Manuel Lario Bastida
La Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
De los Caracoles a la Otra Campaña.
Varios momentos han marcado la historia y el desarrollo del movimiento
zapatista en México desde su aparición pública con
el levantamiento de enero de 1994. Algunos de ellos supusieron iniciativas
novedosas a nivel internacional, como los encuentros por la Humanidad
y el neoliberalismo en 1996, que algunos autores califican como la primera
iniciativa o el germen del movimiento altermundialista de Seatle en 1999,
o en la escena política mexicana, como fue la Marcha del Color
de la Tierra en 2001.
Entonces, una delegación zapatista recorrió el país
hasta llegar a México DF en demanda de que se respetaran los acuerdos
de San Andrés, firmados en 1996 por el EZLN y el Gobierno Federal.
Por primera vez, una indígena encapuchada, la comandanta Esther,
tomó la palabra en el Congreso de la Unión para defender
la causa de la autonomía, la democracia y la justicia para las
comunidades indígenas mexicanas. El rostro olvidado indígena
alcanzaba su máxima presencia pública y se imponía
en el debate nacional, en uno de los haberes indiscutibles del EZLN y
del Congreso Nacional Indígena.
Después del incumplimiento gubernamental y la no aplicación
de los Acuerdos, los zapatistas guardaron silencio hasta 2003, en el
que anunciaron que, puesto que no se hacía Ley lo acordado, ellos
empezarían la construcción de hecho de la autonomía
indígena con la creación de los Caracoles y las Juntas
de Buen Gobierno, órganos de coordinación y autogobierno
regionales de las 38 municipios autónomos zapatistas que existen
desde hace cerca de diez años y que han resistido bastante
bien el acoso paramilitar y el cerco militar que intenta estrangularlos.
Con esta medida, los zapatistas ratificaron su voluntad de seguir luchando
pacíficamente por sus derechos, colocando en primer lugar el autogobierno
de las comunidades indígenas y la puesta en pie de un aparato
sanitario, educativo y de producción y comercialización
de café orgánico u otros productos. Con mucha modestia
y tozudez, el balance de estos dos años de autonomía es
satisfactorio: el empoderamiento de los comunidades ha hecho
posible avances que desde los sindicatos de maestros o de la salud, hasta
diversos responsables gubernamentales, reconocen que la sanidad y la
educación zapatista en sus zonas de actuación ofrecen un
servicio igual o superior a los ofrecidos por las instituciones oficiales.
Y todo ello con un presupuesto muy limitado, con menos de 120.000 euros
anuales y mucho trabajo comunitario y voluntario. El EZLN, mientras tanto,
permanecía en un segundo plano y en un silencio persistente y
de protesta ante la política de Fox y el olvido de la clase política.
El silencio se ha visto roto en el verano de 2005, tras la alerta roja
y la publicación de la VI Declaración de la Selva Lacandona,
en la que realizan un demoledor análisis de la situación
política mexicana, señalan el divorcio entre el México
real y el oficial y proponen un nuevo camino. El EZLN lanza una nueva
iniciativa política que intenta, por un lado, superar el aislamiento
al que le quiere someter el gobierno de Fox y, por otro, lograr un reagrupamiento
de las fuerzas sociales o políticas de izquierda, organizaciones
indígenas, alternativas o de defensa de los derechos humanos...
para lanzar una campaña de lucha nacional por una nueva constitución
para México e intentar construir un país más democrático
e incluyente.
México se encuentra actualmente marcado por una situación
económica preocupante, con unas condiciones de vida marcadas por
el crecimiento de la brecha entre los que más tienen y el resto,
en el que la economía informal supera en volumen a la oficial,
por la corrupción y las políticas neoliberales de Fox,
con más de la mitad de su población por debajo de los límites
de la pobreza, con un creciente problema de narcotráfico (sólo
en lo que va de año, más de 800 personas han perdido la
vida por esta causa, de forma que se ha hecho intervenir al Ejército
en el operativo México Seguro, en un camino que cada
vez recuerda más a la situación en Colombia)... y enfrascado
en la precampaña electoral para las presidenciales de 2006. Mientras
los partidos políticos hablan y hablan de propuestas, candidatos
y otras vergüenzas, los zapatistas vuelven a colocarse en el centro
del debate nacional.
