Antonio Antón
Otra forma de pensar, otra forma de escribir:
Realidad social y Sociología
Intervención en el V Encuentro de Escritores, organizado
por el Foro Social de Segovia, octubre de 2010.

 

La novela puede ser un medio excelente para conocer la realidad social: desde autores clásicos como Cervantes hasta escritores recientes de novela negra como Larsson o Mankell. La fotografía, el vídeo o el cine pueden representar hechos y situaciones sociales de forma más profunda y clarividente que la experiencia relacional directa. Incluso películas de apariencia ligera, como las de Woddy Allen, expresan magistralmente conflictos e interacciones sociales y sentimentales, no exentas de componentes trágicos. La música y la poesía pueden transmitir las interioridades del alma humana, la denuncia de la injusticia, los anhelos colectivos. No puedo dejar de citar aquí a mi paisano José Antonio Labordeta, que nos ha dejado recientemente, ejemplo de lucidez de pensamiento, capacidad expresiva y compromiso sociopolítico. 

Por mi parte, soy sociólogo y escritor (de una docena de libros). Investigo la sociedad y enseño y divulgo pensamiento social. Es desde esta perspectiva sociológica desde la que trato, siguiendo el título de este Encuentro, el cómo interpretar nuevas realidades. 

Las ciencias sociales constituyen una fotografía aproximada de los hechos sociales, sobre todo, si acierta con la perspectiva, la distancia y la profundidad. Dada la complejidad de la sociedad es difícil conocerla en todas sus dimensiones, interpretarla acertadamente considerando su sentido y su contexto, sus interdependencias y dinámicas internas. Se pueden evaluar ciertas tendencias, pero es casi imposible predecir su evolución. La humanidad ha conformado la ciencia social con la aspiración de conocer el presente para construir el futuro. Es un instrumento de análisis más adecuado que otros métodos como la religión, la magia o la lectura del horóscopo y las cartas. Aunque, frente al positivismo dominante, hay que reivindicar otras fuentes de conocimiento y expresión, como las citadas al principio, incluyendo la importancia de la ‘imaginación’ sociológica.  

La vida humana es compleja, así como sus interacciones sociales y sus relaciones con la naturaleza. En este nuevo ciclo histórico se generan cambios profundos y nuevos riesgos e incertidumbres. Se necesita una forma de pensar, leer, interpretar y comunicar rigurosa y crítica. Pero eso es sólo la mitad del camino. El pensamiento, la ciencia, no proporciona la definición del deber ser, el tipo de sociedad a construir, los valores y posiciones normativas en que basar el bien común y la convivencia social. La constitución psicológica y ética de los distintos individuos y grupos sociales es clave para conformar la acción social y la expresión cultural. Principios y valores éticos como los clásicos igualdad, libertad, solidaridad, democracia y laicidad siguen estando vigentes para avanzar en un modelo económico y social progresista, en el bienestar de la sociedad. 

Sociología e impotencia de la izquierda 

Están claros los límites de la ciencia económica, demostrados por su incapacidad para prever la dimensión de la actual crisis económica. Especialmente, se ha visto cuestionado el paradigma neoliberal de la autosuficiencia de los mercados para generar riqueza y bienestar. No me voy a centrar en ello, sino en otro hecho social relevante: la impotencia y desorientación de la izquierda para interpretar esta situación y elaborar una respuesta adecuada.  

Para empezar hay que interrogarse: ¿qué es la sociología?. Una buena definición es la de Giddens, uno de los sociólogos más prestigiosos del mundo actual: es un estudio de la vida social humana, de nuestro comportamiento, y tiene implicaciones prácticas, ayuda a la crítica y a la reforma social; permite conocer los ‘hechos sociales’ para poder controlarlos y condicionarlos; capacita para discernir y evaluar los programas políticos y su relación con valores sociales diversos; posibilita examinar las consecuencias pretendidas y no pretendidas de la acción social y política; favorece un mayor ‘autoconocimiento’ a individuos y grupos sociales y así poder cambiarlo. 

