Miguel Rodríguez Muñoz
Notas sobre los resultados electorales en la UE y en España
(Página Abierta, 232, mayo-junio de 2014).

1. La nota dominante es el triunfo conservador en el conjunto de la UE, acompañado de significativos éxitos en países como Francia, Reino Unido y otros de una extrema derecha variopinta pero unificada en su xenofobia.

El avance de la ultraderecha, especialmente en Francia, resulta muy preocupante tanto como síntoma como por su capacidad de contagio, sea porque otros grupos la imiten considerando el terreno abonado o sea porque los partidos conservadores traten de privarle de apoyos robándole sus ideas.

La socialdemocracia acerca distancias respecto a los grupos neoliberales más ortodoxos pero no los desborda. La crisis y las políticas de austeridad han desgastado a unos y a otros modificando en pequeña medida la relación de fuerzas. Son contados los países donde el centro izquierda logró mejorar sus posiciones. La condición de partido más votado en Grecia da a Syriza un excepcional protagonismo en el conjunto de la izquierda situada a extramuros de la constelación socialdemócrata. El Parlamento Europeo será más plural pero el influjo de la socialdemocracia seguirá estando subordinado al de los conservadores. La multiplicidad de grupos y el ligero avance de los socialistas quizás obliguen a más acuerdos en algunas cuestiones.

Todo hace prever que la presidencia de la Comisión Europea descanse en las mismas o parecidas manos. Los resultados invitan a pensar en concesiones a un lado y otro: dar satisfacción a la extrema derecha introduciendo restricciones en las políticas migratorias y, al tiempo, transigir con una moderación de la austeridad que no congele la progresiva erosión del Estado de bienestar. Presiones ejercidas en sentidos contrarios pueden contribuir a mantener en el letargo los necesarios avances en la democratización de las instituciones de la UE. La otra cara de ese estado de cosas es la persistencia de los acuerdos intergubernamentales en la toma de decisiones sobre los asuntos de más calado, con clara hegemonía alemana.

Más allá de las complejidades y limitaciones de un entramado institucional como la UE, susceptible de numerosas críticas, el color político de los diversos Gobiernos y de los integrantes del Parlamento Europeo determina en buena medida su evolución. No conviene confundir la UE con el gobierno de sus instituciones. La UE se erige sobre una mezcla de oligarquía (Gobiernos, tecnócratas y BCE) y democracia cuyos ciclos de cambio siguen calendarios distintos. El Parlamento se ha renovado ahora, pero los poderes oligárquicos permanecen intactos y, entre ellos, la independencia, que no neutralidad, del BCE, sumo sacerdote de la ortodoxia neoliberal, sensible solo al influjo germano y al de los grandes poderes financieros.

2. En la UE conviven dos principios que el tiempo ha vuelto incompatibles: a) la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos; b) el neoliberalismo en su versión más ortodoxa. El segundo conspira incesantemente contra el primero: por un lado, priva de sustancia a algunos derechos, convirtiéndolos en declaraciones retóricas; y por otro, atenta contra el funcionamiento democrático de los Estados y de la UE.

3. En España el bipartidismo ha salido muy tocado pero no hundido. Aunque maltrechos, los dos grandes partidos siguen ocupando los primeros puestos en número de votos y escaños a una distancia importante de los siguientes. No obstante, su descenso ha traspasado una frontera simbólica: quedaron por debajo del cincuenta por ciento. Juntos perdieron ese treinta por ciento que los convertía en absolutamente hegemónicos. Cabe que en los futuros comicios de ámbito interno las velas ahora encogidas del bipartidismo se inflen, pero parece difícil que recuperen la potencia del pasado.

4. Aunque es demasiado conjetural proyectar hacia el futuro los resultados de unas elecciones como las europeas, con tanta abstención, un electorado convencido de que nada importante se juega y unas reglas electorales más proporcionales, el mapa de las fuerzas políticas que se configura ejercerá influencia en los siguientes comicios.

