Michael Moore

A propósito de Sicko.
Una ferviente crítica al sistema de salud de EE UU

Entrevista de Amy Goodman
18 de junio de 2007
(Página Abierta,185, octubre de 2007)


            Nos reunimos con este cineasta galardonado con un oscar antes del estreno de su nueva película, Sicko (1). La cinta es una ferviente crítica al sistema de salud de EE UU, que no se concentra en los más de 40 millones que no tienen previsión sanitaria, sino en los 250 millones que la tienen, muchos de los cuales son abandonados precisamente por el servicio de salud por el que han pagado durante décadas. Comencé preguntándole lo que le inspiró a hacer la película.


            – Bueno, en realidad tuve un programa en la televisión en los años noventa llamado TV Nation, y un día simplemente pensé que sería interesante realizar un concurso. Así que enviamos camarógrafos a una sala de primeros auxilios en Fort Lauderdale, otro equipo a una en Toronto, y otro a una en La Habana. Y cada equipo debía esperar hasta que alguien llegara con un brazo o una pierna rotos, con el fin de seguir a esa persona a través del sistema sanitario y ver la calidad de la atención, con qué rapidez se realizaba y lo que se pagaba por ella. Fue una carrera entre EE UU, Canadá y Cuba. Y para decirlo con pocas palabras, Cuba ganó. Tuvieron la atención más rápida, el mejor cuidado, y no costó nada.
            Esa semana entregamos el show a la NBC, y recibimos una llamada del “censor” (no le llaman el censor, claro, sino Estándares y Prácticas).  Nos llamó la jefa de Estándares y Prácticas y me dice: «Mike, Cuba no puede ganar». Yo digo: «¿Qué?». «Cuba no puede ganar». «Bueno, ellos ganaron. ¿Qué quiere decir con que no pueden ganar? Ellos ganaron». «No, no podemos decir eso en la NBC. No podemos decir que Cuba ganó, eso va contra nuestras regulaciones». Yo le dije: «¡Oh!, bueno, no lo voy a cambiar».
            Pero lo cambiaron. Dos días después, cuando lo transmitieron, lo cambiaron para que Canadá ganara.
            Entonces me puse a pensar por primera vez en ese tema, y luego, cuando tuve mi próximo show, “The Awful Truth” [“La terrible verdad”], seguimos a un tipo que tenía seguro de salud, pero su compañía de seguro sanitario no aprobó la operación que necesitaba, que le podía salvar la vida. Así que llevamos al individuo a la HMO (Organización de Mantenimiento de la Salud, en sus siglas en inglés) [2] en Louisville, Kentucky. Lo llevé allí a ver a los ejecutivos. Nos pusieron de patitas en la calle. Así que salimos al césped y celebramos el funeral del hombre, con él presente. Llevamos a un cura, y un ataúd y portadores del féretro, con gaitas y, ya sabes, “Sublime Gracia” y todo el aparato. Y los ejecutivos lo miraban desde el piso superior y se horrorizaron de que fuera a ser transmitido por la televisión nacional. Tres días después llamaron y le dijeron al tipo: «Vamos a aprobar la operación». Y el hombre sigue vivo.
            Y yo pensé en aquel entonces: “vaya, cosa de diez minutos, y salvamos la vida de un tipo. ¿Qué podríamos alcanzar si lo hiciéramos en una película de dos horas?”. Y así fue la génesis de esto.

            – ¿Qué opinas sobre el hecho de que EE UU esté al nivel treinta y siete del mundo por la calidad de su atención sanitaria?

 
            – Sí. Estamos por detrás de Costa Rica, pero por delante de Eslovenia, según la Organización Mundial de la Salud. Es patético que el país más rico del mundo esté en el lugar treinta y siete.
 
            – Analizas tres –en realidad cuatro– sitios: Francia, Gran Bretaña, Cuba, en los que has estado, y luego vas a visitar a tus parientes en Canadá.


