Pedro Martínez Montávez
La impunidad israelí
(Entrevista realizada por Manuel Llusía, Página Abierta, 173, septiembre de 2006)
Una vez más nos interesamos por conocer las impresiones de Pedro Martínez Montávez de lo ocurrido estos últimos meses en Palestina y Líbano. La conversación se convirtió sobre todo en una suerte de recopilación de campos de reflexión, de lista de planos y puntos poco tratados, en su opinión, habitualmente.
Comenzamos hablando de la nueva guerra, de las múltiples guerras de esta zona del Próximo y Medio Oriente, y de sus especificidades en relación con otras anteriores.
Él no se ha sentido sorprendido: «Es un hecho que se inscribe en toda la dinámica de la zona, iniciada hace muchísimos años». Y recuerda al respecto una frase de Sartre que decía algo así: “La historia del Próximo Oriente no es una historia de furor escrita por un loco”. Y es verdad, me dice. «Quienes la producen están, entre comillas, muy cuerdos y conocen muy bien cuáles son sus objetivos y sus propósitos».
Para Montávez, quizá lo que cabe destacar en relación con estos años atrás es la pluralidad de escenarios bélicos que se han abierto: «La acción y la tensión bélicas han crecido y los riesgos son mucho mayores». Naturalmente, esos escenarios –hablamos de al menos tres, Irak, Palestina y Líbano– son diferentes en intensidad y en otros aspectos, pero, en sus palabras, están interrelacionados de algún modo: «Siempre he dicho que lo que ocurra en una parte del Próximo Oriente afectará a las otras partes de la región. Las consecuencias de los acontecimientos no quedan restringidas a esas geografías concretas, sino que a su vez abarcan geografías mayores». Y pone dos ejemplos. Uno, la influencia indudable en el Golfo de lo que está sucediendo en Irak. Dos, la repercusión inmediata de la guerra en el Líbano sobre Siria.
En este primer apunte termina señalando Montávez otra característica de la región: «El Próximo Oriente es la zona de los conflictos inacabados. Como viene ocurriendo, estos conflictos no se cierran nunca de una manera definitiva, para así dejar la puerta abierta a que puedan reproducirse».
Nuevos temas de reflexión surgen de sopetón y los lanza Montávez de carrerilla, aunque de modo pausado: su forma de hablar. Algunos de ellos le parecen que no se plantean nunca. «¿Por qué la respuesta ante el chiísmo, o la relación con él, en Irak es, del lado occidental, de una manera, y por qué en el Líbano es de otra?». «¿Por qué el conflicto del Líbano se ha reproducido al mismo tiempo que, evidentemente también, la situación se complicaba y se deterioraba mucho más en Palestina?». Y sobre esto no se pregunta sólo por qué estas cosas ocurren, sino para qué ocurren. [Pero, en este punto, como en otros posteriores, nos quedamos con las ganas de, al menos, entrever posibles respuestas].
En esa cascada de preguntas aparecen las que se refieren a la acción de Israel en estos últimos acontecimientos y a sus justificaciones.
«¿Cómo se puede justificar que la captura de tres soldados –en acciones que por otra parte son perfectamente comprensibles dentro de la lógica bélica de cualquier lugar–, en primer lugar, aparezcan como secuestros y, en segundo lugar, del hecho de que no sean devueltos esos soldados, pueda derivarse esa respuesta dada por el Estado israelí?». Mientras que –rememora Montávez– la respuesta israelí en otros casos, como los sucedidos en los años 2002, 2003 y 2005, fue proceder a un canje de prisioneros. Y se pregunta en voz alta el por qué ahora no se ha hecho lo mismo.
«¿Por qué la detención de los diputados de Hamas, de los miembros del Gobierno palestino que pertenecen a Hamas y del presidente del Parlamento palestino, se está produciendo en la más absoluta impunidad?».
Evidentemente, concluye, se trata de secuestros, y no hay ningún tipo de respuesta de la comunidad internacional.
Al fin y al cabo, recuerda, es algo que viene haciendo y justificando el Estado israelí desde hace mucho tiempo; es la misma situación en la que se encuentran los centenares de presos palestinos que están en las cárceles israelíes, acumulados desde hace años sin haber sido sometidos a ningún tipo de juicio.