5. El PP ganó pero su éxito no puede tranquilizarle. En el conjunto de España fue más numeroso el voto de izquierdas. El dominio de la derecha sobre los medios de comunicación y su apabullante campaña sobre una recuperación económica imaginaria no le han dado los frutos soñados. Muchos de sus votantes decidieron abstenerse y han surgido grietas en los núcleos fieles de su electorado. No obstante, en ese posible y ahora inseguro caudal de apoyos y en el carácter heterogéneo y a menudo irreconciliable de los sufragios de izquierdas está la mayor fortaleza del PP. La deriva independentista de Cataluña puede remar también a su favor.

6. El desastre del PSOE ha sido clamoroso y su futuro parece bastante incierto. Es posible que una renovación de sus caras y sus mensajes le permita mejorar las cosas, pero tiene varios problemas de enojosa solución:

a) Como organización es un aparato burocrático despegado de la sociedad y lleno de profesionales que han hecho de la política su modo de vida y constituyen una traba para su renovación interna. La soberbia incubada en los años de éxitos electorales caracteriza todavía a muchos de sus cuadros. Parte de sus antiguos dirigentes y exministros ha traspasado las puertas giratorias que vinculan política y negocios. Los escándalos de corrupción salpican al partido en lugares donde ha gestionado los asuntos públicos. Su dedicación a las tareas de gobierno le ha mantenido alejado de los movimientos sociales. En un momento en que el régimen democrático salido de la Transición acusa signos de erosión, el PSOE figura como uno de sus valedores y beneficiarios principales. Pese a la vertiente reformista de sus años de gobierno, ha perdido mucha credibilidad. En todo caso, sería aventurado concebir a su masa de militantes y cuadros como un bloque monolítico, enfermo de los mismos vicios, y cabe pensar que en su pluralidad interna haya reservas de energía que pugnen por una intensa renovación.

b) Junto con el resto de la socialdemocracia europea, carece de un discurso y unas políticas que lo distingan claramente de la derecha. Defiende una concepción más abierta de los derechos y libertades, pero en el terreno económico se erige, al igual que sus partidos hermanos, en una variante de los partidos conservadores endulzada con una mayor sensibilidad social. Los partidos socialdemócratas son víctimas del abrazo del oso con el neoliberalismo y para reorientar sus políticas tienen las manos atadas por los compromisos contraídos en la UE desde Maastricht hasta hoy. El SPD, históricamente madre nutricia del resto de los partidos socialdemócratas, al tiempo que precursor de las políticas de austeridad defendidas por Angela Merkel, no parece en disposición de corregir sustancialmente sus concepciones económicas y, por lo tanto, hoy no se ven en el horizonte atisbos de cambio. Las sociedades, además, se han vuelto más complejas y los viejos grupos sociales están más fraccionados. Dentro de la sequía de ideas que viene caracterizando al conjunto de la izquierda, no irrumpen discursos capaces de integrar y unificar en torno a unas políticas alternativas a sectores populares y clases medias. El resultado de las elecciones europeas clama por un giro a la izquierda que el PSOE, inmerso en un atolladero, tiene dificultades para dar.

c) Tanto en Cataluña como en Euskadi, lugares donde cosechó muy malos resultados electorales, está sometido al impacto de dos fuegos cruzados que lo arruinan. El problema es muy grave, porque entre los polos de la confrontación nacionalista, periférica y españolista, se extingue la fuerza de un partido que vino jugando un importante papel de cohesión.

Es difícil, no obstante, calibrar la influencia que en los próximos comicios pueda tener la renovación de equipos dirigentes, carteles electorales y mensajes. El arrastre de Susana Díaz en Andalucía salvó al PSOE de una debacle mayor. Pero, incluso con el hipotético efecto beneficioso de un lavado de cara, persistiría el talón de Aquiles de Cataluña, donde –pese a su carácter razonable– no parece ilusionar nada la propuesta, todavía muy en el aire, de una organización federal y asimétrica del Estado. Bien parece que los tiempos de sus mayorías absolutas se han esfumado y que, en el mejor de los casos, se verá obligado a buscar alianzas a derecha o a izquierda.

