Ángel del Río Sánchez, Juan Manuel Sánchez García[1]

La Marcha a Rota: la peregrinación
de la izquierda andaluza.
Simbolismo e identificación en un ritual político

Rota, ¿dónde están tus huertos,
tu melón tu calabaza,
tu tomate, tu sandía?

¿Qué van a hacer de tu mar,
que en tus campos van a hacerte
un camino militar,
un puerto para la muerte?

¿Pero tú duermes? ¡Alerta!
Te miro por la Bahía
Se tú la estrella despierta
Que despierte a Andalucía

Rafael Alberti

Introducción

Este artículo pretende ofrecer algunas claves para la interpretación de un ritual político que se celebra en Andalucía anualmente cumpliendo este año de 2004 su decimonovena edición. Nos referimos a la Marcha que las organizaciones políticas de izquierdas y los denominados nuevos movimientos sociales andaluces convocan para mostrar su rechazo a la presencia de las bases militares estadounidenses -en la actualidad de la OTAN- en suelo andaluz de Rota y de Morón -y, en las últimas ediciones, también la británica de Gibraltar-. La Marcha a Rota constituye, hoy día, un ritual suficientemente consolidado que cuenta con una dilatada trayectoria dado su carácter de reivindicación y, a pesar de los avatares por los que ha atravesado la izquierda social y los movimientos alternativos que la convocan, se erige en uno de los acontecimientos políticos de protesta más importantes de los que se producen en Andalucía.

La Marcha a Rota, como acción simbólica, posibilita múltiples lecturas, tantas como significaciones sociales tenga el evento para los actores sociales que participan. Según Geertz (1989) la acción simbólica es un acontecimiento cargado de contenido y significado que ha de estudiarse en detalle y profundidad. Recalca el autor, que en el contexto de la descripción etnográfica hay que destacar el elemento interpretativo del discurso social. En este sentido, la Marcha a Rota ha de entenderse como fuente generadora de discursos, entendiendo por ellos no sólo aquellos que se forman mediante palabras y mensajes, información e ideología, sino también por modos de relaciones, acciones, etc. Tal como señala el antropólogo vasco J.M. Apaolaza, el discurso como instrumento de acción social “desarrolla y posibilita la pluralidad cognitiva e interpretativa de las distintas culturas y agrupa a los actores sociales en colectivos organizados” (Apaolaza, 1993:38). El objetivo prioritario de este estudio es destacar algunos elementos interpretativos del ritual, a través de una revisión etnográfica en una doble vertiente, descriptiva y analítica y ponerlos en relación con un contexto social más amplio.

Para la realización de este trabajo se ha contado, en primer lugar, con la propia experiencia. Los autores han participado en la práctica totalidad de las ediciones que se han producido hasta la fecha, en muchas de ellas como miembros activos de algunos de los colectivos organizadores, en otras, dada la significación de la base militar en un mundo creciente de horrores bélicos, como ciudadanos andaluces sensibilizados con la causa de la paz. Además del necesario ejercicio de reflexión retroactivo, se ha acudido a las experiencias de otras personas que desde distintos movimientos sociales y organizaciones políticas, han participado, de igual modo, en numerosas marchas, algunas en su diseño y organización, otras en su ejecución. Por último, el trabajo de campo se ha completado con una revisión de distintas fuentes documentales, tanto de algunas de las organizaciones que más han participado (periódicos, actas, circulares, etc.) como de los medios de comunicación que han cubierto el evento desde las primeras convocatorias hasta nuestros días[i]. Todo el material recabado está en espera de ser procesado para un análisis más prolijo de las significaciones que tiene la Marcha a Rota y de las que en este momento se avanzan algunos puntos a modo de aproximación.

En este sentido, ha de entenderse que el marco de observación, la Marcha a Rota, no corresponde a una en concreto, sino que las lecturas que de ella se hagan están basadas en la generalidad. Aunque bien es cierto, que no todas son iguales y que son variados y múltiples los componentes por los que cada edición de las diecinueve que ha habido hasta la fecha, tiene su propia singularidad. La intención de esta primera aproximación es calibrar las claves comunes de significación a través de un repaso etnográfico que ponga de manifiesto ciertas dimensiones simbólicas que se pueden extraer de todas ellas, por lo que se obviarán, en la medida de lo posible, el empleo de referencias particularizadas.

A diferencia de otros eventos reivindicativos, la Marcha a Rota ha contado con la adhesión de la práctica totalidad de las fuerzas políticas de izquierdas así como de los nuevos movimientos sociales que operan en Andalucía, congregando un espectro variadísimo de organizaciones. En otros casos de movilización generalizada de ámbito andaluz, como han sido las distintas marchas que se han celebrado contra el cementerio nuclear de El Cabril (Córdoba), o en protesta por los proyectos especulativos en el Parque Nacional de Doñana y su entorno (Huelva y Cádiz), o los cortes de la N-IV en la frontera andaluza de Despeñaperros (Jaén), etc., la concurrencia, sin dejar de ser numerosa, ha estado focalizada en movimientos sociales concretos, ecologista para los primeros casos, y jornalero para el otro. Además, este tipo de acciones han sido intermitentes, respondiendo a campañas concretas y no han contado con una periodicidad estable. De igual modo, la base de Morón (Sevilla), de la misma naturaleza que la de Rota, aún habiéndose realizado varias marchas de protesta a sus instalaciones, la convocatoria se ha restringido, salvo en una ocasión coincidiendo con la Guerra del Golfo (1991), al ámbito provincial.

Y es que dada la extensión territorial de Andalucía, una convocatoria unitaria requiere de un enorme esfuerzo sólo en lo que a desplazamientos concierne. Hay que señalar que la base de Rota se encuentra en la Bahía de Cádiz, en uno de los extremos de Andalucía, y llegar hasta ese punto suponen largos y pesados viajes de cientos de kilómetros para muchos andaluces, especialmente de las comarcas orientales, que tuvieron que soportar las pésimas condiciones de las carreteras que había con anterioridad a la construcción de la Autovía del 92, llegando a durar el viaje en autobús más de diez horas desde algunas zonas distantes. Es por ello, por lo que, entre los varios referentes simbólicos que bien podrían haber actuado de catalizadores para una protesta de ámbito y convocatoria  andaluza, sólo uno tendría razón de ser viéndolo en términos de operatividad y posibilidades reales de organización. La Marcha a Rota ha sido, finalmente, el ritual político que ha aunado el mayor número de adhesiones, prácticamente la de la totalidad de la izquierda social andaluza[ii], porque la significación que adquiere, como veremos, va más allá de la lucha sectorial que reivindica el rechazo a las bases militares.