Terminamos esta parte de la conversación hablando de que no existe una denuncia contundente de que el Estado israelí actúa con la mayor impunidad, que hace lo que le da la gana, sin que nadie se lo impida ni le haga responder de ello. Y así, «se puede permitir justificar su acción en el Líbano exigiendo que se cumpla una resolución del Consejo de Seguridad cuando él ha dejado de incumplir alrededor de sesenta».
Acerca de Hezbollah
Intento hablar de los cálculos posibles de Hezbollah antes de llevar a cabo sus últimas acciones, y de la supuesta, para algunos, relación de éstas con el apoyo a la masacrada, en esos momentos, población palestina, y Montávez se deja llevar por sus inquietudes y reflexiones sobre este partido y movimiento, sin entrar en lo que podrían ser, quizá, vanas especulaciones.
Dice, a modo de resumen, que no se acaba de explicar de una manera adecuada lo relacionado con Hezbollah.
«No acabo de entender, o me parece que no tiene justificación completa, y además puede ir hasta un poco en contra del sentido de la Historia, que a una fuerza se le llame así: “Partido de Dios”. No acabo de entenderlo. Y, sinceramente, no me parece positivo».
Otra cuestión que no acaba de explicarse es el porqué de la elección del color amarillo para las banderas de Hezbollah, que él no lo ve tan anecdótico como pueda parecer. «El amarillo, dentro de lo que podemos llamar la sensibilidad islámica, no es un color muy positivo, ni muy tenido en consideración, sino que se interpreta más bien como un color un tanto maléfico; no es portador de valores positivos, sino justamente de todo lo contrario».
El Partido de Dios tiene un soporte popular grandísimo y quien aparece como su líder principal, el jeque Hasan Nasrallah, va adquiriendo unas dimensiones de líder carismático evidente; pero Montávez no aprecia ese carácter carismático de los líderes. Considera negativo que en la zona no hayan hecho más que aparecer líderes carismáticos que luego pierden su carisma en cualquier momento.
«Lo que no se suele decir es que no todo el chiísmo libanés está representado por Hezbollah. Hay otros políticos libaneses chiíes, entre ellos Nabih Berri, el presidente del Parlamento libanés, con diferentes planteamientos, sin que ello suponga que están enfrentados con Hezbollah».
Nos detenemos un poco más en la función social del Partido de Dios, en ese conjunto de infraestructuras de atención social que ha creado. «Es lo que, por otro lado, la mayoría de los movimientos islamistas están haciendo en buena parte de los países árabes, desacreditando así, además, a los Gobiernos correspondientes, porque hacen justamente lo que esos Gobiernos dejan de hacer y lo que llega más al pueblo de una manera inmediata».
Buen conocedor de la realidad de la zona, advierte Montávez que Hezbollah cuenta también con un soporte de intelectuales y de pensadores nada desdeñable.
«Pero lo que no es menos cierto, y de eso se habla menos o bastante poco, es que muy posiblemente Hezbollah esté constituyéndose en una especie de Estado dentro de un Estado. Y esto es grave».
Hay que partir primero, nos dice, de que los Estados del Próximo Oriente no suelen ser mecanismos tan bien construidos y tan bien engrasados y tan sólidos como parece que son en otros lugares. «Y dentro de esa situación general, seguramente uno de los Estados más precarios es el Líbano; por una serie de razones históricas, sociales, culturales... En el mismo sentido, por ejemplo, que lo puede ser Jordania, o en el mismo sentido que podría ser la Palestina del futuro, por razones distintas. Pues bien, que Hezbollah pueda irse configurando como un “Estado” dentro del Estado, ciertamente es arriesgado y eso obliga a reflexionar».
Siguiendo con este asunto, resalta el debate interno existente respecto a la construcción nacional del Líbano, tan poco conocido aquí. En ese debate, uno de los puntos clave es cuál está siendo el papel de Hezbollah en el Líbano actual y cuál debe ser en el futuro. «Uno de los periódicos árabes más importantes que hay en la actualidad, Al Sharq, ha venido publicando durante estas últimas semanas diversas colaboraciones de intelectuales árabes, especialmente libaneses, en las que se planteaba este tema. Y lo único que quiero decir al respecto es que las opiniones están muy confrontadas. Se puede decir claramente, sintetizando mucho, que hay una línea pro y otra anti, y que no se debe deducir de esto, ni mucho menos, que los pro sean todos musulmanes y chiíes y que los anti sean todos cristianos y maronitas».
