Agustín Unzurrunzaga
El extraño recorrido del debate sobre la

identidad nacional en Francia
Hika, 215zka. 2010ko urtarrila.

            O no tan extraño. Cuanto más se alarga el debate sobre la identidad nacional impulsado por el Gobierno francés, más evidente se hace la deriva de semejante discusión. Uno, por el protagonismo que están teniendo las ideas de la extrema derecha, lo que era previsible desde el principio. Dos, por el redescubrimiento que algunos representantes del Gobierno están haciendo de la ideología nacionalista en sus variantes más etnicistas y conservadoras. Tres, por el reduccionismo con el que se está planteando el debate, que se está centrando en la inmigración y, más específicamente, en la inmigración que profesa la religión musulmana y, por extensión, en el lugar que ocupa o debería ocupar esa religión en Francia. Cuatro, porque después de mes y medio de debate aumentan las voces, incluidas las expresadas por personalidades de renombre de la derecha gobernante, favorables a pararlo.

            Que la extrema derecha iba a intentar ocupar un espacio en ese debate era algo perfectamente previsible. Y que lo haría para promocionar sus posiciones, también. Esta objeción fue planteada desde el principio, y se ha demostrado real como la vida misma.

            Pero que el ministro encargado de dinamizar el debate, Eric Besson, titular del Ministerio de la Identidad, la Inmigración y el Codesarrollo, venga encandilado por los nacionalismos serbio y macedonio después de un reciente viaje hecho a los Balcanes, resulta algo más extraño. O tal vez no, y es más bien la consecuencia lógica de haberse metido en semejante berenjenal, el sitio al que este debate institucional les está llevando a algunos políticos de la UMP, al de redescubrir a los nacionalismos más brutales que se han dado en Europa a finales del siglo XX, y a encontrarse bien en su compañía. Por otro lado, a la vista de la deriva del conjunto, se conjetura que Eric Besson, el ministro encargado de dinamizarlo, podría dimitir de su cargo o, tal vez, pasar a otro ministerio después de las elecciones regionales.

            Y qué decir del pantano en el que se ha metido Nadine Morano, Secretaria de Estado para la Familia y la Solidaridad. Era la oradora principal en un debate cargado de simbolismos, organizado por el diputado UMP Jean Jacques Gaultier en Charmes, pueblo natal de Maurice Barrès, uno de los grandes ideólogos del nacionalismo conservador francés en los primeros años del siglo XX1. Nada era casual, ni el lugar ni la figura de Nadine Morano, una política de derechas hija de trabajadores, nacida en Nancy en un barrio popular, y que tiene a gala el seguir viviendo allí. Es la expresión de la política de derechas salida del pueblo, la demostración de que se puede ser de origen popular y de derechas, lo que ella misma reivindica siempre que puede. Ante la pregunta hecha por un militante del Front National sobre la compatibilidad del Islam con la República y qué le diría ella a un joven musulmán que habita en un barrio periférico de una gran ciudad, dijo: “Lo que yo quiero de un joven musulmán, si es francés, es que ame a su país, que encuentre un trabajo, que no hable verlan2 y que no se ponga la gorra hacia atrás”. Si lo que dijo se reprodujo más o menos fielmente en los medios, si la frase fue más o menos sacada de contexto, si además de eso dijo otras cosas, lo que expresó Nadine Morano es una caricatura de grueso calibre: los jóvenes franceses que profesan la religión musulmana no aman a Francia, no trabajan, hablan una jerga y la manera como se encasquetan la gorra es un signo distintivo de tipo comunitario. No es que no haya jóvenes franceses musulmanes, cristianos o que no profesen ninguna religión, cuyos padres o abuelos inmigraron a Francia, que más o menos puedan coincidir con todos o con parte de esos rasgos. El problema es la mirada que se tiene sobre ellos, esa manía de generalizar, de meterlos a todos en el mismo saco, construyendo un estereotipo negativo, y sin preguntarse porqué se producen esas situaciones de mayor o menor desafección hacia la República.3

            El 9 de diciembre, el periódico Le Monde publicaba un artículo del presidente francés Nicolás Sarkozy sobre la identidad nacional, bajo el significativo título de “Respetar a los que llegan, respetar a los que acogen”. Desde el título se ve que el tema, en muy buena medida, va a quedar reducido a la inmigración, o que, para Sarkozy, el núcleo de ese supuesto gran debate nacional sobre la identidad nacional, es la inmigración. Pero cuando nos adentramos en el texto, vemos que las cosas se reducen todavía más, que su preocupación principal no es la inmigración en general, sino la parte de la inmigración que profesa la religión musulmana y, abriendo el abanico, el papel del Islam en Francia, el lugar que ocupa o debería ocupar el Islam en la sociedad francesa.

