La cumbre mundial del desarrollo sostenible

El Norte no quiere asumir sus responsabilidades en la destrucción ambiental; a las élites que gobiernan el Sur tampoco les interesa que algo cambie

Grano de Arena

"El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas." -- Nuestro Futuro Común - Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Informe Brundtland), 1987.

De Río a Johannesburgo

La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, que se celebrará en Johannesburgo (Suráfrica) entre el 26 de agosto y el 4 de septiembre, reunirá a dirigentes mundiales, activistas y representantes de empresas, para trabajar en un programa con miras a asegurar que el planeta Tierra pueda ofrecer una vida digna a todos sus habitantes, en el presente y en el futuro. La Cumbre se celebrará en el Sandton Convention Centre, a las afueras de Johannesburgo. También se celebrará un foro no gubernamental en un lugar próximo llamado Gallagher.

La Cumbre Mundial del Desarrollo Sostenible se celebra 10 años después de Río. La Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo que se celebró en Río del 3 al 14 de junio de 1992, llegó demasiado tarde como para impedir los problemas que pretendía resolver, ignorando el principio de precaución, pero demasiado pronto como para alcanzar acuerdos satisfactorios, a pesar de dos largos años de negociaciones.

Conferencia de Estocolmo de 1972. Treinta años después de Estocolmo y 10 de Río, los problemas sociales y ambientales, lejos de solucionarse, se han agravado. La población supera los 6.200 millones de habitantes, el doble que en 1972, y hoy 800 millones de personas viven en la extrema pobreza. Las proyecciones muestran que la población mundial llegará a los 8.000 millones de habitantes para 2025 y a los 9.300 millones de habitantes para 2050, para estabilizarse en los 12.000 millones de personas a finales del siglo XXI.

El 15% de la población mundial vive en países de altos ingresos y a el la corresponde el 56% de todo el consumo del mundo, mientras que al 40% más pobre de la población mundial, que vive en países en desarrollo, corresponde únicamente el 11% del consumo. El promedio de gastos de consumo de una familia africana se ha reducido en un 20% en comparación con 25 años atrás.

La tasa de pobreza general en los países en desarrollo, basada en un umbral de pobreza de 1 dólar de ingresos al día, se redujo del 29% en 1990 al 23% en 1998. El número total de personas que viven en la pobreza por ingresos se redujo sólo de cerca de 1.300 millones a 1.200 millones. Hay 815 millones de personas desnutridas en el mundo, y 777 millones de ellas viven en los países en desarrollo. Las cifras están reduciéndose en Asia, pero aumentan en África.

Cada año se pierden 14,6 millones de hectáreas de bosques y miles de especies, reduciendo y erosionando irreversiblemente la diversidad biológica. La capa de ozono, a pesar del Protocolo de Montreal, no se recuperará hasta mediados del siglo XXI. El dióxido de carbono presente en la atmósfera (370 partes por millón) se ha incrementado en un 32% respecto al siglo XIX, alcanzando las mayores concentraciones en los últimos 20 millones de años, y hoy añadimos anualmente a la atmósfera más de 23.000 millones de toneladas de CO2, acelerando el cambio climático. Se prevé que las emisiones de dióxido de carbono aumenten en un 75% entre 1997 y 2020. Cada año emitimos cerca de 100 millones de toneladas de dióxido de azufre, 70 millones de óxidos de nitrógeno, 200 millones de monóxido de carbono y 60 millones de partículas en suspensión, agravando los problemas causados por las lluvias ácidas, el ozono troposférico y la contaminación atmosférica local.

El accidente de Chernóbil, la proliferación nuclear y la acumulación de residuos radiactivos, son ejemplos de los riesgos de la energía nuclear. El posible conflicto entre dos potencias nucleares, como India y Pakistán, por Cachemira, o el de Oriente Próximo, donde Israel posee cerca de 100 bombas atómicas, son ejemplos de que aún no ha desaparecido la amenaza nuclear.

