manllu0611.jpg

Manuel Llusia
Del 15-M a las acampadas en campaña electoral.
En el centro de la atención pública

24 de mayo de 2011.
(Página Abierta, 214, mayo-junio 102).

            Todo empezó con la sorpresa del resultado de la convocatoria de manifestaciones del 15 de mayo en 52 ciudades de la geografía española. El contenido, las demandas, sus características especiales y la numerosa respuesta “obligó” ya a fijar la atención de los medios de comunicación (1). Banqueros y políticos, financieros y corruptos, las nefastas políticas sociales eran el centro de la “indignación” mostrada por quienes se manifestaban. El grueso de la movilización lo constituía gente joven que demandaba atención y exigía una participación en las decisiones políticas. Consignas, tipo de pancartas (fundamentalmente, carteles individuales), comportamiento pacífico... volvían a mostrar el talante e imaginación de anteriores manifestaciones importantes. 

            Al frente de ella aparecía una firma, Democracia Real Ya, un grupo de “internautas” que venían preparando este llamamiento al debate y la movilización unos pocos meses atrás, al que se habían sumado otros colectivos, algunos de los cuales se mueven y desarrollan muy especialmente en la Red, a través de Facebook, Twiter, blogs...: Attac, Jóvenes sin futuro, Intermón-Oxfam... Un proceso en el que se combinaba el contacto on line con el personal directo, en el debate y en la preparación organizativa.

            Los acontecimientos posteriores, no previstos por los convocantes, dieron paso a una forma nueva de protesta más impactante aún: las acampadas. La misma noche del domingo 15, en Madrid, un pequeño grupo acampa en la Puerta del Sol. El lunes continúa, y en la tarde va creciendo; y deciden mantenerse ahí durante la noche. Una asamblea aprueba un texto breve que explica la razón de su gesto (2).

            El punto de inflexión lo pone la orden gubernamental de desalojo del grupo acampado en la madrugada del lunes al martes. La policía se emplea a fondo. La tarde del martes, sin embargo, muestra un cambio radical. Como muy bien expresa Joseba Elola, en una detallada y emotiva  crónica de la semana: «Donde ayer a las ocho había 400, hoy han acudido 6.000... La euforia se dispara: “No estamos en Facebook estamos en la calle» (3). Comienza la acampada de Sol. Y con ella, una progresiva lista de concentraciones similares en muchas ciudades más.

            El foco de la opinión pública cambia a partir de ese momento de dirección. El protagonismo de una semana electoral no lo tienen ya las fuerzas políticas. Las acampadas recogen el testigo de la protesta del 15-M, sus lemas principales y empieza una nueva forma de acción y participación ciudadana, sabiéndose observadas y escuchadas por un amplio espectro social (4). En días sucesivos una amplia solidaridad y simpatía hará, por ejemplo, del centro de Madrid una de las citas más emocionantes y masivas vividas contra los efectos de la crisis y las políticas del Gobierno.

La acampada de la Puerta del Sol

            Una de las razones de esa corriente de simpatía, más allá del sentido global de la protesta –con sus diversas aristas de interpretación–, ha sido el modo en que estaban organizadas (5). Han mostrado unos valores en su conjunto dignos de esa “revolución ética” que demandaba alguno de los manifiestos difundidos estos días. El sacrificio se le supone siempre, pero ahí estaba, al lado de una forma inteligente de responder a las necesidades planteadas: las comisiones creadas y su labor; su forma de discusión respetuosa; la tolerancia en la discrepancia; los llamamientos a un comportamiento cívico...    

            Otro rasgo significativo ha sido el de su atención ante cualquier motivo de división que pudiesen generar lemas, pancartas, relaciones con los medios, etc. Y su compresión de cómo se debía actuar ante los retos que imponía su independencia y neutralidad electoral. Un ejemplo: la firmeza y finura en su respuesta a la decisión de la Junta Electoral (6).

            Y en el corazón de ello, una idea que rondaba en las cabezas de quienes más se implicaban en la acampada, el significado que esta acción en sí misma tenía de participación ciudadana, sobre todo de la gente joven: un foro, el ágora para la reflexión y el debate, el uso del espacio público con libertad... y el tomar la plaza para expresar deseos, demandas, sueños... Con todo lo que esa experiencia supone de valor educativo y de sentirse, en el caso de los jóvenes, una generación que quiere y puede estar presente en la vida ciudadana hoy. Que no solo se mueve y convive en la Red.

            Todo ello no quiere decir que la tensión no haya estado presente y que seguramente lo vaya a estar más a la hora de decidir el futuro de la movilización. Sobre todo si tenemos en cuenta la heterogeneidad en diversos aspectos existente. Uno de ellos es la experiencia organizativa y el bagaje ideológico diferentes entre los miembros de unos colectivos y otros (aunque no estén presentes como tales), y entre ellos y la gente más independiente. Y eso se nota cuando se habla del desarrollo de las reivindicaciones o demandas. Y está en el fondo de las diversas maneras de entender el “movimiento 15-M”, sus objetivos y perspectivas.