Lo dicho hasta aquí no quiere decir que Hezbollah haya perdido prestigio con los últimos acontecimientos, sino todo lo contrario. Y particularmente ahora, señala Montávez, en el campo militar, plantando cara nada menos que al Ejército más poderoso de la zona. Algo que él tampoco se explica del todo.
Eso nos lleva al asunto de los apoyos externos del Partido de Dios, insuficientes, en su opinión, para explicar su fuerza y capacidad. «Los apoyos externos, evidentemente, parecen que están claros, se habla constantemente de Irán y de Siria. Tampoco yo creo que sean los únicos apoyos. Entre otras cosas, porque esos pueden ser los apoyos inmediatos, pero se requiere también una base permanente de apoyo material, de apoyo económico, de apoyo financiero...»
El alto el fuego y EE UU
«Cabe pensar también [comenta Montávez, hablando del alto el fuego] que hemos asistido al primer acto; tengo dudas de que el alto el fuego se vaya a mantener. Me parece que el Ejército israelí ha salido muy maltrecho de esta situación y ha perdido esa aureola y ese prestigio que todavía podía tener, si es que Israel puede seguir contando con aureolas y prestigios. Y eso se está produciendo dentro de Israel, donde las críticas son constantes. Entonces, lo que se puede pensar es que los militares israelíes –desde luego, Israel es una sociedad dominada por los militares, por los grandes generales– están muy dolidos y eso es peligrosísimo, pensando, además, que estamos hablando de gente implacable». Por eso, y por otras muchas razones, piensa que la maquinaria de guerra israelí se puede volver a poner en marcha.
Le pregunto entonces acerca de cómo ha podido ser visto por la Administración estadounidense el resultado a corto plazo de la acción bélica israelí; si esperaba, acaso, más de ella. Hace una pausa y me responde con sus reflexiones sobre los planes estratégicos de EE UU en la zona.
Dice mostrarse sorprendido con la Administración de Bush, más allá de considerarla detestable, aunque advierte que, en trazo grueso, no ve muchas diferencias entre las diversas administraciones estadounidenses: «A veces nos queremos engañar con la idea de que una Administración demócrata actuaría de manera muy diferente a como lo hace una republicana».
Su sorpresa viene de la percepción sobre la posible razón de los errores de la actual Administración de EE UU: «Ya no es solamente que dé la impresión de que se equivoca en la puesta en práctica de sus proyectos. Uno se plantea ahora si los errores no están tanto en el desarrollo de esos proyectos como en la propia configuración inicial de ellos, en la propia concepción de los proyectos».
Está convencido, y lo apunta así desde hace mucho tiempo, que EE UU tiene un proyecto para toda la zona. Y hasta hace relativamente poco tiempo la Administración estadounidense ha actuado de un manera muy directa, en un primer plano. «Sin embargo, desde hace meses, quizás un año, desde que las cosas en Irak han empezado a ponerse todavía mucho peor de lo que estaban, está retirándose un poco de ese primer plano y permitiendo que actúen por delegación suya otros, y concretamente Israel».
Acerca de esos proyectos cuenta cómo han ido apareciendo en diversas publicaciones –y hasta la misma Condolezza Rice ha hablado de ello– una pluralidad de mapas, de nuevos mapas estratégicos del Próximo Oriente. Aunque, como dice Montávez, «lo mejor que puede hacer uno es no creérselo, porque esos que aparecen son los que nunca se llevarán a efecto. Pero ese proyecto sí existe».
Él ha creído durante algún tiempo que las etapas de desarrollo de ese proyecto las tenía calculadas la Administración estadounidense de una manera precisa. Pero ahora piensa que seguramente esa solidez de concepción no existe o que lo que habían concebido los dirigentes estadounidenses ha chocado con la realidad que se ha presentado y les ha sorprendido, algo que también le extraña. De todas formas, «a pesar de las enormes dificultades que están encontrando, estoy convencido de que no renuncian a sus perspectivas trazadas».
Siguiendo este hilo, le pido su opinión sobre el papel de EE UU en lo sucedido en Líbano y le muestro mi extrañeza en relación con su actitud frente a la acción israelí en Gaza y los territorios palestinos ocupados.
Frente a lo del Líbano, piensa que la actuación estadounidense entra en ese marco que ha señalado antes, «que otros asuman las responsabilidades, que actúen como delegados suyos, totalmente o, como en el caso de Israel, en parte, porque desde luego Israel no acepta ser un estricto delegado de la Administración estadounidense en la zona, Israel tiene sus propios proyectos».