El consumo mundial de energía supera los 9.000 millones de toneladas equivalentes de petróleo, y más de 680 millones de vehículos, la mayoría en el Norte, circulan por costosas infraestructuras. Mientras cerca de dos mil millones de personas carecen de electricidad.

La pesca excesiva, el sobrepastoreo, el consumo de leña, el empleo de plaguicidas y abonos, la contaminación, la producción de residuos y el crecimiento de las áreas metropolitanas, destruyen los recursos a un ritmo nunca conocido. Los cultivos transgénicos, inexistentes en 1992, hoy superan los 45 millones de hectáreas, y han surgido nuevas amenazas, como la nanotecnología y la ingeniería genética aplicada a los seres humanos.

Desapareció el conflicto Este-Oeste, pero los gastos militares apenas se han reducido, e incluso han aumentado tras los atentados del 11 de septiembre, con una única superpotencia, EE UU, mientras han estallado numerosos conflictos y sobre todo se han ahondado las diferencias entre el Norte y el Sur, así como las desigualdades dentro de cada país. La ideología neoliberal pretende erigirse en el pensamiento único, dictando las políticas económicas de todos los países.

El Norte consumista y desarrollado no quiere asumir sus responsabilidades en la destrucción ambiental y en la explotación de los pueblos del Sur, negándose a hacer ninguna concesión sustancial (deuda externa, transferencia de tecnología, comercio internacional, ayuda al desarrollo, reducción de las emisiones de CO2), y a cambiar su insostenible modo de vida.

A las élites que gobiernan el Sur tampoco les interesa que algo cambie. Ellas son el Norte del Sur, y no están dispuestas ni a redistribuir más equitativamente la renta y la tierra, ni a democratizar sus países, ni a respetar los derechos humanos, ni a acabar con la corrupción, ni a frenar la destrucción de sus ecosistemas. En Johannesburgo las élites del Sur pretenden practicar un nacionalismo demagógico, para vestir su voracidad y el expolio de sus pueblos y ecosistemas, y en el fondo se alegrarían tanto como George W. Bush del fracaso de la Cumbre de Johannesburgo.

La "Carta de la Tierra" quedó reducida en Río a un prólogo descafeinado y sin valor normativo. Los fondos para implantar la Agenda 21 son raquíticos, y para colmo el Banco Mundial es el organismo encargado de su gestión. La Cumbre de Monterrey no logró aumentar la Ayuda Oficial al Desarrollo al 0,7% del PIB de los países industrializados.

Pero el hecho más significativo desde la Cumbre de Río es la creación de la Organización Mundial de Comercio y la aceleración de la globalización económica, eliminando las trabas al comercio mundial de mercancías y servicios, sin consideración por la degradación ambiental, las crecientes desigualdades y la destrucción de empleos en las economías del Tercer Mundo. El Convenio sobre el Cambio Climático, debido a la presión del gobierno estadounidense, no contempló en 1992 ningún compromiso firme para estabilizar las emisiones de los gases causantes del efecto invernadero, y las mismas inconsistencias afectan al Convenio sobre Diversidad Biológica.

No obstante, hay que destacar algunos pasos positivos, como el Protocolo de Kioto en 1997 (que debería ratificarse y entrar en vigor en Johannesburgo, si EE UU y sus aliados no lo impiden), el Protocolo de Bioseguridad (también debería ratificarse, con la oposición de EE UU), la creación de la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible, la firma de un Convenio sobre Desertificación y la creciente organización de la sociedad civil en torno a las ONG y a los movimientos sociales.

El auge de la energía eólica y solar es otro indicador claro de que es posible también otro futuro energético, sin nucleares ni combustibles fósiles.

El mundo, la biósfera en la que vivimos, no puede soportar por mucho más tiempo el actual modelo de desarrollo insostenible, con las terribles desigualdades sociales y la degradación ambiental. Río, ¿sirvió para algo? A riesgo de pecar de optimismo, cabe afirmar que Río supuso un avance en la conciencia colectiva. Johannesburgo, independientemente de sus resultados concretos, tendrá efectos similares.

