Dafne Sabanes Plou


Encuentros feministas latinoamericanos y caribeños.
Los caminos del feminismo latinoamericano

(Página Abierta, 164, noviembre de 2005)

Estos encuentros nacieron al comienzo de los años ochenta, y se han venido celebrando cada dos o tres años en diferentes países. Constituyen, según sus organizadoras, un lugar privilegiado de diálogo, debate, controversias y formación de coaliciones entre las distintas corrientes de pensamiento feminista en la región. Con ellos, las feministas latinoamericanas y caribeñas han creado un espacio de articulación política regional que ha servido para tejer redes de actuación colectiva, definir fechas de luchas comunes y establecer lazos políticos de identidad y solidaridad regional.
Las asistentes a estos encuentros procedían de diferentes países de la región. Eran mujeres de diferentes edades, clases sociales, orientaciones sexuales y grupos étnicos, que se identifican con el feminismo, y que además trabajan en los más diversos movimientos de base y sociales.
En estos más de 20 años, los Encuentros Feministas han sido el escenario de debates fundamentales para el feminismo y el movimiento social de las mujeres de la región. Así, la elección del 25 de noviembre como Día de Lucha contra la Violencia sobre la Mujer fue tomada en el primer encuentro (Colombia, 1981). En el de 1990, que tuvo lugar en Argentina, se declaró el 28 de septiembre Día de Lucha por la Despenalización del Aborto.
Los nueve encuentros anteriores han originado discusiones claves para el feminismo de la región a partir de los años noventa. Entre otros, se ha debatido sobre temas como la relación del feminismo con los diversos movimientos sociales; la globalización, la exclusión social y la justicia de género; la inclusión y expansión del movimiento feminista, pensadas a partir de la crítica al feminismo hecha por los movimientos de mujeres negras, jóvenes y lesbianas; o la relación del feminismo con el Estado, la ONU y las instituciones políticas internacionales.
   

No es un dato menor que 1.250 mujeres de 28 países estuvieran dispuestas a convivir cuatro días discutiendo temas que las preocupan y que hacen a su identidad de feministas militantes. El X Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe que acaba de celebrarse en Serra Negra (Sao Paulo, Brasil) tuvo la valentía de poner sobre la mesa de discusiones temas ríspidos y controvertidos.
Los debates dejaron al descubierto las falencias y brechas que existen en un movimiento que no ha logrado definir su proyecto político y que ahora se ve duramente cuestionado por una nueva generación de feministas jóvenes y por las mujeres que, desde su militancia, participan en los movimientos sociales y demandan un feminismo dispuesto a comprometerse con las luchas concretas que se libran en la región por la dignidad de las mujeres, de los pueblos y en defensa del medio ambiente.
Con sesiones plenarias, debates y talleres bien concurridos, las participantes dieron una muestra de interés, deseos de exponer ideas y de discutir de frente ante posiciones encontradas que dejaban perpleja a cualquier observadora. La serie de Diálogos Complejos sobre temas como “Feminismo y racismo”, “Feminismo y etnocentrismo” y “Feminismo y lesbianismo”, que contaron con cuatro mesas simultáneas de debate cada uno, dieron lugar a discusiones agitadas, pero también a la posibilidad de que la palabra fuera de todas las que quisieran tomarla para expresar sus ideas, sentimientos y emociones ante cuestiones que no dejan espacio para indefiniciones.
Si bien cada uno de estos Diálogos Complejos tuvo sus particularidades y sus propios ejes de discusión, todos ellos estuvieron cruzados por la idea de que el movimiento feminista en la región necesita democratizarse aún más radicalmente con el fin de abrir espacios para las mujeres de las organizaciones de base que se reconocen como feministas, pero que poco tienen que ver con las académicas o las “grandotas”, como denominan las más jóvenes a las feministas históricas o mayores, identificadas por lo general con el feminismo blanco y de clase media que dominó al movimiento cuando cobró renovadas fuerzas en la década de los sesenta, en el siglo pasado.
Una fuerte presencia de mujeres de origen africano, la mayoría de Brasil, permitió preguntarse de qué manera el feminismo se comprometía con firmeza en las luchas antirracistas y se preocupaba por rescatar la aportación de las militantes negras como parte de su historia y de su pensamiento.
Las representantes del movimiento indígena no dejaron de hacer notar que apenas eran un puñado –fueron menos de 10 las indígenas asistentes a este encuentro–, dejando abierto un serio cuestionamiento al movimiento feminista regional por su incapacidad para atraer e integrar a las mujeres indígenas que pelean por los derechos de las mujeres y también por los de sus pueblos, pero que no sienten que el feminismo las acompañe en su lucha por la tierra y por la preservación de los recursos naturales, porque éstos no parecen ser temas de interés para el movimiento. La respuesta para superar esta situación estaría en dejar de pensar en un movimiento feminista homogéneo, y en mirar las especificidades y tener conciencia de que el etnocentrismo puede obstruir la democracia que debería existir en cualquier nivel de acción en el que participan las mujeres. La dificultad de desprenderse de una cultura centralista sigue signando una debilidad que el feminismo debe superar si quiere construir opciones políticas posibles.
Quizá las discusiones más duras se dieron en los diálogos sobre feminismo y lesbianismo, en los que las preguntas más fuertes vinieron nuevamente de las mujeres de base, de las mujeres lesbianas pobres, que sienten que la desprotección y la discriminación que sufren es mayor por su orientación sexual. Tampoco faltaron las que señalaron que, históricamente, el feminismo trató de ocultar a las lesbianas y que es necesario cuestionar las relaciones de poder en el mundo de la sexualidad, no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre mujeres.

En el panel final, Lilian Celiberti, de Uruguay, planteó posibles pistas para emprender un nuevo camino. Llamó a construir y articular propuestas y definiciones para que el feminismo se reconozca como un lugar político de inclusión, capaz de superar todo tipo de discriminación. El movimiento feminista debería considerarse como un campo de acción política, asumiendo riesgos y construyendo estrategias para desarrollar acciones que interpelen al sistema vigente. Por su parte, Sueli Carneiro, feminista negra de Brasil, reclamó un compromiso concreto del feminismo con la lucha antirracista y la formulación de una plataforma de acción feminista en la región que invite a un pacto de solidaridad y de corresponsabilidad capaz de hacer frente a los poderes que impiden la realización de la democracia plena.
Fue Marusia López Cruz, de México, representante del feminismo joven, la que resaltó la necesidad de que las nuevas agendas feministas reafirmen el diálogo intergeneracional con liderazgos compartidos, que tengan en cuenta la especificidad de las mujeres jóvenes y de sus agendas. Consideró que era fundamental cuestionar las relaciones de poder entre las generaciones y fortalecer los puentes de comunicación para continuar la lucha por la democracia y la libertad. También introdujo en su ponencia la cuestión del debate sobre la participación del movimiento transexual en el movimiento feminista, señalando «los riesgos u oportunidades que implica la integración de grupos y sectores que históricamente no habían participado en espacios como éste, frente a lo cual también hay posturas diversas que van desde considerarlo un riesgo para la autonomía, hasta una oportunidad de ampliarnos y diversificarnos». Manifestó la importancia de que el movimiento feminista se considere siempre “en movimiento”.
El debate no se ha dado por terminado. Habrá que ver en qué medida el movimiento feminista es capaz de responder a la demanda de un feminismo más comprometido con las luchas y las esperanzas de su militancia, formada por mujeres reales que integran los movimientos sociales y las organizaciones populares y exigen más democracia y participación.

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Texto difundido por el Servicio Informativo “Alai-amlatina”, Agencia Latinoamericana de Información (ALAI).