Carmen Heredero de Pedro
La política educativa del PP: el caso de Madrid.
Una educación para la diferencia entre los sexos

(Página Abierta, 222, septiembre-octubre de 2012).

  El Observatorio de Igualdad de Género, de la Fundación Sindical de Estudios de CC OO, publicó en marzo pasado un informe titulado “Una educación diferenciada para la diferencia entre los sexos”, elaborado por su coordinadora, Carmen Heredero de Pedro, en el que se hace un análisis crítico de los centros educativos de la Comunidad de Madrid que segregan al alumnado en función del sexo. Aquí publicamos un extracto de ese texto.  

En su introducción, el estudio señala que, a pesar de la no obligatoriedad legislativa, la enseñanza mixta se ha ido imponiendo en nuestro país, de tal manera que, en la actualidad, todos los centros educativos públicos y la mayoría de los privados y de los privados concertados son mixtos.

Lejos queda la diferencia de currículo según el sexo (durante el franquismo, las chicas, labores; y los chicos, formación del espíritu nacional), que estaba asentada en la creencia de que el papel de la mujer era el de ser buena esposa y madre. Hoy, la legislación establece un único currículo, indiferente al sexo y, aunque la realidad nos sigue hablando de discriminación femenina y de reparto sexista del trabajo, es objetivo de nuestra sociedad conseguir la igualdad de hombres y mujeres.

La enseñanza mixta es un valor democrático de la sociedad occidental que ha tenido como consecuencia incrementos notabilísimos en la formación de las mujeres y de los hombres. Como señala Marina Subirats, «en 1982 había todavía en España algo más de 6 millones de personas analfabetas o sin estudios, de las cuales el 62% aproximadamente eran mujeres; es decir, unos 3,7 millones de mujeres. Veinticinco años más tarde, en 2007, el analfabetismo o “sin estudios” afecta a 858.600 personas, de las cuales casi un 70% son mujeres, es decir, unas 570.000: la población sin estudios ha quedado dividida por siete, aproximadamente, y la mayoría, de edades avanzadas. En el nivel educativo más alto, quienes han alcanzado un título universitario, el porcentaje de personas con estudios terminados se ha multiplicado, para los hombres, por 3,3 entre 1982 y 2007; para las mujeres, por 5,1. Las tituladas universitarias han pasado de 640.000 en la primera fecha a 3.269.000 en el año 2007, y a constituir el 53,22% del total de titulados superiores, superando a los hombres» (1).
Pero no se trata solo de resultados académicos, explica el informe, sino también de otras consecuencias relativas al carácter de la educación, del desarrollo de valores democráticos como la igualdad, la convivencia, los comportamientos individuales y colectivos, el aprendizaje de las relaciones entre los sexos… que difícilmente pueden ser atendidos por una educación que no parta de la mezcla de chicos y chicas en los centros y en las aulas.

Segregación del alumnado en función del sexo

No obstante, en la Comunidad de Madrid, revela el estudio, no cesan de surgir nuevos centros educativos que separan a su alumnado en función del sexo. En la actualidad, para las enseñanzas de régimen general, existen veinticuatro centros de este tipo (un 0,75% del total de centros), que cuentan con cerca de 30.000 alumnos y alumnas (el 3% del total del alumnado) (2). La notable diferencia entre los dos porcentajes nos indica que se trata de centros muy grandes y con una amplia oferta informativa. De ellos, once tienen todas o alguna etapa en régimen de concierto y trece son privados. Siete de estos centros son masculinos, diez femeninos y siete separan a los chicos de las chicas en aulas o edificios distintos.

En general, son centros “clasistas”, enfocados a hijos o hijas de las familias con más recursos económicos. Hay que tener en cuenta, por un lado, que la cuota que se paga mensualmente en los centros privados puede ser, de media, de unos 500 euros y, además, están los servicios de transporte, comedor, uniformes varios, actividades extraescolares…; y, por otro, que los centros privados  concertados, si bien no pueden cobrar esa cuota mensual, sí cobran todo lo demás y, en ocasiones, es obligado que el uniforme se compre en el propio centro (3).