No obstante, insisto en plantearle esa hipótesis de que EE UU ha animado o ha dejado que actuase así a Israel en el Líbano como prueba para una posible intervención sobre Irán. Y rápidamente me contesta que está convencido de que ni EE UU ni Israel acometerán una acción directa y amplia sobre Irán. «Irán es un bocado demasiado duro».
Israel y la paz
Le hablo sobre los posibles deseos de Israel de alcanzar la paz y me pregunto hasta qué punto hoy se plantea proyectos expansionistas.
«Yo no conozco la sociedad israelí, ni siquiera medianamente, pero me parece que hay que distinguir entre lo que puede desear o apetecer la sociedad israelí, donde posiblemente una parte quizá creciente pero todavía no mayoritaria desea fervientemente la paz, de lo que piensan y están dispuestos a hacer los que mandan en Israel, que desde mi punto de vista siguen siendo fundamentalmente los mandos del Ejército. Israel es seguramente el país más militarizado o uno de los países más militarizados del mundo».
Y en relación con la justificación israelí de su expansionismo basada en que se trata de una acción defensiva frente a quienes quieren acabar con el Estado de Israel, Montávez afirma con cierta rotundidad que si Israel en algún momento está dispuesto a desprenderse de un trozo pequeño del territorio palestino lo hará aceptando algo mayor a cambio.
«Puede ser el sur del Líbano, una de las zonas más ricas en recursos hidráulicos de toda la región. Un general israelí escribió hace muchos años que, en el Próximo Oriente, por el agua podría desatarse una guerra abierta. Y ahí están también los Altos del Golán, que son, desde el punto de vista de la riqueza hidráulica, algo muy parecido. Si Israel hace una pequeña concesión territorial será a cambio de conseguir algo mayor. Si no, desde luego, esa concesión territorial es muy difícil que la haga».
Aquí enlazamos con la resolución última del Consejo de Seguridad de la ONU y discutimos un poco sobre la valoración que cabe hacer de ella, lo que significa para cada parte, los puntos novedosos en relación con otras anteriores.
Para Montávez, como valoración general, lo que demuestra fundamentalmente es lo de siempre: la debilidad de la ONU para asumir las responsabilidades que en teoría le corresponden; la incapacidad de la ONU, o del Consejo de Seguridad, para tratar equitativamente a las distintas partes: los paños calientes que siempre emplea con Israel y los paños fríos que siempre emplea con la otra parte, la otra parte que representa a los intereses árabes diferenciados que pueden ser palestinos o libaneses, etc. El desprestigio creciente a que está sometida esa organización. La necesidad que tiene de transformarse.
Insisto en lo novedoso de incluir en el preámbulo de la resolución 1701 (2006) la cuestión de “los prisioneros libaneses detenidos en Israel”, aunque no hable de su liberación sin condiciones, tal y como señala respecto a “los soldados israelíes secuestrados”.
«Puede ser uno de los olvidos de la ONU. Pero libaneses detenidos por Israel hay muchos desde hace muchos años. Si somos tan condescendientes con la ONU que permitimos durante muchos años que eso se produzca y luego de pronto descubra cosas que se conocen, pues sí. Podemos decir que despierta tardíamente, pero menos mal que ha despertado», me contesta con tono amargo, aunque dispuesto a admitir la existencia de pequeñas concesiones.
«Ahora bien, lo que yo me pregunto es si esas pequeñas concesiones en mínimas dosis que se van haciendo son suficientes para calmar las exigencias legítimas de las partes árabes. Y entonces, desde luego, me digo que no, que tendrían que hacerse concesiones que respondieran mucho más a la justicia de la situación y a la legitimidad de las reivindicaciones que se plantean. Mientras ese equilibrio y mientras esa equivalencia constante no se apliquen no llegaremos a soluciones suficientes».
A propósito de la aceptación de Israel del alto el fuego sin haber conseguido lo que supuestamente pretendía, Montávez cree que sí ha conseguido gran parte de sus objetivos. «Entre otras cosas, puede indicar qué países pueden proporcionar tropas a las fuerzas de la ONU y cuáles no. Además, Israel puede decir que se reserva una pequeña zona en el sur de Líbano permanentemente».