            El artículo empieza refiriéndose al referéndum sobre los alminares en Suiza, cuyo resultado le parece que puede suscitar dolorosos malentendidos, un sentimiento de injusticia y herir las almas. Pero, a su vez, Sarkozy opina que no hay que mantenerse indiferente ante los gritos que vienen del pueblo, ante sus dificultades, ante sus sentimientos, sus aspiraciones, ante los sufrimientos de los electores.

            Opina que en lugar de vilipendiar a los suizos que han votado a favor de la prohibición, hay que preguntarse sobre lo que revela su decisión, que hay que comprender que han querido expresar, el resentimiento que anida en tantos pueblos de Europa, incluido en Francia. Para Sarkozy, hay que atender a los gritos de esa mayoría de votantes suizos que, según él, no quieren poner en solfa la libertad de culto, sino solamente que sus formas de vida, sus maneras de pensar y sus relaciones sociales no sean desnaturalizadas. Expresan el sufrimiento de quienes están perdiendo su identidad, un sentimiento avivado por la mundialización. La votación suiza refleja esa sorda amenaza para su identidad que muchas personas, con razón o sin ella, sienten en esta vieja Europa.

            Propone que hay que respetar a los que llegan, ofreciéndoles, en referencia expresa a los musulmanes, lugares de culto decentes. Dice también que la laicidad no es el rechazo de las religiones, sino el respeto de todas ellas. Es un principio de neutralidad, no de indiferencia. Y acaba refiriéndose a la religión musulmana. Y hay que respetar a los que acogen, esforzarse por no contrariarles, por no chocarles, respetar sus valores, sus convicciones, sus leyes, sus tradiciones y hacerlas, por lo menos en parte, suyas. Es hacer suyas la igualdad entre hombres y mujeres, la laicidad, la separación de lo temporal y lo espiritual. Y se dirige expresamente a los musulmanes para decirles que en Francia la civilización cristiana ha dejado una huella profunda y que lo valores de la República son parte integrante de la identidad nacional, y que todo lo que puede aparecer como un desafío a esa herencia y a esos valores está condenado al fracaso. Tienen que guardarse (cita a las religiones del libro) de toda ostentación y de toda provocación, y practicar su religión con humilde discreción, lo que testimoniaría el respeto hacia los que no piensan como ellos.

Los problemas que suscita el escrito del presidente Sarkozy son múltiples.

            En primer lugar, sobre el propio referéndum suizo del 29 de noviembre, que preconizaba inscribir en la Constitución la prohibición de construir más alminares en las mezquitas. En Suiza viven 7,5 millones de personas, de las cuales unas 350.000, el 4,3% de la población, se declara de religión musulmana. El número de practicantes se estima en 50.000, lo que representa el 0,6% de la población. Es una comunidad mayoritariamente bien integrada, procedente, fundamentalmente, de Turquía y de Bosnia. En toda Suiza hay 150 lugares de culto y centros culturales musulmanes, cuatro de los cuales tienen alminar. Esos alminares no sirven para llamar a la oración, pues el llamamiento chocaría con las normas sobre el ruido. El 77% de la población suiza se declara cristiana, y el 11,1% aconfesional4.

            Como se ve por los datos arriba reseñados, la musulmana es una religión minoritaria en Suiza, y dentro de los que se declaran musulmanes, los practicantes son a su vez una minoría, el 14,28%. Los propios impulsores del referéndum, la Unión Democrática Federal (UDF), un pequeño partido ligado a la iglesia evangélica, y la Unión Democrática de Centro, partido de derechas, abiertamente xenófobo, que representa el 25% del electorado y forma parte del Gobierno, proclamaban que su propuesta “expresaba un rechazo sin equívocos de la islamización de Suiza”, y que ese rechazo se hacía “a título preventivo”. Por tanto, lo que los impulsores del referéndum decían y proponían no tenía mucho que ver con lo que Sarkozy dice sobre ellos. ¿Cómo y en qué desnaturaliza la minoría musulmana las formas de vida, las maneras de pensar y las relaciones sociales de Suiza? Una cosa es tomar en consideración el dato (participó en el referéndum el 53% del electorado y votó a favor de la prohibición el 57%) y lo que pueda representar (obligatorio para cualquier político) y, otra muy distinta, negarse a criticar a los impulsores del referéndum y las ideas que han utilizado. Tomar en consideración el resultado no impide manifestar con claridad las ideas que se tienen sobre el mismo. En ese referéndum estamos con los que lo han perdido, y eso tiene que quedar claro, pues son ellos quienes han defendido más consecuentemente los valores de la democracia, de la libertad, de la integración, de la tolerancia y de los derechos humanos. No estamos con la mayoría que ha votado a favor de la prohibición a título preventivo.