Sólo la Marcha a Rota, pues, ha perdurado en el calendario reivindicativo ritual de numerosos andaluces y andaluzas, erigiéndose en una suerte de peregrinación que congrega a gran parte de la izquierda articulada de Andalucía: partidos, grandes y pequeños, de todos los colores –comunistas, trotskistas, nacionalistas, socialistas, ecopacifistas-; organizaciones de izquierda heterodoxa, juveniles, sindicatos, cristianos de base y una variada gama de colectivos que componen el arco de los movimientos sociales alternativos: pacifistas, antimilitaristas, ecologistas, feministas, gays y lesbianas, okupas, de solidaridad internacional, de derechos humanos, vecinales, y un largo etcétera que confluye hoy día en el llamado movimiento antiglobalización. En el discurrir de los años de la historia de la Marcha a Rota, muchas organizaciones políticas y sociales han sucumbido con los importantes cambios que se han producido a escala mundial (caída del muro de Berlín, desmoronamiento de la URSS y de otros países del llamado socialismo real, derrota electoral del sandinismo en Nicaragua y fin de las experiencias guerrilleras en Centroamérica, etc.), aunque muchos de sus militantes, lejos de dejarse llevar por el derrotismo triunfante, han pasado a engrosar otros colectivos de igual modo reivindicativos.

Análisis de una acción simbólica: La Marcha a Rota

La base aeronaval de Rota se crea como consecuencia de los Acuerdos Bilaterales con Estados Unidos el 26 de septiembre de 1953. El régimen dictatorial del general Franco optó por la alineación y dependencia militar como forma de salir del aislamiento internacional.

En la década de los sesenta se despliegan los primeros escuadrones de submarinos estadounidenses, dotados de misiles balísticos, junto a buques de apoyo, sirviendo la base de Rota como punto de apoyo para diversas intervenciones militares, como la reciente Guerra sobre Afganistán. Los colectivos ecopacifistas han alertado insistentemente en las últimas décadas sobre la presencia de submarinos nucleares, hecho este que incumple los acuerdos formales suscritos con el gobierno español.

En la actualidad, la base aeronaval de Rota es una de las más importantes del Mediterráneo. La presencia de unos 8.000 estadounidenses (incluyendo personal militar y civil) da soporte a las unidades de la Sexta Flota y al Comando Aéreo Móvil de la Fuerza Aérea de los EEUU en sus tránsitos desde Alemania hacia el Sudeste Asiático y apoyo logístico a las fuerzas operativas de la OTAN (incluyendo en el punto de mira operaciones en África). Si tenemos en cuenta la cercanía de las bases de Morón y Gibraltar, podemos hablar de un triángulo militar y nuclear de elevado riesgo potencial para Andalucía. Los gobiernos de la UCD (1977-1982), del PSOE (1982-96) y del PP han asumido sin reservas la presencia norteamericana presentándola como positiva para los “intereses de España”. Recientemente, se aceptó que EEUU continúe en las bases de Rota y Morón hasta el año 2010, permitiendo obras de potenciación en la primera. 

En la Marcha a Rota se dan cita todos los años miles de personas procedentes de todos los puntos de Andalucía. Con respecto a las cifras, como suele ser habitual, hay una disparidad a la hora de cuantificar el número de asistentes según sean las fuentes, mayor para la organización, menor para la policía. La prensa no tiene criterios fijos, a veces cita ambas fuentes y otras, las mayoritarias, fluctúa hacia el lado de la información policial. No obstante, haciéndonos eco de las distintas fuentes y poniendo números redondos, podemos decir que el número de asistentes está en consonancia con el grado de fortaleza de las organizaciones que convocan y ello depende, en gran parte, tanto del interés que muestren en la preparación de la convocatoria, así como del estado real de los movimientos sociales andaluces. De este modo, podemos hablar de marchas masivas, en torno a las 10.000-20.000 personas en las primeras ediciones (86, 87, 88, 89) cuando el movimiento pacifista andaluz había articulado a un sector importante de la sociedad, especialmente de la juventud, a partir de la extraordinaria movilización ciudadana que se produjo en la demanda y posterior campaña del referéndum para la salida del Estado español de la OTAN (1986). En ediciones posteriores, el número de asistentes decreció ostensiblemente para situarse en poco más de mil personas, en el peor de los casos, (1994, 1995), creciendo hasta las 5.000 ó 10.000 en coyunturas especiales de movilización ciudadana en Andalucía, como han supuesto las guerras del Golfo y las de las repúblicas de la ex-Yugoslavia (1991,1996,1999). La Marcha de 2003  que se celebra en plena campaña internacional contra la guerra de Irak, ha sido la más numerosa hasta el momento, llegando a congregar a unas 25.000 personas.

La primera Marcha a Rota tuvo lugar en 1981 y habría que esperar hasta 1986, apenas dos meses después del referéndum contra la OTAN para que se convocara la segunda edición. Desde entonces y con la salvedad de 1997, año en que no se celebró, la Marcha a Rota se ha venido realizando ininterrumpidamente hasta este año de 2004

Quién acude a la Marcha a Rota

Simplificando, en lo que concierne a las personas, no a las organizaciones, vamos a dividir en tres grandes bloques, respondiendo a determinados tipos de perfil, a los asistentes a la Marcha a Rota:

El primer bloque lo vamos a denominar núcleo militante y es el más numeroso, el que mayor número de personas aporta a la Marcha. Se compone por un nutrido grupo de hombres y mujeres con un alto grado de concienciación y/o identificación política. Son personas que, mayoritariamente, pertenecen a una organización social o política donde desarrollan una actividad militante continuada a lo largo del año y su presencia en la Marcha obedece a una acción de compromiso dentro de un calendario de actividad político-social y de movilizaciones más amplio. Este bloque engloba a los líderes de las organizaciones, conocidos o no, así como a los militantes y afiliados que mantienen una vinculación con la organización que va más allá de lo meramente formal. Nos encontramos con hombres y mujeres, aunque con cierta primacía del sexo masculino, de todas las edades, primando las adultas, que suelen acudir a la cita de Rota con regularidad. Muestra de ello, bien podrían ser el conocido parlamentario de IU-CA por Málaga y el afiliado de la coalición de Córdoba; la profesora, dirigente sindical de Sevilla y la jornalera del SOC de Marinaleda, el viejo militante comunista de Trebujena y la joven de Ecologistas en Acción de Cádiz; el líder de un partido de la izquierda extraparlametaria de Jaén, el nacionalista radical andaluz de Almería, el sindicalista obrero de Huelva, el insumiso o la feminista de Granada, la solidaria con la causa palestina, saharaui o cubana, el de la CNT, las Mujeres de negro, el militante gay, los estudiantes de una organización juvenil..., todas y todos, bregados, en gran parte, en infinidad de luchas y movilizaciones que han ido solidificando una fuerte concienciación política y social que se pone de manifiesto, una vez más, en la Marcha a Rota.
Otro bloque, que denominaremos como el de los neófitos, se compone de aquellas personas, principalmente jóvenes de ambos sexos, que acuden por primera vez a la Marcha, arrastrados, por regla general, por personas del anterior bloque. Su presencia numérica varía según los años, dependiendo, para los casos de organizaciones mayoritarias (IU-CA y sindicatos básicamente) del empeño que pongan en la convocatoria, o, caso de organizaciones más minoritarias, de la capacidad o posibilidad de movilización que hayan ejercido sobre sus bases reales y potenciales. En esto intervienen otros muchos factores que están relacionados con las distintas coyunturas políticas y sociales del momento. Así, hay ediciones que han coincidido con momentos álgidos de movilización social en Andalucía y eso ha tenido su correlato en la Marcha a Rota. Por ejemplo, tal como se apuntó más arriba, las amplias movilizaciones de respuesta a la Guerra del Golfo Pérsico (1991), las de las repúblicas ex-yugoslavas, o con mayor contundencia, las recientes y multitudinarias contra la guerra de Irak (2003), supusieron la incorporación de significativos sectores de jóvenes a las organizaciones sociales y políticas que se alinearon contra la guerra. Así se explica que las marchas a Rota de aquellos años vieran incrementada su presencia de forma masiva. Como de igual modo, en los años donde ha habido una eclosión del movimiento estudiantil, la presencia de jóvenes universitarios en la Marcha es notoria.
Un tercer bloque, el más minoritario, estaría compuesto por los foráneos, es decir, organizaciones invitadas de fuera de Andalucía que se adhieren a la convocatoria. Desde los inicios de la Marcha a Rota ha habido ediciones que han contado con la presencia de colectivos pacifistas o políticos de otros territorios. Significativas han sido la presencia de colectivos de Euskadi, Extremadura, Región Murciana o Madrid, testimonial la representada por la izquierda radical marroquí de Vía Democrática o de representantes del pueblo palestino, y masiva en los últimos años la del movimiento pacifista portugués con abrumadora mayoría de jóvenes y viejos militantes del partido comunista. En todos los casos, bien sea por la simbología (banderas, pegatinas, propaganda, cánticos) o por la asistencia de un líder conocido o por sus intervenciones en la tribuna de oradores, su presencia física se hace patente en la celebración de la Marcha.  Mayoritariamente, las personas que forman este bloque se caracterizan como los primeros, por un alto grado de concienciación política.

Por qué se acude a la Marcha a Rota

La gran mayoría de los asistentes fundamentan su presencia en la Marcha con argumentos políticamente razonados que pueden ir desde posiciones del pacifismo radical hasta otras antiimperialistas; desde un pronunciado sentimiento antiamericano (anti EEUU) hasta la más heterodoxa concepción humanista; desde el ecologismo antinuclear hasta posiciones feministas, o todas las razones juntas o varias de ellas a la vez. Hablamos, tal como se ha señalado, de hombres y mujeres con un discurso político, en gran parte, muy elaborado y por tanto, con criterios sólidamente razonados de la causa de su participación. Si seguimos escarbando sobre las causas por las que una persona acude a la Marcha año tras año, sale a colación un segundo argumento conectado con el anterior -o anteriores- pero en relación, no tanto con el plano de lo político-ideológico, como al grado de fidelidad con la organización a la que pertenece. Como avanzamos anteriormente, la Marcha está nutrida mayoritariamente por personas a las que situábamos en el núcleo militante, y se presenta como una acción de especial relevancia para poner en evidencia la disposición y el compromiso personal con el colectivo de identificación.  En este sentido, la asistencia a la Marcha se convierte en un acto de obligación moral, determinado por la conciencia política y por el compromiso personal y la fidelidad con una determinada organización.

El fin explícito último de la acción, el que señala el lema de la campaña y el que se lee en la pancarta de la cabecera, así como el que se escucha mayoritariamente durante el transcurso de la Marcha, es la desmantelación -o reconversión- de las bases militares de Rota, Morón y Gibraltar y la retirada definitiva de las tropas norteamericanas. Lógicamente, nadie de los asistentes, legitima su presencia con la consecución del objetivo (utópico) en un plazo concreto. A la Marcha se acude para que la protesta tome significación en un contexto social más amplio. La Marcha es, pues, un vehículo para la difusión de un mensaje pacifista –y antiimperialista- y el éxito se medirá, en gran parte, por la repercusión que tenga el evento y, por tanto, el mensaje que lleva implícito. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones la repercusión mediática, un objetivo de indudable valor, es muy deficiente. En efecto, los medios de comunicación y formación de masas (radio, televisión y prensa escrita) que podrían constituir un vehículo para la expansión de una conciencia pacifista –y antiimperialista- a través de la difusión de acciones de este tipo, están alineados mayoritariamente en posiciones atlantistas y han cubierto de forma sesgada, cuando no interesada, el evento de la Marcha a Rota. Los medios andaluces, salvo excepción de algunos gaditanos que han empleado mayor cobertura, se han caracterizado por obviar el acto (ausencia de noticia), de minusvalorarlo (pequeño recuadro rebajando siempre el número de asistentes), anatematizarlo (resaltar, caso de haberlos, incidentes entre policía y “violentos” y “radicales” manifestantes, incluso criminalizar a algunas de las organizaciones protagonistas), o personalizarlo (sacar en la foto un destacado líder político). En contadas ocasiones ha aparecido un reportaje o una información que cubra en mayor medida con rigor el acto. Lo común, es la nota de corte sensacionalista o aquella que incide en las “caras conocidas” que por lo general suelen ser la de los parlamentarios, identificando el acto con una determinada organización político-electoral (léase IU-CA)[iii].

