Política de las emociones: marea negra, marea amarilla

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Mientras tanto, 175, enero de 2019.


 

I

Pensábamos vivir en un país diferente, donde la respuesta a la crisis y la
globalización, en lugar de favorecer el crecimiento de la extrema derecha, había
generado la nueva izquierda de Podemos. Pero esto fue hace cuatro años, cuando
también en otros países parecía que podía ocurrir lo mismo; cuando Syriza triunfaba
en Grecia, cuando se constituía el tripartito portugués, cuando Bernie Sanders y
Jeremy Corbin eran estrellas en ascenso, y cuando la nueva izquierda española estaba
a punto de obtener el control de importantes ciudades del país.

Pero cuatro años son muchos, y entretanto ha habido situaciones que han activado al
sector más tradicional de la población española. Catalunya en primer término, pero
también el tema de los refugiados y el temor a una avalancha migratoria, temor que es
difícil de sostener con datos estadísticos pero que constituye un reclamo poderoso
para las mentes influenciables (sin olvidar el miedo que genera entre los machos alfa
la nueva fase de movilización feminista). Los independentistas catalanes son
culpables de sus propios errores, pero es indudable que su revuelta ha posibilitado que
la derecha pura y dura haya encontrado una vía de activación de una base social
dispuesta a ello.

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