Philip Ball
¿La racionalidad es enemiga de la religión?
(Nature News, 16 de abril de 2012).
Ciencia Canija, mayo de 2012.

  Un provocador estudio que vincula la incredulidad religiosa con el pensamiento analítico requiere de un cuidadoso análisis por sí mismo, dice Philip Ball.

Los psicólogos Will Gervais y Ara Norenzayan no lo han hecho con maldad, pero su último trabajo sobre la psicología de las creencias religiosas seguramente avive las llamas del debate.

Su estudio, que se publica en el ejemplar de esta semana de la revista Science1, ofrece pruebas de que cuando las personas adoptan un pensamiento analítico, es menos probable que expresen fuertes creencias religiosas. En otras palabras, cuanto más inclinado estés a pensar en un problema en lugar de a depender de tu instinto, menos probable es que te rindas a la creencia en agentes sobrenaturales.

Los autores, con sede en la Universidad de British Columbia en Vancouver, Canadá, dejan claro que no se pronuncian acerca del valor de la creencia religiosa, ni sugieren que dichas creencias sean inherentemente irracionales (mucho menos falsas). Parecen insistir en que ‘simplemente es una idea’.

Pero un descargo de responsabilidad tan honesto no evitará que algunos ateos aseveren que dicho estudio demuestra que la religión es el resultado de un razonamiento incorrecto, si no directamente de la estupidez, para la cual, la única cura, es una alta dosis de sobriedad analítica. (Mi experiencia es que parece haber una visión extremista, ya sea desde la religión o del lado contrario, que es el verdadero enemigo del pensamiento racional).

Lo valioso y estimulante que revela este estudio, no obstante, es la dificultad de someter la creencia religiosa al escrutinio científico. Es importante que hagamos el esfuerzo de hacerlo – en particular por comprender cómo y por qué la religión puede promocionar la ignorancia, intolerancia y el conflicto. El problema es que es casi imposible idear algún tipo de investigación de la ‘creencia religiosa’ per se, debido a que tiene en cuenta muchas formas y raramente consiste en un conjunto consistente y coherente de principios, incluso para un individuo en particular. Es como intentar estudiar qué hace a la gente ‘artística’ o ‘buena’.

Preparado y listo

Por esto es por lo que las objeciones y advertencias en este estudio son tan obvias, aunque no menos pertinentes. El enfoque general de los investigadores fue poner a prueba a los voluntarios – en algunos casos estudiantes universitarios canadienses, en otros, como explica el artículo, una “muestra nacional (aunque no representativa) de adultos americanos reclutados a través de Internet”. Ambos conjuntos de voluntarios constituyen sólo una muestra limitada, como reconocen Gervais y Norenzayan.

Durante las pruebas, se implicó a los voluntarios en una tarea en la que subrepticiamente se provocaba el pensamiento analítico, o se les daba una tarea de control. Se les preguntaba si estaban de acuerdo con una serie de frases acerca de la religión, tales como “Creo en Dios” o “En realidad no paso mucho tiempo pensando sobre mis creencias religiosas”.

Estas pruebas de ‘preparación’ tuvieron distintos grados de sutileza. Una implicaba la observación de la famosa escultura de Rodin “El Pensador”, o para el grupo de control, una imagen visualmente similar pero muy distinta conceptualmente de un atleta griego clásico. Otra implicaba una prueba de ordenación de palabras, en la que las palabras podían estar o no asociadas con el pensamiento analítico (‘razón’, ‘reflexión’, etc.). Se sabe que dicha preparación puede provocar modos específicos de pensamiento; por ejemplo, mejorando el rendimiento en las pruebas analíticas2.

Uno de los atractivos de este enfoque es que puede decirnos algo sobre la causalidad. No se trata simplemente de examinar si los ateos tienen una mayor tendencia a pensar de manera analítica, sino a tratar de detectar si la promoción del pensamiento analítico aumenta la incredulidad. Aparentemente lo hace y, hasta ese punto, apoya la idea de que la preparación científica podría reducir la religiosidad.

Pero, ¿qué tipo de religiosidad? Los autores afirman que “se centran principalmente en la creencia y responsabilización de los agentes sobrenaturales aprobados por la religión” — examinaron las creencias en Dios, el demonio y los ángeles. Esto, por supuesto, ya asume un contexto judeo-cristiano, pero hay multitud de devotos creyentes que no tienen necesidad de ángeles o demonios, y algunos de ellos tal vez ni siquiera necesitan una creencia en Dios en el sentido tradicional cristiano (Max Planck era uno de tales ejemplos).

Esto apunta al problema clave, que es (o deberá ser) un dilema tanto para la propia religión como para los estudios científicos de la misma. Casi todas las cuestiones en el estudio de Gervais y Norenzayan se relacionan con la religión como una tradición popular – un aspecto del estilo de vida. Así es como se manifiesta en la mayor parte de culturas, pero apenas toca la religión como algo articulado por sus intelectuales más destacados: para la cristiandad, por ejemplo, filósofos como Tomás de Aquino, David Hume, Immanuel Kant y George Berkeley. La idea de que las creencias de esos individuos se habrían desvanecido de haber sido más analíticos es, divertida, si no algo más. Las conclusiones de Gervais y Norenzayan deberían ayudar a combatir la religión como un obstáculo indolente para unas mejores explicaciones del mundo natural. Pero no puede engancharse a la rica tradición de pensamiento religioso.
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Artículos de Referencia:
Nature doi:10.1038/nature.2012.10539
1.- Gervais, W. M. & Norenzayan, A. Science 336, 493–496 (2012).
2.- Alter, A. L., Oppenheimer, D. M., Epley, N., Eyre, R. N. J. Exp. Psychol. 136, 569–576 (2007).