Alfaro Arriola
La emigración del áfrica subsahariana
(Mugak, 33, octubre-diciembre de 2005)

Vienen

El Gurugú, el bosque de Bel Yunes, recuerdos lejanos de la guerra de Marruecos, son lugares deshabitados, en los alrededores de Ceuta y Melilla. Millares de emigrantes clandestinos del África subsahariana han instalado allí sus chozas de ramas y plástico a la espera del momento oportuno para entrar en el paraíso soñado: Europa.
 Han hecho un largo trayecto de un año y medio de media, a pie o hacinados en vehículos que atraviesan el Sahara. Han trabajado, han mendigado, en los oasis y las ciudades que recorrían. Todos llevan sus ahorros, acumulados durante años por la familia que deposita en ellos sus esperanzas de futuro: mil o dos mil euros para pagar a los guías, los “pasadores de fronteras” y las pateras. Este dinero atrae a bandas de ladrones que abundan en los confines argelino-malienses, una región que los emigrantes conocen como “la casa del diablo”. Los asaltos en pleno desierto son frecuentes. Al llegar a Marruecos, después de pasar Níger y Argelia, muchos de ellos ya no tienen un céntimo.

De dónde vienen

Según el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, hay en España 108.455 emigrantes del África negra. La cifra es orientativa, la realidad es probablemente superior. El 96,25% provienen del África Occidental.
                         

País

Emigrantes

Colonizador

Senegal

26.276

Francia

Nigeria

15.779

G. Bretaña

Gambia

15.278

G. Bretaña

Malí

9.910

Francia

Ghana

8.064

G. Bretaña

Mauritania

7.439

Francia

Guinea Ecuato.

7.331

España

Guinea

4.675

Francia

Guinea Bissau

3.019

Portugal

Cabo Verde

2.234

Portugal

Camerún

2.161

Francia



Quiénes son

La mayoría son jóvenes, entre los 20-30 años. Unos pocos pidieron antes de partir un visado en su país. Les fue denegado. Más o menos la cuarta parte son mujeres, muchas de ellas embarazadas o madres de niños muy pequeños, convencidas de que los bebés facilitarán la admisión en Europa. Los datos de Portugal, año 2000, muestran que más del 80% de los emigrantes llegados de Cabo Verde y más del 95% de Guinea Bissau eran hombres. Sin embargo algunos grupos de emigrantes, en especial los que llevan mucho tiempo en el país de acogida, tienen porcentajes altos de mujeres.
La mayoría hablan dos o tres lenguas. El 60% tienen un nivel cultural de bachiller y un 31% son personal cualificado. Hay una verdadera fuga de cerebros que afecta gravemente a los países más pobres. De Cabo Verde se han ido el 67% del personal cualificado, de Gambia un 63%, de Isla Mauricio el 56%. Según el Banco Mundial hasta un 30% de la mano de obra altamente cualificada de África trabaja fuera del continente. Una estadística reciente de la Sanidad de Ghana indica que una enfermera de cada cinco y más de dos tercios de los médicos, formados entre 1995-2002, se han ido a trabajar al extranjero.
En el país de acogida todos entrarán en un período de descualificación, con trabajos por debajo de sus competencias profesionales.  Muchos de los emigrantes se mueven en el subempleo, el trabajo ilegal o la economía informal.