            – Los canadienses tienen un excelente sistema que cubre a todos, y la gente allá está muy contenta con él. No pagas por nada. Escoges a tu propio doctor. Si tienes que ir al hospital, escoges tu propio hospital. Y oyes a los críticos del sistema canadiense en este país que hablan de que en Canadá tienes que hacer cola antes de que te cambien una rodilla, o tienes que esperar varias semanas, cuando en EE UU no tienes que esperar. Cuando oigo eso, pienso qué es lo que haces cuando tienes que compartir el pastel. A veces tienes que esperar. Supongo que esperar no forma parte de nuestra mentalidad de estadounidenses: “¡dámelo ahora mismo!”. Bueno, a veces, cuando tú estás compartiendo el pastel y obtienes la primera tajada, no tienes que esperar; pero a veces te toca la tercera tajada, y a veces te toca la última. Pero lo importante que hay que recordar es que todos reciben una tajada. Las cosas no son así en este país.
            El sistema británico es propiedad del Gobierno, en el sentido de que el Gobierno es dueño de los hospitales y los dirige, y el Gobierno emplea a los doctores. De nuevo, todo es gratis. Y ves los hospitales en la película. La gente está contenta con el sistema. Francia, sin embargo, es probablemente, si no lo mejor, casi lo mejor que vimos.

            – Hablemos sobre cómo llegamos al sistema que tenemos en este país.


            – Mi abuelo fue un médico de campo. Venía de Canadá. Fue a la escuela de medicina a finales del siglo XIX. En aquel entonces duraba un año la carrera. En cierto modo, lo que sabían en esa época podían enseñarlo en un año. En la pequeña aldea en la que crecí, le pagaban con huevos y leche y pollos, y cosas así. No lo hacía para ganar mucho dinero. No ganaban mucho dinero entonces. Vivían bien –era el doctor local–, pero no eran los ricos de la comunidad.
            Nos alejamos de ese concepto de tratar a la gente porque era lo que había que hacer. Las monjas dirigían el hospital en el que yo nací. Las monjas no lo hacían para obtener beneficios e invertir en Wall Street. Lo hacían porque pensaban que era su deber servir a Dios y servir a la humanidad abriendo hospitales y asistiendo en los partos. Ahora estamos muy lejos de eso. En algún momento dejamos que los beneficios y la codicia entraran en el juego.
            En la película fijo una fecha en la que realmente comenzaron las HMO. Y realmente tuve mucha suerte. Tenía a un investigador de 23 años en mi oficina que trabajó en la película. Él encontró esa cinta en los Archivos Nacionales donde Nixon y Ehrlichman discuten si apoyar o no este concepto de las HMO, y Ehrlichman le dice a Nixon: “Vas a adorar esto, porque es empresa privada. No es como algo gratuito”. Y Nixon dice: “¡Oh!, me gusta eso. Cuéntame”. Y Ehrlichman agrega: “Bueno, esto va a funcionar como sigue. Esas HMO van a ganar más dinero suministrando menos atención. Mientras menos atención les den a los pacientes, más dinero gana la compañía”. Nixon dice: “¡Oh! ¡No está mal!”.
 
            – Y hablan de Kaiser Permanente (3). Y Nixon dice que vio a Kaiser para que lo explicara.

 
            – Sí, sí a Edgar Kaiser. Lo llevó para que explicara cómo funcionaría el plan. Y Ehrlichman y Nixon se frotan las manos, y dicen: “¡Oh! ¡Esto es tremendo!”. Y al día siguiente, Nixon anuncia su nuevo programa de atención sanitaria que, desde luego, va a incluir esas HMO que Kaiser quería que fueran incluidas. Y ahí empieza. Todo está en la película. Y así, cuando George me lo trajo por primera vez, pensé: “Muchacho, ¿llevan todos los caminos a Nixon? Le echamos la culpa a Nixon por muchas cosas, ¿pero también por las HMO? ¿Es el culpable en última instancia por nuestro lío actual de beneficios y codicia de nuestros días?”. Y la respuesta es afirmativa.
            Y estas compañías de seguros de salud son apenas los Halliburtons (4) de la industria sanitaria. Quiero decir que realmente hacen lo que les da la gana. Cobran lo que quieren. No hay control gubernamental. Y, francamente, no arreglaremos nuestro sistema hasta que eliminemos a esas compañías privadas de seguro. No se puede permitir que existan en este país.
 
