Agustín Unzurrunzaga

El Plan África y la inmigración
(Hika, 178-179zka. 2006eko ekaina/uztaila)

            El Gobierno español acaba de poner en marcha el denominado Plan África, un plan de acción para el África Subsahariana. Entre los motivos por los que este ambicioso plan se pone en marcha aparece nombrado, y señalado como un nuevo desafío, el de “los flujos masivos de inmigración ilegal”.
El Plan se articula en torno a siete objetivos:

• Contribución al afianzamiento de la democracia
• Lucha contra la pobreza
• Fomento de la cooperación para regular los flujos migratorios
• Participar en el desarrollo de la estrategia de la UE hacia África
• Reforzar los intercambios económicos y fomentar las inversiones, especialmente en lo relacionado con la seguridad energética y los hidrocarburos.
• Fortalecimiento de la cooperación cultural
• Incrementar la presencia institucional de España

            Y distingue tres categorías de países de especial relevancia: países de interés prioritario (Guinea Ecuatorial, Senegal, Malí, Nigeria, Angola, Namibia, Sudáfrica, Mozambique, Kenia, Etiopía y Mauritania); países de interés específico (Ghana, Camerún, Níger, República de Guinea, Guinea-Bissau, Gambia, Gabón, Tanzania, Seychelles, Cabo Verde y Santo Tomé y Príncipe); y países de especial seguimiento (Costa de Marfil, Zimbabwe, Sudán, Chad, República Democrática del Congo).
            ¿Y por qué ahora un Plan de estas características, cuando una buena parte de los problemas y necesidades que se señalan con relación a África es más vieja que la tos? Igual estoy equivocado, pero me da la impresión de que tanto su elaboración como su publicación han sido fuertemente acelerada por los acontecimientos migratorios, por los del otoño pasado en Ceuta y Melilla y por los de esta primavera en Canarias.
            ¿Y en qué se concreta ese fomento de la cooperación en la regulación de los flujos migratorios? Pues en cuatro propuestas, tres de las cuales tienen que ver con un incremento de los controles; y la cuarta, con un etéreo impulso de medidas tendentes a la integración de los colectivos de inmigrantes, fomentando el papel activo de las diásporas en España y en Europa.
            Como en otros planes de este tipo (que son formalmente ambiciosos, que abarcan aspectos muy diversos, tales como, en este caso, la difusión de la lengua española en África y la participación en el negocio de los hidrocarburos, pasando por la lucha contra el terrorismo), resulta que cuando se aborda el tema de las migraciones siempre se concretan y especifican muchísimo más las medidas de control y represión que las que atañen al campo de los derechos.
            La regulación de los flujos migratorios que propone el Plan se centra en cómo impedir la llegada de inmigrantes. Ese es su objetivo. Esa es la manera de entender la regulación de los flujos migratorios provenientes de África Subsahariana que tiene el Gobierno español. Ese es el centro de su política actual y va seguir siéndolo.
            En el plano interno, nos dice, se reforzarán las medidas de control de fronteras. En el plano bilateral, se ampliarán los acuerdos de Cooperación Migratoria y Readmisión. Y en el plano multilateral, la implicación del conjunto de la Unión Europea en las tareas de control.
África ha sido, y me da la impresión de que va a seguir siendo, un continente excluido en el plano migratorio.
            Está excluida en el plano político administrativo, pues es el único continente en el que a la totalidad de sus habitantes, provengan de cualquiera de sus más de cincuenta Estados, se les exige un visado para entrar en cualquiera de los Estados de la Unión Europea. Y la verdad, conseguir un visado de cualquier tipo, de estancia, de estudios, de trabajo para residencia, de reagrupación familiar en África, es toda una hazaña, extremadamente costosa y en muchísimos casos imposible.
            Está excluida en el plano político ideológico, con ese trabajo de zapa, sectario, hecho por algunos intelectuales y que encuentra eco en algunos políticos, sobre la gran distancia cultural que nos separa y la inintegrabilidad de las personas en los marcos normativos y convivenciales europeos.
            El Plan África supone, a mi juicio, en lo que hace a la política migratoria, seguir haciendo lo que hasta ahora se ha hecho; es decir, intentar impedir por todos los medios disponibles la entrada de inmigrantes subsaharianos en España. Supone materializar la política de la raya y el círculo, propuesta en el año 1998 en el Documento Matzka, elaborado bajo la presidencia austriaca de la UE, en el que se concretaban tres círculos concéntricos: países que no generan emigración, a los que se les pide que asuman tareas de control policial a cambio de una cooperación reforzada; países por donde transitan las personas migrantes y tienen escaso control policial debido a sus estructuras económicas débiles, a los que se les exigiría la readmisión de inmigrantes irregulares; y países emisores de emigración, para los que las ayudas para su desarrollo estarían condicionadas a la reducción del número de personas que salen.
            El Plan África es, en materia migratoria, más de lo mismo: más de todo lo que está en la base de las formas trágicas que ha adquirido en los últimos años la emigración de personas subsaharianas hacia Europa. Por lo que continuará la tragedia, pues en el origen de la misma y en su desarrollo está la política migratoria europea con relación a África, y no las mafias y las redes de transporte, que son más bien su consecuencia.
            Creo que esa es una mala política, tanto a corto como a medio plazo, moral y políticamente degradante para quien la practica. Ninguna política de cooperación con África impedirá que las generaciones que hoy están en condiciones de emigrar lo hagan. Toda política de cooperación que tenga como objetivo prioritario el impedir la emigración hacia Europa, creo que está abocada al fracaso o a la tragedia.
            La política migratoria española con relación al África subsahariana tiene que cambiar y mucho. Está bien que se abran nuevas embajadas en Malí y en Cabo Verde; pero ello servirá de poco si no se cambian sustancialmente los hábitos y prácticas de todas las embajadas y consulados en materia de visados de estancia, de estudios, de trabajo y de reagrupación familiar.