Pedro Martínez Montávez
«Siria es piedra angular en toda la
conflictividad del Próximo Oriente»

10 de septiembre de 2012.
(Página Abierta, 222, septiembre-ocubre de 2012).

A lo largo de estos años son muchas las referencias a Siria que hemos comentado con Pedro Martínez Montávez. Sin ir más lejos, hace unos meses al hablar con él sobre las revueltas árabes. Ya entonces vaticinaba que el “caso” sirio iba a ser grave. Nos lo recuerda él mismo ahora.

Empezamos hablar y lo primero que nos interesa que comente es cómo engarza el actual conflicto con la historia de Siria.

– Siria tal como se conoce poco más o menos ahora, es un Estado, un país, que lleva poco más de 50 años de existencia independiente y soberana. Y a este país le sucede lo que a casi todos los países y Estados de esa zona, que tienen una enorme proyección de pasado, secular, múltiple, y en cambio son comunidades políticas independientes muy jóvenes. Son Estados niños en países viejos.

Siendo excesivamente esquemáticos, podríamos decir que la historia contemporánea de Siria podría dividirse en tres periodos. El primero, desde la independencia, en 1946, hasta 1970, fecha de la subida al poder de Hafed al-Asad. El segundo es el periodo de gobierno instalado por él, absolutamente personalista y despótico, con momentos y políticas moderadamente flexibles a la vez, sobre todo en política exterior, algo que no se suele tener en cuenta. Y el tercer periodo, el post-Asad, con su hijo Bashar: una sucesión hereditaria desde la propia familia, que suponía uno de los mayores contrasentidos que puede haber, porque se trataba de una solución dinástica dentro de un régimen formalmente republicano…
La historia contemporánea de Siria es una historia llena de sobresaltos, llena de conflictos. El país que heredó Hafed al-Asad en 1970 había sido una Siria en la cual se había asistido a una sucesión prácticamente ininterrumpida de golpes de Estado y pronunciamientos militares. Dos años era la media de sucesión de los Gobiernos en este periodo; dándose el caso, incluso, de un presidente de la república que duró en el cargo poco más de 24 horas.

La Siria de Hafed al-Asad fue completamente diferente. Instauró un sólido régimen personalista, que al mismo tiempo trataba de ser un régimen basado también en un partido, el Baaz, en su modalidad siria, relativamente asentado en la población y con una ideología matizadamente progresista en algunos aspectos; convirtiéndose después en un régimen de constitución férrea basada en el aparato militar. Con el tiempo, esos tres grandes, digamos, tentáculos del régimen –el aparato militar, el partido y el propio personalismo del presidente, que fue extendiéndose progresivamente a su círculo más próximo y de una forma casi inmediata a su familia– fueron entrando en un proceso de confrontación interna. La estabilidad, pues, que tuvo Siria durante el régimen de Hafed al-Asad fue más aparente que real. Y con el paso del tiempo, la conflictividad interna fue aumentando. Fueron creciendo las disidencias y las confrontaciones dentro del partido y dentro del propio aparato militar, y dentro del grupo confesional mayoritario en el poder, pero minoritario dentro de Siria, los alauíes [rama del islam chií].

Siria era una caldera que podía estallar en cualquier momento porque la espita por la que salía toda aquella conflictividad exterior e interior se cerraba. Y la solución que se dio al término del régimen del Hafed al-Asad fue la peor que se pudo dar: el contrasentido de la sucesión dinástica hereditaria, dentro de un contexto republicano. Y además, lejos de producirse en esa continuidad cambios paulatinos de apertura de derechos y libertades, de reconocimiento interno y ponderado de las distintas y muy variadas confesiones existentes en Siria, se fue imponiendo la continuidad.

Es decir, el régimen se fue anquilosando y personalizando cada vez más; se ha ido haciendo cada vez más despótico, sin duda alguna. Y, además, los conflictos y las tensiones internas y los enfrentamientos existentes entre esos tres grandes soportes del régimen, de los que hablamos, han ido aumentando y han cobrado mayor importancia.