Y sobre la insistencia, que no sólo Israel hace, de que se halla siempre bajo la amenaza de numerosas fuerzas de la región que quieren acabar con su existencia, casi enfadado aclara que eso en realidad no lo defiende ya nadie. «Si en esa zona tiene que haber una solución algún día, tiene que ser contando con la existencia de Israel. Creo que eso ya no lo discute nadie. Ahora no vamos a hacer una revisión de la Historia. Yo he dicho hace mucho tiempo que la creación de Israel fue un error, aparte de una injusticia, y creo que hay suficientes argumentos para demostrarlo. Pero plantear ahora esa discusión creo que es un error todavía mayor. Por lo tanto, cualquier previsión de paz para Oriente Próximo exige indudablemente la presencia y la existencia del Estado de Israel».
Sobre ello acudo a alguna que otra declaración ampliamente difundida, y apostilla: «Lo que pasa es que las manifestaciones retóricas de los políticos más o menos irresponsables uno no las puede evitar nunca». Y continúa explicando: «Hamas ha dicho hace muy poco tiempo que están de acuerdo en la formación de un nuevo Gobierno nacional en Palestina, con una serie de condiciones, y desde luego, en esas condiciones no está la desaparición de Israel, en absoluto».
Esa insistencia en la amenaza total es histórica, se le ha venido achacando a todo el mundo de la zona. «Nasser –recuerda Montávez– aparecía constantemente como un político cuyo único propósito era la desaparición de Israel: echar a los judíos al mar, como se decía. Cualquiera que conozca el nasserismo sabe que durante tiempo y tiempo Nasser estuvo buscando y tratando de encontrar fórmulas de negociar con Israel y con EE UU una configuración de la zona que supusiera el mantenimiento del Estado de Israel».
Las consecuencias sobre Palestina
Pregunto a Montávez si no cree que lo sucedido y la nueva situación repercuten negativamente sobre las aspiraciones palestinas.
«Sí, claro. Y, desde luego, empleando una frase muy gráfica, lo menos que se puede decir es que el berenjenal ahora en Palestina es mucho mayor del que era hace unos cuantos meses. Pero, por otra parte, se venía venir. No se debe sólo a la cuestión de Líbano, sino que se venía venir desde el mismo momento en que Hamas ganó democráticamente las elecciones en Palestina».
Esa hipócrita reacción trae a la memoria de Montávez el drama argelino, «hoy disminuido pero no superado definitivamente todavía, que se debió al hecho de que no se aceptaran los resultados democráticos de las elecciones que le daba la mayoría a la coalición que en esos momentos significaba el FIS. Y eso es lo que no se puede entender en el mundo árabe: ¿cómo invocan ustedes la democracia y no respetan luego los resultados de la democracia?».
La reacción de los países árabes
«Los Gobiernos han tenido reacciones absolutamente tibias. Yo no exagero si digo que la inmensa mayoría de los Gobiernos árabes agradecería, si no la desaparición de Hezbollah, que parece que es excesiva y desde luego impensable, sí la reducción drástica de sus actividades».
Por lo que respecta a la población de esos países, ha habido manifestaciones contra la acción israelí sobre el Líbano, pero en todo caso no muy cuantiosas». Lo que está claro, como te decía, es que la inmensa mayoría de los regímenes árabes estarían de acuerdo con lo que podríamos llamar la reducción de Hezbollah o la domesticación. Entre otras cosas estarían de acuerdo con eso porque un problema similar lo tiene cada régimen en casa. Egipto lo tiene; Arabia Saudí lo tiene también, aunque no se conozca. Y porque saben que la dimensión social que ha adquirido Hezbollah y que ha adquirido su líder son desproporcionadas, son enormes. El otro día leí una noticia en un periódico árabe, y puede parecer anecdótico, en la que se decía que dos de los tres nombres propios –me parece que se refería a Egipto– que en estos momentos son más comunes para llamar a los recién nacidos son Hasan y Nasrallah. Y en otra noticia se decía que en las oficinas de los Hermanos Musulmanes en Egipto el número de los que se habían presentado como voluntarios para enrolarse y combatir en el sur de Líbano era aproximadamente de 100.000 jóvenes. Hombre, son noticias de prensa que no sabes el crédito que tienen, pero, en cualquier caso, indican claramente una situación. Son aspectos sociales, que pueden parecer anecdóticos de la cuestión y, sin embargo, son muy representativos y nunca se estudian».
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