La Cumbre del Desarrollo Sostenible de Johannesburgo

Uno de los objetivos de la Cumbre de Johannesburgo es la ratificación de varios tratados internacionales: Protocolo de Kioto, Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad, el Tratado Internacional sobre Recursos Genéticos de Plantas para la Alimentación y la Agricultura, el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos y Persistentes (COP), el Convenio de Rotterdam sobre consentimiento previo informado antes de exportar ciertos productos químicos peligrosos y plaguicidas, el acuerdo de la ONU sobre recursos pesqueros que incluye varios planes de la FAO, el Convenio de Basilea sobre el transporte de residuos tóxicos y el Convenio europeo de Aarhus sobre el acceso a la información, que debería globalizarse. Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, resumió los progresos que esperaba ver en Johannesburgo en cinco esferas:

1. Agua y el saneamiento: Poner el agua potable al alcance de por lo menos 1.000 millones de personas que carecen de agua apta para el consumo y proveer de saneamiento adecuado a 2.000 millones de personas. El agua contaminada, el saneamiento inadecuado y la falta de higiene causan más del 80% de todas las enfermedades en los países en desarrollo. El paludismo por sí sólo provoca más de un millón de muertes al año. Para el año 2025, las dos terceras partes de la población mundial podrían vivir en zonas sometidas a una escasez de agua de moderada a aguda.

2. Energía: Dar acceso a la energía a 2.000 millones de personas que carecen de servicios modernos de energía; promover las fuentes de energía renovables; reducir el consumo excesivo y ratificar el Protocolo de Kioto para abordar la cuestión del cambio climático. La población de los países industrializados consume 10 veces más energía por habitante que la población de las regiones en desarrollo.

3. Salud: Abordar los efectos de los materiales tóxicos y peligrosos; reducir la contaminación del aire, que mata a tres millones de personas todos los años, y la incidencia del paludismo asociada con el agua contaminada y la falta de saneamiento.

4. Productividad agrícola: Trabajar para revertir la degradación de las tierras, frenar la erosión y la desertificación, que afecta aproximadamente a los dos tercios de las tierras agrícolas del mundo.

5. Diversidad biológica y ecosistemas: Revertir los procesos que han destruido aproximadamente la mitad de los bosques tropicales húmedos y los manglares de la Tierra, amenazan al 70% de los arrecifes de coral y están diezmando las pesquerías. Más de 11.000 especies están amenazadas de extinción, más de 800 ya se han extinguido y otras 5.000 podrían extinguirse, a menos que se adopten las medidas adecuadas.

Entre los objetivos oficiales de la Cumbre están los siguientes:

• Lograr que la mundialización facilite el desarrollo sostenible

• Erradicar la pobreza y mejorar los medios de vida en las zonas rurales y urbanas;

• Modificar los patrones insostenibles de producción y consumo, incluida la cuadruplicación de la eficiencia energética en los próximos 20 ó 30 años;

• Promover la salud mediante el acceso seguro y económicamente asequible al agua potable, la reducción del plomo en la gasolina y la mejora de la calidad del aire en locales cerrados;

• Proporcionar acceso a la energía y mejorar la eficiencia energética mediante la creación y la utilización de tecnologías que fomenten las fuentes de energía renovable y de alta eficiencia energética, y modificar los patrones insostenibles de consumo de energía;

• Ordenar de manera sostenible los ecosistemas y la diversidad biológica mediante el mejoramiento de los indicadores y los sistemas de gestión, haciendo frente a los problemas de la pesca excesiva, las prácticas no sostenibles en materia de selvicultura y la contaminación marina;

• Mejorar la gestión de los suministros de agua y la distribución de recursos hídricos de manera que sea más equitativa;

• Proporcionar recursos financieros y tecnologías ecológicamente sostenibles;

• Apoyar el desarrollo sostenible en África mediante programas nuevos y amplios que permitan crear instituciones y sistemas que puedan abordar cuestiones relacionadas con el hambre, la salud y la protección del medio ambiente, así como la gestión de los recursos;

• Fortalecer el sistema de administración internacional con miras al desarrollo sostenible.

Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad

Después de cinco años de difíciles negociaciones se logró aprobar en Montreal un Protocolo de Bioseguridad que es el primer tratado internacional que reconoce a los organismos manipulados genéticamente una categoría de organismos necesitada de su propio marco jurídico.

Este acuerdo internacional permitirá a los países importadores de alimentos transgénicos regular su entrada de acuerdo con el principio de precaución, lo cual supone un avance notable, aunque otros aspectos son insatisfactorios, y pueden entrar en contradicción con la Organización Mundial de Comercio, erigida en promotora de la libre circulación de todo tipo de productos, incluso los más dañinos para el medio ambiente yla salud.

El 29 de enero de 2000, a pesar de la poderosa oposición de los países exportadores de transgénicos, como Estados Unidos y Canadá, 130 países acordaron el llamado Protocolo de Bioseguridad, que les da el derecho, sobre la base de la aplicación del llamado principio de precaución, de rechazar las importaciones de transgénicos. La Unión Europea acordó en junio de 2002 ratificar el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad del Convenio de Diversidad Biológica, aprobado en enero de 2000 en Montreal (Canadá).

El Protocolo se refiere exclusivamente a los organismos transgénicos vivos, dejando fuera todos los productos derivados (como es el caso de los piensos, por ejemplo, aunque sus materias primas provengan de organismos transgénicos). Pero a pesar de sus limitaciones, es un paso adelante y se deben hacer todos los esfuerzos para que sea ratificado en Johannesburgo.

Protocolo de Kioto

El Protocolo de Kioto de diciembre de 1997 concluyó con la adopción de un acuerdo de reducción de emisiones de gases de invernadero por los 39 países industrializados, incluidos los de la antigua URSS. El compromiso, que se encuentra en un difícil periodo de negociación y ratificación, tras la negativa del Presidente George W. Bush a ratificarlo, secundado por Australia y Canadá, obliga a limitar las emisiones conjuntas de seis gases (CO2, CH4, N2O, compuestos perfluorocarbonados (PFC), compuestos hidrofluorocarbonados (HFC) y hexafluoruro de azufre) respecto al año base de 1990 para los tres primeros gases y 1995 para los otros tres, durante el periodo 2008-2012, en proporciones diferentes según el país: reducción de un 8% para el conjunto de la Unión Europea, un 7% para EE UU y un 6% para Japón. Ucrania, la Federación Rusa y Nueva Zelanda se comprometen a mantener sus emisiones de 1990. En conjunto la reducción global acordada es de un 5,2% para los países industrializados.

El Protocolo es probable que se apruebe en la Cumbre de Johannesburgo en Suráfrica, y la opinión pública debe presionar todo lo necesario para que así sea. En su primera etapa no obliga a los países en desarrollo, dadas sus reducidas emisiones actuales por habitante, y sobre todo las emisiones históricas acumuladas. Los países industrializados, con el 20% de la población mundial, son responsables de más del 60% de las emisiones actuales, y de la práctica totalidad de las emisiones históricas, y a pesar de estos hechos incuestionables, EE UU condicionan la ratificación del Protocolo a la asunción de compromisos por parte de China (el segundo emisor mundial) y otros países en desarrollo, contradiciendo el llamado Mandato de Berlín, alcanzado en la COP1 en 1995.

El Protocolo de Kioto ha sido firmado por la mayoría de las partes, aunque sólo lo han ratificado la Unión Europea y Japón entre los grandes países desarrollados afectados, y según la mayoría de los científicos del IPCC es un paso totalmente insuficiente para evitar el cambio climático aún en el caso de aplicarse de forma estricta, pero incluso este mínimo compromiso se ve amenazado por la oposición del gobierno de EE UU y los "detalles" de la aplicación y el desarrollo de algunos instrumentos del protocolo, tras el acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Partes en Marrakech en el año 2001, como el mecanismo de desarrollo limpio (CDM) de cooperación de los países industrializados con los países en desarrollo (artículo 12 del Protocolo), los sumideros (art. 3.3, 3.4 y 3.7), el intercambio de emisiones, las iniciativas de aplicación conjunta (Joint Implementation, JI y AIJ) entre países industrializados (art. 17) y las posibles sanciones por incumplimiento de los compromisos adquiridos.

