Carlos S. Olmo Bau
Aportes a la construcción social del ciberespacio:
Nuevos movimientos sociales en la red

(II Congreso Internacional de Tecnoética. Barcelona, 14 y 15 de Noviembre de 2002)

En torno a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han aparecido o han renacido, agudizándose, importantes debates. Entre las cuestiones que en esos debates se abordan se encuentran las relativas al papel que juegan dichas tecnologías en el seno de los procesos culturales, sociales y políticos. Procesos de los que forman parte activa toda una serie de iniciativas ciudadanas que usan, construyen y piensan el ámbito de las comunicaciones telemáticas y la informática, con Internet a la cabeza.
Una Internet joven, aún, (la fecha oficial de desaparición de su predecesora, la red militar ARPANET, está fijada en 1989), que en su vertiginosa constitución como red de redes ha visto como, a través de ella, se han ido desarrollando y expresando prácticas socio-culturales antagonistas, políticas y actitudes transformadoras.
Prácticas que no siempre caen bajo el paraguas del quehacer de lo que ha venido en llamarse Nuevos Movimientos Sociales; aunque sea en estos sobre los que esta injerencia pose su mirada. Y ello tomando, de partida, una acepción general de los mismos, desde la conciencia de que no cabe una definición unívoca, cerrada, uniforme o excluyente de ellos.
Elementos básicos en esa delimitación, que conforme avance el texto irá ampliándose, matizándose y comentándose (si quiera entre líneas), son la consideración del movimiento social como un agente colectivo y movilizador, con determinados niveles de integración y procesos identitarios, cuya actividad tiene cierta continuidad y se sirve de muy variadas formas de acción y organización para lograr una serie de objetivos que, en general, proponen, favorecen e intentar impedir, prevenir, anular o provocar cambios sociales relevantes, cuando no fundamentales.

Redes de comunicación alternativa

La instantaneidad, interactividad, virtualidad e integralidad de la comunicación que permite la Red formaba parte del horizonte de los nuevos movimientos sociales mucho antes de la configuración de esta.
Comunicar otras cosas, y de otras formas, es un deseo que está detrás del sinfín número de fancines, revistas y periódicos que conforman el universo plural de lo que se llamó prensa alternativa; detrás también de la eclosión de las radios libres, las agencias de noticias alternativas e incluso algunas experiencias televisivas; detrás, ahora, de tantos y tantos espacios en la red por los que fluye la contrainformación, la solidaridad, la cooperación, la denuncia,… y el quehacer cotidiano de los ecologismos, feminismos, pacifismos y otros ismos.
En esos espacios toma cuerpo, también, la crítica a las dinámicas de emisor activo – receptor pasivo, de la concentración del poder informativo y de a la unidireccionalidad de los mass media. Igualmente tiene cabida la denuncia de las múltiples estrategias de conformación de la “realidad mostrada”, del vacío de contenido explicativo de la noticia y la lógica según la cual cuanto aparece en los grandes medios (por erróneo, parcial, falso o manipulado que sea) adquiere de inmediato carácter de verdad mientras que lo que no se refleja a través suya simplemente no existe. Y es que en la Red encuentran un espacio relativamente cómodo en el que desenvolverse y en el que tienen su razón de ser, pues Internet no es ajena a esa realidad criticada y denunciada.
El acceso de los NMS a la red traslada al ciberespacio la permeabilidad de los límites, los aportes mutuos, que los caracterizan fuera de ese arrecife de información. Permeabilidad que se hace patente en un uso como herramienta de difusión que bebe de la experiencia acumulada durante años, desde las imprentas clandestinas a las fotocopiadoras de segunda mano, pasando por las ondas; y que aporta aires nuevos a esos viejos medios.
Las iniciativas, no sólo en la Red, sino en los usos creativos de los aportes informáticos, por ejemplo, están implicando cambios notables en el lenguaje visual de las publicaciones sobre papel. Las radios libres han encontrado en las nuevas tecnologías un aliado que permite la difusión de sus archivos sonoros, más allá de las fronteras del dial. Tecnologías que, además del uso ocasional de ‘webcams’ para transmitir encuentros físicos a través de la red, permiten pensar la constitución de televisiones locales de iniciativa vecinal, por poner otro ejemplo.
En el otro sentido, una genealogía de los discursos contenidos en las webs que cabe englobar en este ámbito de antagonismos, resistencias y alternativas; obliga –sin perder de vista su diversidad- a tener presente no sólo impulso ético y político de las prácticas contrainformativas anteriores a la expansión de Internet; sino sus mecanismos de afirmación, sus pautas de expresión, sus lenguajes, su iconografía, etc.
La información, además de cómo descripción, como interpretación pública, abierta, que no se oculta. La reivindicación de otra temporalidad, que acepta la instantaneidad de la transmisión pero detesta la dictadura del directo pasajero, sin estela ni posibilidad de recuperación. Ligada a esa otra noción de tiempo, una denuncia de los mecanismos de construcción de actualidad (o de generación de olvido e ignorancia) y de la repetición como criterio de verificación. La comunicación como conjunto en el que se incluye la información, y la democratización como elemento característico de la comunicación (de manera que informar no forma parte del comunicar, sino del comunicarse). Son algunas de las líneas de esa cultura contrainformativa que ha encontrado en la Red un espacio donde seguir intentando ese viaje de permanente ida y vuelta que va de los medios de comunicación alternativa a los medios alternativos de comunicación.
Un viaje más cercano a aquellos horizontes que se citaban, merced a la posibilidad de comunicación en tiempo real, a la comunicación bidireccional e incluso multidireccional, a la amplitud del ámbito comunicacional y la integración plural del mismo. A lo que cabe añadir cierta descentralización, una peculiar ruptura temporal, accesibilidad relativamente amplia,...

