(Público, 2 de abril de 2019).
La guinda de la reciente gira del presidente chino Xi Jinping por Europa fue el
encuentro celebrado en París con Macron, Merkel y Juncker para aclarar posturas y
limar asperezas en vísperas de la nueva cumbre UE-China que tendrá lugar en la
segunda semana de abril.
La UE de Juncker se queja de que China abusa de la buena fe de Bruselas. Lo cierto
es que probablemente nunca tanto como las multinacionales europeas se han
aprovechado durante décadas de las “ventajas” ofrecidas por el mercado chino,
incluso atreviéndose en más de una ocasión a lamentarse las patronales europeas de
los intentos de mejorar una legislación laboral inadmisible según los propios
parámetros comunitarios. La señora Merkel, adalid del paradigma neoliberal,
descubre ahora la importancia de que los sectores estratégicos de los países europeos
permanezcan en manos públicas tras lustros abanderando la privatización de cuanto
fuer posible parece que solo a condición de que no recayera en manos del Estado-
Partido chino (el Estado debe estar al servicio de las empresas pero las empresas no
deben estar al servicio del Estado). Y hasta el alicaído Macron, con la influencia gala
en retirada en África, se atreve a reconocer la necesidad de aprender de la experiencia
china en el continente negro y no solo en el ámbito de la lucha contra la pobreza
donde la ayuda de Occidente ofrece un balance más próximo al fracaso que al éxito.