La Unión Europea tiene, en general, las posiciones más avanzadas entre los países del Anexo I, gracias a la presión de la opinión pública europea y de los partidos verdes, y ya lo ha ratificado, coincidiendo con la presidencia española. Por lo que se refiere a los países en desarrollo, éstos rechazan cualquier medida que pueda impedir sudesarrollo, v en con preocupación las repercusiones en sus países y en algunos casos tratan de obtener fuentes adicionales de capital a través del mecanismo de desarrollo limpio. Estados Unidos es el gran responsable del cambio climático, pues con sólo el 4,6% de la población mundial, emite el 24% del CO2 mundial (más de 20 toneladas por habitante y año). Las emisiones de gases de invernadero en EE UU han aumentado un 21,8% entre 1990 y 1998. El Protocolo de Kioto obliga a EE UU a reducir sus emisiones en sólo un 7%. Los gobernantes de EE UU no quieren reducir las emisiones domésticas, y pretenden con todo tipo de artimañas (negativa a ratificar el Protocolo, sumideros, mecanismos de flexibilidad) seguir con su insostenible modo de vida consumista y despilfarrador, a costa de afectar de forma irreversible al clima del planeta, y sobre todo a las poblaciones más pobres del Tercer Mundo.

Para que el Protocolo de Kioto entre en vigor tiene que ser ratificado por un número suficiente de países desarrollados, que en conjunto sean responsables del 55% de las emisiones. Dada la posición de la administración republicana de Bush en EE UU, y su oposición a la ratificación, ésta no está ni mucho menos asegurada. Estados Unidos, con el 36,1% de las emisiones en 1990 de los países del Anexo I, en la práctica casi tiene poder de veto, mas cuando cuenta con la complicidadde otros países, como Australia y Canadá.

Reducción de la pobreza

La erradicación del hambre y la pobreza son dos derechos humanos fundamentales y debería ser la base para analizar los progresos realizados en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible de Johannesburgo. La creación y la financiación de una acción pública para garantizar tales derechos apenas progresa y la Meta del Milenio de la ONU de reducir la pobreza mundial a la mitad antes de 2015 están muy lejos de convertirse en realidad. El 20% más rico de la población mundial ganaba 30 veces más que el 20% más pobre en 1960. En 1990 la proporción era de 60 a 1, y en 1997 la diferencia era de 74 a 1, según el PNUD. El siglo XX ha acentuado la desigualdad, en vez de reducirla.

En 1820 la proporción era de 3 a 1, de 7 a 1 en 1870, de 11 a 1 en 1913, y de 74 a 1 en 1997, es decir, hoy las desigualdades son mayores que nunca.

La globalización pivotada y gobernada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio y la OCDE, no contempla ningún mecanismo de redistribución de la renta. La mitad de la población mundial, más de 3.000 millones de personas, viven con menos de dos dólares diarios, mientras las 225 personas de mayor fortuna poseen un patrimonio equivalente a la renta de 2.500 millones de personas, y la fortuna de las 15 personas más ricas supera al PIB del conjunto de los países del África subsahariana. Para paliar el desastre de la globalización de la pobreza, se han propuesto algunas medidas, como la condonación de la deuda externa de los países más pobres y el aumento de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), hasta alcanzar el 0,7% del PIB de los países ricos. Pero los pobres probablemente prefieran que les paguen más por el café y otros productos de exportación a las medidas meramente caritativas; como decía un chiste, "Pagar mejor el café, y menos ONG". Las remesas de los emigrantes (unos 110.000 millones de dólares anuales) suponen más del doble de toda la Ayuda Oficial al Desarrollo.