El autor citado ha realizado una amplia labor crítica, por un lado, contra el pensamiento neoliberal que se iba haciendo hegemónico y, por otro lado, frente a la tradición de la izquierda socialista y marxista, que ha acelerado su crisis con el derrumbe y descrédito del socialismo real, sin haber realizado un suficiente distanciamiento crítico, particularmente de sus componentes deterministas, burocráticos y antipluralistas. Así, ha sentado las bases de la corriente de ideas llamada de tercera vía o nuevo centro, como reorientación de la socialdemocracia y su modelo de economía mixta, Estado de bienestar y reforma social progresista. Tiene algunas aportaciones de interés como su énfasis contra el autoritarismo y la defensa de las libertades individuales. No obstante,  esta nueva forma de pensar, dominante en el centro-izquierda europeo, ha conllevado problemáticas implicaciones sociopolíticas. Veámoslas brevemente.

La mayoría de la socialdemocracia europea abrazó ese proyecto de readecuación del pensamiento y la práctica de la izquierda hacia el liberalismo social. Desde los años noventa ha consolidado el viraje de su política económica, su discurso y sus prioridades sociopolíticas, que dejaba en una posición subordinada la defensa de los intereses de la mayoría de la sociedad vulnerable, la acción por la igualdad social, la mejora de los derechos económicos y sociolaborales, el avance del Estado de bienestar. Su gestión de la política económica y sociolaboral, según los dogmas liberales, le ha hecho corresponsable de la subsiguiente crisis socioeconómica. Su respuesta se ha expresado y guiado, sobre todo, por los intereses de los poderosos, dejando en una posición más indefensa y subordinada a sus bases trabajadoras y desfavorecidas. Sin embargo, esa tendencia ha fracasado en su objetivo más preciado: conseguir la mayoría del apoyo ciudadano, mantener la legitimidad de su giro al centro aun a costa de debilitar su función representativa de las clases populares. El efecto más visible ha sido la crisis del laborismo británico y la socialdemocracia alemana, el debilitamiento y fragmentación de la izquierda social y la hegemonía electoral de los partidos conservadores. 

En España, Zapatero y el partido socialista también se han apoyado, inicialmente, en una retórica de ‘nueva vía’,  diferenciada del pensamiento neoliberal y conservador de la derecha, aunque distanciada de la tradición socialdemócrata basada en la igualdad social y económica. Si en la etapa de gran expansión económica y del empleo, en su primera legislatura, el Gobierno ha mantenido ciertos ‘compromisos sociales’, su gestión de la crisis socioeconómica y su giro antisocial han dado al traste con ese pensamiento intermedio y ‘débil’ de apariencia progresista. La corriente académica y mediática que pretende justificar el viraje de la nueva política gubernamental se ha quedado sin discurso legitimador propio y asume la interpretación neoliberal de la reducción del gasto público, una reforma laboral regresiva y la austeridad para las clases trabajadoras y sectores vulnerables.  

El hecho más significativo es la pérdida de su credibilidad popular, con el distanciamiento de gran parte de sus bases sociales y electorales, la oposición ciudadana a esas medidas y la respuesta legítima y necesaria de la reciente huelga general promovida por los sindicatos, en el marco de las movilizaciones europeas. El éxito de la huelga y el apoyo masivo de la ciudadanía frente al recorte de derechos sociolaborales permiten una reafirmación popular y sindical. La insensibilidad y tozudez del Gobierno, demostrada por su voluntad de no rectificar su estrategia, precisa de la continuidad y firmeza de la acción sindical y cívica para echar abajo la reforma laboral, impedir nuevas agresiones y conseguir el cambio de su política socioeconómica y laboral. Supone la conveniencia de conformar una dinámica sociopolítica diferenciada y crítica que apueste por ese resultado. Es una posibilidad y oportunidad para fortalecer una izquierda social, un campo social, autónomo de los avatares electorales, capaz de influir y condicionar las políticas institucionales. El sindicalismo, promotor de esta movilización contra el giro antisocial del Gobierno, tiene la responsabilidad –junto con otros sectores progresistas y de izquierda- de gestionar la representación de ese amplio campo social en el nuevo escenario sociopolítico de pugna por el cambio de la política socioeconómica. 