El informe documenta cuatro centros privados que segregan al alumnado en función del sexo y solo admiten chicos, todos ellos relacionados con el Opus Dei, con un total de 6.000 alumnos y una oferta concertada varia. Otros cuatro centros solo admiten chicas y también son del Opus y con todos o algún nivel concertado. Estos centros acogen a 4.000 alumnas.

Desde hace seis años, a partir de la vigencia de la LOE, han surgido tres nuevos centros educativos en la Comunidad de Madrid que admiten a ambos sexos, con un total de casi 4.000 alumnos y alumnas, si bien chicos y chicas son separados después en edificios o aulas y promueven una educación diferenciada para unos y otras. También se crearon tres centros privados, con un total de 2.225 alumnos, que solo admiten a chicos. Y siete centros, con un total estimado de 8.000 alumnas, que solo admiten chicas.

Existen, por otro lado, centros privados que separan a su alumnado por edificios o aulas. Pertenecen, o han pertenecido, a los Legionarios de Cristo, y reúnen en sus aulas a casi 5.000 alumnos y alumnas.

Por consiguiente, 18 de los 24 centros educativos segregados de la Comunidad de Madrid estudiados en el informe pertenecen a esas órdenes religiosas que defienden una educación diferenciada en función del sexo, ligadas a la Iglesia católica y, sobre todo, a sus sectores más integristas: el Opus Dei y Legionarios de Cristo (4).

El falso discurso de la igualdad de los sexos

En general, todos estos centros analizados en el estudio suelen declarar su creencia en la igualdad de los sexos. Ahora bien, si esta creencia fuera realmente asumida no tendría sentido una educación diferenciada. Además del mismo hecho de la separación de chicos y chicas, ya sea por centro, ya sea por aula, en estos centros, se pueden encontrar elementos que prueban que su discurso de igualdad es mera apariencia:

· Una oferta de ciclos formativos diferente en función del sexo. Cinco de estos centros ofrecen enseñanzas de formación profesional (tres masculinos y dos femeninos), con mayor oferta formativa para chicos que para chicas. Además, en esa oferta resulta evidente el mantenimiento del estereotipo de género: todos los ciclos formativos que se ofrecen en los centros masculinos se ajustan al papel social adjudicado a los varones, y predominan en ellos las enseñanzas relacionadas con la informática; mientras que los ciclos que se ofertan en los centros femeninos obedecen, a su vez, al tipo de trabajos que se entienden “propios” de las mujeres.

· Junto con una declaración a favor de la igualdad, se encuentra siempre la expresión de la especificidad femenina, relacionada con su papel de ama de casa y madre.

· En el caso de los centros que separan a chicos y chicas por aulas o edificios, también les diferencian con un uniforme distinto. Ni que decir tiene que esto ocurre también, por lo general, en los centros mixtos. El uniforme masculino suele ser sobrio (colores grises, azules…) y el femenino suele llevar falda de cuadros vistosos. También se diferencian los uniformes deportivos. Se trata de prendas obligatorias sin las cuales no se permite la entrada al centro. Con ello, se obliga a chicos y chicas a presentar una imagen claramente diferenciada. A las chicas se les impone que lleven faldas, cuando el pantalón es una prenda comúnmente adoptada por las mujeres y, más aún, por las chicas de estas edades.

· Normalmente, en estos centros el profesorado también está segregado por sexo, es decir, se da una correspondencia entre el sexo del alumnado y el del profesorado. Con ello será difícil que chicos y chicas tengan modelos variados para la construcción de su identidad. La separación, por tanto, es tajante: dos sexos, dos mundos.