Antes de seguir analizando la evolución del régimen y el grave conflicto actual, Montávez se detiene en qué tiene de especial y singular Siria.

– Durante los últimos años se ha producido un hecho de gran trascendencia en la sociedad siria, en sus pretensiones y proyectos históricos. Echando la vista mucho tiempo atrás, vemos cómo la constitución de Siria como Estado soberano e independiente a partir del año 1946 supuso de alguna manera también la aceptación del final de Siria como posible representante de un nuevo imperio árabe contemporáneo, después de la I Guerra Mundial. El reconocimiento de la pequeña Siria contemporánea supuso la renuncia a la gran Siria proyectada, adalid de lo que podríamos llamar el renacimiento árabe contemporáneo, adalid y líder de una hegemonía árabe en toda la zona del Próximo Oriente.

Una de las cosas que caracteriza a esta Siria contemporánea –y que quizá ha caracterizado siempre a Siria como parte de un espacio geográfico histórico– es que en ella confluye lo que podríamos llamar una conflictividad regional. Siria es piedra angular en toda la conflictividad del Próximo Oriente. En algunos aspectos lo es más intensamente que el propio Egipto. Pieza angular, como te digo, de toda la conflictividad regional. Y también lo es de toda la conflictividad internacional que se ha acumulado en la zona. E incluso se puede decir que esa conflictividad internacional se incrementa en Siria más de lo que ha podido ocurrir en Egipto o en otros países de la región.

¿Qué se quiere decir con esto? Que las estrategias son múltiples en Siria. Y hay una confluencia de estrategias en el plano local, en el plano regional y en el plano internacional que singularizan cualquier fenómeno que se produzca en Siria. Siendo característico de toda la zona, en Siria se intensifica, se polariza y se entrecruza mucho más. Y como el mayor problema y el mayor reto, en el que entran los múltiples proyectos que existen en toda la zona del Próximo Oriente, es la constitución de un Próximo Medio Oriente diferente al que existe hasta ahora, hay que considerar que en todos ellos Siria es pieza maestra. Esto, de alguna manera, contribuye a decir por qué el caso sirio es distinto.

Hay otro aspecto a tener en cuenta, es el conocido pluriconfesionalismo de la sociedad siria. El pluriconfesionalismo lo comparte con otros países limítrofes: Líbano e Irak. En cierta medida, ahora se está produciendo en Siria algo de lo que se ha ido ensayando en Irak durante los años anteriores. Pero, por una serie de razones, el caso sirio es específicamente singular, complicado y grave.

Estos comentarios nos llevan a hablar de la pluralidad de las comunidades diversas en Siria, de su relación con el régimen, de los conflictos o tensiones confesionales en su historia y en la actualidad, de minorías o  mayorías que se sienten discriminadas sin duda.

– En Siria hay un caso específico: una minoría, la alauí, que no está discriminada, sino justamente todo lo contrario, favorecida, en términos genéricos. Porque también se puede indicar que, en términos muy concretos y en situaciones que van más allá de lo puramente individual, los alauíes, o al menos algunos alauíes, en muchos casos han sido marginados y han sido relativamente maltratados también. No todos los alauíes han participado en el poder, en el reparto del pastel, ni muchísimo menos. Como tampoco todos los suníes han estado machacados.

En Siria hay que referirse también dentro de ese mosaico a la importante minoría cristiana. Minoría que en términos muy genéricos, y con la salvedad de las excepciones que siempre existen, no se ha sentido incómoda, ni mucho menos, dentro del régimen de al-Asad. De alguna forma, ha encontrado una cierta defensa en lo que podríamos llamar el ascenso de las tendencias islamistas radicales.