Esta nueva realidad se ha generado por la necesidad imperiosa de un movimiento defensivo de la ciudadanía, estimulado por los sindicatos, ante el intento de los ‘poderosos’ de cargar los costes de la crisis en la gente trabajadora y los sectores débiles y apuntar a una salida con mayor poder empresarial, desequilibrio de las relaciones laborales y reducción de la capacidad contractual del sindicalismo. Está por ver el aguante gubernamental a la rectificación y, por tanto, la profundidad y duración de la pugna, pero esta amplia movilización democrática ya ha conseguido un resultado importante: constituye un rotundo freno al recorte de derechos sociolaborales, ha creado un nuevo reequilibrio de fuerzas y abre nuevas expectativas de cambio social. Sobre todo, ha roto el fatalismo de la impotencia y supone la superación de la mentalidad de resignación, pasividad y adaptación individual frente a la crisis socioeconómica, el fortalecimiento de una conciencia social más crítica frente a la gestión política liberal dominante. Conlleva el desarrollo de nuevas ideas y capacidades sociales para condicionar otra forma de gestionar la crisis y cómo salir de ella. Es la base para elaborar un nuevo pensamiento social que, frente a la regresión sociolaboral, contribuya a fortalecer la idea de caminar hacia una reforma social avanzada. Es una actividad teórica y de debate estimulante que exige una profundización de la interpretación de los conflictos y procesos sociales, una reelaboración de las propuestas y alternativas en un sentido social y de equidad. 

En definitiva, se puede decir que la socialdemocracia europea se ha quedado huérfana de pensamiento social propio, tiene un gran desconcierto ideológico y una fuerte  desorientación respecto de valores centrales como la igualdad y la solidaridad. La tradición de izquierdas necesita una profunda revisión crítica para recogiendo sus mejores ideas y valores, interpretar las nuevas realidades sociales, renovar la teoría social, elaborar un pensamiento crítico y generar un nuevo horizonte de progreso y bienestar social. 

Un nuevo pensamiento social  

La sociología crítica debe tener un doble componente: 1) analítico o reflexivo, y 2) soporte normativo para la gestión y el cambio social (no el orden social). Existe una crisis de las ciencias sociales, de la sociología y, especialmente, de la economía, que no han sabido o podido prever el alcance de la crisis socioeconómica y proporcionar un modelo de desarrollo productivo y social, unas políticas económicas y sociolaborales adecuadas para evitar los devastadores efectos perjudiciales para la mayoría de la sociedad. En estos momentos se ha vuelto a poner de manifiesto la clásica ‘cuestión social’, para muchos ya superada, que ha reaparecido con toda su crudeza: paro masivo, nuevas desigualdades y brechas sociales, precariedad laboral, retroceso de derechos sociolaborales, debilitamiento del Estado de bienestar...  Ante el desconcierto del pensamiento progresista, precisamente cuando las cuestiones sociales, económicas y laborales cobran una nueva dimensión y la acción por la igualdad social es más importante, vuelve la hegemonía mediática e institucional de la corriente liberal, que pretende revertir los avances sociales promovidos por la izquierda en el siglo XX.  

Hay cierto vacío de un pensamiento que explique los problemas actuales de la sociedad y sirva de guía para una acción transformadora, falta una teoría y una cultura vinculadas a una reforma socioeconómica avanzada y al cambio sociopolítico. Ello precisa un doble movimiento: por un lado, de crítica y reajuste de las ideas establecidas, y, por otro lado, de interpretación de los nuevos procesos sociales que pueda iluminar la acción práctica. El pensamiento puede ir por delante de la práctica social, es autónomo pero está condicionado por ella. Por eso, su desarrollo es dependiente también de la afirmación democrática de la sociedad, la profundización en la justicia social, la igualdad y la solidaridad, y la calidad del diálogo intercultural y la convivencia social.  

No obstante, el problema principal no es el retraso o inadecuación de las teorías pasadas, cuestión evidente, sino las relaciones desiguales de poder, persistentes en el mundo actual, y la debilidad de las fuerzas sociales críticas o alternativas. En un punto intermedio se encuentra la conciencia social y democrática de amplios sectores progresistas y de izquierda, el cuestionamiento de la legitimidad de los poderosos, la falta de credibilidad popular de sus argumentos y discursos. En ese sentido, la conciencia social puede convertirse en una importante fuerza social al ser motor de la ciudadanía. Y más si es reforzada por una teoría social que exprese y sea asumida por sectores significativos de la población en su acción sociopolítica igualitaria. 

