Maite Pagazaurtundua

El modelo de país
(Basta Ya.org, 21.12.06)

            Desde joven le había gustado el País Vasco. A él le sonaba a una tierra de verdes valles. Una tierra desarrollada y rica. Le sabía a libertad y a gente con lazos comunitarios que disolvían el anonimato de la gran ciudad. Se crió en una familia humilde, sectaria e impregnada de lo peor del franquismo sociológico. Tonteó –no va con segundas- políticamente con gente de Izquierda Unida durante algún tiempo.
            Es culto y refinado intelectualmente y vive desde hace algunos años en un municipio del corazón de Euskadi donde se asfixia un poco cada día que pasa. Ha caído en una familia política –en los dos sentidos- iletrada pero muy satisfecha de ella misma, sectaria e impregnada de lo peor del nacionalismo vasco sociológico.
            Me ha ido contando su vida. Elude el enfrentamiento directo con la gente de carácter fuerte, con un punto de agresividad verbal o física. Con desesperación me confiesa que sus hijos se han dado cuenta de que es distinto al resto porque no sabe euskera.
            Siente repulsión hacia los ritos sociales imprescindibles para parecer uno más. No sabe abotargar su cerebro. Le miran mal en el parque cuando habla en castellano a sus hijos. Le miran mal en la familia de su esposa porque no puede disimular todo el rato.
            Estos días en el colegio sus hijos aprenden villancicos en euskera, y como los educadores se sienten tan cosmopolitas, también los aprenden en inglés. Nadie se percata de que los niños no saben ni van a aprender ninguna canción popular en español. Canciones que sabe su esposa y que conoce su suegra. Es la primera generación educada en la inmersión del sueño nacionalista. Me cuenta que hace algún tiempo les enseñó la canción del “corro de las patatas” pero que saben que no se utiliza fuera de casa.
            El hombre me dice que soy una privilegiada porque vivo en San Sebastián. Y no le falta razón.
            Le aterra que sus hijos se vuelvan como los demás. Le aterra que sean unos parias entre los demás. No sabe qué le aterra más.
            Sólo le quedan sus libros. El habla con los libros de memorias de Sándor Márai –el autor al que siente más cercano-. Habla con Voltaire, con Savater, con Hannna Harendt, con Camus, con Bolaño, con Volpi, con Vargas Llosa, con Henry James, mientras sus cuñados, unos bestiajos de piel sonrosada se comen el chuletón y le miran por encima del hombro. No conoce esta web, y según escribo me siento tentada a invitarle a que abra un diario entre nosotros.
            Nos vemos en el 2007. Un abrazo muy fuerte.