7. IU subió en apoyos pero su notable éxito electoral está limitado por la irrupción de Podemos, que hasta se ha situado por encima en lugares donde aquella formación parecía tener un suelo más firme. Es posible que IU esté perdiendo una oportunidad histórica para asentarse por sí misma como una fuerza determinante. Tiene a su favor la defensa de políticas de izquierdas, pero en muchas comunidades comparte algunos de los peores vicios de los grandes partidos, frente a los que su principal virtud es haberse librado de las corrosivas tareas de gobierno.

Aunque su imagen pública y su realidad varían de unos sitios a otros, peleas internas, profesionalismo, sectarismo y liderazgos incapaces de generar ilusión le impiden recoger todo el descontento que hay en nuestra sociedad. Como organización da la impresión de ser una cáscara vacía, sostenida por un puñado de cuadros y la inercia de sus genes comunistas. En su actitud pesa más la voluntad de cambio que un patrimonio de ideas capaz de dar respuesta a los retos actuales. A ojos de muchos electores, sobre todo los más jóvenes, IU asoma confundida injustamente en el totum revolutum de los partidos del sistema.

8. Podemos es el gran triunfador por su salto desde la inexistencia hasta cinco escaños. Se ha nutrido del descontento, del corrimiento de votos procedentes del PSOE e IU y es posible que también de la tradicional abstención de una parte de los ciudadanos de izquierdas. Tras su éxito deslumbrante, se anudan un fuerte liderazgo mediático y el sostén de un amplio agrupamiento de activistas sociales. Su imagen joven, sus mensajes y la novedad de su irrupción pública le dotaron de una frescura que le hace aparecer como el negativo de los partidos del régimen. La extraordinaria capacidad de Podemos para filtrarse entre el electorado resulta expresiva del grado de indignación con la situación económica y social y con el funcionamiento del régimen democrático y el sistema de partidos, hasta llegar a forjarse como grupo en el principal beneficiario del movimiento surgido del 15-M y de sus aspiraciones democratizadoras.

Aunque sobre su futuro se abren muchas incertidumbres, la rotundidad de su éxito y el carácter ambicioso del proyecto le dan alas para perpetuarse y sortear un camino no exento de obstáculos, conflictos y complejos dilemas. El fenómeno Podemos es toda una llamada de atención para el conjunto de las fuerzas políticas y puede contribuir a innovar el oxidado mapa de la izquierda. Pero nada está escrito y todo es posible.

9. El conjunto de la izquierda se enfrenta al reto de fraguar un pensamiento emancipador a la altura de los problemas que plantean la globalización, la construcción de la unidad europea y la complejidad de las sociedades actuales. Además tiene por delante la tarea nada fácil de situar a la política en el puesto de mando y someter al imperio del interés general a la economía y a las fuerzas desbocadas de los poderes financieros.

10. UPyD subió pero su alegría y la locuacidad de su dirigente máxima debieran ser más contenidas, a riesgo de que la fuerza se les vaya por la boca. UPyD no fue capaz de hacerse con una buena tajada del desgaste del PP o del PSOE. Empiezan a abundar los grupos que gustan de aderezarse con el sayo de una manoseada piel de toro.

11. La ola independentista catalana una vez más dio muestras de su potencia. En el análisis de lo que sucede en Cataluña, se ensombrece buena parte de la realidad cuando se centra la atención exclusivamente en los partidos nacionalistas como principales agentes del secesionismo. Da la impresión de que a unos y otros les marca el paso un movimiento social que ha venido cogiendo mucha fuerza. El PP confía en que a CiU el desgaste frente a ERC le obligue a dar marcha atrás, pero el genio ha salido de la marmita y sus evoluciones parecen muy difíciles de controlar. A día de hoy, la perspectiva es un choque de trenes bastante dramático.