No hay vuelta atrás

(Página Abierta, 215, julio-agosto de 2011).

 

            De lo que conocíamos hasta ahora, nos sorprendía que habiendo tantas jóvenes activas en el movimiento 15-M no se apreciara su presencia entre el grupo de portavoces que aparecen en los medios. En la presentación de un libro conocimos a una: Klaudia Álvarez.

            Con un pequeño prólogo de Stéphane Hessel, la misma editorial – Destino– que publicó en castellano su alegato Indignaos ha recogido en un pequeño volumen de su colección Imago Mundi unos breves testimonios de cuatro “voces comprometidas” del #15-M, las de Klaudia Álvarez (35 años), Pablo Gallego (23 años), Fabio Gándara (26 años) y Óscar Rivas (38 años). El título del libro: Nosotros, los indignados.

            Los cuatro describen de un modo conciso su experiencia de estos meses, la razón de su “indignación” y “hartazgo”, cómo se incorporaron desde la Red a las movilizaciones de mayo y a las acampadas que las siguieron, sus vivencias particulares en ellas, lo que esperan de esta reacción cívica, algunos de los cambios que ven urgentes. Todos con estudios superiores o medios.

            Buena parte de la experiencia y opiniones de Fabio Gándara quedan ya expuestas en las páginas anteriores. A las de Klaudia dedicaremos las últimas páginas de este artículo.

 

Pablo Gallego, gaditano, es diplomado en Ciencias Empresariales y cursa actualmente estudios de Investigación y Técnicas de Mercado en ICADE (Madrid). “El cambio comienza en ti” –en referencia a una inscripción en una lápida de la abadía de Wetsminster que recoge a modo de introducción– titula su relato, en el que empieza recordando el inicio de su compromiso.

            «“Soy un joven hastiado de la situación y sé que no estoy solo”. Así comencé el 9 de febrero de 2011 un post que se titulaba “Mayo del 68 en España”. Mi intención era redactar y dar a conocer un manifiesto sujeto a las modificaciones de aquellos que leyesen mi blog. Quería plasmar en un texto un listado de propuestas representativas de los jóvenes españoles».

            Enseguida y a través de Facebook acaba incorporándose a la Plataforma de Coordinación de Grupos Promovilización Ciudadana y más tarde a Democracia Real Ya.

            “Yo soy un SÍ-SÍ” (estudio y trabajo), explica en su primer apartado del texto, en el que apunta una crítica dura a los partidos y al funcionamiento general de la democracia (“partitocracia”). Sin embargo, afirma: «Los ciudadanos no nos reunimos el 15-M para boicotear la democracia». Miles de personas se vieron obligadas a salir a la calle para exigir un sistema más justo, solidario y libre. Sí, los tres adjetivos que definen la carta de los derechos humanos».

            Considera, en su opúsculo, que existen al menos seis razones para indignarse, que, básicamente, son las causas de la crisis en nuestro país: la corrupción, el gasto público, la especulación inmobiliaria, la privatización de las cajas, la inacción de la ciudadanía y el abismo entre los políticos y los ciudadanos. En ellas se detiene punto por punto, para finalizar tratando de diferenciar lo que es el neoliberalismo del liberalismo clásico: «Ese “neo” se traduce en algo muy común en nuestros días: la privatización de beneficios y la socialización de las pérdidas. En cambio, en el liberalismo auténtico, si un banco cae en bancarrota, jamás se rescata».

            Tras razonar por qué apuesta por el mercado libre –y cómo él lo entiende– y abogar, sin embargo, porque la sanidad, la educación y la banca no sean privatizadas, termina declarando, en un último apartado, que “esto es imparable”: «A la hora de imaginarme cómo será el mundo dentro de unos años, se me plantean diferentes escenarios posibles. Lo que sí sé es que, si se mantiene su carácter pacífico y la unión que ha mostrado hasta ahora, el Movimiento 15-M conseguirá todo lo que se proponga».

