que pudiesen salir adelante procurándose el sustento.

– ¿Cómo es, en general, la vida de las mujeres palestinas en ese estado de ocupación en la actualidad?

– Quiero primero explicarte cómo es la situación de las mujeres dentro de esa sociedad. Nosotras tenemos tres tipos de problemas.
Una primera fuente de problemas son las mentalidades fuertemente influenciadas por las manipulaciones de carácter religioso. Es la mentalidad de muchos hombres que consideran que la función de las mujeres es parir y estar en la cocina. Prohíben a sus mujeres tener otras ocupaciones o actividades. En algunos casos tal vez les dejen estudiar, pero no les permitirán tener su propio negocio, tener negocios con un hombre, tener libertad de movimientos o de elección.
La situación económica es otro foco de problemas. Como en muchos países del mundo, el trabajo de las mujeres no cuenta ni siquiera como trabajo. Es, además, una mano de obra muy barata. Muchas de ellas están ocupadas en la economía sumergida (en el sector textil, por ejemplo) y también muchas son empleadas de gente israelí (el número de estas trabajadoras duplica al de los hombres que trabajan para israelíes); no tienen ninguna ley que las proteja, no hay continuidad, cualquier incidente político puede truncar esa relación laboral.
La tercera fuente de problemas es cómo viven las mujeres en esa situación de ocupación. También los hombres están bajo la ocupación, pero ellas son las que están pagando el precio más alto. Ellas son las que están en primera línea en las peleas con soldados israelíes, viven permanentemente atemorizadas por la suerte de sus hijos, se ocupan de trabajar las tierras  y son las primeras en sufrir –puesto que están en las tierras cultivadas– cuando los israelíes les arrancan los árboles y les confiscan las tierras. Si sus hombres están sin trabajo, están presos o muertos, son ellas las que se ocupan de llevar el dinero a casa para mantener a la familia. Son las mujeres las que más sufren la pobreza. Para colmo, muchas tienen también que soportar que sus hombres lleguen a casa deprimidos o molestos por la situación externa y  lo descarguen sobre ellas y los hijos.
Por supuesto, también guarda relación con estas situaciones la cuestión de clase. Las mujeres ricas –que también las hay– tienen menos problemas que las de clase media, y éstas, a su vez, menos que las más humildes. Piensa que, en ocasiones, en una misma habitación duerme una familia de veinte personas.
La zona, más o menos insegura, donde las mujeres vivan es otro factor de influencia, y esto no tiene que ver con que sean zonas rurales o urbanas; las mujeres pobres de las ciudades pueden vivir en una situación tan difícil como las mujeres del campo.
En otro peldaño aún más bajo están las mujeres de los campos de refugiados. A pesar de esto, hay algo que las une a todas para trabajar juntas: la autodeterminación del país y la lucha por conseguir unos determinados derechos. Las que tienen una ideología más fuerte son las que viven en los campos de refugiados.
En la vida cotidiana hay cierre de territorios, controles militares... En esta situación tan crítica hay padres que prefieren que sus hijas no vayan a estudiar a la Universidad y se queden en casa a enseñar a los hermanos más pequeños.
Hay también un problema muy grave con las mujeres viudas y divorciadas, rechazadas por la sociedad. Hay mujeres obligadas a casarse con el hermano de su hombre o bien con otro que la familia elija, porque consideran que son mujeres desprotegidas.
Por otra parte, en la cuestión de las herencias, las mujeres tienen derecho a heredar de su padre la mitad que los varones. Ésta es una ley islámica. Lo peor es que muchas veces ni siquiera pueden percibir esa herencia, pues la sociedad considera que no es una buena mujer la que reclama bienes de su familia, así que en la práctica no es fácil hacer uso de este derecho.
La poligamia no es muy frecuente en Palestina, pero, por ley, los hombres tienen también este derecho.

– Ésta es una situación bien difícil para las mujeres laicas, ¿verdad que sí?

– En primer lugar, allí ya no se puede decir que una es laica. Nosotras, como mujeres de tradición cultural cristiana, estamos igualmente sometidas a la ley islámica, y la sociedad está tan imbuida de este sistema, que incluso en las familias cristianas es vergonzoso que una mujer reclame su parte de una herencia que, en principio, se considera que irá entera para su hermano. Por eso, en algunas familias ricas o aristocráticas el padre reparte en vida la herencia, para que las hijas no pierdan esa parte que la sociedad les va a negar.

– ¿Cómo son las relaciones del comité en el que estás con otras asociaciones feministas israelíes?