De la información y la comunicación a la acción

Ese entronque comunicacional de la actividad informativa de los nuevos movimientos sociales en Internet está íntimamente relacionado con la multiplicación de centros activos y emisores, en mayor o menor medida abiertos, que se conectan de forma variable entre sí. Paulatinamente se ha ido tejiendo una red de intercambio no mercantil que trasciende las fronteras geográficas de las diferentes expresiones organizativas de esos movimientos. Junto a los espacios de difusión e información (páginas webs, servidores,…) han ido generándose espacios de debate y discusión, de transmisión de convocatorias o de gestación de estas, de coordinación de movilizaciones, (a través del correo electrónico, de listas, chats, etc.)… Un comunicarse que abre paso a nuevas comunidades de reflexión, de conocimiento y de acción.
En ese sentido Internet no es sólo un medio de comunicación –por amplio que pueda ser este concepto-; es también un medio de acción. Y es más, es un objeto de acción.
La Red, que como se ha dejado entrever no queda fuera de la crítica de determinadas dinámicas mediáticas, de construcción de la actualidad, de concentración de poderes,… no se reduce a ser un espacio donde se expresan y amplifican diferentes luchas por la justicia social, por los derechos humanos, por otro modelo de desarrollo económico, por…; es también un espacio donde se dan esas luchas.
Ese exceder el papel de medio para la organización y difusión de movilizaciones, para tornar escenario de manifestaciones, ha implicado un enriquecimiento del repertorio de las formas de protesta ya tradicionales en otros ámbitos. Adaptándose a las peculiaridades de semejante entorno, conceptos tradicionales como el de huelga, sentada, cadena humana, sabotaje, recogida de firmas, consultas populares, desobediencia civil,… han visto ampliar sus contenidos y posibilidades. Y a ellos se ha unido toda una serie de conductas que, sin olvidar que a veces beben de aquellas, pueden considerase típicamente informáticas: cracking, snnifers, spamming, ciberpunk, hacking, zippies,…
Es fácil encontrar ejemplos. Cabe remontarse a la internacionalización de la solidaridad “electrónica” con Chiapas, manifestándose desde en páginas y listas, en mirrors y enlaces, hasta en sentadas virtuales y mailbombigs, alteraciones de sitios webs y reloads continuados. Más recientes son las recogidas de firmas contra la lapidación, impulsada por Amnistía Internacional, dentro y fuera de Red pero con esta como importante elemento de transmisión y recolección.
Relativamente próximo resulta el piquete virtual en la web de Ámbito Financiero (periódico de economía argentino) y algo más lejana en el tiempo la sentada en la web del Ejército Chileno.
Son cuatro casos, tomados a vuela pluma, que ilustran las posibilidades que la Red ofrece cara a la movilización y participación colectivas. Pero el espectro participativo no se agota ahí y las modalidades de acción directa adquieren una variedad de formas que conviene dejar patente. La entrada en ordenadores para añadir o alterar códigos HTML, incluir imágenes y textos, característica de lo que se denomina ‘hacktivismo político’ o acciones hacker politizadas, es una buena muestra de la pluralidad de las formas de acción no convencionales; pese a ser un ejemplo tópico, que a veces oculta un abanico de acciones mayor e incluso más rico, como la creación de protocolos anticensura (hackers tan conocidos como “Mixter” o “Cult of de dead Cow” han trabajado recientemente en sendos programas) pensados para ser usados por activistas en la defensa de los derechos humanos allí donde libertad de expresión, información o reunión se ve limitada o cercenada.
Esa pluralidad se extiende a los propios usos de las diferentes herramientas hacker (conocidas son las campañas antinucleares de JF en 1998, o la denuncia de tortura en la web del gobierno indonesio) donde cabe encontrar una expresión colectiva, pública, abierta,… que las acerca al concepto de desobediencia civil; o anónima, privada, individual,… más similar al sabotaje.
Muchas de estas iniciativas, por lo demás, quedan fuera del entorno organizativo inmediato de las asociaciones ecologistas, pacifistas, feministas, de solidaridad, sinciales,…; aunque pueda considerarse que son parte –y nada despreciable, al contrario- de ese universo de ideas y actitudes alternativas. Un cosmos que, por suerte, no se limita al espectro de las personas organizadas de forma estable.

