Antonio Duplá
A propósito de la violencia política
(Hika, 224, septiembre-octubre de 2011).

            Vivir en una sociedad como la vasca, atenazada durante décadas por la amenaza terrorista, aunque afortunadamente en los últimos tiempos esta amenaza esté en stand-by, en teoría favorecería la reflexión intelectual y académica sobre la cuestión. Sin embargo, quizá como otro reflejo más de la capacidad de penetración y la viscosidad de la cultura de la violencia, esto no ha sido así hasta fechas recientes. Afortunadamente, la situación está cambiando y a la acción pionera de resistencia de unas pocas organizaciones pacifistas, se unen cada vez más voces desde distintos ámbitos. Especialmente activa en los últimos años está siendo la participación de un grupo de historiadores de la UPV/EHU, liderados por Luis Castells, que se ha propuesto un auténtico programa de investigación en torno al problema del terrorismo en Euskadi, a su historización, con especial énfasis en el análisis histórico y el reconocimiento de una de sus consecuencias más graves, como es el de las víctimas.

            Una de sus últimas aportaciones es el libro colectivo (*) objeto de este comentario, editado por dos colegas contemporaneístas de nuestra universidad pública, Antonio Rivera y Carlos Carnicero. El volumen, titulado Violencia política. Historia, memoria y víctimas, responde en origen a un simposio sobre el tema organizado en Vitoria-Gasteiz por el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, que reunió a historiadores, sociólogos, filósofos y periodistas en torno al tema. La selección de autores y temas ya constituye un primer acierto, pues resulta particularmente sugerente la variedad de perspectivas y acercamientos, no siempre coincidentes por cierto, como ya anuncian los editores en su Introducción. Un repaso al índice  resulta ilustrativo. A la Introducción citada siguen “La violencia política y su dimensión histórica” (Julio Aróstegui), “Repertorios de violencia política” (Rafael Cruz), “La Segunda República y la violencia” (Fernando del Rey), “Estructuras retóricas de la violencia política” (Martín Alonso), “¿Culturas o estrategias? Notas sobre violencia política en la España reciente” (Santos Juliá), “Del terror revolucionario al terrorismo” (Patrice Gueniffey), “La pervivencia del terrorismo de ETA” (Ignacio Sánchez Cuenca), “Historia de la memoria y la reparación a las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo (1976-2009)” (Javier Ugarte), “Historización de la memoria de las víctimas del terrorismo en el País Vasco” (Xabier Etxeberría) “La memoria de las víctimas del terrorismo en el País Vasco: un proyecto en marcha” (José Antonio Pérez y Pérez), “De mensajero a víctima” (Ander Landáburu).

            El título representa todo un programa de reflexión, de investigación, pero también de acción e intervención en torno a la violencia política. En primer lugar, Historia, pues se trata de historiar, es decir de analizar, intentar explicar y narrar el fenómeno terrorista, en particular, pero no sólo, el de ETA. Ya en la Introducción y en el capítulo de J. Aróstegui se señala la relativa novedad de la consideración de la violencia política como fenómeno historiable. La violencia como hecho, como relación social, responde siempre a un conflicto (político, social, económico, etc.), pero no constituye la única posible respuesta, y lo interesante es analizar por qué en un contexto histórico dado se recurre a la violencia, con el fracaso de la política como solución pactada y dialogada que supone dicha opción. En segundo lugar Memoria, pues una de las responsabilidades de los historiadores es aportar materia prima a la construcción de la memoria (presente) a partir de la reconstrucción del pasado. La tarea, ese “deber de memoria” (X. Etxeberría) se presenta más compleja de lo que parece, pues vivimos en una época que adolece de “sobredosis de memoria”, que puede llegar a sustituir no ya solo a la historia, sino también a la política (J.Ugarte). En ese contexto y en particular en relación con el fenómeno terrorista en Euskadi, la construcción de una memoria compartida, en absoluta única ni oficial, desde juicios morales que no admitan el asesinato o la negación del “otro”, se plantea como una necesidad inexcusable para una sociedad vasca normalizada. No obstante, la intuición de que buena parte de la sociedad vasca desearía pasar página del capítulo de ETA, si ésta desapareciera definitivamente, y no plantearse ninguna reflexión sobre lo que ha sucedido aquí en estas décadas, muestra lo difícil, complejo, incluso incómodo para mucha gente, de esa tarea. Finalmente, Víctimas, el exponente más trágico y el recordatorio permanente de la acción bárbara de ETA, como realidad también historiable. En esa perspectiva se plantea la creación de un “Fondo de la Memoria de las víctimas del terrorismo en el País Vasco” (J.A Pérez), como patrimonio documental que posibilite la elaboración de un relato histórico de las últimas décadas con las victimas como protagonistas y no como meras “consecuencias de“. Objetivo último sería la creación de un verdadero “Centro de la Memoria”, con vocación paralela académica y social, como exponente fundamental de una política pública de la memoria en Euskadi y como recurso clave para el conocimiento histórico de una historia reciente devastadora.

            La riqueza de planteamientos, argumentaciones y matices que ofrece el libro es inmensa, desde los problemas de definición del terrorismo y las víctimas a la conexión directa entre accionar terrorista y medios de comunicación o la importancia decisiva de los artificios retóricos para la legitimación del terrorismo. Si tuviera que destacar algún hilo argumental, alguna “idea-fuerza” que lo recorriera de forma transversal, tal vez sería la insistencia en la responsabilidad individual de quien opta por la acción violenta, por encima de otros factores circunstanciales y ambientales. Frente a la banalidad del mal, la “opcionalidad del mal” (M. Alonso), frente al (supuesto) peso de determinados contextos cultural-políticos, la apuesta consciente y deliberada por estrategias violentas (S. Juliá). Este énfasis en las decisiones y responsabilidades individuales es un buen antídoto contra las ideas de responsabilidad/culpabilidad universales (léase teorías del “conflicto” o del “contencioso” vasco) para justificar lo injustificable, tan difundidas por estos lares.
En definitiva, un libro imprescindible.
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(*) Antonio Rivera, Carlos Carnicero Herreros (eds.), 2010, Violencia política. Historia, memoria y víctimas, Madrid, IHSVF-UPV/EHU-Maia, 367 pp.