Dentro de ese marco, el confesionalismo está presente en Siria y produce algo que se observa en otro países y que va en aumento, se trata de la confrontación entre la Sunna y la Shía, que se da en todos o casi todos los países del área, como en Irak. En Líbano se manifiesta de una manera especial, mucho más activa, enconada y más peligrosa, sin duda alguna. Apenas existe en Egipto, aunque tampoco el panorama de Egipto es tan homogéneo como en exceso pensamos nosotros en ocasiones. Una de las muchas características del mundo árabe contemporáneo, por lo tanto, es la conflictividad incrementada, y que no sabemos cuándo ni cómo va a parar, entre esas dos modalidades del Islam, la Sunna y la Shía.

Nos adentramos entonces en la cuestión de la que tanto se habla, del papel de la ingerencia exterior en el conflicto. Para ello, Montávez se detiene en recordar algo poco conocido y estudiado: la evolución de las relaciones exteriores de Siria con los países de su entorno. .

– Si uno repasa la historia más reciente, la historia contemporánea, observa ahora con sorpresa algo que no tendría por qué sorprender, que en los primeros años de Bashar al-Asad –y aprovechando en cierto modo el legado de su padre–, la Administración siria empezó a regularizar sus relaciones, y no resultó nada fácil, con Turquía, por ejemplo. Y hasta en muchos momentos se empezó a hablar de una confraternidad siro-turca, durante los primeros años de este nuevo siglo. Mantuvo excelentes relaciones con Arabia Saudí. En realidad, las había tenido siempre. Logró también establecer buenas relaciones con un Estado diminuto del Golfo que físicamente no significa nada, pero políticamente significa cada vez más: Catar. Sostuvo la relación fluctuante con Israel, con momentos de negociación y desacuerdos. Excepto episodios bélicos puntuales, la relación fue relativamente mantenida, a pesar del Golán ocupado. No tuvo grandes confrontaciones, excepto en casos muy concretos y muy puntuales, con Egipto. Es decir, que esos primeros años de este siglo fueron, en el plano de la acción política exterior siria en la zona, años de bastante crecimiento y de bastante progreso.

Pero también, por lo que hace a Francia, desarrollando una relación bastante fructífera, a pesar de que Francia siempre había mantenido frente a Siria, junto con otros países de Occidente, la acusación de su intervencionismo militar en Líbano. Todo ello suponía un importante cambio.

Pronto, sin embargo, empezó a irse al garete hacia mediados de la primera década de este siglo, 2005-2006. Entonces fueron produciéndose hechos sorprendentes. La postura de Turquía cambió por completo, sus relaciones con Siria pasaron de una época de aproximación a otra no solamente de distanciamiento, sino progresivamente de confrontación. Y es sorprendente la ruptura que se ha ido produciendo con Arabia Saudí. Y no menos la producida con Catar.

No es fácil saber el porqué de estos cambios. Este fenómeno ha sido muy poco estudiado todavía. Está demasiado reciente. Pero quizá ha tenido algo que ver –o bastante– con la relación sólida que, evidentemente, Siria mantiene con una potencia en parte venida a menos pero en proceso de restablecimiento de su ascenso internacional como es Rusia, que, como digo, quiere recuperar buena parte de lo que ha venido perdiendo en la zona. Tiene bastante que ver con la sólida alianza establecida entre Siria e Irán. Irán, entre otras cosas, ha sido el máximo adalid de las pretensiones chiíes en toda el área. Tiene bastante que ver con la excelente relación que Siria mantiene con grupos chiíes también, como Hezbolá, en Líbano. Y tiene relativamente algo que ver con el distanciamiento con Palestina. En realidad, las relaciones entre Siria y Palestina nunca han sido buenas.

Hay, pues, un cambio de relación de Siria con los otros agentes regionales  hacia mediados de la primera década de este siglo, que sigue siendo un hecho algo oscuro. Y que el mejor conocimiento de todo ese giro y encrucijada que se produce es lo que en buena medida ha ido determinando los sucesos posteriores.

