Moisés Mori
De estatura humana. Voces de un realismo radical
(Página Abierta, 226, mayo-junio de 2013).

  Comentario de En la orilla, de Rafael Chirles, autor de un conjunto amplio de novelas muy relacionadas con la vida social y política española de las últimas décadas  (Anagrama, 2013). El presente texto fue publicado en El Cuaderno, nº 44 (abril de 2013), con el título de “Voces de un realismo radical para hablar de un país empantanado”.

En las páginas introductorias a su libro de ensayos El novelista perplejo (2002) decía Rafael Chirbes que «poner algo por escrito es ponerlo en el espacio común del lenguaje», y señalaba así cómo los textos literarios contribuyen «a componer o fijar ese espacio mental y hasta moral que es la sensibilidad de una época». Sin duda con Crematorio (2007) –por limitarnos a su anterior novela– ha conseguido el autor esa dimensión pública y el libro ha sido justamente reconocido por muchos como un texto que ha sabido analizar las verdaderas implicaciones de una turbia época: la especulación inmobiliaria y corrupción de los últimos años.

Ahora En la orilla, con este nuevo título, estamos ante una novela que nace (causa inmediata) de la actual crisis económica y social, un texto que da cuenta del lodo y el sufrimiento que finalmente han traído consigo aquellos prodigios. En efecto, este libro habla de la España de nuestros días, es un duro y feo retrato de su estado crítico. Ahora bien, no debe reducirse el realismo de la novela a lo ya sabido o supuesto, a nuestros posibles prejuicios y coartadas, a las distracciones del sistema o el murmullo de los medios; lo que la obra de Chirbespone en el espacio común del lenguaje es mucho más, otra cosa: es un realismo radical, crítico, que huye de tópicos y convenciones, ajeno por completo al ruido, la moda y el permanente espectáculo.

El personaje principal de esta novela es Esteban, un carpintero de setenta años, soltero, que vive con su padre nonagenario (ya muy enfermo, demente) y lleva una existencia gris, más o menos triste, en su pueblo levantino (estamos en Olba, cerca del pantano, en los alrededores de Misent, por esa misma costa valenciana de otros libros del autor). Después de algunas escapadas e ilusiones de juventud (más cierta herida íntima), Esteban ha trabajado durante toda su vida en un honrado negocio familiar que ha marchado modesta pero aceptablemente bajo la dirección de su padre; sin embargo, en los últimos tiempos, el hijo ha comprometido el futuro de la carpintería y el empleo de sus cinco trabajadores, al haberse asociado con un vivo constructor de la zona al que la crisis se ha llevado por delante. Así que el viejo Esteban está ahora también en la ruina, es un efecto más de la catástrofe: deudas, cierre del taller, paro y miserias a su alrededor.

Sobre el monólogo interior de esta figura central se articula buena parte de la historia, pero tan significativa como la voz del protagonista es la de otros personajes que lo rodean (su padre, su amigo Francisco y demás compañeros de partida en el bar, los trabajadores a los que ha llevado al paro, la asistenta colombiana…), pues lo decisivo aquí no es la superficie de la trama narrativa –el revés, el error de ese hombre fracasado que no encuentra otra salida que un desgraciado desenlace–, sino el juego social que se condensa entre esas gentes que viven en torno al pantano, todo lo que el discurso abarca desde ese foco central: fundamentos históricos del presente (causa primera), traición al noble legado paterno, las cadenas del sexo, el hombre que es perro para el hombre… De modo que la novela se estructura con naturalidad –y poderoso estilo, muy firme, de admirable precisión– sobre las distintas voces de esos personajes: cada uno de ellos traza su círculo sombrío, ahonda así en la verdadera significación de unos hechos que explotan en las manos de Esteban pero cuya onda expansiva destruye sin piedad a unos y otros. Es esta forma narrativa (de la tercera persona a la suma de monólogos yuxtapuestos) la que crea una nueva posibilidad de analizar los acontecimientos y pone así de manifiesto tanto la complejidad de los hechos como, en definitiva, su humilde pero ineludible verdad.

Porque lo que Chirbes parece plantearse –sobre la base siempre de lo particular y muy concreto: la comida, la tierra, los contratos, los humores, la familia, el nombre exacto de las cosas– no es tanto contar una historia con principio y fin, sino buscar a través de ella las leyes que rigen nuestras vidas (y si se quiere: las leyes que determinan la actual situación histórica; pero también: las de la condición humana, la estatura real –carne y alma– de los hombres). Es decir, la mirada del escritor observa y desmonta el motor que mueve la maquinaria social, también los mecanismos de ciertas actitudes personales, lo que tienen de interesada representación, su falsedad. Y hablar aquí de la pulsión sexual o la fuerza imparable del dinero, del depredador humano y la lucha de clases, no es sino pronunciar las palabras justas, dirigir directamente la mirada al pantano (charca primordial), enfrentarse a un discurso dominante en el que se ocultan basuras, despojos, pasiones, suciedad, cadáveres, mentiras: la historia y el lodo.

En este punto, la posición del novelista –su pesimismo, su penetrante inteligencia, el radical materialismo– no puede coger desprevenidos a quienes han leído Crematorio u otros títulos suyos anteriores; de hecho, En la orilla se asienta –incluso en ciertos detalles– sobre la posguerra de La buena letra (situación de los vencidos; origen de algunas fortunas…), el personaje de Francisco remite a su vez a los izquierdistas oportunamente reciclados de, por ejemplo, Los viejos amigos…, y sobre todo, Esteban –aun como un elemento más de este relato coral– manifiesta con su propia contradicción y desesperanza un conflicto moral (o sea: político, existencial) similar al que encarnan otros relevantes personajes del autor (desde el protagonista de Mimoun: 1988); de modo que este viejo carpintero –atrapado, vencido– expone, en efecto, el rigor de esos códigos que gobiernan nuestra vida pero interroga igualmente sobre dónde empieza y acaba hoy la responsabilidad de cada cual, y así el personaje alcanza –a su pesar, podría decirse– la altura de los grandes caracteres: es un héroe y una pieza de la máquina. O sea, no es nada; apenas carne, confusión, alma, testigo: literatura que nos acerca al conocimiento y actúa en el debate de las ideas.

Y la obra de Chirbes interviene en el espacio mental de nuestra época porque participa de esa misma inquietud, de las mismas dudas que esos seres que transitan por sus páginas (sea el infeliz Esteban o el apoltronado Francisco, la mujer del constructor o la asistenta colombiana…): su escritura nunca adquiere, por tanto, un tono docente o rígido, expresa muy contadas –aunque decisivas– convicciones; se desarrolla más bien como un pensamiento libre y en acción: búsqueda del principio y los nombres, dolorido anhelo de otro destino.

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Moisés Mori (Cangas de Onís, Asturias, 1950), profesor del instituto Alfonso II de Oviedo, ha publicado los libros Lo inmortal y otros ensayos de literatura (1991), Estampas rusas. Un álbum de Iván Turgueniev (KRK, 1997; 2007) y Escenas de la vida de Annie Ernaux (Diario de lecturas, 2005-2008) (KRK, 2011). Preparó la edición de Rebañaduras (1986), volumen de artículos de Rosa Chacel, y ha ejercido la crítica en diversos medios.