 Por qué vienen

A veces se dice que el hambre es la causa principal. Pero en África Occidental, un mundo eminentemente rural, aunque hay carencias alimentarias más o menos importantes, el hambre sólo se da en dos situaciones muy concretas: sequías prolongadas, guerras. La causa que empuja a la emigración a millones de jóvenes es siempre la certeza de que en su país no hay futuro para ellos. Y es muy contradictorio y  triste que esto suceda en una tierra de glorioso pasado y rica en recursos naturales: agricultura, bosques, minas, petróleo.
 ¿Qué proceso ha llevado a todos estos países a la cola del mundo en producción de riqueza y en el índice de desarrollo humano? En África siempre encontramos dos líneas de responsabilidad. El esclavismo fue durante tres siglos un claro ejemplo: pueblos negros cazaban esclavos para los negreros, conseguían armas y se enriquecían con la mercancía humana. Una premonición de lo que hoy nos encontramos.
La colonización no creó tejido industrial, ni enseñó democracia y libertades, ni formó opinión pública. Europa tenía muy claro su proyecto de futuro para África: sería una reserva de mano de obra barata, de productos naturales y materias primas. La creación de puestos de trabajo, el añadir valor a las materias primas quedaban para Europa.
La independencia pactada con las potencias coloniales dejó en manos de éstas toda la cadena de salida, transformación y comercialización de los recursos naturales. El futuro haría bueno el pragmatismo de los ingleses: “Es más rentable la tutela que el dominio”.
Los gobiernos africanos tuvieron años de vacas gordas con precios altos en sus exportaciones. En lugar de aprovecharlos para diversificar su base económica, optaron por extender e intensificar la producción de lo que tenían. Los intentos de implantar conjuntos industriales quedaron en proyectos faraónicos, totalmente inoperantes, salvo para los constructores blancos o las élites africanas. A la mala gestión y la corrupción creciente se sumó el boom demográfico: los países de la región han venido doblando su población cada 25-30 años, hoy un 45% de ésta son menores de 15 años: presión sobre toda la estructura de educación y de creación de puestos de trabajo.
En los 80 cayeron en picado los precios de exportación y subieron los de importación. Los gobiernos entraron en una espiral de deuda galopante. Las guerras de la región, las malas cosechas, los planes de ajuste y una globalización asimétrica hicieron el resto. El presente es lo que es por esa doble responsabilidad siempre presente en África: la de los poderosos del Norte y la de las élites africanas, enriquecidas por el expolio de sus países y exportadoras netas de miles de millones de dólares.
Pero este análisis quedaría incompleto si no añadimos la responsabilidad, ciertamente menor, de los propios pueblos africanos. Su pasividad, su falta de crítica y de exigencia a sus élites, han contribuido al paisaje desolador, sin futuro para los jóvenes. Es admirable su capacidad de alegría, de inventar supervivencia, pero la falta de cauces cívicos y la tradicional fidelidad a sus líderes étnicos han dejado las manos libres a la manipulación y a la perpetuación de un poder negativo, más por su corrupción que por su ineptitud. En Sudáfrica, a los millones de emigrantes clandestinos de países vecinos les dicen: “En vez de venir aquí, tenéis que luchar en vuestra tierra, como nosotros hicimos”. ¿Tienen razón o es pura xenofobia/insolidaridad? 

Envíos de dinero

Los envíos de dinero de los emigrantes a sus países son hoy tan importantes como la ayuda global al desarrollo o las inversiones directas extranjeras de las empresas.
En Ghana, el Banco Nacional daba en 2001una cifra de 400 millones de dólares al año. Representaba un 20% de los ingresos de exportación del país y un volumen igual a los ingresos del cacao, del que Ghana es primer productor mundial.
En ese mismo año, el proyecto Transrede nos muestra que un 60-65% de los entrevistados habían enviado a sus casas una media de 1.500 $ por año. En Cabo Verde los envíos alcanzan una magnitud superior a los demás países: 150 $ por habitante y año. La extrema importancia de este dinero para la economía de Cabo Verde es una característica estructural importante de la economía del país.
Los envíos sirven sobre todo para responder a las necesidades de subsistencia de parientes y amigos: la familia amplia africana. Así lo afirman un 80% de los encuestados. Un 25% de los emigrantes de élite de Ghana y Costa de Marfil, destinan su dinero a la construcción de una casa nueva. En Malí, además de cubrir las necesidades inmediatas de la familia, van a financiar inversiones en tierras de regadío.
Es importante señalar que los efectos de la migración sobre los hogares no se limitan a los envíos de recursos económicos: por ejemplo la migración puede contribuir al descenso de la tasa de fecundidad, aunque también puede favorecer el aumento de la prevalencia de enfermedades transmisibles por el sexo.
 