Precisamente, la tensión interna de la que antes hablábamos, dentro del aparato militar, y del aparato militar en su relación con el propio partido Baaz, y también dentro de este último, se fue reiniciando a mediados de la primera década de este siglo también. Todo eso, que es muy escasamente conocido todavía, desde luego ha servido como caldo de cultivo a las rebeliones civiles, totalmente justificadas, que se han ido produciendo en Siria durante los últimos años.

Tras estas reflexiones volvemos a adentrarnos en el proceso interno que vive la sociedad siria.

– El régimen sirio, entre otras cosas, ha desmantelado la intelectualidad siria. Esto no se conoce. De ello no se habla nunca. El número de intelectuales sirios en la cárcel durante años y años es enorme, quizá superior al que ha habido en otros países árabes y en otros países colindantes. Me parece que ayer o anteayer a un intelectual sirio muy representativo de todo ese clima, de protesta y de rebelión, Yasín al-Hajj Saleh, ha recibido un premio internacional en Holanda por su compromiso con la libertad del pueblo sirio. Uno de los casos más representativos también es el del poeta Adonis. Por cierto, ha escrito hace poco algo que merece la pena. Es solo una frase sobre la actualidad árabe. Con esa fina ironía que le caracteriza y con ese parcial descreimiento o decepción que ya tiene Adonis de renuncia a las cosas decía: «Todo país árabe tiene total libertad para elegir como quiera: entre ser un juguete o ser un cadáver». Y solo hace unos días sentenciaba: «Son países que existen solo en las cárceles».

¿Qué se ha comprobado con las primaveras árabes? Que no puede haber grandes cambios revolucionarios en el mundo árabe porque no existe un pensamiento político árabe. Y Siria ha sido siempre un país de una elite intelectual extraordinaria.

Hablamos de algunos aspectos de los problemas del conflicto sirio que no conocemos suficientemente, que no valoramos. Que nos impide hacer reflexiones que vayan más allá del fácil maniqueísmo en que nos hemos instalado. En el caso sirio no nos impide ver, y hay que decirlo y afirmarlo una y otra vez, el despotismo del régimen, la presión brutal que está ejerciendo contra su pueblo. Todo eso lo sabemos perfectamente. Pero nos ha impedido ver otras cosas, como te digo, la fragmentación de una oposición que no existe como oposición. Son múltiples grupúsculos de oposición, que han sido, además, incapaces, desde hace mucho tiempo, de ponerse mínimamente de acuerdo entre ellos, para habilitar una estrategia de emergencia que pudiera suponer la derrota del régimen que, desde luego, no puede seguir, sin duda alguna, porque va en contra de lo más elemental, es decir, de la dignidad humana y de los derechos humanos. Eso ya no se discute, ni mucho menos. Pero la oposición, o los múltiples grupúsculos de la oposición, han sido absolutamente incapaces de vencer sus rencillas internas de muchos años y de buscar una fórmula plausible que tal vez en estas últimas semanas empieza a perfilarse.

Hay quien lo ha dicho hace pocos días de forma bastante clara: políticamente hablando, la única salida posible es un Gobierno de transición, indudablemente, sin la presencia de ninguno de los personajes que están involucrados en el actual régimen, y mucho menos el presidente. Un Gobierno de transición y una dirección militar unificada. Si eso no se consigue, el conflicto sirio, la guerra civil siria, indudablemente, va a seguir durante algún tiempo.

Esta salida la veo muy difícil hoy, porque no creo que exista ni el clima de discusión ni propiciatorio para aproximar posturas tan divergentes. Quizá se pueda ir dando ese clima durante las semanas próximas. Si eso se va produciendo, va a ser debido sobre todo a la ingerencia extranjera. Y la ingerencia extranjera, desde luego, no va a ser auténticamente beneficiosa en ningún caso, y va a ser impuesta desde fuera. Yo, por otra parte, no veo personalidades de suficiente peso específico, tanto dentro de Siria como fuera, para asumir ese reto.

Hablando de las fuerzas de oposición y su vertebración surge la pregunta sobre el papel e influencia en Siria de los Hermanos Musulmanes.

