María Antonia Caro

Las causas de la violencia de género
(Página Abierta, 198, diciembre de 2008)

            Extracto de la intervención de María Antonia Caro en la mesa “Análisis de las causas de la violencia de género”, en el I Congreso sobre violencia de género, celebrado en Burgos entre los días 8 y 9  de octubre de 2008.

            En el comienzo de su intervención en el Congreso, María Antonia Caro se detiene en el concepto de violencia de género, sobre el que expone algunas consideraciones básicas.
             
            En su opinión, el género es una construcción socio-cultural sobre las características y expectativas masculinas y femeninas, así como de las relaciones asimétricas de subordinación y discriminación de las mujeres.

            En el pensamiento feminista –añade– se subrayan esos condicionantes socio-culturales de género como singularidad de la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres, tanto en la esfera pública como en la  privada.
 
            Para ella, el problema social de la violencia contra las mujeres por parte de los hombres sólo se puede entender considerando esta relación jerarquizada de los unos respecto a las otras, apoyada en una mayor fuerza física y en unas condiciones materiales y culturales que mantienen la subordinación de las mujeres. Sin embargo, esos condicionantes no son la causa única ni excluyente; existen también otros factores que inciden en las conductas violentas de los hombres.

            En su acepción social y política, género se identifica con mujer. Este término ha servido para visibilizar a las mujeres y puede tener utilidad política, pero también presenta problemas. «La violencia de género ha quedado simplificada a la que sufrimos las mujeres a manos de los hombres por el hecho de ser mujeres», explica María Antonia.

            En el imaginario colectivo, además, se identifica violencia de género con el maltrato que ejercen algunos hombres contra su pareja o ex pareja. Pero se ignora que se dan otras formas y otros ámbitos de violencia sexista (violaciones y otras agresiones sexuales en el ámbito público, chantaje o acoso en el mundo laboral,  etc.)

            El propio concepto de violencia es abstracto, asegura María Antonia. «Apenas define que se trata de un acto de fuerza,pero más allá de eso hay diferentes interpretaciones y significados».

            Por su parte, la LOVG (1) contiene una particular interpretación de la violencia de género, que, según María Antonia, es demasiado amplia respecto a la diversidad de comportamientos violentos existentes, pero, a su vez, está limitada casi exclusivamente al ámbito de la pareja.
 
            Para la ponente es importante diferenciar violencia de género, relaciones abusivas y no tratarse bien, y no es conveniente amalgamar conductas que son diferentes.

Multicausalidad de la violencia sexista

            Pasando ya a las causas de la violencia sexista, María Antonia reproduce, a modo de introducción, una cita de la psicoanalista francesa Marie France Hirigoyen: «En el origen de la violencia doméstica se encuentran a la vez factores sociales y una debilidad psicológica [...] Sin embargo, la vulnerabilidad psicológica sin la facilitación que proporciona el contexto social, no basta para volver violento a un hombre, ya que el perfil psicológico de un individuo está influido por su educación y su entorno social» (2).

            A continuación afirma que los factores que inciden en las conductas violentas sonsociales, estructurales e individuales, de personalidad. No obstante, considera que hay que mejorar el diagnóstico, aprehendiendo el problema en todas sus dimensiones. Indica que algunas causas destacadas de la violencia sexista son los condicionantes de género, la legitimación de la violencia para la resolución de los conflictos interpersonales y otros valores culturales que actúan como factores de riesgo. En el ámbito familiar, que es en el que se están produciendo los mayores índices de violencia de género, es importante, para explicar este problema, tener presente la naturaleza del vínculo relacional de la pareja, así como las concepciones relativas al amor y a la relación  familiar.
 
            También otros elementos como el alcoholismo, las toxicomanías o haber sufrido maltrato en la infancia tienen cierta incidencia en la conducta violenta. «No son factores causales, como en ocasiones se pretende, ni deben eximir de responsabilidad a quien se comporta de forma violenta, como a veces se hace. Pero son factores que deben ser tenidos en cuenta, especialmente en el ámbito familiar, para poder dispensar un tratamiento adecuado al problema», añade.

            Además, la violencia de género se inscribe en un marco donde se producen otras violencias interpersonales, familiares y sociales. Existen elementos en común entre todas estas formas de violencia y existen, asimismo, singularidades.

            María Antonia recuerda que la violencia de género se da en el ámbito público y en el privado, en todas las clases sociales y edades. Constatación que, a su vez, no debe  excluir el  diagnóstico específico en cada ámbito (familiar, laboral, etc.) o sector social donde se produce la violencia (adolescentes, inmigrantes, etc.), «y es preciso adecuar la intervención a las características particulares de cada una de estas realidades».  

