A. Laguna
Chaplin en imágenes
(Página Abierta, 199-200, enero-febrero de 2009)

            Primero en Barcelona y luego en Madrid (desconozco si se ha llevado a cabo en alguna otra ciudad española) se ha mostrado al público una gran exposición dedicada a Charles Chaplin, la primera de esta dimensión que se ha presentado en nuestro país, y ha sido organizada por la Fundación LaCaixa. Se trata de una producción de NBC Photographie de París, con la colaboración de la Association Chaplin y la Cineteca del Comune di Bologna. Sam Stourdzé fue el comisario de la exposición, “Chaplin en imágenes”, y autor también de los textos del catálogo editado para la ocasión.

            La exposición reunía alrededor de 300 documentos, principalmente fotografías, pósters, material documental y extractos de películas, algunos de ellos inéditos. A través de imágenes, la muestra narraba la historia de Charles Chaplin –el actor y la figura pública–, desde la creación del personaje de Charlot hasta el final de su carrera. Organizada en siete apartados o temáticas, permitía conocer aspectos como el proceso de creación del personaje de Charlot; su caracterización y su lenguaje propios; su relación con las vanguardias; las dificultades padecidas con los sectores más conservadores en los Estados Unidos o su impacto en España.

            Chaplin fue uno de los primeros artistas en adquirir un gran éxito mediático, su cercanía al público lo convirtió en un personaje muy querido y en icono del siglo XX. Paralelamente a su faceta como actor, Chaplin fue también aclamado como cineasta. La preocupación de Chaplin por conseguir la perfección en su obra se evidencia en los documentos que muestran los pasos de la elaboración de una escena y ponen al descubierto la mecánica de un gag o la coreografía de un movimiento.

            De sobra es conocida su incansable labor de rodaje hasta lograr, tras metros y metros de cinta, aquello que buscaba. Precisamente, hace unos años pudo exhibirse la “obra maestra” que hay en una buena parte del metraje que desechó. Hoy, incluso, forma parte de las ediciones de su obra cinematográfica. Y alguna muestra de ello pudo contemplarse en esta exposición, como una secuencia, rodada para Luces de  la ciudad y luego descartada, en donde Charlot, en el centro comercial de la ciudad, con la calles abarrotadas de público, “brega” denodadamente por hundir un palo encajado entre los barrotes de una alcantarilla.

            La exposición en Madrid, en donde pude disfrutar de ella, tuvo un gran éxito. Gente de todas las edades pasó por las salas de la Fundación LaCaixa. Las risas y las caras de satisfacción de los mayores, pequeños y jóvenes confirmaban la genialidad de Chaplin y su vigencia. Chaplin provoca la carcajada, hace valer la necesidad de la risa y muestra una visión trágico-cómica de la vida. Y cuando, en un momento cumbre de su carrera, aquel en el que ha podido tomar las riendas de su trabajo, despliega su compromiso antibelicista y de denuncia del sufrimiento social y de la hipocresía de quienes lo provocan, lo hace sin abandonar su apuesta por la risa y la sonrisa.

            La doble experiencia vivida en mi paso por la exposición me llevó al interés de nuevo por la lectura sobre Chaplin. En ella me encontré con una obra que los expertos cinéfilos y estudiosos de este arte seguro que conocen bien: Charles Chaplin, el genio del cine, de Manuel Villegas López. Algo más que una biografía de Chaplin, muy apreciada dentro de la bibliografía sobre este genio. De su reconocimiento merece la pena destacar lo que nos apunta Dolores Zalamea Herrera en su prólogo de la edición de 1989 (*):  «La mayor satisfacción que el autor de una biografía puede obtener es que el mismo biografiado se reconozca reflejado totalmente y en profundidad». Y así fue. Para Chaplin «es el mejor y más profundo estudio que se ha realizado sobre mis películas y la visión más hermosa, acertada y generosa de cuantas me han dedicado». (Lo que no quiere decir que así sea visto por todo el mundo).

            Este ensayo fue publicado por primera vez Argentina en 1943.  Su autor, nacido en San Sebastián en 1906 y muerto en Madrid en 1980, está considerado como una personalidad del análisis y reflexión de la historia del cine. 

            Gracias a la lectura de esta biografía pude descubrir un texto del propio Chaplin sobre su concepción de la risa y algunos de sus métodos para provocarla. Villegas López recoge sobre ello un artículo escrito por Charles Chaplin en 1922, al que califica de “recapitulación básica, ya que no completa” del pensamiento de este gran “cómico”. Enseguida pensé que debía ser conocido: puede leerse a continuación de esta página. 