– Otro de los aspectos que caracteriza la historia de Siria contemporánea y, específicamente, durante los mandatos de Hafed al-Asad y después de su hijo, ha sido la confrontación radical entre el régimen y los Hermanos Musulmanes. Pero en un grado mayor del que podía haber habido, por ejemplo, en Egipto. Y no son solo las matanzas que cometió Hafed al-Asad, y que se han ido manteniendo después, sino las tremendas dificultades políticas, y no solo políticas, sino sociales, que los Hermanos Musulmanes hace años le fueron poniendo al régimen de  los Asad.

Se puede decir, no obstante, que los Hermanos Musulmanes en Siria no tienen el peso social que han tenido siempre en Egipto, ni mucho menos. Y por el contrario, sí se puede afirmar que los Hermanos Musulmanes han vivido, durante bastante tiempo, la oposición de gran parte de la sociedad siria; y que se han movido, fundamentalmente, en términos de minoría escasamente representativa. Pero todo esto lo han ido paliando durante los últimos años, en los que han logrado, aunque sea de forma no excesivamente notable, esa difusión social, respaldo social y representatividad de la que carecían antes.

Pasamos a hablar entonces del recrudecimiento del conflicto y del cambio de la movilización social pacífica al enfrentamiento armado, con su correspondiente abastecimiento militar desde el exterior. Con un inciso previo que tiene mucho que ver en el transcurso de los acontecimientos.

– Previamente conviene señalar un hecho importante: las escisiones producidas dentro del Ejército sirio. Lo primero es que no sabemos exactamente todavía si al régimen le respalda todo el Ejército sirio o parte del Ejército regular sirio, y parte de las milicias adscritas al propio partido Baaz. Lo segundo es que las deserciones empezaron antes; si yo no estoy mal informado, hace aproximadamente un año o algo más. Y empezaron esas deserciones y abandonos porque, en número cada vez mayor, los componentes del Ejército sirio se negaron a llevar a cabo las medidas contra el pueblo sirio que el propio régimen decretaba.

En cuanto a las armas de los llamados “rebeldes” o “secesionistas”, el régimen dice que tienen su origen, fundamentalmente, en Arabia Saudí, Catar, Turquía y Jordania. Me parece que cualquiera puede deducir que la inmensa mayoría de esas armas que tengan esa procedencia es porque es una procedencia de paso, no de origen, excepto seguramente en el caso de Turquía.

Y en cuanto a la financiación de la rebelión, es difícil tener información como para decir algo. Sí se puede inferir o deducir partiendo de que hay no pocos millonarios sirios en el exilio. La oposición siria existe desde hace mucho, y siempre ha sido muy importante en Gran Bretaña y en Estados Unidos. El dinero, entonces, puede proceder de ahí.

Pero, por otro lado, los rebeldes, los opositores, afirman que el abastecimiento de armamento y la ayuda militar, lo recibe el régimen, principalmente, de Rusia, quizá algo menos de China, Irán. Ahí no me atrevo…

Dejamos esta cuestión y nos adentramos en el papel de algunas potencias y agentes internacionales ante lo que sucede en Siria. Y en concreto las posturas adoptadas por China y Rusia. Además de la posición adoptada por Arabia Saudí.

– China está a la espera. China no necesita salir al escenario. En China pasa un poco parecido a lo que ha pasado con los grupos islamistas o las tendencias islamistas, y concretamente con los Hermanos Musulmanes, durante la llamada primavera árabe. No tenían por qué estar en primera fila. Estaban a la espera para sacar justamente esos beneficios. Podían participar, pero no acaudillar, ni liderar, ni estar demasiado presentes. Eso pasa con China. Aunque, por supuesto, en los círculos internacionales se opone a la intervención exterior.

Sobre China hay que destacar otra cuestión. China está llevando a cabo una penetración económica en toda la zona verdaderamente impresionante. Por ejemplo, en la zona del Golfo.