Hacer red haciendo en la red

La traslación al ciberespacio de reivindicaciones existentes fuera de él convive estrechamente con dinámicas de trabajo encaminadas a superar la división digital, las desigualdades en el acceso a las nuevas tecnologías, los atentados a la privacidad y a las libertades (de expresión, por ejemplo) y otros problemas de las vertientes más oscuras de la Red.
La extensión y protección de los derechos humanos, en general; la defensa de lo que ha venido en llamarse ciberderechos; la democratización de la red mucho más allá de los planteamientos sobre posibles consultas electorales digitales;… forman parte de un extenso quehacer en el que coinciden, con diferencias, matices y encontronazos incluidos, las más variadas iniciativas.
Un activismo informatizado, plural, heterogéneo, multicolor,… que como se apuntaba al principio no se deja encorsetar, todo él, ni por la más amplia definición de Movimiento Social (nuevo o no); pero que como también se apuntaba, tiene en estos importantes actores. Stefan Wray sitúa este activismo en la intersección de los movimientos sociopolíticos con la comunicación por medio de los ordenadores y fecha sus orígenes en la segunda mitad de la década de los ochenta (del pasado siglo; PeaceNet, por ejemplo, apareció en 1986). Una intersección que ha supuesto cambios en el quehacer y forma de ser de dichos movimientos y que también ha generado nuevos.
Está el manido ejemplo de la antiglobalización. Pero también el de las personas que se identifican con el apelativo Hacker (aunque quizá no en el sentido tan amplio de obra de Himanen).
Tanja S. Rosteck, en un libro electrónico titulado Hackers: Rebeldes con causa, plantea precisamente que, más allá de la existencia de protesta socio-política dentro de la cultura hacker, cabe hablar de movimiento social en la media en que existen unos mínimos organizativos, que conforman colectivos no institucionalizados, que proponen u opone programas (abiertos) para cambiar normas y valores, que desarrollan códigos éticos, que se mueve con amplitud de miras y se dirige al conjunto de la sociedad.
El propio Wray añade que el activismo informatizado permaneció en la periferia de los movimientos políticos y sociales hasta la explosión de Internet a principios y mediados de los noventa y aún hasta la llegada de los navegadores gráficos en 1994 y 1995. Ahora, en la fase postweb de Internet, un plétora de grupos de activistas de base y otros agentes políticos han extendido el uso de estos medios a países de todo el mundo. (Wray, S; 2000). Sirva de ejemplo NODO 50, una red telemática que hoy acoge a más de 300 colectivos y organizaciones sociales, políticas y culturales; colgó su primera página en 1996, aunque hunde sus raíces en la campaña “50 años bastan” que, contra el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el GATT (Acuerdos Generales sobre aranceles y Comercio) se desarrolló en el estado español durante 1994.
Cabe ilustrarlo pensando dos líneas que se trenzan, se entrecruzan, se anudan,…alimentándose mutuamente: La de una corriente que se mueve desde las conductas hacker hacia los hacktivismos (en un proceso abierto de replanteamientos generador de nuevos códigos éticos) y la de la incorporación a la red de los nuevos movimientos sociales y otras iniciativas que se ubican y desenvuelven en la plural cartografía de la crítica a los modos de producción, de organización social, de vida,… imperantes. Un trenzado que no es reducible a una foto fija pero que permite dibujar un boceto de una Internet que no es sólo para ver y leer; sino para decir. Y no sólo para decir, sino para hacer. Y para hacer en un doble sentido interconectado: Hacer en la Red y hacer Red. Un boceto, en otras palabras, que asigna a la gente de a pie un papel protagonista, constituyente si se quiere, en la apropiación y construcción del Ciberespacio.