(*) Esta obra de Villegas López ha sido reeditada en España en varias ocasiones desde 1956.

Monsieur Verdoux A. L.

            La crisis financiera y económica por la que atraviesa el mundo en la actualidad nos ha devuelto, como estudio y reflexión, la imagen de un pasado de guerra y hundimiento económico: el crac del 29, la gran depresión de los años treinta, la preparación de la Segunda Guerra Mundial. Charles Chaplin (1889-1977), atento y comprometido con los grandes problemas y acontecimientos de su época, habló de ello a través de su arte. Y lo hizo en varias películas, entre otras, Tiempos Modernos, El gran dictador o Monsieur Verdoux.

            Monsieur Verdoux quizá sea una de las películas menos conocidas de Chaplin. Una obra maestra inquietante en muchos aspectos, por lo que cuenta, por su forma de narrarlo, por la ambigüedad moral que se le puede suponer, más aún referida a su visión de las mujeres. Pertenece a la última etapa de la producción cinematográfica de Chaplin. Fue estrenada en 1947. Después, realizaría sólo tres películas más: Candilejas (1952), Un rey en Nueva York (1957) y La condesa de Hong Kong (1966).

            La película nace a partir de una idea de Orson Welles, un argumento sobre un nuevo Landrú, el famoso ladrón y asesino de mujeres en la Francia de finales del siglo XIX y primeros del XX. La propuesta de trabajo conjunto no salió adelante y hubo de pasar un tiempo hasta que Chaplin se propusiese llevar a cabo en solitario el proyecto. 

            No fue muy bien recibida por el público y la crítica estadounidenses. No tuvo tampoco éxito de taquilla. Eran malos tiempos para Chaplin. El Comité de Actividades Antiamericanas y una buena parte de la prensa le tenía en el ojo de mira, lo abordado por la película chocaba con la mentalidad imperante y, quizá, el gran público no vio bien que Charlot desapareciera de la escena.  

            La historia comienza con un fotograma en el que aparece una lápida con la inscripción “Henri Verdoux (1880-1937)” y una voz en off, la del propio Verdoux, que comienza a contar su vida: «Yo fui durante treinta años un honesto empleado de banca, hasta la crisis de 1930, cuando perdí mi empleo. Es entonces cuando empiezo a liquidar a miembros del sexo opuesto. Se trataba para mí de una acción estrictamente comercial destinada a alimentar a mi familia. Pero les aseguro que la carrera de Barba Azul no es nada rentable. Sólo un optimista impertérrito podía embarcarse en tal aventura. Desgraciadamente, yo lo era. El resto es historia».

            El propio Chaplin contaría en sus escritos el argumento de su película: «Verdoux es un Barba Azul, un insignificante empleado de banco que, habiendo perdido su empleo durante la depresión, idea un plan para casarse con solteronas viejas y asesinarlas luego, a fin de quedarse con su dinero. Su esposa legítima es una persona paralítica, que vive en el campo con su hijo pequeño, pero que desconoce los manejos criminales de su marido. Después de haber asesinado a una de sus víctimas, regresa a su casa como haría un marido burgués al final de un día de mucho trabajo».

            ... Y hará una pequeña reflexión sobre ella: «Es una mezcla de virtud y vicio: un hombre que, cuando está podando los rosales, evita pisar una oruga, mientras al fondo del jardín está incinerando en el horno los trozos de una de sus víctimas. El argumento está lleno de humor diabólico, es una amarga sátira y una violenta crítica social». 

            Verdoux conquista a mujeres viudas o solitarias, se casa con ellas si es preciso, las asesina y se queda con su dinero. Enseguida nos enteraremos de que, como hombre de su tiempo, lo invierte en bolsa para ir desarrollando su capital. Nos lo explica bien en una escena de la película. Verdoux es saludado por un antiguo compañero de trabajo que le pregunta que a qué se dedica en ese momento. Él contesta: «¡Oh!, un poco de todo, inmobiliarias, bolsa...». El colega le hacer ver que las cotizaciones están bajas en este momento. Y Verdoux le replica: «Es el momento de comprar, cuando todo el mundo vende».

            Chaplin interpreta al protagonista de la película, un personaje complejo al que vemos muy diversas caras, como seguramente pensaba este genio del cine que era el ser humano. Una figura que se desdobla a lo largo de la narración como el marido y padre cariñoso, que trata de educar a su hijo con rectitud; el empleado ejemplar despedido, amargado y desengañado con la sociedad; el asesino conquistador, metódico con sus “negocios”, que reflexiona sobre sus actos, capaz de reacciones bondadosas...