            – ¿Por qué no comprende la gente en este país lo que ofrecen en otros sitios y que esta situación no es normal, que hay que cambiarla? ¿Como logran el Gobierno, los medios de comunicación y las compañías de seguros mantener a la gente tan aislada de las alternativas?


            – Es una ignorancia impuesta. Lo llaman mantener estúpido al pueblo de EE UU. Sea nuestro sistema educacional o sean los medios dominantes, todo tiene que ver con asegurarse de que la gente no sepa lo que pasa en otros países. No sabemos nada del resto del mundo. Hasta hace poco, cuando decían que si viajabas a Canadá o a México debías tener un pasaporte, más de un 80% ni siquiera lo tenía en EE UU. Así que la gente no viaja. No sabe gran cosa. Señalo en la película que nuestros graduados de secundaria, cuando les preguntan dónde está Gran Bretaña en el globo, un 65% no puede ubicarla, un 11% no puede encontrar a EE UU en el globo, un 11% de los de 18 a 25 años, según el National Geographic. Tenemos un problema en este país. No queremos saber del resto del mundo.
            La mayoría de los estadounidenses no saben quién es su vecino; y, por lo tanto, si no saben cosas tan simples como ésas, no saben de su sistema de salud. Y lo que sabemos al respecto son todas las mentiras que nos han dicho sobre los canadienses, los británicos y los franceses.

            – Hablas de Hillary Clinton y de lo que trató de hacer cuando Bill Clinton era presidente. Explica lo que intentó.

 
            – Bueno, pienso que intentó una cosa muy valerosa hace 14 años. Dijo que debería haber atención sanitaria para todos; que no debería haber condiciones preexistentes; todos debían estar cubiertos. Fue una iniciativa muy valerosa por su parte. Y fue rechazada. Creo que juntaron bastante más de 100 millones de dólares para combatirla.

            – Y sin embargo, a las grandes compañías de seguros les gustó, porque ella quería preservar a las cinco grandes.


            – Y ése fue su error. Ella no llegó a las últimas consecuencias en todo el trecho que era necesario recorrer. Yo pienso que el corazón de Hillary está en el sitio correcto.  Ella quiere que todos los estadounidenses estén asegurados, pero ¡eh!, en realidad no podemos librarnos de las compañías de seguros. Así que procuremos desarrollar un pequeño trato, algo como lo que Edwards (5) está proponiendo ahora.
            Hillary es ahora –o por lo menos lo fue el año pasado, en el congreso del año pasado– la segunda receptora de dinero de la industria de la salud, después de Rick Santorum. Él desapareció. Así que, que yo sepa, ella puede ser la número uno ahora. Es muy triste ver que ellos están en su bolsillo y ella en el de ellos. No espero mucho de su parte.

            – ¿Hay candidatos presidenciales que piensas que presentan una alternativa?

 
            – Bueno, sí. Ante todo, nadie se muestra muy específico, fuera de Edwards, en cuanto a un plan real, y el suyo no es un buen plan. El plan de Obama no es igual de específico, y ciertamente está repleto de los mismos defectos que el de Edward y el antiguo plan de Hillary.
Kucinich es el más próximo a la idea correcta y, por cierto, él dice todo el tiempo “sin fines de lucro”, o lo que sea. Pero en cierto modo ya no quiero utilizar esa palabra, y quisiera que Dennis no la usara, porque Kaiser Permanente es una aseguradora sin fines de lucro, Blue Cross es una aseguradora sin fines de lucro...