El hecho social incluye la subjetividad. La realidad incorpora la conciencia. Ésta no es simple ‘reflejo’ de las condiciones externas. Existe capacidad reflexiva y autonomía personal y grupal para elaborar un pensamiento propio. Hay una relación en doble sentido entre: a) condiciones ‘materiales’ de existencia, ‘práctica’ social, y b) conciencia social. El individuo, tiene una parte individual y otra social. Su conciencia no se puede separar (solo analíticamente) de su comportamiento y su interacción social.  

Existe, particularmente entre los jóvenes, un nuevo modelo ‘cultural’ de interacción y relaciones sociales. El sujeto es más interactivo, pero con desigual capacidad (técnica y cultural) de elección; también se reproduce la segmentación, personalización e individualización del mensaje.  

Por tanto, más allá de las ideas y pensamientos, la conformación del conjunto de la subjetividad, incluyendo sueños, sentimientos, valores y utopías, es fundamental para definir el futuro de las relaciones sociales. En resumen, es básico un pensamiento crítico, una teoría social impulsora de la igualdad y el bienestar de la sociedad. 

Mi labor investigadora y escritora se ha centrado en los sistemas de protección social y los problemas sociolaborales, particularmente la precariedad laboral juvenil, así como en las políticas sociales y las estrategias del sindicalismo. Particularmente, en el último libro Reestructuración del Estado de bienestar, he pretendido hacer una reflexión crítica sobre el legado del pensamiento de la izquierda, un análisis sobre los cambios del Estado de bienestar y la fundamentación de una perspectiva de reforma social avanzada. Es una modesta aportación en un doble sentido: elaboración teórica de un enfoque social, basado en la igualdad, y análisis empírico de varios aspectos cruciales para las políticas sociales.  

El contenido general del libro es el proceso de reestructuración –regresiva- del Estado de bienestar, con el impacto sociolaboral de la crisis económica. Tiene tres partes. Primero, se describen las tendencias de los Estados de bienestar europeos, con una valoración sobre el gasto social y la desigualdad económica, las reformas actuales, las actitudes de la población y el futuro de la reforma social, del llamado modelo ‘social’ europeo. Segundo, se explican las teorías del Estado del bienestar, las concepciones de la igualdad, los debates sobre ideas de la izquierda, los límites de la modernización económica y las relaciones entre Estado, mercado y sociedad (familia y tercer sector). Tercero, se analizan la actual crisis económica y de empleo y la nueva estructura social y de clase, junto con las políticas sociales y laborales, la reforma de los sistemas de pensiones y la situación del sistema educativo en España.  

Se tratan estos temas desde varios planos: el contexto mundial de la crisis económica, el marco europeo de su modelo social, la dimensión estatal del relativo fracaso del desarrollo económico en España, con sus déficits sociolaborales y, desde el ámbito sectorial, se profundiza, especialmente, en los problemas educativos, las dificultades para la igualdad e integración social en la escuela y se valora la insuficiencia de las políticas educativas actuales. 

En definitiva, al analizar las perspectivas de salida de la crisis podemos plantearnos algunos interrogantes: ¿consolidación de la ‘economía social de mercado’ con la hegemonía del poder financiero y las derechas o un nuevo tipo de crecimiento económico y desarrollo social?, o sea, ¿qué modelo productivo, social y medioambiental europeo será dominante?; ¿aumento de la participación ciudadana, la integración social, el diálogo intercultural y la profundización democrática, o bien nuevas dinámicas de segmentación y fragmentación social, corrientes xenófobas y populistas y conflictos interétnicos ?; ¿predominará el desconcierto de la izquierda política –élites y discursos-, el desgaste y fragmentación de la izquierda social, o se van a conformar nuevas tendencias y fuerzas sociales por un cambio progresista e igualitario?; ¿qué horizonte transformador, qué reforma social, qué tipo de sociedad?

Son preguntas insertas en la nueva realidad social. La investigación y el pensamiento social tienen una gran tarea para elaborar respuestas. En todo caso, para impulsar otra forma de pensar, otra forma de escribir, contamos con la vigencia de valores ‘progresistas’ y de izquierda, a renovar convenientemente, así como con el refuerzo de las bases de la ciudadanía social y laboral: regulación pública, sociedad democrática y convivencia intercultural.

 

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Antonio Antón es profesor de sociología en la Universidad Autónoma de Madrid.