            Su figura, atildada, de caballero francés acomodado y conservador, bien peinado, amante de las flores, de gustos refinados, atento a los detalles, muy vivo, de gran agilidad mental, con un repertorio amplio y florido de frases halagadoras... con un bigote fino, seguramente engominado, que se trasformará con su desgracia..., no es ya el personaje, el hombre con el que había expresado su comicidad y su visión del ser humano y del mundo hasta entonces: Charlot. Charlot no le sirve.

            Con Monsieur Verdoux desaparece Charlot, algo en cierta forma anunciado en El gran dictador. Y se rinde Chaplin al “progreso” del cine: el sonoro. No desaparece, sin embargo, su intención de hacernos reír, su concepción trágico-cómica de la condición humana. Y según avanza la historia, sombría al principio, nos va regalando situaciones cómicas y escenas de ternura, propias de Charlot. Luego, al final, volverá el drama... 

            Chaplin quiere hacer más explícito el contexto en el que esta historia criminal se inserta. Para ello nos muestra imágenes con titulares de prensa que nos hablan de la crisis en Europa, de la crisis bursátil, del hundimiento de los bancos; imágenes del pánico desatado, incluso el suicidio de un supuesto banquero... La crisis arrastra a Verdoux a la ruina. Una de las piruetas se cierra. Sólo queda la otra: ser descubierto y arrestado. Nos lo contará con su pequeña dosis de humanidad y de su clásico humor con el que provoca la risa.

            Para el desenlace dejará sus alegatos, primero frente al tribunal que le juzga; después, en la cárcel, ante un periodista y el sacerdote que pretende darle el consuelo final, momentos antes de ser ejecutado.

            En el juicio, el fiscal le califica de asesino en serie, un asesino con cerebro, cruel y cínico. Verdoux le contestará, tras preguntarle el juez si quiere decir algo. Verdoux-Chaplin, dirigiéndose a los presentes, dirá con expresión casi sarcástica: «El fiscal no ha sido generoso con sus alabanzas, pero al menos ha admitido que tengo cerebro. Gracias, sí que lo tengo. Durante 35 años lo usé honestamente. Después, nadie lo quería. Me vi obligado a emprender mi propio negocio.

            »Respecto a lo de asesino en serie, ¿no es algo que el mundo alienta? ¿No se construyen armas con el único fin de asesinar a miles de personas? ¿No se han despedazado a mujeres inocentes y a niños pequeños con todos los recursos de la ciencia? En comparación, sólo soy un aficionado. Sin embargo, no quiero perder la calma, porque muy pronto voy a perder la cabeza.

            »No obstante, antes de dejar esta brillante existencia terrenal debo decir lo siguiente: les veré a todos muy pronto, muy pronto...».

            Momentos antes de ser ajusticiado, Verdoux recibe a los periodistas. Uno de ellos, al salir de la celda, explica a un carcelero que le pregunta cómo está: «¡Loco! Se cree un santo, no para de decir verdades a medias. Dice que el bien no existe sin el mal. El mal son las sombras que proyecta el sol. Nos está tomando el pelo».

            Veremos, después, a otro periodista, en la celda con Chaplin tumbado boca arriba, sin apenas moverse: —Debe admitir que el crimen no compensa (empieza el periodista con una sonrisa que no abandonará en la entrevista).No a pequeña escala... Para triunfar en algo hay que estar bien organizado. ¿No querrá despedirse con ese cinismo?... ¿Qué es eso del bien y del mal? Fuerzas arbitrarias. El exceso de una de ellas nos destruiría. Nunca puede haber demasiado bien.No lo sabemos, nunca ha habido bastante (concluye Verdux sin inmutarse).
La entrevista sigue: —Usted ha sido el trágico ejemplo de una vida criminal. No sé quién podría ser un ejemplo en estos tiempos actuales. Usted, sin duda, que ha robado y asesinado. Esos son negocios. Otros no hacen negocios así. Es la historia de muchos grandes negocios. Todo es un negocio... (aquí se incorpora Verdoux, se sienta en el camastro y mira fijamenteal periodista) ... Un asesinato te convierte en un villano, millones en un héroe. Los números santifican, amigo.

            Verdoux, ya de pie, recibe a un sacerdote: —Hola, padre, ¿en qué puedo ayudarle? En nada, hijo mío. Quiero ayudarte yo, si puedo. He venido a pedirte que hagas las paces con Dios. Estoy en paz con Dios, mi conflicto es con la humanidad... Que el señor se apiade de tu alma. ¿Por qué no? Después de todo, le pertenece (sentencia Henri Verdoux).