Con su llamado a la constitución de esta nueva alianza, los zapatistas
aclaraban que, en esta ocasión, no trataban de ser el eje de un
nuevo agrupamiento, como ocurrió en ocasiones anteriores con la
CND o la constitución del FZLN. Ahora, dicen, se reivindican como
una parte más del movimiento social que abajo, y a la izquierda,
luchan por el México real. Y pretenden ser una parte más,
en pie de igualdad con el resto de fuerzas sociales que trabajan en el
México de abajo.
Para conseguir avanzar en este nuevo camino, marcadamente político
y alternativo, los zapatistas llamaban a todas aquellas personas y organizaciones
de todo tipo (indígenas, políticas, sociales, ONG...) que
se sintieran incluidas en estas luchas a una serie de reuniones en diversas
comunidades de la Selva Lacandona, que tuvieron lugar entre agosto y
septiembre. A estas convocatorias se han llegado a sumar más de
60 organizaciones políticas, 160 colectivos y grupos sociales,
60 movimientos indígenas, o más de 400 ONG y grupos de
todo tipo, aparte de varios miles de personas individualmente. Todo una
constelación de grupos, orientaciones, preocupaciones, pensamientos
y tradiciones en ocasiones antitéticas, que pueden llegar a ser
una nueva reedición del imposible navío de Fitzcarraldo
reunido en la nueva Comuna de la Lacandona. Un sinfín de propuestas
que intentan configurar un programa nacional de lucha y que se suma,
o superpone, a otras iniciativas de agrupación populares anteriores,
como la Coordinadora Nacional contra el Neoliberalismo y la Declaración
de Querétaro. En los debates se ha podido escuchar de todo, incluidas
importantes e inéditas autocríticas de los zapatistas por
anteriores posiciones y actuaciones, especialmente en temas como el respeto
al trabajo de las mujeres feministas en las comunidades indígenas.
Ahora se preparan para el siguiente paso: la marcha al encuentro de la
sociedad civil mexicana. El EZLN ha anunciado que una comisión
encabezada por Marcos realizará un nuevo recorrido por todo el
territorio mexicano, que empezará en enero de 2006 en San Cristóbal
de Las Casas y acabará en junio en la capital. En este viaje tratarán
más de escuchar las propuestas que definir las suyas propias,
para después construir algo nuevo con la participación
de todos los no representados en los actuales partidos políticos.
Una especie de reedición de la Marcha de 2001, pero esta vez destinada
especialmente a escuchar en primer lugar, a tomar contacto con el México
de abajo, a la izquierda, no a hacerse escuchar por el México
de arriba, del poder.
La iniciativa zapatista ha conseguido colocarse en el centro de la polémica
por la dureza de sus planteamientos hacia el conjunto de la clase política,
especialmente a la figura de Andrés Manuel López Obrador,
el candidato presidencial del PRD y mejor colocado en las encuestas de
opinión. La afirmación del EZLN de que no va a apoyar esta
candidatura electoral ha planteado un fuerte dilema al conjunto del movimiento
popular y a la intelectualidad. Así, intelectuales de la talla
de Pablo González Casanova, Carlos Montemayor o Adolfo Gilly se
han manifestado a favor de la postura zapatista, mientras que revistas
como Proceso o escritores como Octavio Rodríguez Araujo los han
acusado de dividir a la izquierda y hacer el trabajo sucio al PRI y al
PAN para impedir que la izquierda electoral gane las presidenciales.
Aparte del lógico deseo de muchos de estos sectores populares
y de la intelectualidad progresista de desalojar al derechista PAN de
la presidencia y no dejar que el PRI ocupe el poder, para hacer posible
que, por primera vez, el PRD gane unas elecciones, es curioso que muchos
de ellos, aun reconociendo que la crítica zapatista es justa,
que incluso se queda corta en muchos aspectos,... siguen expresando su
deseo de apoyar al PRD en 2006 y critican al EZLN su papel de aguafiestas.
En realidad el EZLN ha manifestado su decisión de no apoyar ni
dejar que la Otra Campaña se vincule a la polémica electoral,
pero han dejado claro que las demás fuerzas puedan hacer lo que
estimen conveniente
Varios claves explican la postura crítica del EZLN ante el PRD.