El informe destaca que, además, la mayor parte de estos centros recogen entre sus señas de identidad o estilo educativo el hecho de ofrecer una educación diferenciada, que defienden con argumentos que suelen aludir a tres tipos de razones:

· Desarrollar mejor la personalidad de chicas y chicos. Basándose en el diferente grado de madurez de chicos y chicas, dicen que, dado que las chicas maduran biológica y psíquicamente antes que los chicos, estos disminuyen su rendimiento en contacto con las chicas, porque se inhiben, se desmotivan, se frustran y son más agresivos.

· Mejorar el proceso de socialización. Insisten en que «la conducta de los chicos en las clases mixtas suele ser más agresiva y egoísta que en las clases diferenciadas y se ha constatado que, en general, en los centros mixtos los chicos entienden mejor a las chicas pero les pierden el respeto».

· Incrementar la eficacia académica. Sostienen que «al tener en cuenta los diferentes procesos de maduración biológica y psicológica, se ofrece mejores posibilidades para lograr el rendimiento académico de los alumnos, puesto que se facilita la adaptación por parte de los educadores al ritmo de cada persona».

En algunos casos se llega a decir incluso que hay diferencias entre chicos y chicas en el sentido del oído, en la configuración de los hemisferios del cerebro, en la visión, etc.

Contra los estereotipos

Sin embargo, para la autora del informe, separar a chicos y chicas, así como al profesorado, con la pretensión de que unos y otras desarrollen mejor su personalidad, supone, en la práctica, defender el mantenimiento de una única categoría –la hegemónica– para cada sexo, evitando la “perversión” de ese modelo hegemónico a través del contacto con elementos de la personalidad que no se consideran propios. Ello nos lleva al mantenimiento de un único modelo de varón y un único modelo de mujer al que, en cada caso, chicos y chicas deben imitar, deslegitimando cualquier ruptura con el modelo, lo cual es tremendamente limitador de la libertad individual, refuerza el estereotipo y promueve el rechazo social a quien se aparta de la norma.

Y agrega que hay muchos aspectos de lo que se entiende por personalidad masculina hegemónica –audacia, valentía, etc.– y de la feminidad hegemónica –sensibilidad, preocupación por los demás…– que son positivos para el desarrollo de la persona, independientemente de su sexo.  «Es complicado conseguir que unos y otras se “contagien” de esas características, si les negamos siquiera su conocimiento. Es difícil que alguien se desarrolle socialmente en una isla desierta, como es difícil que los chicos y las chicas aprendan a vivir en una sociedad que es mixta si ese aprendizaje se realiza por separado».
La convivencia genera conflictos y uno de los objetivos de la educación es, precisamente, aprender a prevenirlos y resolverlos, subraya el estudio. Y recuerda que, de hecho, la LOE, en su artículo 1, establece que uno de los principios de la educación es «la educación para la prevención de conflictos y para la resolución pacífica de los mismos, así como la no violencia en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social». De la misma manera, se recoge, en el artículo 2, como un fin de la educación: «La educación en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia, así como en la prevención de conflictos y su resolución pacífica».

Dado que los conflictos sociales entre los sexos, como tantos otros, se dan cotidianamente, «si separamos en nuestras aulas y en nuestros centros a los chicos de las chicas, evitaremos los conflictos, sí, pero no tendremos la oportunidad de que aprendan a resolverlos, no podremos darles recursos para enfrentarse a una convivencia entre los sexos que, en muchas ocasiones, resulta problemática, y estaremos dejando que afronten sin la información necesaria los conflictos intersexos, de mayor entidad, seguramente, que puedan generárseles cuando sean adultos», asevera el informe. Y a continuación añade: «Pero, sobre todo, mezclarlos supone la posibilidad de ayudarles a comprenderse, a valorar lo positivo de unas y otros, a establecer lazos de amistad, a desinhibirse en su trato con las personas del otro sexo. En una palabra, a convivir de manera natural».