 

            Para el madrileño de nacimiento, Óscar Rivas, «el hartazgo tiene tanto que ver con lo situación social y la pérdida de valores de la sociedad» como con su experiencia profesional. A la indignación por los valores negativos que se desarrollan en la sociedad –algo en lo que insistió en la rueda de prensa, para recalcar en contraposición los fomentados en la acampada de Sol–, se ha sumado, según cuenta en su texto, la precariedad de los contratos de trabajo sufrida y el trato institucional recibido en sus proyectos como autónomo. Estudió sonido y ha trabajado en RNE, además de desarrollar varios proyectos relacionados con el mundo de la comunicación.

            Tras asistir a la manifestación del 15 de mayo en Madrid, conoce por Facebook que un amigo se ha quedado en Sol. Al día siguiente se une a los allí concentrados y así comienza una experiencia para él “apasionante”, que detalla en lo escrito para este libro y que titula “La democracia real acampó en Sol. «Lo que me llega a estremecer es el apoyo espontáneo de una ciudadanía tan heterogénea como generosa. El cariño, las ilusiones renovadas y el crecimiento imparable que va adquiriendo el movimiento nos hace asumir una responsabilidad que nadie nos ha impuesto y que tratamos de ejercer con entusiasmo y humildad». Pasa entonces a contar algunos ejemplos de lo que él llama “microclima social” ahí vivido.

            Estuvo en la comisión de comunicación y aprovecha aquí para señalar que el trato con los medios en general era bastante bueno y para «romper un lanza en defensa del respeto y la ecuanimidad con que muchos han tratado el movimiento».

            Se ausenta un tiempo de Sol y cuando vuelve «las cosas no son tan bonitas. Se han acentuado algunos problemas iniciales de organización… Resulta difícil poner orden en una organización que se basa en la horizontalidad y la espontaneidad, y hacerlo sin que nadie se sienta molesto. En todo caso, creo que se debe más a los excesos de ego que a cualquier otra cosa». 

            Se incorpora enseguida al grupo que trabaja en la elaboración del llamado “consenso de mínimos”, en el que se pretendía aunar las propuestas comunes para presentarlas al Congreso. «Con ello perseguíamos representar la opinión de la ciudadanía y permitir la continuación del trabajo del movimiento en asuntos de mayor envergadura, como política a largo plazo o propuestas más concretas y trabajadas sobre economía y otros ámbitos». Sobre este empeño resalta las dificultades de sacarlo adelante en las asambleas generales por la dinámica de debate y consenso que se lleva a cabo.

            A los problemas de la finalización y levantamiento de la acampada dedica un pequeño apartado, al que precede el recuerdo de una visita de unos compañeros de Bilbao en la que todos coincidieron en que «este movimiento destila un humanismo que añorábamos desde hacía mucho tiempo». Pensamiento que enlaza con lo elegido por él para finalizar su relato. En la primera semana de la acampada de Sol se encontró una mañana entre las tiendas un cartel que decía: “Cooperar nos hace más felices. ¿Lo has notado?”.    

 

Klaudia Álvarez dice que tiene el privilegio de haber vivido la #spanish-revolution en Barcelona desde el primer momento, desde dentro, y de ver cómo calaba día a día. Nacida en esta ciudad donde estudió Comunicación Audiovisual, es ahora profesora de Imagen y Sonido en Terrassa. Antes trabajó en el Instituto Cervantes de Lisboa y en el Ayuntamiento de Barcelona. Forma parte en la actualidad del equipo de comunicación de Democracia Real Ya.

            Como ella señala, tiene motivos para ser feliz pero también los tiene para estar indignada por lo que ve a su alrededor y por lo que a ella misma le toca: un trabajo que sigue siendo temporal después de ocho años y una hipoteca que pagará hasta que cumpla los setenta. «No se trata de una situación aislada, ni siquiera de una crisis. Hace tiempo que pienso que este modelo de sociedad tiene los días contados».