Buscando soluciones

            Pasa a hablar, acto seguido, de las posibles soluciones para atajar la violencia machista. Para ello trae a colación las palabras de Esperanza Rivero, psicóloga del Centro de la Mujer y Casa de Acogida de Ciudad Real: «Es evidente que nos vamos a encontrar con mujeres que van a poner sus vidas en manos del equipo de trabajo, no queriendo decidir por ellas y siempre preguntando “qué debo hacer”. Si se cae en la trampa de dar soluciones y se apoya y se refuerza su falta de decisión habremos asfixiado la posibilidad de gestar sus propios recursos, colocándolas de nuevo en una relación de dependencia y colocándolas de nuevo en el lugar de las débiles, las carentes y las inseguras [...] En definitiva, se trata de proveer a las mujeres de los instrumentos necesarios que les permitan comprender las causas de sus sufrimientos y buscar, por tanto, vías propias para poderlos transformar» (3).

            En opinión de María Antonia Caro, la respuesta institucional contra la violencia machista en los últimos años ha sido muy importante, así como el cambio de mentalidades, lo que ha permitido incrementar la reprobación social de estas conductas. Con todo, considera que es imprescindible evaluar las diversas iniciativas públicas, haciendo una reflexión crítica y constructiva sobre ellas para mejorarlas.
 
            Y a continuación expone algunas propuestas y criterios de intervención:
            Seguir ampliando el abanico de recursos disponibles para erradicar esta violencia, procurando, a su vez, mejorar su aplicación individualizada, acorde con la diversidad de personas y circunstancias de maltrato existentes. En este sentido, es urgente mejorar el diagnóstico y concentrar los recursos de protección en las mujeres que corren mayores riesgos. No obstante, la protección policial, la tutela judicial y el tratamiento psicológico deben procurar no anular o contribuir a inhibir la capacidad autónoma y la libertad de esas mujeres.

            El horizonte de las intervenciones institucionales debe orientarse a reforzar la autonomía –subjetiva y económica– de las mujeres, huyendo de una victimización generalizada y de iniciativas que contribuyan a instalar a la víctima en el victimismo. Los recursos socio-económicos para las mujeres que sufren maltrato resultan demasiado escasos, a pesar de que son esenciales, especialmente para las más desfavorecidas: inmigrantes, paradas y con dificultades de acceso a un empleo, presas, etc.

            Es necesario seguir mejorando la coordinación y optimización de  los recursos existentes y corregir lo que resulta problemático. Por ejemplo, algunos abusos penales, como la obligatoriedad de dictar la pena accesoria de alejamiento en todos los casos con sentencia firme de maltrato (artículo 57.2 del Código Penal); o el tipo penal específico que establece un trato más riguroso para el hombre que para la mujer cuando la agresión se produce en el ámbito de la pareja; o la propuesta de suprimir la dispensa de un testigo respecto a no declarar contra un familiar (artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal) en los procesos por maltrato. En este sentido, debería ampliarse la forma de acreditar el maltrato, de manera que el acceso a los recursos socio-económicos no quedase subordinado a disponer de una sentencia firme de maltrato o incluso de una orden de protección en vigor (4).

            No se deberían judicializar todos los conflictos interpersonales. Contribuir a desactivarlos, especialmente en el ámbito doméstico, implica seguir desarrollando instancias intermedias e informales. Por ejemplo, programas de acompañamiento de las víctimas (5) o recursos de mediación (Ley de Mediación familiar; suprimir la prohibición normativa de mediar en todos los casos de maltrato [6], etc.) Es  importante la asistencia psicosocial en los diferentes ámbitos de atención a las víctimas de malos tratos, y lograr que en todos los juzgados se garanticen unidades de valoración integral. Resulta vital priorizar la prevención mediante la educación y la sensibilización.

            Se debería garantizar el tratamiento terapéutico y programas de resocialización de las personas que han maltratado (mayoritariamente hombres) y rebatir el mito de que “ellos” no son reeducables. Es muy importante individualizar el diagnóstico, así como el tratamiento.

            La erradicación de la violencia sexista se debe incardinar en el logro de la igualdad entre mujeres y hombres. Mayor igualdad no garantiza la desaparición de la violencia contra las mujeres, pero eliminar los condicionantes de género, que nos encorsetan a unas y otros, es una condición básica para lograrlo.

            Por último, María Antonia Caro subraya que, para acabar con la violencia de género, es fundamental la implicación de toda la sociedad, mujeres y hombres, autóctonos e inmigrantes, «porque es una cuestión de derechos humanos básicos, porque el sexismo nos perjudica a unas y a otros y porque éste es un reto en el que nos jugamos la calidad moral y democrática de nuestra sociedad, es decir, una sociedad mejor».

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(1) Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra  la Violencia de Género. Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre  (BOE núm. 313 de 29 de diciembre de 2004). En adelante LOVG.
(2) Hirigoyen, M. F., Mujeres maltratadas. Los mecanismos de la violencia en la pareja, Barcelona, Paidós, 2006.
(3) Esperanza Rivero Serrano, Experiencia de trabajo en una Casa de Acogida para Mujeres Maltratadas. Ponencia inédita.
(4) Como ya se contempla en las normas andaluza y gallega, que permiten acreditarlo también mediante informes del personal sanitario o de los servicios sociales.
(5) Véase, por ejemplo, el programa Rodela promovido por la administración autonómica gallega. 
(6) Ver Mediación y violencia familiar, de Mirta Ilundain y Graciela Tapia (www.otrasvocesfeministas.org).