Apropiación y autogestión del ciberespacio

No obstante su diversidad, puede intentar caracterizarse esa dinámica de apropiación del espacio, de generación de contextos de autogestión en el mismo.
Y entre las características de ese proceso ha de destacarse su orientación emancipadora, dirigida a crear condiciones para el ejercicio real y efectivo de derechos y libertades. Condiciones que implican un enfrentamiento claro con los usos las NTIC que contribuyen a agravar las brechas educativas, informativas y participativas entre diferentes estratos sociales y económicos o entre diferentes estados y regiones. Un enfrentamiento claro, pues, con las enormes desigualdades que se están generando y con la división social derivada de las diferencias entre usuarios/as, entre info-ricos e info-pobres. Garantizar el derecho de acceso y luchar contra el analfabetismo electrónico son dos de las tareas en que están implicadas algunas de las iniciativas que de reojo se miran en esta reflexión.
Esa extensión efectiva de la ‘ciudadanía electrónica’ está íntimamente ligada a la extensión de la participación ciudadana y, por tanto, de una democratización de Internet que, además, puede tener efectos cara a una profundización democrático en el resto de ámbitos sociales, económicos o políticos de un determinada comunidad.
La apertura telemática de las Administraciones Públicas, el acceso a la información deseada (y no la mera recepción de la que se quiera dar o la de los documentos oficiales, sino los documentos de trabajo, estudios, proyectos,…), el acceso a los procesos de toma de decisiones, la comunicación directa, la prestación de servicios (licencias, certificados,…) son posibilidades que, como la iniciativa legislativa o el mismo sufragio, se están estudiando, y en algunos casos ensayando, y que protagonizan interesantes debates en los más variados círculos.
Muchas de esas propuestas ya venían planteándose desde diversas entidades de todo tipo (ecologistas, sindicales y vecinales, sobre todo) conscientes de la necesidad de una mayor transparencia en unos poderes públicos cada vez más opacos pero que, a la vez, exigen ciudadanos y ciudadanas de cristal.
Hay, en esas demandas, una noción de la participación democrática que excede el corsé de la periódica participación en elecciones, sea o no con voto electrónico. Poder, por ejemplo, conocer desde el principio por donde va la planificación urbana que en un momento dado se diseña para una ciudad y encontrar formas para que la participación no se reduzca a un pliego de alegaciones para cuya redacción hay un tiempo siempre insuficiente. Poder participar en el diseño de las políticas sociales que directa o indirectamente afectan a los diferentes colectivos: niños y niñas, mayores, mujeres, migrantes personas con discapacidad física o psíquica,…
La participación, así vista, deja de ser sólo un medio para la obtención de unos fines concretos para convertirse en un mecanismo de aprendizaje social, de formación ciudadana, que permite a las personas reapropiarse del tiempo, del espacio, de la vida,…