La primera es el análisis que los zapatistas hacen del comportamiento,
composición y de las propuestas electorales del PRD, que aceptan
muchas de las grandes líneas del proyecto neoliberal y la propia
definición que hace de si mismo su candidato, que se esfuerza
por aparecer como un candidato de centro, no asustar al empresariado
ni al poderoso vecino del norte, o la presencia entre sus más
cercanos asesores de notables miembros del anterior gobierno priísta
de Salinas,... una tibieza contradictoria que poco tiene que ver con
lo que los zapatistas entienden por el comportamiento de una fuerza de
izquierda.
La segunda es la propia postura que adoptaron los senadores del PRD durante
la tramitación de la Ley COCOPA que daba traducción legal
a los Acuerdos de San Andrés, en la que éstos hicieron
causa común con el PAN y el PRI para desnaturalizarla y enterrarla
en la práctica, lo que fue interpretado por el EZLN y el movimiento
indígena como una traición en toda regla, después
de su compromiso de apoyar las propuestas indígenas.
Y la tercera tiene una clave específicamente chiapaneca: la experiencia
del mandato del gobernador Pablo Salazar, apoyado por una coalición
del PAN, el PRD y el Partido del Trabajo y los cambios en la organización
del propio PRD, que ve engrosar sus filas con organizaciones locales
completas del PRI que se cambian de partido con sus militantes y sus
grupos paramilitares. Es decir, los zapatistas se encuentran a antiguos
militantes priístas reconvertidos en nuevos y flamantes militantes
del PRD, militantes que, en ocasiones, tienen implicaciones en la actuación
y ataques de los grupos paramilitares contra las comunidades indígenas
zapatistas, como ocurrió en Zinacantán, donde militantes
del PRD dispararon contra una marcha zapatista dejando varios muertos.
Pero aparte del deslindamiento del EZLN de la lucha electoral en el 2006,
y de su apuesta por un trabajo más a largo plazo de construcción
de otra forma de hacer política (hablan de un proceso de reorganización
popular por la base que puede durar unos 10 años), los problemas
para la candidatura de Andrés Manuel López Obrador pueden
verse agravados por el tercer componente importante de la izquierda mexicana:
Cuauhtémoc Cárdenas pretende ser el candidato presidencial
de un frente de izquierda en el que participarían el Partido del
Trabajo y la Convergencia Nacional, dos pequeñas formaciones de
la izquierda electoral que acaban de converger con la Coalición
Ciudadana Electoral, al tiempo que siguen en conversaciones con el PRD
para intentar ir juntos a las elecciones: pero las pretensiones de Cárdenas
de ser el candidato de la izquierda frente a López Obrador parecen
condenar al fracaso esta pretensión de unidad de la izquierda
electoral.
En cualquier caso, y aparte de lo que suceda en esas elecciones, no cabe
duda de que una de las intenciones zapatistas es condicionar las posiciones
del PRD con la constitución de un bloque popular e indígena
que esté en condiciones de imponer algunas conquistas o limar
alguno de los aspectos menos populares del programa del PRD. No es casual
su nerviosismo ni sus negativa a debatir con el EZLN, ni que López
Obrador haya anunciado que una de sus primeras actuaciones presidenciales
sería hacer legales los Acuerdos de San Andrés. En el hipotético
caso de que esto sucediera, la Sexta Declaración y la Otra Campaña
habrían conseguido uno de sus objetivos.
Las propuestas zapatistas y el caudal de propuestas que ahora se están
conformando y aunando en la Otra campaña auguran la posibilidad
de un nuevo camino alternativo para la izquierda y el movimiento
indígena y popular mexicano. Al mismo, la práctica y la
consolidación del autogobierno de las comunidades zapatistas suponen
pasos y enseñanzas importantes no sólo para México,
donde experiencias similares se empiezan a extender a otros estados con
fuerte presencia indígena, como Oaxaca o Guerrero, sino para otros
países como Bolivia o Ecuador. Por ello, sólo nos queda
desearles que su desarrollo sea lo más fructífero posible
para la causa indígena y popular y su lucha por un México
más justo e incluyente.
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