Nanina Santos
Violencia en parejas jóvenes
Sobre el libro Violencia en parejas jóvenes. Análisis y prevención, de Rosaura González y Juana Dolores Santana Hernández. Pirámide. Madrid: 2001.
(Página Abierta, 166, enero de 2006)

En el prólogo que abre el libro, Gonzalo Musito Ochoa nos advierte de esa importante paradoja que contiene la familia, pues al tiempo que es lugar de máximo afecto, apoyo, comprensión, también es el escenario donde se produce un gran número de actos violentos.
Y éste es uno de los problemas difíciles. Es difícil entender cómo pueden unirse cariño con malos tratos, cómo una persona que te quiere puede violentarte psíquica y físicamente. Y es difícil también porque  es uno de los nudos que destruye la resistencia de las víctimas.
El libro parte de una investigación realizada entre 1.146 estudiantes de enseñanza media de entre 16 y 18 años, hecha en centros escolares de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, porque para las autoras es importante desarrollar políticas de carácter preventivo y esto exige conocimiento detallado de las situaciones de maltrato y de la relación de esta violencia con otras formas de maltrato familiar.
Nuestras autoras se colocan en posiciones muy de sentido común, porque no son las que más se escuchan, sobre todo cuando las presiones mediáticas aprietan y representantes de la Administración, organizaciones de mujeres, etc., usan palabras más o menos grandilocuentes y siempre repetidas sobre la erradicación de la violencia, sobre el incremento de las penas, de los castigos, de nuevas reformas de las leyes...
Rosaura González y Juana Dolores Santana asientan su trabajo en otros criterios: «La violencia de género en el ámbito de la pareja es un fenómeno complejo y multidimensional, es decir, son diversos los factores que hacen posible esta violencia.
»Erradicarla no es tarea fácil, y no por repetirlo más veces y más alto, el problema encontrará mejor solución. Exige, además, modificaciones en el modo de concebir las relaciones en el ámbito familiar».
Para desarrollar políticas preventivas es de todo punto preciso el conocimiento detallado por lo que hay que investigar en concreto, pero nos advierten contra las lecturas superficiales de los resultados del estudio, pues cuando ellas indican situaciones de riesgo lo que quieren y a lo que nos invitan es a alentar a las personas afectadas (y a la comunidad) a luchar conscientemente contra la violencia, porque las circunstancias que afectan a nuestro comportamiento son más poderosas cuando ignoramos su influencia.
No se trata de señalar a nadie como potencial agresor; además importa, e importa mucho, evitar los efectos perversos de etiquetaje social (para evitar profecías autocumplidas).
El texto está dirigido a jóvenes y educadores con el objetivo de lograr una labor preventiva más amplia y fomentar la igualdad. Y se dirige por igual a ellas y a ellos, porque saben, como sabemos, que es imposible acabar con la violencia sin el esfuerzo conjunto de mujeres y hombres.
El libro se compone de un prólogo del ya citado Musito, una introducción en la que las autoras explican sus propósitos y seis capítulos: Contexto sociocultural y económico de las familias; el noviazgo y sus sinsabores; resultado del estudio con parejas jóvenes; a modo de reflexión; una mirada cara al futuro, y, en el último capítulo, descripción de la metodología empleada. Y, como remate, seis páginas de referencias bibliográficas.
En cada capítulo se incluye un cuadro resumen sistematizado y conciso de utilidad.
Reproduzco el del capítulo seis: “Una mirada cara al futuro”, porque se centra y refiere a un tipo muy concreto de acción preventiva, la que se puede desarrollar en el ámbito educativo [ver texto aparte].
Es necesario coordinar estos programas dentro de una política general de prevención.
La violencia en las relaciones de pareja es más frecuente de lo que la mayoría imagina, porque no se trata de una dificultad más a superar por la pareja y el mejor medio de combatirla es frenarla desde que comienza: «Los que aceptan las primeras agresiones suelen entrar en una espiral que les lleva paulatinamente hacia mayores niveles de violencia y les hace perder perspectiva sobre la situación que viven. Muy pocas personas admitirían mantener una relación con alguien que les da una paliza en la primera cita, pero pueden creer que un empujón no tiene importancia. Sin embargo, la violencia comienza haciendo una tímida aparición primero, y posteriormente se hace dueña de algunas relaciones durante años. Por eso, nos proponemos describir cuáles son las situaciones de mayor riesgo para las parejas, y analizar la dinámica que se genera tras la aparición de las primeras manifestaciones de violencia» (página 22).
Hay circunstancias que potencian la violencia pero que por sí solas no explican su aparición: «[...] dificultades económicas, exclusión social, el divorcio, etc., contribuyen a hacer medrar el estrés de las familias. El consumo de alcohol y drogas indica otro tipo de problemas de socialización e inadaptación en los agresores. Sin embargo, suele ser necesario algo más para que se manifieste la violencia, un sistema moral que justifique su uso y traslade a la víctima la responsabilidad por las agresiones» (la cursiva es mía).
El libro es estupendo. Vale la pena leerlo, difundirlo, debatirlo en los grupos de gente que trabajan en la prevención de esta violencia y ver qué y cómo se puede llevar a los centros de enseñanza, entre el profesorado y para trabajar con chicos y chicas.
Naturalmente que se aportan muchas cosas de lo que sucede en el ámbito familiar y conviene, por lo tanto, su lectura a los progenitores, y por supuesto, a las personas que trabajan en prevención social, que diseñan políticas...
Bien estaría que en este país hubiese estudios semejantes o que se promovieran investigaciones concretas en el futuro, porque además de ayudar a cobrar consciencia de la gravedad del maltrato femenino tanto tiempo silenciado, nos da herramientas para trabajar a favor de su eliminación.
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NOTA. Este comentario fue publicado en el número 42 de Andaina, revista gallega de pensamiento feminista. 

Resumen

· Es imprescindible emprender una labor preventiva en el ámbito educativo. Sin embargo, esto no debe hacerse sin un planeamiento apropiado y una evaluación rigurosa que detecte posibles efectos perversos.
· Los intentos de poner en marcha programas de prevención de la violencia con jóvenes son relativamente recientes, por lo que no ha transcurrido el tiempo suficiente para evaluar su eficacia a medio y largo plazo.
· Se recomienda aplicar los programas de prevención a edades tempranas, cuando resulta mas fácil modificar las actitudes de los jóvenes.
· Se recomienda potenciar aquellas habilidades que les permitirán desarrollar relaciones saludables, en lugar de cargar las tintas en los peligros que acechan.
· La buena marcha de los programas de prevención requiere establecer un clima de conciliación entre sexos. De otro modo, se pueden provocar efectos no deseados (pesimismo de los jóvenes respecto a las relaciones de pareja, resistencias en los varones cara a los mensajes del programa, etc.)
· Debe fomentarse la participación de los jóvenes en el proceso de cambio con objeto de canalizar la influencia del grupo, quebrar la imagen de falso consenso, conocer aquellas situaciones y creencias que propician la violencia, etc.