– Aunque sabemos que muchas mujeres feministas israelíes están contra su Gobierno y trabajan a favor de la paz –y esto es importante para nosotras, estamos contentas de que haya gente que piense así–, mantienen una idea liberal, en el sentido de que tanto palestinas como israelíes somos mujeres y por eso nuestros problemas son semejantes, todas estamos oprimidas, los problemas de los respectivos países son otra cosa. Coincidimos en la reivindicación de los derechos de las mujeres y en el deseo de que nuestros hijos vivan en paz. La pregunta importante es ¿cómo? Porque ellas son las ocupantes y nosotras las ocupadas, es imposible que ellas y nosotras estemos al mismo nivel. En las reuniones conjuntas podemos hablar de estrategias para la paz, pero cada una de ellas vuelve para su casa tranquilamente y yo vuelvo para la mía sin saber si conseguiré pan para los míos. Los movimientos de solidaridad entre las mujeres palestinas e israelíes sólo son posibles hasta cierto punto, porque ellas son una especie de élite. Hay diferencias muy grandes entre nosotras; incluso las leyes que las protegen a ellas, nosotras no las tenemos.
Por eso, las discusiones por la paz sin base es hablar para el aire. Claro que estamos dispuestas a hablar con las mujeres israelíes; son bienvenidas en cualquier actividad en la que ellas se quieran asociar con nosotras, pero nunca podremos coincidir en cuestiones políticas, porque nunca entran hasta el fondo de determinados temas, como es el estatuto de refugiados, por ejemplo.
La única unión fuerte al respecto proviene de una organización mixta (integrada por mujeres y hombres) de información alternativa, palestino-israelí y muy de izquierda, gente que proviene del marxismo, que trabaja en Jerusalén. Yo soy una de las consejeras, trabajo con Mikado, uno de los israelíes que más apoya la causa palestina, pero son muy pocas estas personas. Con todo, obviamente, israelí no es sinónimo de sionista; de hecho, he encontrado judíos que ideológicamente defienden más y mejor la causa palestina que algunos palestinos.

– ¿Cómo son las relaciones de los comités con las mujeres de la Autoridad Nacional Palestina (ANP)?

– Lo más importante es que la ANP creó recientemente un departamento específico para asuntos de las mujeres. Nuestros comités tienen una experiencia de 25 años, tenemos centros en zonas muy apartadas, podemos llegar a cualquier área; no sólo nos conocen, sino que nos respetan mucho, tenemos experiencia, una historia de trabajo con las cuestiones más importantes sobre la mujer. Coincide que la mujer que designaron para llevar este departamento, Zahira Karmal, es una de nuestras allegadas, estuvo dentro de los comités. Si fuese otra no podríamos llevar a cabo trabajo o actividades juntas. Pese a las diferencias que tengo con ella en relación con la política, nosotras estuvimos muy unidas, con la misma base ideológica sobre el movimiento de mujeres. Ella pertenece a esa generación de mujeres que más sufrió, la que entró en la cárcel..., la que sentó los cimientos para que las mujeres posteriores tuviesen más facilidad y libertad de movimiento.
Pero, en general, no nos fiamos de la ANP, pensamos que van a vender descaradamente el estatuto de los refugiados, están haciendo trabajo policial para Israel. Tenemos que seguir trabajando para llegar a tener algún día una Autoridad Nacional democrática. Queremos una agenda palestina, no norteamericana ni israelí.

– ¿Y las relaciones con otras organizaciones de mujeres de los países árabes?

– Estamos integradas dentro de una red internacional, estamos dentro del grupo de mujeres que fueron a Pekín (Pekín + 5 y Pekín + 10) y también de los movimientos de mujeres que luchan por la democracia. Tenemos muy buena relación con algunas organizaciones norteamericanas de mujeres, y en Europa, especialmente en España, Italia y Suiza.
En cuanto a los países árabes, son relaciones muy escasas. El problema es la dificultad de reunión. Las reuniones tienen que ser en Jordania, y a la mayor parte de las representantes de los comités de mujeres de Palestina se nos ha prohibido la entrada en Jordania, como ha sido mi caso, a pesar de tener pasaporte jordano, no palestino. Las mujeres de Gaza no pueden ir a Egipto y las de Cisjordania no podemos ir a Jordania.

– ¿Cómo ven las mujeres palestinas de la calle, en general, los movimientos feministas europeos?

– El problema es que en Palestina, en cuanto se habla de derechos de las mujeres, inmediatamente se tilda a quien toca estos temas de prooccidental y pronorteamericana. El término feminismo no suscita, por lo tanto, mucho respeto, así que no podemos decirle a nuestro pueblo que somos feministas. Es muy difícil tener una agenda feminista; ya te comentaba antes que nuestros derechos están mezclados con la cuestión de la autodeterminación. Pero yo soy feminista. Desde 1948 hasta 2005 sueño con la adquisición de un mayor compromiso feminista. Estamos defendiendo derechos muy básicos. Con todo, yo personalmente percibo respeto hacia mí cuando hago alguna demanda sobre los derechos para las mujeres, porque he luchado también por la causa de la autodeterminación de nuestro pueblo, he estado en la cárcel y eso me hizo alcanzar credibilidad como izquierdista. 

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Pagina web de la Unión de Mujeres Palestinas: http://www.upw.org. Tiene interface en inglés.