El rendimiento escolar

Otro argumento de esos centros privados que segregan al alumnado en función del sexo es que con ello se incrementa el rendimiento escolar, un concepto que para sus defensores es sinónimo de “eficacia académica”, es decir, referido estrictamente a los conocimientos académicos. Unos conocimientos que son ajenos a todo el conjunto de las denominadas “competencias básicas”, que comprenden destrezas, conocimientos y actitudes, concebidas como capacidades para preparar al alumnado para su vida adulta.

Por el contrario, desde el punto de vista de la autora del estudio, «valorar el rendimiento escolar de un alumno o alumna es tener en cuenta no solo lo que sabe de matemáticas, lengua o historia, sino su competencia matemática, lingüística… y también su autonomía e iniciativa personal, su competencia social y ciudadana, etc.».

La autora recuerda que estos colegios segregados son centros elitistas, aunque sean concertados, que se dirigen a chicos y chicas de familias acomodadas, con suficientes recursos económicos, educativos y culturales disponibles para sus hijos e hijas. Y, sin duda, estas condiciones favorecen una mayor eficacia académica, «por lo que es difícil diferenciar si esos pretendidos mejores resultados se deben a este hecho o al de tener una educación segregada».           

Sobre este concepto de rendimiento académico, el estudio trae a colación un hecho que prueba su falsedad. Desde el año 2008, la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid ha instaurado  una prueba externa al alumnado de sexto de Primaria que aplica anualmente a todos los centros de la región. Se trata de una prueba ampliamente denunciada por la comunidad educativa, pues parte de esa concepción de rendimiento académico.

De un cuadro incluido en el estudio en el que se comparan, en la prueba de sexto de Primaria de 2011, las notas medias obtenidas por 22 centros segregados con las de 40 centros mixtos (públicos, concertados y privados) de la zona donde están los primeros, en diversos municipios de la comunidad y barrios de la capital, solo tres centros segregados obtienen la mejor nota de su zona. En todos los demás casos son los centros mixtos los que obtienen el mejor resultado académico.

Los centros mixtos y la coeducación

Educación mixta no es sinónimo de coeducación, precisa el informe. El hecho de reunir a chicos y chicas en los mismos centros y en las mismas aulas no significa, por sí solo, que se esté produciendo una educación igualitaria.

El estudio asegura que la mayoría de los centros mixtos privados y privados concertados que pertenecen a confesiones religiosas comparten, además, con los centros que segregan a su alumnado por razón de sexo buena parte de sus concepciones educativas en relación no solo con la formación religiosa, sino también, y ligado a ello, con su modelo de educación diferenciada, a partir de una similar consideración de esa especificidad femenina. Por tanto, no es imprescindible separar al alumnado para transmitir los mismos valores sexistas de siempre.

La autora de este estudio defiende la escuela mixta como la base a partir de la cual se debe realizar la coeducación, un modelo educativo que entiende ha de apoyarse en una escuela mixta, que «pretende la construcción de personas, independientemente de su sexo, sin estereotipos que, recogiendo lo positivo de uno y otro género, imparte una misma educación integral a unos y a otras».

En su opinión, los centros educativos mixtos, por el hecho de serlo, tienen una parte del camino recorrido, pero aún deben plantearse toda una serie de medidas para conseguir una educación integral no discriminatoria. Y enumera algunas de ellas:

· La revisión de los contenidos en todas las áreas del currículo para introducir las aportaciones de las mujeres a la vida social y a la cultura.

· La utilización de libros de texto y materiales curriculares que difundan una visión no estereotipada de los sexos.

· La utilización de un lenguaje no sexista que nombre a las mujeres.

· La práctica de una orientación educativa que facilite a las chicas y a los chicos una elección formativa y profesional al margen de los estereotipos de género.

· El diseño de programas específicos para facilitar a las chicas el acceso a las nuevas tecnologías y a las profesiones tradicionalmente consideradas como masculinas.

