Nanina
Santos
Cuerda de presas
Acerca del cómic Cuerda de presas.
Guión de Jorge García y dibujos de Fidel Martínez.
Editorial Astiberri. Bilbao: 2005. 96 páginas.
(Página Abierta, 163, octubre de 2005)
Jorge García (Salamanca, 1975), guionista, y Fidel Martínez
(Sevilla, 1979), dibujante, colaboran en esta historieta estremecedora
que es Cuerda de presas, publicada muy recientemente por la
editorial Astiberri.
Nos cuentan en once historias –historietas– las vidas de
presas en las cárceles franquistas en los primerísimos
años de la posguerra.
Para la gente que cree que la historieta es un género menor, sólo
capaz para el humor o las cosas insignificantes, aquí tiene un
estupendo ejemplo de otra cosa.
Distintas cárceles (Euskadi, Castilla, Alicante, Madrid, Mallorca,
Barcelona, Yecla), traslados (de ahí el título, Cuerda
de presas, que hace alusión al conjunto de penadas que van
atadas fuera de los presidios, tal y como lo define el diccionario de
la lengua española de la RAE, 2001), las monjas que gobernaban
los presidios o las funcionarias afectas al régimen que humillan
de continuo a las presas bajo su tutela absolutamente inmisericorde.
Jueces, médicos, falangistas, guardias civiles, forman parte del
cuadro en el que ellas, las presas, ocupan el centro de estas historietas
que denuncian las atrocidades de la represión.
El dibujo, expresionista, ayuda a reconstruir la atmósfera opresiva,
asfixiante y humillante en la que estas rojas son (y fueron)
protagonistas.
Felipe Hernández Cava prologa el libro recordándonos la
necesidad de la memoria para que no nos reescriban la historia, para
que no nos revisen lo sucedido a beneficio y conveniencia de los revisadores
y para que no nos nieguen lo sucedido. En este ejercicio no se olvida la
importancia del patrimonio iconográfico no manipulable.
Hacer memoria de un pasado deliberadamente olvidado y/o trastocado, reparar
los daños infringidos a las víctimas (directas e indirectas)
reconociendo el horror, las atrocidades, las humillaciones y, desde luego,
pidiendo perdón. Es a esa luz como hay que valorar el espléndido
trabajo de García y Martínez.
Nos recuerda cómo Franco en su cuartel general de Burgos habla
sin el menor rubor de la necesidad de poner en pie “un horror saludable” que
se práctica de modo sistemático al amparo de la Ley de
Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, fusilando
y dejando pudrir en las cárceles a millares de seres humanos que
defendieron el régimen de la Segunda República legalmente
constituida. Ese mismo Franco que dijo al periodista Manuel Aznar en
1938, abuelo del ex presidente José María Aznar, que es
necesario sacar de la circulación a los elementos dañosos,
pervertidos, envenenados política y moralmente, porque su reingreso
en la sociedad representaría un peligro de corrupción y
un contagio para todos. «Y esa “profiláctica” vejación continuada
de millares de mujeres entra en el olvido: primero por la censura franquista;
luego por el pacto de silencio aceptado durante la transición; más
adelante, por el miedo del Gobierno socialista a abrir la caja de los truenos
de la memoria; y finalmente, por los años de plomo del
PP, en el que el revisionismo comienza a campar a sus anchas a través
de algunos supuestos historiadores. [...] »¿De qué franquismo nos estaban hablando los medios
de comunicación, tan dulcificado que por momentos temía yo que
lograsen modificar mi mirada con la misma eficacia con la que lo estaban consiguiendo
con los legos en la historia? ¿Ése era el ayer de nuestros padres
y de tantos de nuestros amigos? [...] »Jorge García y Fidel Martínez, a los que tengo por
dos de los mejores autores de este país, se han embarcado en sacar adelante
una reflexión moral sobre nuestro ayer [...], cuyas heridas
no se pueden cerrar con mentiras o medias verdades. Precisamos un patrimonio
iconográfico que no sea fácilmente intercambiable y confundible,
y que se sustente por sí mismo a contrapié de lo que los revisionistas
nos quieran decir sobre aquellos tiempos. Los niños de Paracuellos, de
Carlos Jiménez, los Apuntes sobre la guerra de su padre, de
Miguel Gallardo, o Las presas, de Jorge García y Fidel Martínez,
por ejemplo, son imágenes hechas a prueba del olvido y de incredulidad. El
lenguaje de la historieta, afortunadamente, no se paralizó ante un horror
que los que lo vivieron no se merecen que olvidemos».
Hermosas palabras para quienes no queremos morir sin que en este país
se hable de la guerra civil y de las responsabilidades que hagan falta
(que son muchas), se exhumen las fosas comunes, se limpien tantos muros
de iglesias donde figuran los nombres de los falangistas o de los muertos
en el “bando ganador”, se reconozca que Franco y su camarilla
dieron un golpe de Estado, que la jerarquía de la Iglesia católica
colaboró activamente en su triunfo y en el mantenimiento posterior
del régimen surgido de ese levantamiento en armas, que miles de
personas fueron asesinadas, que se infligieron torturas a millares de
personas y humillaciones públicas en nombre de la unidad de España,
de Dios, de la tradición, que se negaron la libertad de creación,
expresión, organización...; que se ató a las mujeres
a una sumisión y subalternidad matadoras, etc.
Guste o no guste, sucedieron cosas terribles, y no por meterlas debajo
de la alfombra o en un cajón cerrado dejaron de suceder. Tarde
o temprano ha de hacerse la luz gracias a trabajos hechos desde distintos ámbitos,
como el aquí comentado de Jorge García y Fidel Martínez,
que vale mucho la pena leer, discutir y difundir. “Entre rejas”, “Balada de Ventas”, “El cuarto
bajo de la escalera”, “La ciudad más lejana”, “Montañas,
nubes, cielo”, “El traslado”, “El duelo”, “De
pie”, “Los límites de nuestra celda”, “Fuegos”, “Qué escribir”,
historietas que nos hablan también de cómo en medio de la indignidad
se puede sobrevivir, establecer complicidades, afectos, sexo, ternura o como
en la fealdad existe o puede medrar la belleza.
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