Andrés Laguna

Beslán: el odio atizado
(Página Abierta, 152, octubre de 2004)

“El asalto a la escuela de Beslán y la toma de rehenes es una barbaridad, es inadmisible, injustificable”. “Bueno, sí, ya lo sabemos, pero lo que hay que hacer es profundizar en ello”. “¿En qué?”. “En las causas, en el por qué se llega a eso”. “¿Y cuál es ese porqué?”. “Por la criminal actuación rusa en Chechenia, por la negativa rusa a la justa exigencia de independencia de esta república”. “¿Nada más?”.
No, no parece tan sencilla la explicación. Con ella, además, se escurre, aunque sea sin querer, el colocar en el podio de la responsabilidad sólo al Estado ruso. Ahí se coloca la “causa”, y lo demás es una cadena de “efectos”.
Son muchas las incógnitas que ha dejado lo sucedido. Dos, por lo menos, son claves: quién formaba parte del comando y qué pretendía. A qué organización pertenecía y qué reivindicaba. Las informaciones oficiales han ido creando mucha confusión. Las de algunos medios de comunicación, recogidas a su vez de diversos testimonios, no siempre coincidentes, hablaban de un comando formado por chechenos, ingushes y posiblemente algún osetio (1). El origen checheno del comando parecía confirmarlo, trece días después de la masacre, una supuesta reivindicación de este secuestro por parte de Chamil Basayev, dirigente máximo de una organización de la guerrilla independentista chechena.
En cuanto a las reivindicaciones, la confusión tampoco ha sido menor. La responsabilidad de las autoridades rusas por la desinformación y las mentiras trasmitidas ha sido en esto patente. La secuencia de las primeras horas del secuestro no ha sido aún reconstruida. Como tampoco la del asalto, y por lo tanto, poco se conoce de la estrategia que siguieron los políticos rusos para resolver la situación creada. Se sabe que las peticiones de contactos por parte de los secuestradores sólo encontraron el silencio, que no hubo ninguna voluntad negociadora, ni siquiera para buscar un salida: sólo la rendición o el asalto, cuyo éxito o fracaso parecía depender del número de niños muertos, aunque fuese elevado (2).   

El cruento episodio de Beslán es fruto de una locura, del odio atizado, de ideologías fanáticas, de estrategias criminales y del desprecio a las vidas humanas en la gestión del secuestro por parte de las autoridades rusas y de Osetia del Norte. Es fruto de ideas y personalidades levantadas en parte de la resistencia chechena, de la acción cruel y despiadada de las fuerzas rusas en Chechenia, de años y años de tensiones entre los diversos pueblos del Cáucaso, que lejos de ser atenuadas han derivado en enfrentamientos armados, alentados por los grandes poderes rusos y por líderes políticos y religiosos locales (3).
Contaba la BBC el relato de una niña de 15 años al diario ruso Izvestia sobre una conversación con uno de los secuestradores. Al preguntarle por qué no dejaba que se fuesen los niños, él le contestó: “Sus tropas rusas en Chechenia agarran a niños como tú y les cortan la cabeza. Yo tenía una hija de tu edad y ellos la mataron”.
Entre los testimonios recogidos por esta cadena estaba también el de un joven universitario osetio que sentenciaba: “Los padres enterrarán a sus hijos y luego de 40 días [el periodo de duelo de la iglesia ortodoxa] tomarán las armas y correrán a vengarse”.
Pilar Bonet recogía en El País las opiniones de un experto en cuestiones del Cáucaso: Serguéi Arutiúnov, del Instituto de Etnología y Antropología de la Academia de Ciencias de Rusia. Estas eran algunas de ella:
“El ambiente xenófobo y nacionalista hoy en Rusia se dirige contra los ciudadanos de origen caucásico... En el Cáucaso ruso los conflictos se encadenan. En Daguestán surgirá pronto un conflicto interétnico. Hasta ahora el cristianismo y el islam han sido capas finas en la esencia pagana de la mayoría de los pueblos del Cáucaso. Pero el islamismo radical, en tanto que tendencia política que utiliza la fraseología religiosa, conquista poco a poco a los jóvenes del Cáucaso que no tienen un céntimo en el bolsillo, ni educación, ni trabajo, a los intelectuales frustrados con pocos ingresos y muchas pretensiones y a los campesinos sin tierra... Los jóvenes sin cultura del Cáucaso que perdieron el respeto al derecho consuetudinario (el adat), y que sólo han aprendido a montar y desmontar el fusil se sienten atraídos por las ideas radicales”.
Diez días después de la masacre se hablaba de que la cifra de muertos al final oscilaría entre 366 y 500, de los que casi la mitad serían niños. Y entre ellos cristianos ortodoxos y musulmanes. En Osetia la mayoría es cristiana ortodoxa, pero existe una minoría importante de religión musulmana. En la pequeña iglesia ortodoxa de la ciudad, el padre Antonio comparaba a los secuestradores con los emisarios encargados de matar a todos los recién nacidos  de Israel. “No hay perdón para ellos ni en la tierra ni en el cielo”, decía.

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(1) La presencia de ingushes podría suponerse por el hecho de que el ex presidente de Ingushetia pudiera entrar en contacto con los secuestradores y lograr la liberación de algunos rehenes al principio del secuestro. Como también, la tensión creada hacia la población ingusha habitante de Osetia del Norte, en el distrito de Prigorodny en la frontera con Ingushetia, zona reclamada a Osetia por esta región autónoma de la Federación rusa.
(2) Según una maestra, Svetlana Kózireva, que formaba parte del grupo de secuestrados –que ella cifraba en 1.500–, el comando quiso ponerse en contacto con los presidentes de Osetia del Norte y de Ingushetia, Alexandr Dzasójov y Marat Ziázikov, y otros dirigentes políticos, y nadie quiso responderles. Fue precisamente después de esto cuando dejaron de darles agua (El País, 9 de septiembre). La población de Osetia del Norte ha exigido su dimisión por su responsabilidad en la falta de seguridad y por su falta de respuesta en la gestión del secuestro.
(3) Conflictos internos en Daguestán; entre esta república autónoma y Chechenia; entre Chechenia e Ingushetia; entre esta última y Osetia; entre Osetia del Norte y Georgia por su anexión de Osetia del Sur; entre Osetia del Norte y Chechenia, etc.