            Para ella todo empieza abriendo una cuenta en Twitter. «Aparecieron en mi vida un montón de nuevas palabras: Anonymous, hacktivismo, #sindepírate, Tahir, ciberrevolución, Ddos, Hessel, #nolesvotes,  #malestar, Islandia…, y la semilla del cambio se instaló en mi cabeza». Y así poco a poco va detallando el valor de esta experiencia y las conclusiones que iba sacando de ella. «Constaté que el poder de los internautas y de las redes sociales es difícil de contener… La red social [Facebook], diseñada para rendir culto a los egos, se convirtió en un arma de organización colectiva mucho más potente de lo que podíamos imaginar». 

            Trabajó intensamente en la preparación de las movilizaciones del 15 de mayo: «En tres meses escasos la idea de la movilización ciudadana asindical y apartidista cobró cuerpo en sesenta ciudades. Se formaron equipos de trabajo deslocalizados: de propuestas, internacional, de comunicación… Se puso en marcha una web y un foro. Se generaron cientos de vídeos, canciones, lemas, pancartas, emails, carteles, eventos, octavilla…». Pero para este proceso, sigue Klaudia, se necesitaba algo más: el encuentro cara a cara, el trabajo de asambleas y comisiones.

            Llegó el 15 de mayo y a Klaudia Álvarez le tocó subir a un camión y dirigir unas palabras a las 15.000 personas reunidas en la Plaza de Catalunya, que aunaron sus voces gritando “¡Sí se puede!”.  Ella misma señala que se superaron todas las expectativas, no solo por la masiva asistencia sino por la actitud entusiasta y entregada que se desató esa misma noche. «Más allá de ideologías, de nacionalismos o de edad, gente de todo tipo hizo suyas las reivindicaciones, porque venían de ellos mismos».

            Expone a continuación lo que, según ella, se reclama, que tiene «la legitimidad de lo irrebatible», porque es «tan básico y de sentido común que es imposible no estar de acuerdo. Tener una vida digna es prioritario». Se refiere a tener una vivienda digna, a una atención sanitaria y una educación de calidad, a dejar de vivir en la precariedad… a tener empleo, a mejorar las condiciones laborales… «Mientras estos derechos básicos no estén garantizados no hay democracia. Mientras existan clases privilegiadas no habrá democracia». Y «garantizar los derechos sociales es responsabilidad del Estado», que, sin embargo, mira más por los privilegios de una casta cada vez más enriquecida.

            Esta reflexión le lleva a un alegato “contra la perversión de la democracia”. De un modo radical va concretando esa perversión: «Votar cada cuatro años no es democracia. Las elecciones son la farsa de la partitocracia. No quiero que me representen, quiero decidir por mí misma. Quiero que ejecuten las medidas que la ciudadanía decida y que cumplan el programa con que se presentaron y por el cual se les votó. Estamos funcionando con leyes y estructuras obsoletas…».

            Por ello reclama una nueva concepción de la participación ciudadana, acorde con nuestro tiempo. Arremete contra este sistema representativo, en donde «la distancia entre los administrados y los gobernantes es cada vez mayor». Es necesario «descentralizar el poder y dejar que la ciudadanía tome sus decisiones».

            Ella piensa que existen otros modelos frente a la tiranía de la “representatividad”. Y pone como ejemplo el uso de los referendos en Suiza e Islandia, en donde «las decisiones importantes se toman por referéndum. Estos referéndums son vinculantes y la iniciativa de convocarlos está en manos de la ciudadanía, no de los políticos».

            Se centra después en la crítica al neoliberalismo y las políticas de salida de la crisis que impulsa, para afirmar que existen otras alternativas en las que «no caben los desahucios, los recortes ni los rescates». Estas alternativas, en sus palabras, están contenidas en muchas de las propuestas que se han explicitado en el movimiento del 15-M. Y en el campo de una fiscalidad más justa recuerda “medidas muy simples” como la tasa Tobin para las transacciones financieras especulativas o la eliminación de las ventajas fiscales de las SICAV (Sociedades de Inversión de Capital Variable).

            Para terminar, Klaudia Álvarez muestra su entusiasmo y su fe en la continuidad de las movilizaciones. «Veo un futuro brillante como hace mucho tiempo que no veía. Las cosas no se arreglan en dos días, lo sé, esto es una carrera de fondo».