            – En realidad, el Sacramento Bee que te criticó dijo: “¿No comprende que Kaiser Permanente no tiene fines de lucro? De modo que ¿por qué dicen algo semejante de una empresa que sí los tiene?”


           
– Es por eso por lo que digo que esencialmente no quiero que ninguna compañía de seguros privada participe, sean privadas o sin fines de lucro, porque  a esas inmensas empresas que se ocultan bajo la capa de no tener fines de lucro todo lo que les interesa son los beneficios, ganar dinero para sí mismas y para sus ejecutivos; lo que hacen es obsceno. Y, por lo tanto, estoy a favor de la eliminación de todas las compañías privadas de seguros. No sé si Kucinich va tan lejos.

            – Así que hablas de un solo pagador. ¿Ves una distinción entre un solo pagador y la cobertura universal?


            – Bueno, sí. Por cierto, hay que distinguir de qué hablamos, porque todos van a decir “cobertura universal”. Cuando llegue la elección, en las primarias, estoy seguro de que todos los demócratas usarán esa palabra: cobertura universal, cobertura para todos. Y todo lo que harán es tomar tus dólares tributarios y colocarlos en los bolsillos de esas compañías de seguros.
            Tenemos que eliminar al intermediario. El Gobierno puede dirigir este programa. Lo hace bastante bien en esos otros países. Si tomas los principales veinticinco países, y si somos el único que no hace nada de los veinticinco, ¿estamos tratando de decir que los otros veinticuatro  están metiendo la pata y que somos nosotros los inteligentes? No lo creo.
            Si tomas un país como Canadá, se ve en sus gastos fijos que el costo administrativo de dirigir su programa nacional consume cerca de un 1,7% de todo el presupuesto. La compañía de seguros promedio en nuestro país gastará entre un 15% y un 30% en gastos fijos, costos administrativos, papeleo, burocracia. Eso se puede reducir considerablemente si el Gobierno lo hace.
 
            – Hablas de los pacientes de los barrios bajos...

 
            – Como sabes, hay pacientes en Los Ángeles que no pueden pagar su cuenta en el hospital. Y hay hospitales que han estado deshaciéndose de ellos en los barrios bajos desde hace cierto tiempo. Simplemente los sacan del hospital, a veces directamente en su bata de hospital, los ponen en un taxi y le dicen al taxista: “llévelos al barrio bajo y déjelos ahí”. Y a veces los taxistas tienen que echarlos por la fuerza del auto. Y...

            – Tienes un vídeo.

 
            – Sí. Tenemos una secuencia de una cámara de seguridad sobre una paciente de Kaiser que es abandonada al borde de la acera por el taxi que Kaiser contrató para llevar a esa mujer y echarla sin zapatos en medio de la calle con su bata del hospital. Muy triste. Y estás ahí sentado mirándolo, y no puedes creer que se trate de Estados Unidos de América. Así es como tratamos a la gente. Yo pienso que cuando la gente vea esta película, va a decir “De acuerdo, esto ha ido demasiado lejos; hay que detener a esta gente”.
 
            – Michael, en la película, hablas de la AMA [Asociación Médica Americana], hablas de la industria farmacéutica, de la industria de los seguros. ¿Cómo reaccionan ante Sicko?


            – Bueno, primero ninguna compañía de seguros estaba dispuesta a asegurarme a mí o a la película, porque sabían que iba a tratar de seguros. Así que incluso fue difícil conseguir seguro para este asunto. Luego iniciaron una serie de cosas internamente para advertir a sus empleados: no habléis con Michael Moore; si habláis con Michael Moore, vais a tener serios problemas. Y, de hecho, los entrenaron sobre cómo reaccionar ante mi persona, en caso de que me presentara en su compañía.