Qué se está haciendo


La Unión Europea tiene cada vez más clara la importancia de la emigración africana, en dos líneas opuestas: hay que detener la inmigración clandestina, pero también hay que dar entrada a un contingente de personas totalmente necesarias para mantener el crecimiento actual. Sobre Europa se cierne la evidencia del envejecimiento de su población: entre 2010 - 2030 se perderán 20 millones de trabajadores por jubilación. La Comisión europea preconiza una política comunitaria más abierta para favorecer la entrada de nuevas competencias.
Por ahora no existe una política común, cada país actúa por su cuenta. Alemania e Italia proponen abrir en África del Norte centros de acogida para estudiar y seleccionar las solicitudes de entrada. Francia y España rechazan esta idea. De momento se dedican a controlar lo mejor posible sus fronteras y a exigir a Libia, Marruecos y Argelia el control de la migración.
Estos países colaboran en mayor o menor medida, lo cual da pie a un mercadeo de subcontrata en el que se juegan derechos importantes de asilo e inmigración: una externalización de la crisis de las corrientes humanas. Libia dijo el pasado año que no podía ser el guardacostas de Europa: imposible bloquear ella sola a millones de personas que quieren ir a Europa. Marruecos se queja de las fuertes exigencias en este tema, sin que haya una compensación económica que cubra el despliegue de fuerzas realizado. Acusa a los medios europeos de parcialidad: no mencionan para nada la falta de colaboración de Argelia, por donde pasan más del 80% de los emigrantes subsaharianos.
Un plan europeo de urgencia, 40 millones de euros, está bloqueado en Bruselas desde hace seis años. Se habla de una cumbre euro-africana, un “plan Marshall” para África, pero se concreta poco y se cumple menos aún las promesas del G 8, del plan Milenio para acabar con la pobreza, del NEPAD que no acaba de despegar… La inversión directa exterior sigue concentrada en los países petroleros: Nigeria, Angola, Guinea Ecuatorial; o en Sudáfrica, país económica y políticamente de confianza.
No corren buenos vientos para la solidaridad internacional. La Unión Europea está ensimismada en una crisis de ampliación, de modelo socioeconómico, de institucionalización. EEUU sigue con su cruzada mundial: el eje de su política hacia África ya no es el desarrollo y la extensión de la democracia, sino clara y contundentemente la guerra contra el terrorismo y … asegurarse el petróleo de la costa atlántica, recambio oportuno para la inseguridad del maná del Golfo Pérsico.

Emigración interafricana

Contrariamente a lo que se piensa en Europa, son los Estados africanos los que acogen al 75% de los 16 millones de emigrantes de África. Hay dos “Eldorado” importantes: Costa de Marfil, en África Occidental, y Sudáfrica, en África Austral.

Costa de Marfil fue la perla de Francia en África Occidental, por sus recursos humanos, económicos y estratégicos. Los franceses volcaron a las poblaciones de Mali y Burkina Faso hacia el sur, en un macroproyecto de explotación y transformación del bosque tropical. El cacao, el café, el palmeral sustituían a la selva, creando el entramado económico del país. Tras la independencia, todos los emigrantes tenían derecho a tierra, empleos públicos y participación en las elecciones. La población pasó de cuatro millones, en 1965, a los 17 actuales, con un 30% de inmigrantes. El país vivió un período de armonía interétnica y euforia económica. Costa de Marfil, gran productor de cacao, café, caucho y diamantes, atraía a los inversores extranjeros.
El comienzo de los 80 marcó el final del milagro: corrupción generalizada, caída brutal de los precios de exportación, recurso a la deuda externa, planes de ajuste… El conflicto entre “marfilenses de toda la vida” y “extranjeros” renacía con mayor fuerza. Se sumaba la fractura Sur/Norte, cada vez más acusada. El Sur, cristiano/animista, de economía floreciente, ha tenido el poder político desde la independencia. El Norte, musulmán, con conciencia de haber sido centro de una grandeza histórica superior, se siente olvidado en el reparto de poder, recursos públicos y oportunidades.
Progresivamente los antagonismos fueron llevándose al camino de las armas. El 19 de septiembre de 2002 estallaba un golpe militar y se consumaba la partición del país, que aún persiste. Costa de Marfil ha sido un Eldorado cercano para seis millones de emigrantes. La situación actual ha devuelto a muchos de ellos a sus países de origen. ¿Hacia dónde irán ahora?

