Mari Luz Esteban

De la obligación de cuidar al derecho a ser
cuidadas: una campaña renovada

(Hika, 169zka. 2005ko iraila)

Una parte importante del movimiento feminista y sindical vasco acabamos de poner en marcha, a nivel de la Comunidad Autónoma Vasca, una campaña sobre el tema de los cuidados, llevados a cabo sobre todo por las mujeres fuera del ámbito institucional, y el derecho a un sistema público y universal de atención a las situaciones de dependencia. Una campaña recién estrenada aunque por otra parte todo un clásico para el feminismo de finales del siglo XX y comienzos del XXI, ya que el reconocimiento y el reparto del trabajo del cuidado es una reivindicación que ha estado siempre muy presente. Clásico también porque la Coordinadora de Asambleas Feministas de Euskadi propuso como lema central el 8 de marzo de 1993 aquella consigna de Insumisión a lo que entonces llamamos el Servicio Familiar Obligatorio, y por el reparto del cuidado entre hombres y mujeres.

Han pasado ya unos cuantos años desde entonces y la situación social, sanitaria y política se han modificado de manera muy significativa. Hay tres aspectos que son fundamentales en este cambio de contexto: los cambios sanitarios y demográficos ocurridos (aumento de enfermedades crónicas y de la esperanza de vida); los cambios en la situación laboral y social de las mujeres; y, por último, las transformaciones en las formas de convivencia, en las familias. Algunos autores afirman que esta nueva situación conllevará que las mujeres dejen de cuidar y que los hombres se incorporen al cuidado de forma natural; nosotras no somos optimistas a este respecto, aunque sí parece que las formas, tiempos y dedicaciones pueden verse modificados, por lo menos para las mujeres.

Este cambio de escenario ha llevado a las instituciones a plantearse la atención a la dependencia (o la asistencia a la persona) como un tema social de relevancia y a la implementación de políticas públicas en torno a lo que se denomina la conciliación entre la vida familiar y laboral. Además, a nivel estatal, el PSOE ha publicado recientemente un Libro Blanco de la Dependencia y está elaborando una futura Ley de Atención a la Dependencia (el nombre está todavía por decidir). También en Euskal Herria está creciendo la preocupación política y social al respecto, aunque todavía de manera tímida.

En este artículo quiero comentar algunas cuestiones generales sobre esta campaña, subrayando sobre todo los acuerdos e ideas principales, pero también los puntos débiles.

En primer lugar, destacaría que en estos momentos es totalmente necesaria nuestra reflexión y posicionamiento conjuntos en un tema que es bastante complejo y respecto al que no siempre es fácil definirse como feministas o gentes de izquierda, ya que plantea dilemas muy diversos ; por ejemplo, qué corresponde al estado y qué a la sociedad civil en materia de atención, dado además que nuestra intención no es ni mucho menos mercantilizar el cuidado hasta el extremo. O hasta qué punto impulsar o no el voluntariado, teniendo en cuenta que puede haber una cierta contradicción entre voluntariado y trabajo remunerado. O cómo trabajar políticamente la trascendencia que puede tener el hecho de cuidar en la conformación de la subjetividad de muchas mujeres...

Los ejes centrales de nuestra campaña son dos: la denuncia de la discriminación de las mujeres en este terreno, y la exigencia de un sistema público y universal que atienda las necesidades existentes, para lo que deben ser bien valoradas y cuantificadas, más allá de la demanda explícita que es lo único que se toma ahora en consideración.

Las mujeres salimos perdiendo como cuidadoras, pero también como personas susceptibles de cuidados ; no hay que perder nunca de vista este segundo aspecto : el perfil de persona a cuidar es cada vez más el de una mujer mayor de 65 años. Las mujeres perdemos a nivel simbólico y material puesto que ni siquiera somos reconocidas como técnicas y expertas en la materia, sino que somos mera mano de obra y sin apenas compensaciones, o compensaciones muy puntuales y sujetas a un trato social muy ambiguo.

El hecho de que cuidemos gratuitamente a los demás, aunque influya sobre todo a una franja concreta de mujeres (a partir de los 45-50 años), va mucho más allá y afecta a todas las mujeres en su conjunto, ya que supone una manera de definir la ciudadanía al margen de las mujeres, una forma concreta de división sexual discriminatoria del trabajo, de vincular afecto a cuidado y subvalorar todo tipo de tareas desempeñadas mayoritariamente por las mujeres; en definitiva, de dar soporte cultural y estructural a la desigualdad social de las mujeres y también a su mayor pobreza.

Pero, en segundo lugar, y como la otra cara de la misma moneda, consideramos que hay un derecho básico que no está siendo reconocido: el de ser cuidados/as cuando así lo necesitemos ; es decir, cuando no seamos capaces de desarrollar nuestras necesidades básicas (alimentarnos, asearnos…), algo que nos sucede a todos y todas en mayor o menor medida a lo largo de nuestra vida. Y eso sólo se garantiza mediante un sistema público y universal de atención y donde todas las instancias y niveles estén perfectamente coordinados.

De la misma manera que hay una Escuela Pública Vasca debería haber un Sistema Público de Atención a la Dependencia (se llame como se llame). Y, a nuesto entender, la mejor manera de vehicular y sistematizar todo esto esto es mediante la promulgación a medio plazo de una Ley Vasca de Atención a las Situaciones de Dependencia.

En torno a estos dos ejes nuestro esfuerzo va a ser triple: por una parte, interpelar a las instituciones: ayuntamientos, diputaciones, parlamentos... para una buena identificación de las necesidades y la creación de servicios diversos y suficientes. Simultáneamente, promover la concienciación de las mujeres y de la sociedad en su conjunto poniendo en cuestión también la idea de que la familia sea el ámbito ideal para el cuidado. En tercer lugar, profundizar en el trabajo por sectores iniciado hace tiempo (empleadas de hogar, inmigrantes, servicios sociales y sanitarios, atención infantil...) pero articularlo ahora con actuaciones y reivindicaciones más generales.

En conjunto, no cremos que nuestra función tenga por qué ser la de dar fórmulas acabadas o soluciones a todos los problemas, porque para ello es imprescindible la participación en el debate de todos los colectivos implicados: personas en situación de dependencia, cuidadoras, responsables políticos, profesionales, agentes sociales...

¿Qué hacer con las mujeres cuidadoras, teniendo en cuenta que aunque nuestra prioridad sea el reparto y la creación de servicios públicos, a medio plazo van a seguir estando ahí? A este respecto puede haber distintos campos de actuación. Por ejemplo, nos preocupan los mandatos y valores culturales que obligan a las mujeres a cuidar y creemos que hay que combatirlos, pero nos preocupan también los programas, protocolos y actuaciones concretas de servicios sociales y sanitarios mediante los que se perpetúa la responsabilidad femenina en el cuidado, incluso cuando ellas muestran claramente su disconformidad. Nos parece necesario identificar y modificar dichas actitudes.

Además, está todo lo concerniente al reconocimiento de la experiencia laboral y los saberes de las cuidadoras/es. Aquí se podría pensar en fórmulas concretas para que las cuidadoras puedan rentabilizar individualmente su experiencia: acreditación de los conocimientos para la inserción laboral, afiliación a la seguridad social… Pero reconocer a las cuidadoras significa sobre todo que deben tener asignado un lugar tanto en el debate social como en la puesta en marcha de un sistema público; es decir, que es prioritaria su participación en el terreno de la política. Todo ello teniendo siempre muy claro que no habrá igualdad para las mujeres mientras sigan estando obligadas a cuidar.