La reapropiación del espacio y tiempo en Internet, aunque pueda parecer paradójico, se caracteriza por cierta quiebra de la confianza en la razón técnico-industrial. Quiebra de la que los nuevos movimientos sociales son tanto expresión como catalizadores (tal y como señalan Brandt, Büsser y Rucht). No comparten la concepción lineal de la historia, la creencia el progreso entendido como desarrollo material y moral interminable, ni la fe en la capacidad del ser humano para moldear y recrear indefinidamente las condiciones de su propia existencia por medio de la ciencia y la tecnología (Riechmann y Fernández Buey; 1995, 63).
Ese rechazo no es óbice para que los nuevos movimientos sociales pongan un especial énfasis en el conocimiento como instrumento para la transformación. Un conocimiento ligado a la revalorización de la ética como criterio de análisis y proposición (Verdaguer; 1997 (1993), pfo. 45), sustentando sobre la duda, la ausencia de certeza y la contradicción.
Las comunidades de conocimiento, la efervescencia en torno al software libre, el desarrollo de las tecnologías desde otras ópticas, la visión clásica del hacker como persona que investiga apasionadamente y considera un deber compartir sus resultados y facilitar su uso, Linux como ejemplo paradigmático; dan cuenta de una nueva relación tanto con el saber como con las formas mediante las que aquel se comparte y difunde.
Un dar a conocer no sólo datos, también destrezas, que responden al asedio que la información, o el informacionalismo (en expresión tomada a Pekka Himanen), mantienen sobre el conocimiento. Lo que importa no es tanto el conocimiento como el desarrollo del conocimiento. Aquí sí que la nueva “pedagogía con Internet” puede ayudar a proporcionar medios para que el entendimiento pueda moverse con facilidad en la jungla de las informaciones que le cercan (Martín; 2002, 15).
Frente a los siete valores dominantes de la sociedad red y de la ética protestante –dinero, trabajo, optimización, flexibilidad, estabilidad, determinación y contabilidad de resultados; Himanen señala a la pasión, la libertad, la actividad, la preocupación responsable y la creatividad como valores de la ética hacker.
Valores que es posible encontrar en el día a día de los nuevos movimientos sociales desempeñando un importantísimo papel en la formación de otro mundo y representando un desafiante espíritu alternativo (Himanen; 2002, 155).

Bibliografía citada

- Martín Patiño, J.M.; “Aquellos tiempos tranquilos de la educación selectiva”, en El País, edición del viernes 24 de mayo de 2002, página 15.
- Rosteck, T.S.; Hackers: Rebeldes con causa; traducido por Tosh,
en http://www.geocities.com/SiliconValley/Pines/7347
- Himanen, P.; La ética del hacker y el espíritu de la era de la información; Barcelona, Destino, 2002.
- Riechamnn, J. y Fernández Buey, F.; Redes que dan libertad, Introducción a los nuevos movimientos sociales; Barcelona, Paidós, 1994.
- Verdaguer, C.; 2Los movimientos sociales, de la esperanza al desconcierto”, en Revista de estudios sociales y sociología aplicada, nº 90, Cáritas Española, Madrid, enero-marzo de 1993.
Aquí se ha empleado la versión publicada en Boletín CF+S nº 3 de Habitat, noviembre de 1997: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n3/acver.html
- Wray, S.; La desobediencia civil electrónica y la world wide web del activismo: La política extraparlamentaria de acción directa en la red; traducción de Carolina Díaz, en http://aleph-arts.org/pens/index.htm





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