            Esta diversidad se enfrenta, entre otras cosas, con la forma de concebir la política. Se parte –con seguridad, mayoritariamente– de una experiencia que ha llevado al descrédito de los políticos y de la política (como de los medios financieros y las imposiciones exteriores) y se pide un cambio radical que se mueve en varias esferas: la de una participación más directa en los asuntos públicos y en el control legislativo (de la democracia directa no partidista, a un mayor ejercicio con los referendos de ella); la de un comportamiento más ético y más respetuoso con los deseos de la población por parte de los políticos, etc. Pero, curiosamente, se insiste en que sea el poder político el que gobierne frente a banqueros y asesores financieros, y no al revés, que el que impone ahora las decisiones es el poder económico. 

El Movimiento 15-M y sus perspectivas

            Enseguida se ha impuesto a la hora de nombrar las movilizaciones de estos días la fórmula “movimiento 15-M”. En las asambleas se ha  insistido en la independencia de cualquier partido político, sindicato o colectivo social. Y algunos de sus portavoces hablan de que se trata de un movimiento social.

            Pero como movimiento social sólo se puede decir que es incipiente, puesto que está por consolidarse en sus objetivos y en su trayectoria de futuro. O que se trata, en realidad, de una marea de movilizaciones puntuales de protesta, en sí misma ilusionante por lo que está significando hasta el momento. Que tiene, no obstante, una impronta especial que podemos definir como política también, puesto que sus pretensiones, aún no concretadas del todo, abarcan un campo muy amplio que incluye las reglas democráticas.

            [Por cierto, como suele suceder con el ejercicio de decisiones asamblearias, no siempre se ve las limitaciones o problemas “democráticos” que esto tiene y su dificultad cuando se establece como principio para esferas más amplias o complejas].

            Uno de los problemas que se han planteado en esta movilización ha sido el de dar respuesta a la petición de concreción de lo que se quiere o se exige. Parece que es más clara la crítica de lo que sucede; de qué se “protesta”. Y aquí, lógicamente, se presenta esa heterogeneidad de la que hablamos, con alguna que otra metedura de pata de empecinadas corrientes.

            La tarea no resulta fácil y el futuro depende, en parte, de que se acierte en ello. Decidir si se está en condiciones de un programa común o no y qué nivel debe alcanzar, y cuál debe ser el proceso a seguir para ello, es en sí mismo un motivo de reflexión y debate. Y visto lo visto, el que seguramente toca ahora (7). Si a eso se añade, además, la pregunta de cómo se puede conseguir lo que se demanda, cuando además, analizado el “programa”, son tan dispares los derroteros que se deben seguir.

            Cualquiera de las respuestas anteriores obliga a considerar que el movimiento tiene como función ganar más espacio en la conciencia de la sociedad si quiere obtener resultados positivos. Y para ello, resulta más fácil priorizar unos pocos puntos a exigir o unos pocos principios de cambio, más dirigidos a cómo debería ser el sistema democrático y social.

            En este sentido. hay, por ejemplo, quienes plantean que debe tratarse de un movimiento que afirme una ciudadanía que participa en la política de modo indirecto también, para asegurar que los políticos y los gobernantes cumplen los objetivos de una democracia más completa y del bienestar de la sociedad.

            En todo caso, esta experiencia, junto a otras anteriores, anima a pensar que crece el poso de la protesta y la rebeldía. Algo que va a ser más que necesario en un futuro próximo (8).  

            Hay que advertir de todas formas –ahora– que, como era de prever, el foco de atención ha cambiado. Los resultados electorales y el panorama abierto copan la escena y el interés y preocupación de buena parte de la sociedad.   
    
________________
NOTAS

1) El País en su edición de Madrid del lunes 16 recogía esta noticia con la foto de portada.
(2) «¿Quiénes somos? Somos personas que hemos venido libre y voluntariamente, que después de la manifestación decidimos reunirnos para seguir reivindicando la dignidad y la conciencia política y social. No representamos a ningún partido ni asociación. Nos une una vocación de cambio. Estamos aquí por dignidad y por solidaridad con los que no pueden estar aquí. Estamos aquí porque queremos una sociedad nueva que dé prioridad a la vida por encima de los intereses económicos y políticos. Abogamos por un cambio en la sociedad y en la conciencia social. Demostrar que la sociedad no se ha dormido y que seguiremos luchando por lo que nos merecemos, mediante la vía pacífica [...]».
(3) “El 15-M sacude el sistema”, El País Domingo, 22-05-11.
(4) Todos los medios de prensa, televisión y radio se han volcado en la atención a esta extraordinaria movilización. Otra cosa a analizar es cómo lo han hecho.
(5) La dificultad de abarcar toda la experiencia de tantas acampadas nos hace detenernos solo en la que hemos conocido directamente.
(6) Al igual que lo hizo Rubalcaba.
(7) En la acampada de Sol surgió una propuesta en una asamblea el 20 de mayo con 16 puntos que abordaban muchos temas, lo que provocó en la red numerosas respuestas sobre lo amplio del temario y lo controvertido de algunas de sus concreciones. Eso llevó a tener que aclarar que se trataba simplemente de un catálogo para discutir. Luego, en la práctica, ese abanico de propuestas se ha abierto aún más.
(8) Para el cercano futuro, quizá venga la pena decir que la consigna “PSOE-PP la misma mierda es” puede tener algo de justo... y algo de lo contrario. Se verá.