Entonces, si los medios de comunicación de masas no contribuyen, o lo hacen de forma sesgada, a la difusión y expansión del mensaje, cabría preguntarse: ¿Dónde está el rédito social y político de esta acción que demanda tantísimo esfuerzo?, ¿por qué se sigue celebrando año tras año?, ¿qué significados sociales tiene la Marcha para los asistentes?... Para responder a estas preguntas se destacarán algunos elementos interpretativos de la descripción etnográfica, haciendo mayor hincapié en la naturaleza discursiva del ritual.

La Marcha a Rota o la puesta en escena de la izquierda
y los nuevos movimientos sociales andaluces

La Marcha a Rota, mirada como texto, nos enseña el estado de la izquierda y los nuevos movimientos sociales de Andalucía. Es decir, el ritual en sí, siempre nos remite a un marco político y cultural más amplio, en donde las organizaciones surgen y actúan. Si hacemos un repaso etnográfico por cada una de las diecinueve ediciones efectuadas hasta la fecha, estaríamos en condiciones de aproximarnos de un modo certero a la historia reciente de la izquierda social andaluza, en el sentido amplio que antes hemos apuntado, con todos sus encuentros y desencuentros, con sus políticas de alianzas y con sus hondas diferencias. Además, en la revisión periódica de las organizaciones que convocan o se adhieren se puede comprobar la incorporación de nuevas organizaciones o la paulatina desaparición de siglas que habían desempeñado un papel destacado en el transcurso de las marchas y, por tanto, en la sociedad andaluza. Así, en los primeros años de la década de los 90 vemos desaparecer a la COPA (Coordinadora de Organizaciones Pacifistas de Andalucía), los Comités de Solidaridad con Centroamérica y otras organizaciones políticas y sociales que habían desempeñado un importante rol en las movilizaciones sociales de Andalucía durante los años 80. Al mismo tiempo se incorporan otras que van asumiendo nuevos protagonismos sociales: Asociación Pro Derechos Humanos, Ecologistas en Acción, colectivos antiglobalización, etc.

También, en algunas ediciones, son significativas ciertas ausencias que dan fe de las fuertes divisiones que ha existido entre algunas organizaciones, especialmente aquellas que han ejercido una mayor presión por ostentar el protagonismo del ritual. Por ejemplo, en las marchas que van desde 1987 hasta 1991 se originó una alianza a la que, en ocasiones, dieron nombres como “Andalucía sin bases”, o “Andaluces por la Paz” donde se alinearon IU-CA, Los Verdes de Andalucía, colectivos ecopacifistas que más adelante conformaron la CEPA (Coordinadora Ecologista Pacifista de Andalucía), CCOO, CGT-A, y otras organizaciones más minoritarias. Hubo ediciones a las que ni siquiera se sumaron y, en otras, acudían haciendo su propia convocatoria, en un bloque separado (una marcha paralela), distinguiéndose perfectamente del resto, mayoritario en número, que estaba articulado por la organización que convocaba: la COPA. Esta división viene motivada por la acusación que se hacía a la COPA de estar instrumentalizada por partidos de la izquierda radical que estaban detrás de los enfrentamientos que se producían con la policía al finalizar las marchas de aquellos años. Aunque entre las razones también habría que apuntar la pugna por ostentar el protagonismo de la Marcha, hasta entonces en manos de la COPA. Protagonismo que se plasma en cuestiones tan poco baladíes como quién convoca la Marcha, en qué fecha, con qué lema y, sobre todo, quiénes son los portavoces.
 
La convocatoria, realizada desde organizaciones sociales y políticas de ámbito andaluz, cuenta con la adhesión de numerosas entidades, muchas de carácter local que han llegado a superar el centenar. Como se ha apuntado más arriba, en la Marcha a Rota están presentes la práctica totalidad de organizaciones de la izquierda social viva, aunque la vitalidad, en muchos casos, se reduzca al mantenimiento orgánico de una estructura que articula a unas pocas personas. No obstante, todas ellas muestran su presencia a través de pancartas, banderas y panfletos donde, en muchas ocasiones, sus demandas rebasan la naturaleza de la convocatoria para hacer hincapié en sus reivindicaciones particularizadas.

En el transcurso del recorrido, sin pretenderlo, es muy posible que una persona se haga con más de quince panfletos de organizaciones diferentes, muchas desconocidas, de puntos recónditos de Andalucía y con demandas e informaciones dispares. Muestra de ello podrían ser la convocatoria para acudir a un juicio de un insumiso en Granada, la acampada contra la construcción de un pantano en una serranía malagueña, las jornadas anti-nucleares de Córdoba, el llamamiento para la participación activa en una huelga general por parte de una pequeña organización,  la información sobre los siete militantes del clandestino PCE-r encarcelados en París, el manifiesto de constitución de la corriente roja dentro de IU y un larguísimo etcétera que dan fe de un tejido social de corte reivindicativo realmente existente y del que apenas se tiene información. La Marcha a Rota se erige en un sitio ideal para la circulación de noticias y eventos de esta naturaleza que difícilmente tienen cabida en los medios de comunicación habituales.

La Marcha a Rota como mosaico de
identificaciones y alteridades

En el transcurso de las 19 ediciones se han producido algunas modificaciones en lo que respecta al recorrido de la Marcha. Mientras que en las primeras, hasta la IV edición en 1988, se llegaba a una de las puertas de la base, haciendo parte del trayecto junto a la valla de la instalación militar desde donde se podían divisar a los marines apostados junto a sus barracones, a partir de 1989 se decide dar por finalizada la Marcha a unos 200 metros antes de llegar a la base. Este cambio viene motivado por los enfrentamientos que se producían al final del recorrido entre un sector de manifestantes y el fuerte dispositivo policial que custodia la base.

Salvando esta modificación, la Marcha se ha mantenido con la misma concepción en sus dos décadas de historia[iv]. Sólo el paisaje que va desde el Puerto de Santa María, punto de partida, hasta las instalaciones militares se ha ido transformando progresivamente, con la urbanización de amplias zonas de pinares. La cita suele ser al mediodía de un domingo primaveral en el Parque Calderón de la mentada localidad gaditana. Desde distintos puntos de las ocho provincias andaluzas parten autobuses y coches particulares dispuestos por las organizaciones, muchos de los cuales han de atravesar buena parte de Andalucía para llegar a una de las zonas características del latifundio y de las grandes bodegas.