            ¿Ocurriría algo parecido en otros países de la Unión Europea si algo de ese tipo se pusiese a votación? Es difícil saberlo, aunque algunas encuestas de urgencia hechas por algunos medios de comunicación en varios países de Europa vienen a mostrar unos resultados parecidos. Quienes sí están aprovechando el resultado son las organizaciones más significativas de extrema derecha, tales como el Frente Nacional en Francia que, en declaraciones de Marine Le Pen, se felicitaba del resultado y pedía que se dejen de negar las aspiraciones y los miedos de los pueblos de Europa que rechazan los signos ostentatorios musulmanes que muchas veces rozan la provocación; o los partidos de extrema derecha de Flandes y de Holanda, que por boca del diputado flamenco Filip Dewinter manifestaban que había que dar una señal clara a los musulmanes, que se tienen que adaptar a nuestra manera de vivir y no a la inversa5.

            ¿Cómo se ha ido construyendo esa retórica anti islam por parte de las organizaciones y partidos de corte populista y xenófobo?. Para el sociólogo Gilles Ivaldi, investigador en el CNRS, “Las razones son múltiples. Bajo el ángulo de la ideología, la islamofobia y la denuncia de Eurabia se inscriben en la búsqueda de una identidad de esos movimientos. Se encuentra ahí un elemento central del racismo diferencialista de la nueva derecha europea, que denuncia la incompatibilidad de las culturas y el peligro del mestizaje. Reaparecen referencias a la identidad europea cristiana, que intentan acreditar la idea de que el Islam sería resueltamente extranjero o nuestros valores, nuestras tradiciones y nuestras leyes. De ahí la manipulación retórica muy eficaz del tema de la laicidad por los populistas en Suiza o en Francia, por ejemplo. Por último, tampoco tenemos que ignorar la dimensión más estratégica. El contexto internacional, la cuestión del terrorismo islámico y el espíritu actual alrededor del supuesto choque de civilizaciones alimentan los miedos hacia el mundo musulmán, sobre los que esos partidos juegan a sabiendas y con fines electorales”6.

            La campaña desarrollada por quienes estaban a favor de la prohibición, las ideas que han expresado, los eslóganes y los carteles no tienen nada que ver con lo que dice Sarkozy. El cartel más significativo de la campaña mostraba una mujer vestida con un niqab en medio de unos alminares con forma de misil que ocupaban el territorio suizo. La identificación de los musulmanes con el terrorismo era evidente, y en Suiza no hay mujeres musulmanas residentes que vistan niqab. Sarkozy no quiere manifestarse con claridad frente a las ideas desplegadas por los promotores del referéndum, pero, en cambio, su escrito es un reproche continuo hacia los musulmanes en general, y con pocos matices. En el conjunto de la Unión Europea hay unos 15 millones de musulmanes, un tercio de los cuales se encuentra en Francia. Es la segunda religión en número de fieles, y tiene la característica de que parte de ellos son extranjeros afincados en Europa, personas que proceden de Turquía, de los Balkanes, del Magreb, del África subsahariana y de Asia. El hecho de que Europa tenga una larga tradición cristiana no es óbice para que otras religiones tengan también su sitio, y sus lugares de culto, y que los haya, no debería ser visto como una provocación o un exceso. Esas religiones, aunque de implantación más moderna, tendrían que tener los mismos derechos que la más antigua para construir sus edificios o, dicho de otra manera, allí donde hay campanarios no tendrían por qué estar prohibidos los alminares. La implantación y el desarrollo del Islam en Europa está sujeto a múltiples contradicciones, pero parece necesario que empecemos por distinguir una cuestión elemental: que el Islam es una religión, y que como tal tiene que tener garantizados los mismos derechos que otras religiones. Y que otra cosa es el islamismo. Para Nazih Ayubi, “El Islam es en realidad una religión de normas morales colectivas, pero hay muy poco de ella que pueda considerarse específicamente político”7. Por otro lado, como señala Sami Nair, “...a excepción de movimientos político-religiosos fanáticos muy minoritarios, o de ciertos imanes ignorantes y patológicamente sexistas, los musulmanes europeos crean un Islam europeo tolerante, moderno, desacomplejado, que las fuerzas democráticas laicas de los países musulmanes observan con interés”8. En un sentido parecido, desde otra perspectiva, se expresa la socióloga Claudine Attias-Donfut, directora de investigaciones de la Seguridad Social francesa y autora del libro recientemente publicado El destino de los hijos de inmigrados: “El sentimiento de pertenencia a la comunidad francesa es importante en los inmigrados de primera generación, incluso para quienes no han adquirido la nacionalidad francesa. No está circunscrito a la ciudadanía, se fundamenta en la participación en la vida social, en la cultura, en la lengua...La protección social es también un factor importante de adhesión a Francia, tal y como lo expresan los inmigrantes jubilados. El reconocimiento de una vida de trabajo por medio de una pensión de jubilación, da un sentimiento de pertenencia a la sociedad. Los valores de la solidaridad, de la justicia y la igualdad que se expresan a través de la protección social son factores muy potentes de integración”9.