· La introducción en el currículo escolar de conocimientos y experiencias relativos a la salud, la sexualidad, las tareas de la vida cotidiana, las relaciones afectivas…

Las Administraciones educativas, por su parte, deben fomentar que los centros avancen en esta dirección, empezando por la formación inicial y permanente del profesorado en materia de coeducación y siguiendo por la retirada del concierto a los centros educativos que segregan al alumnado, la dotación de recursos a los centros para la tarea coeducativo y la mejora de una legislación que establece formulaciones generales a favor de la igualdad de los sexos, pero que no es coherente con la exigencia de su cumplimiento.

Desgraciadamente, se lamenta la autora de este estudio, «bajo el Gobierno de Esperanza Aguirre y la dirección de Lucía Figar, en la educación madrileña, han aumentado los centros educativos ligados al integrismo católico, cuyas concepciones son poco favorecedoras de la igualdad de los sexos». Tales centros, agrega, reciben todo tipo de apoyos para instalarse en la región y disponen de todo el dinero público que sea necesario, incluso en un momento de crisis económica y de recortes para todo lo que sea oferta pública. Y tras la llegada del PP al Gobierno central, «previsiblemente, lo que ya ocurre en la Comunidad de Madrid se vea fortalecido en esta y fomentado en el conjunto de España en los próximos años».

Por último, el informe augura que el Anteproyecto de Ley para la Igualdad de Trato y la no Discriminación, que preparaba el anterior Gobierno, en el que expresamente se prohibía que las escuelas que separan a niños y niñas en función del sexo pudieran recibir dinero público, «se llenará de polvo en cualquier cajón del Ministerio, si es que no está ya a la papelera».

______________________

(1) Marina Subirats: “¿Coeducación o escuela segregada? Un viejo y persistente debate”, en RASE –Revista de la Asociación de Sociología de la Educación (www.ase.es/rase)–, vol. 3, nº 1, enero de 2010, págs. 143-158.
(2) Los datos globales de centros y alumnado los ha extraído la autora de Datos y cifras de la educación 2010-2011, Comunidad de Madrid. Los referidos a centros y alumnado segregado son investigación propia a partir de las páginas web de esos centros y de consultas telefónicas a los propios centros. Se cifra en cerca de 30.000 el número de alumnos y alumnas, de forma estimada, ya que la Consejería de Educación no informa de ese dato y algunos de esos centros evitan ofrecer esa información.  
(3) Por lo demás, resulta significativo que no haya oferta de ciclos formativos en los centros no concertados: la formación profesional no es una opción para quien tiene una alta capacidad adquisitiva.
(4) Solo dos centros son aconfesionales y con cierta vinculación entre sí. El primero, masculino, solo ofrece las etapas de Infantil y Primaria, mientras que el segundo es femenino en esas dos etapas y mixto en  las de ESO y Bachillerato.  

Sentencias sobre las ayudas a los centros segregadores

Dos recientes sentencias del Tribunal Supremo, referidas a dos centros de Cantabria y Andalucía, dejan al margen de la legalidad los conciertos con los colegios e institutos que segregan por sexo. En la actualidad, cerca de 70 de estos centros reciben fondos de las distintas comunidades autónomas. La mayoría de ellos están vinculados al Opus Dei.

El Supremo entiende que las ayudas públicas a esos centros son incompatibles con la Ley Orgánica de Educación (LOE), aprobada por el anterior Gobierno socialista en 2006, en cuyo artículo 84.3 se establece que en la admisión de alumnos no podrá haber «discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición». En consecuencia, esa norma deja fuera la posibilidad de que los centros que separan por sexo sean subvencionados con dinero público.

La Federación de Enseñanza de CC OO ha expresado su satisfacción con estas sentencias del Tribunal Supremo. Como ahora reconoce el alto tribunal, este sindicato siempre ha defendido que el artículo 84 de la LOE, al establecer el criterio de sexo como motivo de no discriminación para el acceso a los centros educativos, suponía la incompatibilidad con la concesión de conciertos a los centros que sí discriminaban por esta razón. Y, en cualquier caso, considera que la enseñanza mixta es un valor democrático que se debe potenciar, como un elemento más de entre los que pretenden la igualdad de los sexos.