Una vez llegados al Puerto, se van conformando los cortejos que responden a siglas concretas, rompiendo así la primera vinculación local de partida. La gran mayoría de los asistentes va perfectamente identificada con una organización, bien sea a través de pegatinas o de banderas y así se van conformando los primeros corrillos que suelen ser animados, los más numerosos, por una persona que megáfono en mano corea las consignas. De este modo, ya en el Parque Calderón se puede apreciar la disposición, fuerza y simbología de las organizaciones presentes. Normalmente, los cortejos más numerosos y vistosos suelen ser el de IU-CA y PCE con sus banderas de la coalición, rojas y republicanas y, en menor medida, andaluzas; el de los jornaleros del SOC todo verdiblanco; y los más  sugerentes y sonoros de las organizaciones Acción Alternativa y Algarive (antes Movimiento Comunista de Andalucía y Juventudes Andaluzas Revolucionarias) con una amplia concurrencia juvenil, y que en muchas ocasiones han acudido disfrazados, unas veces de indios, otras de piratas o de los irreductibles galos de Asterix y Obelix a los que acompañan con un enorme barco tirado con ruedas; y también, las Juventudes Comunistas que, como sus mayores, emplean las banderas rojas, del Ché, republicanas y cubanas. En las primeras ediciones resaltaban los cortejos del movimiento feminista andaluz, teñido de color lila, el muy rojo del PCPA (Partido Comunista del Pueblo Andaluz), o el de los comités de Solidaridad con Centroamérica con sus banderas y cánticos sandinistas. No obstante, son muchos los colectivos, cada uno marcando sus señas de identificación propias.

En el inicio, se disponen los cortejos tras la pancarta unitaria que portan destacados representantes de las organizaciones que convocan. Si en las primeras ediciones había cierta pugna entre algunas formaciones por ocupar el primer puesto, el que supuestamente tiene más cobertura mediática, hoy día, ese lugar parece reservado para IU-CA que, a fin de cuentas es quien mayor rentabilidad mediática saca del acto, dado que la prensa siempre busca “caras conocidas” y hasta el momento, la mayor parte de los movimientos sociales andaluces y, lógicamente, la izquierda radical extraparlamentaria, no han contado, salvo pocas excepciones, con líderes de proyección pública. Es significativo, no obstante, que tras la pancarta de cabecera se sitúen algunos militantes de diversas organizaciones portando sus banderas: la roja del PCE, la tricolor republicana, la rojinegra anarcosindicalista y la verdiblanca de Andalucía y, en ocasiones, la cubana o la palestina. En todo caso, tras ellos se van colocando los distintos colectivos hasta conformar una vistosa columna multicolor.

La conformación y disposición de los cortejos, lejos de entenderla como una cuestión superficial, responde a factores de gran importancia para entender una de las dimensiones de mayor calado del ritual: las identificaciones colectivas. Si por un lado, la Marcha a Rota articula a la mayoría de la izquierda social andaluza representada en una amplia gama de colectivos, bajo un “nosotros” de gran capacidad de cohesión, por otro, no es más que la expresión de un rico mosaico de identificaciones colectivas, en muchos casos, definidas unas en contraste con otras. En efecto, las alteridades, es decir, el “nosotros” frente a “los otros” adquieren especial significación durante el recorrido de la Marcha puesto que en la propia expresión de cada colectivo está la autoafirmación y el reconocimiento. Se hace indispensable que cada colectivo defina su modelo de identificación ante una más que patente similitud de simbología entre muchas de las organizaciones presentes. En este sentido, en la definición negativa del modelo de identificación colectiva, esto es, en el contraste con “los otros”, es donde adopta mayor significación las adscripciones grupales. Veamos un ejemplo:

En las marchas de finales de los 80, aquellas que estaban marcadas por la división del movimiento, el PCPA, un partido definido como prosoviético y que en aquellos momentos defendía la perestroika de Gorbachov acudía anualmente a la Marcha con una numerosa columna compuesta por varios centenares de personas. Encabezada por su dirigente histórico, el ya fallecido Ignacio Gallego, constituían un vistoso cortejo atiborrado de pañuelos y banderas rojas con la hoz y el martillo o el retrato de Lenin. A pesar de que el partido estaba integrado en IU-CA, no marchaban en el bloque de “ellos”, sino en el de la COPA, precisamente, con la intención de diferenciarse del PCE, el partido del que se habían escindido años atrás y que representaba el contrapunto simbólico, ya que gran parte del modelo de identificación estaba construido en contraste con el del PCE. Por otro lado, tras el cortejo del PCPA se situaba el de la UCE (Unificación Comunista de España), un partido muy minoritario que apenas arrastraba a unas pocas decenas de militantes, jóvenes en su mayoría, empuñando, como los anteriores, banderas rojas. Esta organización basaba su modelo de identificación en su acerada crítica al “imperialismo soviético” y los lemas que les distinguían eran: “Ni yankis ni rusos”, “Ni OTAN, ni Pacto de Varsovia”. Su posición en el transcurso de la Marcha tras la organización que representa su antítesis, el PCPA, obedece a una estrategia de identificación por contraste, es decir, nuevamente, el “nosotros” frente a “ellos” pugnando por la “verdadera” representación de los referentes del comunismo. Esto provocaba situaciones tensas que se acrecentaban cuando desde el cortejo de la UCE se lanzaban determinadas consignas donde se explicitaba el antagonismo de los modelos de identificación de ambos partidos: “Reagan y Gorbachov la misma mierda son”. Algunos viejos militantes del PCPA respondían con airados comentarios que pronto eran apaciguados por los dirigentes que pedían que no hiciesen caso a las provocaciones.

En definitiva, este ejemplo es representativo del juego de adscripciones y la necesidad del autorreconocimiento por contraste tan extendido entre las organizaciones presentes en la Marcha (los sindicatos anarcosindicalistas CNT versus CGT; distintas organizaciones trotskistas entre sí, etc..), aunque no, necesariamente, ha de expresarse de forma conflictiva como el caso anterior, sino que se puede manifestar a través de los panfletos o más sutilmente en el plano estético. Por ejemplo, era significativo en el caso de los colectivos antimilitaristas que, mientras en el Mili KK se empleaba el color negro como referente de identificación, en el MOC, el color de sus banderas era siempre blanco.

 La actividad identificante de las organizaciones políticas, definida por el politólogo italiano Alejandro Pizzorno como procesos dinámicos de reconocimiento y reconstitución simbólica de solidaridades y áreas de igualdad (Scotto, 1993) adquiere durante todo el ritual una relevancia destacable. Todos los colectivos presentes ponen en juego el sentido de su acción con el fin de reproducir, reforzar y reafirmar las adscripciones. En este sentido, supone un valor especial la actividad tendente a la creación de lazos de afinidad con respecto al grupo de lo que hemos llamado neófitos que acompañan a cada colectivo, en una suerte de proselitismo.

