Carmen Heredero
Los vínculos entre los jóvenes y el sindicalismo
Sobre el libro El devenir del sindicalismo y
la cuestión juvenil
, de Antonio Antón, Madrid,
Talasa Ediciones, 2007, 224 páginas. 17 euros.
(Página Abierta, 181, mayo de 2007)


            Este libro explica el desarrollo del sindicalismo en España y las dificultades de su relación con los jóvenes trabajadores (*), con sus condiciones laborales y mentalidades. Primero, expone el enfoque teórico para interpretar la acción sindical y las transformaciones del trabajo y de las identidades laborales. Segundo, analiza la influencia y los cambios estratégicos de los sindicatos desde la transición democrática y explica sus principales políticas en los últimos años. Y tercero, señala la fragilidad de los vínculos entre la gente joven y los sindicatos, sus causas externas –la precariedad laboral– e internas –la segmentación de la acción sindical y la débil identificación juvenil–. Se trata de cómo abordar el acercamiento de los jóvenes a los sindicatos y la renovación de éstos. Aquí se exponen dos aspectos de sus conclusiones.
            Se señalan, en primer lugar, los datos más significativos que reflejan los vínculos entre sindicatos y trabajadores y trabajadoras jóvenes. Existen unos 42.800 jóvenes que son representantes sindicales, cerca del 15% del total de los 280.000 delegados elegidos. La afiliación sindical juvenil está en torno al 11% de la afiliación total –alrededor de 2,4 millones–, lo que supone unos 268.000 jóvenes afiliados a los sindicatos. Es un volumen relevante, pero sólo constituye el 4,9% de los jóvenes activos –5,6 millones–, y el 6,5% respecto de los jóvenes asalariados –4,4 millones– (EPA 2004, II). Mientras, la tasa de afiliación sindical global –respecto a la población asalariada– es del 16,7%, y la de la población mayor de 29 años el 20,7%. La proporción de la afiliación sindical juvenil con respecto a la afiliación sindical adulta es de uno a tres, y expresa las diferencias cualitativas de la vinculación con los sindicatos desde el punto de vista generacional.
            La tendencia de los últimos 15 años ha sido de un aumento del total de representantes sindicales jóvenes, con una importante expansión de las elecciones sindicales, en el contexto de la extraordinaria expansión del empleo y del número de centros de trabajo. Al mismo tiempo, en los últimos 12 años, se ha producido una moderada disminución de los porcentajes juveniles en relación con la representación sindical total, ya que los representantes adultos se han incrementado más. Ese descenso de los porcentajes de participación juvenil ha sido mucho más pronunciado en la afiliación sindical. Los datos absolutos son importantes comparados con otras organizaciones sociales y políticas pero, particularmente, la escasa y frágil afiliación sindical juvenil, su porcentaje descendente –respecto del conjunto de la afiliación y del total de juventud trabajadora– y su poca presencia en las estructuras sindicales expresa la debilidad de los vínculos asociativos y de pertenencia de los jóvenes trabajadores a los sindicatos.
            Por otra parte, existe un relativo apoyo de gran parte de jóvenes trabajadores a los sindicatos, en el plano electoral –con el voto a las candidaturas en las elecciones sindicales– y a determinadas funciones representativas y de intermediación. Esto supone la existencia de cierta legitimidad representativa de los sindicatos con respecto a los jóvenes trabajadores.
            También una parte significativa de jóvenes trabajadores ha participado, con los sindicatos y otras organizaciones, en procesos masivos de movilización con mayor o menor liderazgo del sindicalismo –en conflictos locales o en la huelga general del año 2002 y en las movilizaciones contra la guerra de Irak en el año 2003–, movilizaciones que han sido expresión de campos sociales amplios con experiencias compartidas. Igualmente, sectores significativos de trabajadores y trabajadoras jóvenes han participado en procesos más amplios de movilización social –nuevos movimientos sociales, campañas y redes, asociacionismo de base–, con otros intereses y referencias culturales y sociopolíticas, en los que los sindicatos y la acción sindical han ocupado un lugar más secundario.
            En definitiva, los aspectos más relevantes de los vínculos entre jóvenes trabajadores y sindicatos son los siguientes: 1) Presencia significativa de jóvenes en la representación sindical, asociada al primer peldaño de las estructuras sindicales. Ello supone un elemento positivo de su vinculación. 2) Una reducida e inestable afiliación sindical juvenil, sobre todo de varones, con contrato indefinido y empleos semicualificados, en empresas medianas y grandes. En ellos se mezcla una doble motivación. Una es de tipo instrumental, lo cual no supone un vínculo sólido y permanente. Otra tiene componentes de pertenencia e identificación en transición. De esta limitada afiliación sindical juvenil, una parte es estable y participa de la representación sindical. 3) Sin embargo, esa representación y afiliación juveniles no tienen acceso a las estructuras sindicales, intermedias y superiores, ni influencia relevante en ellas. Unas estructuras que son decisivas para el desarrollo general del sindicalismo, en el contexto actual, y más visibles desde el punto de vista mediático e institucional y de la conciencia colectiva. Ello facilita la inercia de la segmentación de la acción sindical y la prioridad de los sindicatos a la relación con las bases sociales centrales –estables y adultas.