Esta es otra clave de todo lo que está pasando en el Próximo Oriente: se trata de cómo se articula el Golfo. El Golfo es la zona de máxima conflictividad potencial de toda la región. Un Golfo en guerra trastocaría el mundo. Sin duda alguna. Y ojo, que también lo digo entre paréntesis: cabe dentro de lo posible que haya rebeliones civiles en los países del Golfo dentro de relativamente poco tiempo. Hasta ahora lo sorprendente es que no las ha habido, salvo en Bahrein, que terminó de inmediato.

Volviendo a la injerencia exterior, en este escenario, también Rusia juega su papel. Rusia quiere recuperar parte de lo que ha perdido en la zona. Es lo que pasa con Francia. Francia está intentando recuperar parte de lo que ha perdido en esa zona. Hay que recordar que durante muchos años, decidió, en parte, el destino de esa zona. Por lo tanto, Rusia y Francia están haciendo exactamente lo mismo, y China lo hace desde su perspectiva, a su manera.

Arabia Saudí, como China,  se mantiene a la expectativa. La política de Arabia Saudí hasta hace muy pocos años no aparecía en el escenario. Existía, sin duda, pero no era el elemento protagonista. Ahora empieza a ser coprotagonista. Y, además, tiene sus propios heraldos o emisarios. Catar, por ejemplo. Arabia Saudí es el gran actor  desconocido todavía. En relación con lo que hablamos, la pregunta que cabe hacerse es: ¿por qué Arabia Saudí, es decir, el aparato dinástico saudí, el régimen saudí, si es que se puede hablar de régimen saudí, mantiene una postura de gran hostilidad con Siria? Y ¿por qué está muy atenta a Siria?
Por una parte quiere terminar con el régimen sirio; pero, por otra, pretende   una solución en la que no predomine la presencia de los Hermanos Musulmanes de Siria. Con los Hermanos Musulmanes establecidos en Arabia Saudí, la dinastía saudí mantiene desde hace tiempo un grave litigio. En parte, una gran amenaza de la dinastía son los Hermanos Musulmanes.

Tres conclusiones cabe sacar acerca de la injerencia exterior. Primera conclusión: no puede haber una potencia hegemónica regional en la zona; ni una potencia, digamos, de marchamo árabe, ni de marchamo turco, ni de marchamo iraní, ni siquiera, quizá, de marchamo israelí. Esto tiene que suceder así porque es un principio fundamental de la política exterior occidental, de todas las políticas exteriores occidentales.

Pienso, y esa será una segunda conclusión, que todas las candidatas a ser potencia hegemónica regional en la zona van a tener algo que perder. Dicho de otra manera, existen cuatro panoramas o proyectos de configuración hegemónica, los que parten de la turquidad, la iranidad, la arabidad o la israelidad. Pues bien, todos van a perder. Ninguno de ellos va a llegar a conseguir la hegemonía total. Pero, desde luego, de los cuatro, el que va a salir más lesionado y más erosionado va a ser el de la arabidad. Los que van a perder más van a ser los árabes, sin duda.

Tercera. ¿Cuáles son los dos principios estratégicos fundamentales que interesan a todo el Occidente? Preservar (esto ya lo dijo Kissinger hace unos cuantos años), uno, la seguridad del petróleo; dos, la seguridad de Israel. Y  esos dos principios fundamentales los tienen que, de alguna manera, acatar todos y adaptarse a ellos. Como no puede haber una supremacía iraní, ni turca, ni árabe, y me atrevo a decir, tampoco israelí, desde perspectivas occidentales –y desde perspectivas no occidentales tampoco, pero con matices diversos–, al tener que repartirse el poder, al tener que aplicar una fórmula muy conocida en política internacional de la balanza de poderes, unos van a perder más y otros van a perder menos; unos van a sacar más tajada y otros menos. Desde su perspectiva, las potencias occidentales son las que pretenden mayor tajada. Y desde perspectivas no occidentales también. Y Siria es el eje, el elemento vertebrador, en la mayoría de los casos.