La Marcha se convierte toda en escena, y en ella se desarrollan múltiples dramatizaciones. En los distintos cortejos que se van conformando, determinados militantes de las organizaciones asumen una función dinamizadora sirviéndose de la megafonía, con cánticos y consignas, cuyo fin es lograr la máxima participación entre los acompañantes. Esto es, se trata de convertir al espectador en actor. Los estímulos sensoriales se erigen como polo de atracción de la atención y la participación, pero al mismo tiempo se lleva a efecto un proceso, a veces no explícito, de transmisión de valores e ideología. Es decir, el propio hecho de la asistencia con todas sus componendas (consignas, gritos, cánticos, bailes, gestos, etc.) se cargan de emoción, mientras que las emociones se “ennoblecen” con valores sociales.

Cada colectivo ocupa un espacio definido simbólicamente que refuerza las fronteras de sentido. Cada colectivo marca su impronta, sus señas de identificación. Si el motivo de la Marcha se puede resumir en la consigna, tal vez más coreada: “OTAN no, bases fuera”, ello no es óbice para que desde la imaginación más plural, las organizaciones presentes particularicen con elementos propios de identificación una protesta global. Así se entiende que desde el cortejo del movimiento feminista destaque esta consigna: “Somos guapas, somos listas, somos antimilitaristas”; desde el colectivo gay: “Derecho a nuestro cuerpo, derecho a nuestra tierra, OTAN no bases fuera”; desde colectivos de insumisos: “Por Dios, por la patria y el rey va a morir su puta madre”; o que las Juventudes Comunistas canten conocidas canciones antiimperialistas cubanas, etc.

La Marcha a Rota supone el escenario donde los colectivos se presentan y se representan y el modelo de identificación por el cual intentan definirse no siempre responde a una simbología estática. La representación, esto es, el modo por el que cada colectivo se hace visible en la Marcha, responde a procesos dinámicos donde los referentes adquieren un sentido dentro de un marco estratégico de actuación más amplio. Así se entiende, que en los últimos años, las gentes del PCE y JCA hayan sustituido el uso ritual de la bandera andaluza por el de la republicana en un contexto de acción política global de reivindicación de la República como símbolo esencial de estas organizaciones. O que los jornaleros del SOC, de igual modo, hayan trocado el símbolo del sindicato de sus banderas verdiblancas por el de la CUT (Candidatura Unitaria de Trabajadores) -el brazo político- en momentos de mayor protagonismo y apuesta política dentro de IU-CA.

El trayecto, de unos siete kilómetros, adquiere un tono distendido y festivo promovido principalmente por los colectivos juveniles que son, sin duda, los que más se dejan notar. En las primeras ediciones, por iniciativa de la organización protagonista, la COPA, se hacía más hincapié en darle el toque lúdico a la Marcha. De este modo se repartían lazos y pinturas de “indio” con leyendas pacifistas; se hacía una hoguera final con danza “indígena” incluida; se colocaban multitud de pancartas y papelillos de colores en la valla de la base; acompañaban a los manifestantes grupos de zancudos y un cabezudo representando a la figura de Reagan, etc. En los años 90, este tipo de acciones han menguado y, en todo caso, son de iniciativa de los colectivos y no de la organización. A las tradicionales consignas se les unen otras, más jocosas, que dan fe de la confluencia en un mismo espacio de lo reivindicativo y lo festivo: “Yo sólo sé tres palabras en inglés: Yankis go home”; “Coca cola asesina, vino tinto al poder”; “Plantación de marihuana en las bases americanas”; “Yankis rendíos, os tenemos rodeaos”; “Yankis a la reserva, indios al poder”; “Tanques sí, pero de cerveza y con tapitas en la mesa”... El líder de IU Julio Anguita haciéndose eco de este ambiente decía a unos periodistas al finalizar la Marcha de 1996 “Se nota que somos marchistas-leninistas”.

Conforme se va avanzando en kilómetros, decae paulatinamente el frenesí del inicio y los cortejos se van deshaciendo levemente para dar rienda suelta a la sociabilidad. La Marcha a Rota supone un lugar de encuentro para muchas personas conocidas de distintos puntos de Andalucía, pertenecientes o no a la misma organización, y son muy frecuentes las conversaciones personales y colectivas entre gentes a las que antes encuadrábamos en el bloque del núcleo militante. El calor, que es la sensación térmica preponderante en la gran mayoría de las ediciones, se combate adquiriendo una cerveza o un refresco en algunos de los bares de las urbanizaciones existentes durante el trayecto. A veces, la organización ha puesto una furgoneta repartiendo agua y vendiendo otras bebidas. En otras ocasiones, esta función la han desempeñado buscavidas vinculados a los movimientos alternativos. En definitiva, el trayecto que une el Puerto de Santa María con la base de Rota no difiere mucho de lo que podría ser el camino de una romería andaluza donde en un ambiente distendido, se conversa, se canta, se bebe y, en vez de llevar una medalla o un pañuelo de identificación con la hermandad o la peña, se lleva la pegatina, la bandera o la pancarta, de igual modo, identificatoria.

En el final del recorrido, arrecian nuevamente las consignas,  que en este momento adquieren un tono más solemne. Los manifestantes se van disponiendo, conforme van llegando, frente a la tribuna de oradores desde donde a través de la megafonía se puede escuchar música de cantautores conocidos como Carlos Cano, Silvio Rodríguez, etc. Finalmente, interviene algún miembro de la organización y alguna persona destacada de los movimientos sociales o de la cultura andaluza significada en posiciones de izquierda (un insumiso, un inmigrante, el cura jornalero que fuera presidente de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, fallecido años atrás, Diamantino García, el poeta granadino Luís García Montero, el dramaturgo sevillano Salvador Távora, el cineasta lebrijano Benito Zambrano, el periodista y escritor de Algeciras Juan José Téllez, etc.). En ocasiones, han intervenido también representantes de organizaciones invitadas de Palestina, Marruecos, Portugal, etc. Una vez finalizado el acto, miembros de la organización se acercan a la base para entregar una carta dirigida a los altos mandos militares, donde se expresa el rechazo a la base que, lógicamente, recoge un subalterno.