            – ¿Qué les dicen? ¿Cómo les dicen que hay que portarse contigo en esos memorandos?


            – No corras, no huyas, no tapes la cámara con la mano. Contrataron a un especialista psicólogo en una de las compañías para que le dijera al gerente general cómo funciona mi mente; para que, en otras palabras, supieran cómo distraerme del tema.
            En todo caso, no entendieron de qué se trataba, porque esta película nunca iba a ser sobre mi persona persiguiendo a una General Motors o una Pfizer. Lo que quería hacer en este caso era algo mucho más amplio y no sólo dar caza a una compañía. No me conformaba con concentrarme sólo en una compañía. Hay algo mucho más importante que tenemos que arreglar en este país. En realidad, es más grande que la situación de la atención sanitaria. Tiene que ver con cómo nos estructuramos como sociedad, cómo nos tratamos los unos a los otros. Y cómo hay que detener esa mentalidad estadounidense de que cada cual debe ir por su cuenta;  cómo ese tipo de sociedad “yo” en la que vivimos tiene que pasar a ser el “nosotros” en el que vive el resto del mundo.

            – En la película muestras a un hombre que es contratado por la industria de la salud para cuestionar a gente que presenta reclamaciones. Explica exactamente lo que hace, cómo investiga a la gente.


            – A la industria de los seguros de la salud no le gusta pagar reclamaciones, porque así no ganan dinero. La única manera de obtener un beneficio es si no pagan por tu operación. Si pagan por tu operación, la consulta con tu doctor y tus medicinas, no ganan ningún dinero. Así que su objetivo es tratar de pagar lo menos posible.
Así que contratan a lo que llamamos matones de las compañías de seguros. Supongamos que tengas que acudir a ellas por un tobillo roto o cualquier otra cosa. Cuando reciben la factura, dicen: “vaya, son 5.000 dólares por un tobillo roto. Y no debería costar más de 1.000. No queremos pagar todo eso”. Así que las compañías de seguros contratan a esos investigadores para sus unidades de investigación. Y dicen: “investiga el pasado de Amy Goodman. Investiga si tal vez en su solicitud de seguro de salud no nos dijo algo que ella haya tenido tal vez hace diez años”. Y literalmente van y obtienen esos antecedentes, y harán esa increíble investigación sobre la historia de tu salud para poder decirte: “no nos dijiste la verdad en ese caso. Tuviste una condición previa. Esto no lo sabíamos. No nos lo dijiste. Y, por lo tanto, queremos que nos devuelvas el dinero de esa operación, o no vamos a pagar por ella”.

            – Una de las partes más llamativas de esta película muestra a la gente que no pudo seguir haciéndolo, que no ha estado investigando a gente durante mucho tiempo. Y después tienes a Linda Penno.

            – Correcto. En la película aparecen los denunciantes, especialmente Linda Penno, una doctora de Kentucky. Trabajó para Humana. Su trabajo como doctora era revisar reclamaciones y aprobarlas o negarlas. Y cuenta en la película cómo la compañía esperaba que rechazara un cierto porcentaje de reclamaciones que provinieran de pacientes, incluso sin considerar si eran genuinos o no. Esperaba, digamos, una tasa de rechazos de un 10%. El recensor médico de la compañía de seguros que rechazaba más recibía una importante bonificación de Navidad.

            – Su salario aumentó de un par de cientos de dólares semanales a millones.
            – A millones, porque rechazaba reclamaciones continuamente. Ya no pudo aguantarlo. Su conciencia se impuso, y renunció. Luego lo denunció al Congreso, y ese testimonio está en la película. Es muy fuerte. Ella ha demostrado ser una persona muy valiente por haberlo hecho.

            – ¿Cómo se relaciona esto con Fahrenheit 11-S? ¿Qué vincula Sicko con tus previas películas y Bowling for Columbine?