            Por otro lado, conviene tener en cuenta que este referéndum celebrado en Suiza es uno más en una cadena de campañas políticas llevadas a cabo en los últimos cinco años, y que tienen en común la intolerancia y la xenofobia hacia determinados grupos de personas: septiembre de 2004, referéndum contra las facilidades para adquirir la nacionalidad suiza; octubre de 2005, campaña contra los trabajadores transfronterizos franceses que van a trabajar a Suiza; enero de 2007, contra la despenalización del cannabis; julio de 2007, por la expulsión de los extranjeros que cometen delitos; octubre de 2007, elecciones provinciales, centradas en el tema de la inseguridad ciudadana; noviembre de 2009, por la prohibición de construir alminares.

            Y está el tema de la laicidad. Antes que nada, hay que señalar que las tradiciones laicas pueden ser diferentes, que no en todos los países se ha regulado de la misma manera la neutralidad religiosa del espacio público. Francia tiene una historia, y Holanda otra, y los Estados Unidos de América una diferente, lo mismo que España. Como señala Ignasi Álvarez, “El modelo francés defiende la laicidad, que implica la neutralidad religiosa del espacio público y la remisión de la religión al ámbito de lo privado. Cada modelo tiene su propia historicidad y es inseparable de las experiencias políticas a través de las cuales se fue configurando. Todos ellos deben enfrentarse a los retos que se derivan de nuevas demandas de reconocimiento asociadas ya sea a la emergencia de grupos anteriormente silenciados, como las mujeres, o al crecimiento de la inmigración”10. En su artículo, Sarkozy defiende una determinada idea de la laicidad, y hace referencia a la neutralidad del Estado hacia las religiones. El problema es que desde hace ya un cierto tiempo las ideas del presidente francés, expresadas en un discurso pronunciado en Saint-Jean-de-Latran, sobre la laicidad son fuertemente contestadas en Francia por los defensores de la laicidad, que le acusan de desnaturalizarla, de rebajarla de contenido mezclándola con la idea de la raíz cristiana de Francia, que es del agrado de la iglesia católica y de las organizaciones de extrema derecha.. Sarkozy suele olvidarse de que la laicidad francesa es algo íntimamente ligado a las ideas de la Revolución, y que se afianzó en Francia en confrontación muy directa con la iglesia católica. Como señala Jean Bauberot, titular de la cátedra de historia y sociología de la laicidad en la Escuela Práctica de Altos Estudios: “La ley de 1905 representa una ruptura con la idea de que la identidad política de Francia tendría una dimensión religiosa, y ruptura, también, con la idea de una “laicidad integral” que buscase la desaparición de la propia religión”11. Por ello, el intento de Sarkozy de poner de nuevo en medio del debate sobre la identidad nacional la raíz cristiana de Francia, aunque siga haciendo referencias a la laicidad, es una regresión con respecto al pacto republicano expresado en la Ley de 1905.

