Martin Ehl
Eslovaquia: Un pequeño Führer pone la democracia a prueba
(Hospodarske Noviny, Praga, 26 de noviembre de 2013).

 

 

La elección del neonazi Marian Kotleba como gobernador regional, el fin de semana pasado, es el último ejemplo del auge de la extrema derecha en Europa. ¿Estarán a la altura de la situación la elite política y la sociedad eslovacas que han propiciado que triunfe este advenedizo?

Hace poco, durante un día festivo en Polonia [el 11 de noviembre], los radicales ultranacionalistas quemaron la escultura de un arco iris en una plaza del centro de Varsovia y prendieron fuego a la garita de un guardia en la embajada rusa. Fue todo un escándalo internacional. Pero Marian Kotleba, el colega eslovaco de los nacionalistas polacos, ha ido aún más lejos. Durante el fin de semana, ganó las elecciones regionales y se ha convertido en Zupan (administrador regional) de la región de Banská Bystrica. Un gran impacto para los eslovacos.

El que será responsable de una de las ocho regiones del país es un hombre que alabó al Estado fascista eslovaco y la expulsión de los judíos, le gusta que le llamen “vodca” (líder, similar a "Führer" en alemán), está creando una milicia contra los gitanos y lidera un partido, “Nuestra Eslovaquia”, cuyo programa se podría resumir como "una improvisación populista con elementos neonazis".

Después de que el partido Jobbik accediera al Parlamento húngaro en 2010, ya no es sorprendente que la frustración y la decepción por los acontecimientos políticos y económicos en Europa Central hayan desembocado en el aumento de los votos de un político extremista y su partido. Sin embargo, las recriminaciones mutuas entre los políticos eslovacos de izquierda y derecha del tipo "Es tu problema, no el mío", indican que los políticos no han sido capaces de entender el cambio de mentalidad de la población.

La participación de Kotleba en la segunda vuelta movilizó a más votantes que en las otras cuatro regiones, donde la votación tuvo lugar el sábado. Y sus votos procedían de más de una clase social.

Obviamente, la victoria electoral de Kotleba le impulsará el año que viene hacia las elecciones locales y presidenciales. Aunque no tenga posibilidades de ganar, se han sentado las bases para las elecciones parlamentarias de 2016. Como administrador de la región, estará aislado; pero con ello tendrá más oportunidades de presentarse como víctima del sistema y de ganar más puntos, como cree por ejemplo el sociólogo Martin Bútora.

La frustración y el Estado eslovaco

El éxito de Kotleba tiene varias causas y es resultado de varios factores a los que no son vulnerables todos los eslovacos. La insatisfacción en general con la evolución de la sociedad eslovaca en los últimos años es una de esas causas.

Otra de ellas es el fracaso de las élites de la izquierda y la derecha, incapaces de oponerse a Kotleba, que sorprendió a todos al avanzar en la segunda vuelta de las elecciones.

El primer ministro Robert Fico apoyó a los candidatos de su partido Smer en las regiones de Nitra y Trnava contra el (supuesto) peligro húngaro, pero no tuvo tiempo para el candidato de su partido en Banská Bystrica. En lo que respecta a los partidos conservadores de derecha, su candidato se negó rotundamente a apoyar al candidato de Smer en la segunda vuelta.

El tercer factor es a largo plazo y más bien subliminal. Según el sociólogo Michal Vasecka, existe un grupo relativamente numeroso de votantes en la sociedad eslovaca con inclinaciones autoritarias (tal y como demuestran los recientes éxitos del Partido Nacional Eslovaco y el HZDS de Meciar). Este grupo está también dispuesto a cuestionar el resultado de la Segunda Guerra Mundial, en el sentido de que cuestionan la complicidad del expresidente del Estado eslovaco en la guerra [1939-1945], Jozef Tiso, con el Holocausto y otros crímenes. Desde mediados de la década de los noventa, según Vasecka, está aumentando esta tendencia entre la opinión pública, gracias a la influencia de la Iglesia católica.

La carta de los gitanos

Aunque en el contexto europeo debemos analizar la victoria de Marian Kotleba como una de tantas que demuestran el aumento del apoyo a los extremistas, su éxito es más que un mero voto de protesta, porque este radical totalmente impredecible combina su populismo con la delicada cuestión de los gitanos que nunca llega a resolverse.

Según cifras no oficiales, los gitanos constituyen alrededor de una décima parte de la población eslovaca. La mayoría de eslovacos perciben el problema de los gitanos principalmente como una cuestión de seguridad y no como un problema humano o de derechos sociales. Y Kotleba juega con este aspecto a su favor: compró el terreno en el que se encuentra uno de los muchos asentamientos gitanos y ahora quiere expulsarles, es decir, utilizar la fuerza como una solución.

En lugar de jugar la tradicional carta húngara, la manida carta de los gitanos ha empujado a la política eslovaca a la esquina del extremismo. La respuesta de los políticos de los partidos tradicionales revela que Kotleba les ha superado y que su éxito es algo ajeno a los acontecimientos políticos actuales.

Los acontecimientos de la Eslovaquia posterior a 1989 no han sido del todo benignos para la democracia liberal y sus valores fundamentales. Pero incluso Jan Slota, exlíder del Partido Nacionalista Eslovaco, nunca se declaró partidario del nazismo tan abiertamente como lo ha hecho Kotleba. "Es más serio de lo que parece", afirma Martin Butora.

Administrador regional, la prueba de fuego

En una publicación del Instituto de Bratislava de Cuestiones Públicas, “Pasado y futuro: 20 años de autonomía”, Klara Orgovanová, exrepresentante gubernalmental sobre cuestiones relacionadas con los gitanos, afirma que en lo que respecta al análisis de la evolución de los eslovacos en la creación de una sociedad civil, los gitanos constituyen la prueba de fuego.

Por ello, Marian Kotleba, tan relacionado con la cuestión de los gitanos, será una prueba para la política eslovaca en general.

Con su elección para el puesto de administrador regional, Eslovaquia parece haber retrocedido un paso. Sin embargo, no es así. Sólo la respuesta de los políticos y su forma de tratar la realidad que impone este voto democrático en Eslovaquia nos demostrará el verdadero estatus de la sociedad (civil) eslovaca y la calidad de su democracia y de sus instituciones.

En otras palabras, pueden aumentar su popularidad si le tratan como un paria. O bien pueden desacreditarle astutamente como político en su función de gobernador regional. Aunque en este momento, las probabilidades de que se haga realidad esta segunda posibilidad son bastante escasas.