            –  Hay, realmente, un lazo que va desde Bowling for Columbine pasando por Fahrenheit a esta cinta. Una parte es el uso del miedo. El motivo por el que no tenemos un mejor sistema es porque nos han hecho temer la medicina socializada, el sistema canadiense, lo que sea, y tratan de atemorizar al pueblo estadounidense utilizando la ignorancia como un camino para aumentar el nivel del temor en este país. En última instancia, estas películas –y en realidad lo he estado haciendo desde Roger & Me– tratan sobre nuestro sistema económico. Tenemos un sistema económico, como he dicho antes, que es injusto, no es equitativo, no es democrático. Y hasta que eso no cambie, hasta que no construyamos una forma diferente de economía en la manera de relacionarnos con el capital, creo que continuaremos teniendo estos problemas: los que no tienen sufren y los que tienen roban como bandidos.

            Amy Goodman es presentadora y productora ejecutiva del programa de radio y televisión Democracy Now!, del que se ha extraído esta entrevista. Es autora del libro En la cama con el enemigo: contra los políticos untados de petróleo, los empresarios que se benefician de las guerras y los medios de comunicación que los encubren (Temas de Hoy, 2004).

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(1) El título de Sicko es un juego de palabras, porque mientras “sick” significa “enfermo”, “sicko” se utiliza coloquialmente para describir a una persona moralmente desestabilizada, con actitudes enfermizas u obscenas. Así que el título se refiere tanto al estado de salud (“sick”) como a la falta de estabilidad y salud mental (“sicko”). (Wikipedia). [Esta nota y las siguientes son de la Redacción de PÁGINA ABIERTA].
(2) Existen dos sistemas médicos en EE UU: el sistema tradicional de indemnización, en el que se paga una “cuota por servicio” o “pago por acto” (PPA), y el nuevo sistema de organizaciones de servicios médicos prepagados u organizaciones de mantenimiento de la salud (HMO, Health Maintenance Organization).
(3) En agosto de 1971, Richard Nixon y su asesor Edgar Kaiser acordaron degradar el sistema sanitario público, dando así origen al sistema sanitario privatizado de la actualidad: la Ley de Salud Gestionada (Managed Care). Kaiser Permanente se ha ido convirtiendo en una de las más grandes HMO. En Sicko se citan o parecen otras como: Aetna Inc., Amgen (AMGN), Astrazeneca, Blue Cross and Blue Shield, Cigna, Consumer Healthcare Choices (CHCC), Glaxosmithkline, Horizon, Humana, Johnson & Johnson (JNJ), Kaiser Permanente, Merck & Co Inc., phRMA, Pfizer Inc. y United Health Care.
(4) Halliburton es una multinacional petrolera y de construcción dedicada a multitud de negocios. Es de capital estadounidense y se sospecha que entre los principales accionistas de la misma se encuentra el propio George W. Bush y Dick Cheney. En la actualidad está siendo investigada por las irregulariades cometidas en la obtención de contratos para la reconstrucción de Irak y los abastecimientos de las tropas en este país, entre otros hechos similares.





Un clip de la película

– Habla del estadounidense que le “dio el dedo” a su compañía de seguro de salud.

– ¡Oh!, literalmente el dedo.
Éste es Rick.
Rick. Estaba aserrando un trozo de madera, y lo sujeté precisamente aquí, y di en un nudo.
Michael Moore. Se cortó con el serrucho la parte de arriba de dos de sus dedos.
R. Y simplemente se cayó. ¡Y fue tan rápido!
M. M. ¿Su primera idea?
R. No tengo seguro. ¿Cuánto me va a costar?
M. M. El hospital le dio la alternativa: volver a colocar el dedo medio por 60.000 dólares o el dedo anular por 12.000. Como es un romántico incurable, Rick escogió el dedo anular por 12.000 dólares. La parte de arriba de su dedo medio goza ahora de un nuevo hogar en un vertedero de Oregón.