Sudáfrica, otro gran país, alberga a un importante contingente de emigrantes: las cifras oficiales hablan de cuatro/cinco millones, la realidad aún es mayor, dado el alto porcentaje de clandestinos. Su política de inmigración se ha ido endureciendo. Cientos de miles de mozambiqueños han sido devueltos a su país. Los mismos sudafricanos colaboran con sus denuncias, porque “los inmigrantes tiran los salarios y aumentan el paro de los nativos”.

Qué se puede hacer

El futuro de África se juega en África y en el Primer Mundo
. Está claro que hay que darle vuelta completa a la situación que provoca la emigración. Los pasos necesarios se sugieren en nuestro análisis de las responsabilidades de cada cual. Sólo cambiando todo el entramado mejorará la situación en África. Sólo así se hará innecesaria la emigración. Mientras tanto…
La emigración subsahariana va a seguir, incluso va a aumentar, especialmente en África Occidental, por el frenazo de Costa de Marfil. Lo mismo cabe decir del caso Sudáfrica: un país a dos velocidades que trata
de llenar los abismos abiertos por largos años de apartheid y que no puede acoger a todos los que quieren entrar. Es necesaria una política más solidaria, y al mismo tiempo realista, por parte de Europa: planificación, apoyo.
Es vital para África negra organizarse en uniones regionales
, que le den tamaño y fuerza para planificar estrategias de comercio y desarrollo internos, y para negociar y presionar una globalización más acorde a sus intereses. Hoy este proyecto avanza bien sólo en el África Austral, con Sudáfrica de locomotora. África Occidental está trabada por varias causas: crisis de liderazgo, temor al gigante Nigeria, inestabilidad política por viejas rencillas entre líderes o países.
Ayuda externa y exigencia de que los africanos inviertan en África. El capital enviado por las élites africanas a los bancos occidentales durante treinta años supera en muchos miles de millones al que África ha recibido.
Prever las migraciones futuras. Salvo en crisis agudas, las migraciones resultan de estrategias razonadas en función de oportunidades económicas. El estudio de las migraciones actuales nos confirma esta idea.
Un factor crucial a la hora de emprender la emigración intercontinental es el capital social -familiares u otras relaciones sociales en el extranjero- que los emigrantes tengan. Podemos decir lo mismo dentro de la región, dada la permeabilidad de las fronteras y el encabalgamiento de muchos grupos étnicos entre varios países.
Este capital social alienta y orienta la emigración. Las redes sociales proporcionan información a los posibles emigrantes, sobrevalorando, en muchos casos, la calidad de vida en el Norte. Ayudan a reunir recursos financieros para el candidato a partir. Ofrecen la estructura organizativa a los que parten y les dan los medios de subsistencia y apoyo en la primera fase de su llegada al país del Norte.
 Los Mossi, uno de los grupos étnicos más numerosos en África Occidental, forman la mitad de la población de Burkina Faso. En tiempos pasados los jefes de familia orientaron el exceso de población hacia los valles del oeste de Burkina, poco habitados. Esta tendencia se aceleró con el desarrollo del cultivo del algodón, el crecimiento urbano y la erradicación progresiva de la oncocercosis. Como Costa de Marfil está cerrada y los valles del Volta Negro están densamente poblados y en vías de degradación, probablemente hay otras “zonas que poblar”, ya claramente identificadas en el espíritu de los jefes Mossi.
Dentro de una generación, habrá al menos 120 millones más de habitantes en África Occidental. ¿Qué dinámicas de población son previsibles? Este tema ha sido objeto desde los 90 de un interesante estudio. El WALTPS estima necesario crear las condiciones para que el poblamiento se haga en condiciones aceptables. Analiza África Occidental con perspectiva transfronteriza y la divide en cuatro zonas. Vistas las características de cada una, considera que una zona amplia, en la costa o paralela a ella, está poco poblada en relación con sus potencialidades. Ahí puede estar el nicho de futuro para la región.
Para proyectar el futuro habría que unir los saberes de los clanes y de los grupos étnicos con las nuevas ciencias y tecnologías. Habrá que tomar decisiones que encierran riesgo, pero sin ninguna duda la negativa a prever es causa segura de problemas mayores y más graves.