            En segundo lugar, se valoran los puntos de encuentro entre trabajadores y trabajadoras jóvenes y sindicalismo. Son el resultado de la confluencia de los intereses mínimos de las diferentes partes y la correspondencia con sus esfuerzos respectivos. La zona de contacto se sitúa, sobre todo, en el campo del reconocimiento y extensión de la representatividad de los sindicatos, que favorece la función de intermediación de sus estructuras sindicales. Y para la gente joven, en el aprovechamiento pragmático de algunas de sus funciones. Sin embargo, esos vínculos son muy frágiles e instrumentales en los dos sentidos. Además, las tendencias en los porcentajes de participación juvenil más activa y en la afiliación sindical son insuficientes y descendentes. Ello lleva a resumir la conclusión general del diagnóstico de esta investigación: vínculos débiles entre sindicatos y jóvenes trabajadores. Se asienta en situaciones sociales profundas y no se vislumbran cambios sustanciales hacia una relación más fuerte. Ambas cuestiones ponen de relieve la importancia de la reflexión sobre este problema.
            En el libro se señalan los contextos externos desfavorables para el acercamiento mutuo entre jóvenes trabajadores y sindicatos, en particular la precariedad laboral. Se explican las trayectorias del sindicalismo y sus cambios estratégicos, a través de las tres fases históricas desde la transición democrática y, particularmente, de la etapa actual desde el año 1995. Se profundiza, especialmente, en los factores que no permiten superar ese desencuentro. El problema general, desde la influencia de la acción sindical, es el debilitamiento del poder contractual de los sindicatos, las dificultades de la intermediación sindical y del neocorporativismo o concertación general “débil” para mejorar sustancialmente las condiciones sociolaborales y de empleo, y transformar a gran escala la segmentación del mercado de trabajo y la precariedad laboral juvenil. Tal como se analiza, ello se debe, sobre todo, al aumento del poder empresarial en las relaciones laborales y a la menor compatibilidad entre los procesos y políticas económicos, productivos y sociolaborales dominantes y los intereses y objetivos del sindicalismo y de sus bases sociales.
            Dentro de ello, se ponen de relieve otras insuficiencias internas de los sindicatos: la segmentación de la acción sindical y la relativa impotencia de las estrategias sindicales para transformar la precariedad laboral, junto a la inadecuación cultural y organizativa para conectar con los jóvenes trabajadores y la gente precaria. Estos sectores ocupan un lugar secundario en las políticas efectivas de los sindicatos. Esas políticas dan prioridad a sus bases sociales centrales y sus propias estructuras sindicales y son más útiles para ellas. A su vez, el alejamiento de los sindicatos por parte de los jóvenes trabajadores y su escasa identificación con ellos expresa esa posición secundaria con respecto a la acción sindical y se combina con ella. Los dos aspectos se condicionan mutuamente.
            Además, hay que añadir el distanciamiento y los cambios de mentalidades en las dos partes de las clases trabajadoras. Por un lado, las mediaciones y cambios de la cultura obrera, la crisis de las identidades laborales de la etapa fordista/keynesiana y de las referencias simbólicas y alternativas de la clase obrera “sindicalizada”, más adulta, de los grandes centros de trabajo. Por otro, diferentes mentalidades, nuevas relaciones sociales, distintos vínculos con el empleo y diversas estratificaciones de estilos de vida y consumo, que afectan más a la gente joven, y que se sitúan más en las pymes y las nuevas empresas de servicios. Así, en la investigación ha aparecido un nuevo problema desde el lado de la pertenencia: los cambios en las identidades laborales y de identificación social de los jóvenes trabajadores y la conformación de otras nuevas. En el ámbito laboral son embrionarias y necesitarían “experiencias” compartidas y prolongadas, junto con los procesos de interacción y transición con las mejores tradiciones e identidades laborales de los núcleos obreros sindicalizados. No se sabe su evolución futura, pero constituye un elemento clave para configurar la densidad de los vínculos de los sindicatos con las nuevas generaciones.
            Se señalan los grandes cambios en las relaciones de poder, tanto en los procesos socioeconómicos generales como en las relaciones laborales en las empresas, y la fragmentación de las clases trabajadoras. Todo ello genera un debilitamiento de la capacidad transformadora y de las identidades del movimiento sindical –de su papel en la consecución de reformas, de su compleja articulación de clase y de su influencia en la sociedad– y de su representación sindical y política. Ante esto, los intereses estratégicos de los sindicatos son conservar unas bases sociales centrales y garantizar la estabilidad de sus estructuras sindicales.
            Para mantenerse y cumplir su función de intermediación, los sindicatos necesitan cierto poder representativo y de legitimación social basado en dos tipos de mecanismos. Primero, credibilidad de los resultados de su influencia, de su papel defensivo y de mejoras concretas. Segundo, conseguir un aval explícito a su gestión y a sus representantes en los dos planos, en el de las elecciones sindicales y en el de la afiliación. En el plano representativo han conseguido una extensión cuantitativa relevante; en el de la afiliación, ésta es muy escasa entre los jóvenes y muy desigual con respecto a las personas mayores de 29 años –proporción de uno a tres–, y refleja esa debilidad de la implicación juvenil y del arraigo de los sindicatos entre la gente joven. Ello, desde la óptica de los objetivos y las funciones generales de los sindicatos de clase.
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(*) Por jóvenes se entiende las personas de una edad comprendida entre los 16 y 29 años, y la mayoría se incorpora al mercado de trabajo a partir de los 20 años.