En los países del Sur las mujeres satisfacen la mayoría de las necesidades básicas de sus familias y contribuyen de forma significativa a la agricultura rural y a las economías locales. El fortalecimiento de la perspectiva de género debe convertirse en una ingrediente esencial del proceso de desarrollo sostenible con un énfasis especial en el reparto de trabajo productivo y doméstico, la migración, el acceso a la propiedad, poder y presupuestos.

La Conferencia para la Financiación del Desarrollo en Monterrey en 2002 vino determinada por la resistencia de los países industrializados a aumentar la ayuda al desarrollo, hasta alcanzar el objetivo de la ONU del 0,7% del PIB, o de llegar a un acuerdo significativo para aliviar la deuda externa de los países en desarrollo. La UE debe superar la posición que presentó en la conferencia de Monterrey y debe asumir un papel de liderazgo en la financiación del desarrollo sostenible en los países en desarrollo.

Agenda 21

La Agenda 21 o Programa 21 se ha visto entorpecida por cuatro factores principales, según la ONU:

>> Un enfoque fragmentado que ha permitido que las políticas y los programas aborden cuestiones económicas, sociales y ambientales, pero no de una manera integrada;

>> La utilización excesiva de recursos que los ecosistemas no pueden soportar;

>> Una ausencia de políticas coherentes en las esferas de las finanzas, el comercio, las inversiones y la tecnología, y de políticas proyectadas con una visión a largo plazo;

>> La falta de recursos para ejecutar el Programa21. Los países en desarrollo han tenido dificultades en obtener nuevas tecnologías e inversiones privadas de los países desarrollados, y la ayuda al desarrollo se ha reducido en el último decenio.

Entre los preparativos para la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, ha publicado un informe de 63 páginas en el que se analiza el progreso logrado durante la última década para poner en ejecución el Programa 21, un plan mundial para el desarrollo sostenible que fue aprobado en la Cumbre de la Tierra de 1992, en Río de Janeiro. El informe evalúa las tendencias económicas, sociales y ambientales de los últimos diez años y presenta sugerencias sobre cómo la comunidad internacional puede volver a relanzar sus esfuerzos para alcanzar las metas dispuestas en el Programa 21.

La Agenda 21 o Programa 21, según la propia ONU, es un buen plan, pero con una débil aplicación. El medio ambiente mundial sigue siendo demasiado frágil y las medidas existentes para su conservación están lejos de ser suficientes. Ha habido un progreso muy limitado en la reducción de la pobreza en los países en desarrollo, y la globalización, por sí misma, no ha beneficiado a la mayoría de la población mundial.

En general, los intentos para impulsar el desarrollo humano y para detener la degradación del medio ambiente, no han sido eficaces durante la pasada década. Los escasos recursos, la falta de voluntad política, un acercamiento fragmentado y no coordinado, y los continuos modelos derrochadores de producción y de consumo, han frustrado los esfuerzos de poner en ejecución el desarrollo sostenible, o el desarrollo equilibrado entre las necesidades económicas y sociales de la población, y la capacidad de los recursos terrestres y de los ecosistemas para resolver necesidades presentes y futuras. A pesar de una década de resultados poco satisfactorios, el Programa 21 - el acuerdo adoptado por unanimidad en la Cumbre de la Tierra de 1992, en Río de Janeiro-sigue siendo válido, aunque en él faltan, no por casualidad, cuestiones tan importantes como la energía nuclear o el control de las empresas multinacionales.

El mundo ha cambiado en los diez años que han transcurrido desde Río, con nuevas necesidades y desafíos creados por la globalización, la revolución de la información y las comunicaciones y la propagación del VIH/SIDA.

La Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) ha disminuido de 58.300 millones de dólares en 1992 a 53.100 millones en el año 2000. La AOD, en proporción al Producto Interior Bruto (PIB) de los países de la OCDE, bajó del 0,35% en 1992 al 0,22% en el año 2000. Sólo cinco países-Dinamarca, Luxem burgo, Holanda, Noruega y Suecia-alcanzaron el objetivo de destinar un 0,7% de su PIB a la ayuda oficial directa durante el año 2000. La mayoría de los países menos desarrollados vieron como la AOD se redujo por lo menos en un 25%.

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