El acto formalmente político termina, pero de regreso al Puerto de Santa María, esta vez en autobús, se da pie a la sociabilidad en los bares y parques que, ese día en concreto, ve tomada sus calles por militantes de la izquierda andaluza. Estos momentos son de especial significación, puesto que se forman corrillos más entreverados, donde se comparten los bocadillos, los papelones de pescaíto frito y el fino y las cervezas. Se entablan tertulias muy distendidas y se hace un pequeño balance de la Marcha que, haya salido bien o mal, haya habido más o menos gente que el año anterior, eso ya no importa, hay ante todo un sentimiento de haber cumplido, de haber estado donde había que estar. Son momentos de catarsis colectiva para muchos de los veteranos asistentes, cuya cita anual en la Marcha a Rota se ha convertido en un ritual de compromiso que traspasa las fronteras de lo político. En este sentido, la presencia y participación en la Marcha cobra un especial sentido porque es un acto comunitario donde la identidad política sale fortalecida.

La Marcha a Rota y la identidad andaluza

La Marcha a Rota siempre ha contado con elementos de fuerte contenido simbólico que contribuyen a reforzar el sentimiento cohesionador de la identidad andaluza. En la intención de muchas de las organizaciones presentes ha estado la de impregnar el evento de sentimiento y de conciencia andaluza. No en vano, muchos de los colectivos que participan, fueron a su vez, impregnados de andalucismo en los años de la eclosión nacionalista con que se caracterizó la etapa de la llamada transición política en Andalucía (1975-1982). Además, muchas personas de las que participaron activamente en ese periodo son, en gran medida, los mentores de la Marcha. Bien es cierto que, a lo largo de los años, han ido menguando las acciones de reafirmación identitaria que caracterizaban las primeras ediciones, pero aún así, la Marcha es para muchos de los asistentes un evento de identificación étnica que guarda todas sus potencialidades como ritual de expresión de la conciencia de identidad andaluza.

La Marcha se ha convertido en el único ritual unitario de convocatoria y ámbito andaluz estable y en la más importante movilización política de carácter periódico de las que se producen en Andalucía. En la Marcha se activa un gran caudal de sentimientos, a veces, como hemos visto, encontrados, siempre dentro del polo de identificación que demarca un referente tan amplio como polisémico que llamamos “izquierda”. A la vez, se activa un sentimiento de pertenencia a un territorio y a una cultura que no entra en contradicción, en la mayoría de los casos, con los otros referentes. En Andalucía la lucha por la autonomía, coincidente en gran parte, con la lucha por las libertades democráticas, fue un asunto de la izquierda prácticamente en exclusividad. Por ello existe una fuerte identificación entre ambos referentes, confundiéndose en muchos casos y condensando, por ejemplo, en la bandera andaluza, las aspiraciones sociales, políticas y culturales. Así se entiende la presencia de la bandera en la Marcha como en la práctica totalidad de las movilizaciones reivindicativas que se producen en Andalucía (tabacaleros de Granada, algodoneros del Bajo Guadalquivir, mineros de Riotinto, pescadores de Barbate, por citar sólo algunas de las últimas).

En las primeras ediciones, los movimientos sociales desbordaron bastantes energías, a través de numerosas acciones simbólicas, para darle un matiz andalucista al evento, para cargarlo de contenidos de significación étnica. La Marcha era precedida por una gigantesca bandera andaluza y al final del acto se colocaba una gran pancarta en la valla de la base con la siguiente leyenda: “Esto es territorio andaluz”. A la vez, se soltaba al aire, tirada por globos verdiblancos una enorme paloma blanca hecha de gomaespuma. Siempre ha habido un gesto simbólico de reafirmación andaluza, imbricado con elementos del imaginario ecopacifista, como el de soltar, en muchas ediciones, al final, ocho palomas blancas o plantar frente a la base ocho árboles autóctonos en representación de las provincias andaluzas, o en otros casos, entregar a los militares productos de nuestras huertas.

Si se repasan los carteles y la propaganda de las convocatorias, en la mayoría aparece algún motivo verdiblanco, o el mapa de Andalucía como territorio sostén de las bases militares y del peligro nuclear que entrañan. El propio lema tan repetido de “Fuera yankis de Rota y de Morón” hace sólo referencia a las bases norteamericanas de Andalucía, obviando cuando las hubo, las de Zaragoza y Torrejón que además produciría buen impacto sonoro por la rima. En el transcurso de la Marcha se corean consignas de gran calado que hacen referencia al sentimiento de pertenencia, o son consideradas como genuinamente de la tierra: una cantada con ritmo de tanguillos carnavaleros que dice así “Qué bonita Andalucía, qué bonita mi nación, si los yankis no estuvieran ni en Rota ni en Morón”. Otra con ritmo de bulerías: “Ole, ole, arsa, arsa, que los yankis no quiero en mi casa que tiran misiles y me rompen la casa”,

Pero sin duda, el momento cumbre de la reafirmación identitaria se produce al final del acto cuando se canta el himno de Andalucía. La gran mayoría de los asistentes levanta el puño u ondean sus banderas, de todos los colores, en un ambiente de emoción generalizada. Y es que pocas veces la letra de un himno encaja perfectamente en un ritual que imbrica tantas aspiraciones colectivas situadas en el campo de la reivindicación (paz, libertad, tierra). Así dice la primera estrofa y el estribillo: “La bandera blanca y verde / vuelve tras siglos de guerra / a decir paz y esperanza / bajo el sol de nuestra tierra. / ¡Andaluces, levantaos! / ¡Pedid tierra y libertad! / Sean por Andalucía libre / los pueblos y la Humanidad.”[v]

En algunas ediciones, cuando el himno no ha sonado desde la megafonía, han sido los mismos manifestantes, a iniciativa de ciertos colectivos y personas con mayor conciencia andalucista, los que lo han cantado. Este hecho provoca un efecto dominó que explicita, nuevamente, las adhesiones grupales con sus referentes de identificación, aunque no necesariamente por contraste, al cantar acto seguido, los comunistas la Internacional, o los anarquistas A las barricadas. Significativamente, en estas últimas ediciones, el himno andaluz se ha sustituido por el Imagine de Lennon en la versión árabe de Youssou N Dour, precisamente, cuando los movimientos antiglobalizaión cobran mayor protagonismo y la lectura andalucista del evento es menos explícita.