            Como se ve, el de la laicidad es un importante terreno de confrontación política e ideológica, en el que no hay una clara delimitación de campos, sino que, más bien, se produce una especie de fuego cruzado entre actores diversos. Y no tanto por la definición del concepto, sino por las realidades sociales cambiantes. En expresión de Tzventan Todorov: “En una democracia liberal moderna, la conducta del individuo se reparte ya no entre el orden temporal y el espiritual, sino en tres ámbitos. En uno de los extremos se sitúa el ámbito privado y personal, que gestiona el propio individuo sin que nadie pueda decirle nada...En el extremo opuesto se sitúa el ámbito legal, en el que se imponen al individuo normas estrictas, garantizadas por el Estado, que no puede transgredir sin convertirse en delincuente. Entre ambos hay una amplia tercera zona, pública o social, impregnada de normas y de valores, pero que no poseen carácter obligatorio...El mapa de las tres zonas varía de un país y de un momento histórico a otro, pero todos reconocen la necesidad de diferenciarlas y de establecer sus límites. Para nuestros contemporáneos el laicismo consiste en el hecho de que cada quien sea amo y dueño en su casa sin invadir la libertad de los demás. El Estado controla la esfera legal, pero no puede dictar su voluntad a la sociedad civil. Ésta ocupa el ámbito público, pero su acción se detiene ante la frontera que protege la libertad del individuo. Además el Estado garantiza la libertad y la protección del individuo respecto de la sociedad civil. Ese equilibrio entre esferas es frágil (como muestra, por ejemplo, el debate sobre el derecho al aborto), pero indispensable para el buen funcionamiento de la comunidad. Mantenerlo forma parte de los deberes del Estado”12.

            La discusión que está habiendo en Francia tiene sus particularidades, que no son miméticamente trasladables aquí. Pero hay bastantes cosas que más tarde o más temprano acabarán salpicándonos, más en concreto todo lo que tiene que ver con la inmigración, con la parte de esa inmigración que profesa la religión musulmana, y con la laicidad. Vivimos en un país con una sociedad civil ampliamente secularizada, pero en un Estado que mantiene relaciones muy privilegiadas, por múltiples razones y avatares de la historia antigua y reciente, con la Iglesia católica. A pesar de las diferencias de situación, creo que podemos aprender algunas cosas.

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1. En uno de sus textos más importantes, Scénes et doctrines du nationalisme, Maurice Barrès, parafraseando a Renan dice: “Una nación, es la posesión común de un antiguo cementerio y la voluntad de continuar haciendo valer esa herencia indivisa” En definitiva, para Barrès lo determinante de la nación son la tierra y los muertos, el pasado. “Este sentido histórico, este alto sentimiento naturalista, esta aceptación de un determinismo, he ahí lo que nosotros entendemos por nacionalismo” (Las citas entrecomilladas de textos de Barrès, están recogidas del libro Nosotros y los otros de Tzventan Todorov, del capítulo «Renan y Barrès»).

2. El verlan es una jerga, un argot, muy utilizada por los jóvenes habitantes de los barrios periféricos de las ciudades. Se construyen las palabras invirtiendo las sílabas. La expresión verlan es la inversión del adverbio à l´envers ( a la inversa). En el verlan actual se nota también la presencia de la lengua árabe, incorporada por los jóvenes de origen o descendientes de inmigrantes del Magreb, sobre todo en la forma de jugar con las vocales.

3. Según el Informe correspondiente al año 2008 del Observatorio de Zonas Sensibles (ONZU), la pobreza y el paro no remiten en los 751 barrios estudiados. En esos barrios, el 44,3% de los menores de 18 años viven por debajo del umbral de pobreza, fijado en Francia en 908 euros mensuales. El 33,1% de la población de esos barrios vive por debajo del umbral de pobreza, cuando en el conjunto nacional vive en esa situación el 12%. El 25% de los jóvenes en edad de trabajar se encuentra en paro, cuando en el conjunto nacional el porcentaje es del 12,5%.

4. Soledad Gallego Díaz, «Feroz Calvinismo», artículo publicado en El País, 6-12-09.

5. Agathe Duparc, «La construction de nouveaux minarets interdite en Suisse», Le Monde, 30-11-2009.

6. Gilles Ivaldi, entrevista publicada en Liberation, 3-12-09, «Trois chercheurs analysent la montée du phenomene national-populiste en Europe».

7. Nazih Ayubi, El Islam polític.

8. Sami Nair, «Mezquitas, alminares y laicidad», El Periódico de Cataluña, 29-12-09.

9. Entrevista con Claudine Attias-Donfut, «On occulte la realité de l´integration de la majorité des inmigrés», Le Monde 3-12-09.

10. Ignasi Álvarez, «La construcción del inintegrable cultural», en Inmigrantes: ¿cómo los tenemos?, Madrid: Talasa Ediciones.

11. Jean Bauberot, «Pour une laïcité de sang froid», Le Monde, 22-12-09.

12. Tzvetan Todorov, El espíritu de la Ilustración, Galaxia Gutenberg, Barcelona: Editorial Bellaterra.