En definitiva, hay muchos elementos en la Marcha a Rota por la que se genera conciencia de pueblo, o se reafirma la existente. El desarrollo de la conciencia de identidad reside, en gran parte, en el énfasis que las organizaciones presentes quieran imprimir a un ritual político que ofrece enormes potencialidades en este sentido, hasta tal punto, de que puede erigirse en un acontecimiento de reafirmación andaluza y/o nacional, en un marcador político de etnicidad. Aunque hemos de señalar que esta preocupación está cada vez más restringida a unas pocas organizaciones (Acción Alternativa, SOC, Nación Andaluza, Partido Socialista de Andalucía, etc.); mientras que otras (PCE, Juventud Comunista, y un nutrido número de pequeñas organizaciones trotskistas, entre otros, han apostado por (re)presentarse a través de la simbología republicana que ha aumentado espectacularmente en los últimos años; o de la tradicional comunista con la proliferación de banderas rojas, la hoz y el martillo y el retrato de Lenin y Trosky.

Consideraciones finales

Lejos de ver la Marcha a Rota como una movilización de fines exclusivamente reivindicativos, la mirada antropológica nos descubre otras funciones, incluso de mayor calado social. Por un lado articula en torno a un referente común (la base de Rota como contrapunto simbólico) una espesa urdimbre de sensibilidades. Por otro, posibilita el autorreconocimiento y la representación de los colectivos mediante su puesta en escena. A su vez, se activan los mecanismos de adscripción en un complejo juego de identificaciones que dotan de sentido las prácticas políticas. La Marcha a Rota nos remite a los imaginarios construidos a partir de los modelos referenciales de la izquierda en Andalucía, porque no es más que un fiel exponente de la realidad de la izquierda y los movimientos sociales andaluces. 

Todos estos aspectos que han sido someramente analizados, y otros muchos que están por desentrañar, requieren de un estudio con más detenimiento y profundidad. Por ello, por interés antropológico, pero también como andaluces sensibilizados con la causa de la paz, hacemos nuestras las palabras que fueron leídas al finalizar una de las marchas: “Vendremos una y mil veces, las que hagan falta..., hasta que nos devuelvan cada palmo de la tierra que han cercado y a cada uno de los jóvenes que se llevan a sus milicias.”


[1] Antropólogos, Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) y Universidad de Granada respectivamente. Este artículo es una revisión de la comunicación presentada al IX Congreso de Antropología de la Federación de Asociaciones de Antropología del Estado Español, organizado en Barcelona por el Institut Català d´Antropologia en septiembre de 2002.

 


[i] Quisiéramos agradecer con especial énfasis a Acción Alternativa por la utilización de sus archivos.

[ii] No es este el momento de debatir qué entendemos por izquierda y si bajo esta nomenclatura se pueden englobar a los llamados nuevos movimientos sociales, máxime, si como es el caso, algunos de ellos se sitúan fuera de la escala que marca el binomio “izquierda-derecha” dándola por superada y poco explicativa de la realidad social de nuestros días. Por izquierda, a los efectos de este trabajo, entendemos un polo de representación muy amplio que abarca variadas e, incluso, contradictorias corrientes ideológicas con sus múltiples correlatos orgánicos, entre los que incluimos a los denominados nuevos movimientos sociales, y que vamos a acotar a aquellas organizaciones que se reclaman, de igual modo, de izquierdas (léase PSOE), que han adoptado posiciones políticas, alineándose con el espectro político conservador, que suponen una contradicción con los valores que supuestamente han identificado a la izquierda (defensa de la incorporación del Estado español en la OTAN, participación activa en las guerras del Golfo y exYugoslavia, etc.).

[iii] Sólo por poner ejemplos extraídos de Diario 16 de Andalucía, hasta 1995 uno de los pocos medios de comunicación-formación de ámbito andaluz y con mayor difusión, así rezaban algunos de sus titulares: “La manifestación pacifista en Rota rompió parte de la valla de la base” (19-5-1986);“Grupos radicales destrozaron una caseta de la guardia civil al final de la marcha” (6-4-1987); “La V Marcha a Rota terminó con incidentes” (15-5-1989); “Participantes en la Marcha a Rota queman banderas norteamericanas y cartillas militares frente a la base” (4-2-1991); “Sólo mil personas participan en la octava marcha de protesta a Rota” (6-4-1992); “Los participantes obligaron al dirigente de HB, Idígoras, a abandonar la marcha a Rota” (23-5-1994); “La marcha a Rota se descafeína” (8-5-1995). Si a este tipo de titulares se le añaden las fotos que, en la inmensa mayoría hacen referencia al despliegue policial, se transmite la sensación de la Marcha como una acción que entraña peligrosidad y violencia. Sólo en dos ocasiones aparecieron titulares más asépticos o condescendientes, uno de ellos coincidiendo con otro criminalizador: “Ocho mil manifestantes pidieron la salida de los americanos de Rota” y “Un grupo de alborotadores dio gritos a favor de ETA y lanzó piedras” (21-3-1988); “Alta participación en la marcha a la base de Rota” (12-11-96). Por otro lado, las declaraciones que aparecen en las noticias, son casi siempre, de destacados políticos de IU-CA o de IU a escala federal (Julio Anguita, Luis Carlos Rejón, Antonio Romero, Gaspar Llamazares...) y muy rara vez de otros líderes de los movimientos sociales convocantes. Hemos de señalar que en las últimas ediciones, especialmente las que coinciden con el gobierno de mayoría absoluta del PP y, también, con una ausencia total de conflictividad, ciertos medios han empleado mayor cobertura y se han mostrado más benevolentes en la información ofrecida.

[iv] En la última edición de 2004, se ha producido una importante variación. La Marcha ha partido de la localidad de Rota para llegar hasta la puerta principal de la base cuatro kilómetros después. Un  recorrido que, a diferencia de los anteriores, transcurre desde el punto de partida en el cementerio roteño hasta el final, por una zona sin urbanizar y, por tanto, sin habitantes y sin la posibilidad de espectadores, por lo que la Marcha ha carecido por completo del efecto socializador que toda manifestación pública conlleva.

[v] El Himno oficial dice en el último verso del estribillo “España y la humanidad”, sin embargo muchas de las fuerzas de la izquierda, especialmente las que se reclaman andalucistas, emplean la voz “los Pueblos” por “España” en un acto de reafirmación nacionalista. El autor, el llamado padre de la patria andaluza, Blas Infante que lo compuso antes de que se adoptara como himno en la Asamblea de Ronda de 1918, escribiría en un primer momento “Iberia y la humanidad”.

 

BIBLIOGRAFÍA

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